20/2/13

Una economía capitalista es dirigida siempre por la demanda efectiva, no por la oferta


"¿Cómo funciona, de verdad, una economía capitalista? No como dicen los neoliberales o parte de la izquierda académica que se traga estos cuentos. Una economía capitalista es dirigida siempre por la demanda efectiva, no por la oferta; y para que una economía capitalista actual funcione, tiene que haber un estímulo público de esa demanda efectiva agregada. 

 En el capitalismo socialmente reformado posterior a la II Guerra Mundial, parte de ese estímulo procedía de una Constitución social, políticamente blindada, que permitía y aun estimulaba la negociación colectiva sindicatos obreros/patronal y que resultó en el crecimiento paralelo de la productividad y de los salarios reales. 
 En eso anduvo la socialdemocracia reformada en sentido pro-capitalista de posguerra. Y funcionó bien por un tiempo: nunca el capitalismo fue tan estable como entre 1945 y 1980. Pero colapsó en la segunda mitad de los ‘70. 
La crisis del petróleo, el auge espectacular de los movimientos populares, de los sindicatos obreros, la radicalización de las luchas de los trabajadores (la huelga general de mayo de 1968 en Francia, el otoño caliente italiano y el “Cordobazo” de 1969 en Argentina), del movimiento popular vecinal, del anticolonialismo, del antiimperialismo.
 La situación económica de fondo, además, se complicó y alteró radicalmente por el hecho de que los países vencidos en la II Guerra Mundial, y sobre los que en buena medida había pivotado la restauración de un capitalismo reformado en la posguerra, Alemania y Japón, empezaron a convertirse en grandes potencias exportadoras, lo que trajo consigo una reducción de las tasas de beneficios de las empresas norteamericanas. A fines de los ‘60, muchos —también los capitalistas— pensaban en el final del orden capitalista.
- Y entonces vino la reacción…
Entonces, a modo de reacción, si así puede decirse, y tras distintos tanteos, vino la innovación para mí crucial del “neoliberalismo”: desacoplar la demanda efectiva agregada de  los salarios reales.
 ¿Cómo? Financiando la demanda efectiva y el consumo popular a partir de un colosal fraude financiero piramidal –una especie de estafa como la celebérrimamente cometida hace poco por Bernard Madoff, pero a gran escala y consentida y aun activamente estimulada por los poderes públicos— que facilitó el crédito barato e “irresponsable”. 
O sea, financiar el consumo para que, sin aumentar los salarios reales, los trabajadores puedan comprarse coches, casas, etc.: el famoso “capitalismo popular”.   
El truco básico del neoliberalismo, en Europa y América del Norte, fue sustituir el incremento del salario real por el crédito barato; la inflación de activos inmobiliarios y financieros fue el medio.
 Esa política contribuyó a la idiotización (es decir, al encapsulamiento particularista en lo propio) de la población trabajadora, la hizo más individualista, desbarató a las organizaciones obreras reformistas tradicionales al arrebatarles el propósito central que es la lucha por la subida de los salarios reales. 
 Muchos se creyeron ricos a base de una creación de dinero ficticio por parte de las entidades bancarias mal reguladas, y cuando la pirámide fraudulenta se desplomó en 2008, fue la muerte del “neoliberalismo”: lo que queda es sólo un zombi, aunque peligrosísimo. (...)
- Usted decía también que hoy parece no haber Plan B, ¿por qué la respuesta social no alcanza y por qué cree que las elites dominantes no saben qué hacer?

El neoliberalismo no sólo ha corrompido en sentido idiotizador la consciencia de amplios estratos de la población trabajadora, sino también la de los estratos socialmente dominantes.
 Hubo tradicionalmente unas elites políticas capitalistas con distancia suficiente respecto al mundo de los negocios: verdaderos agentes fiduciarios con altura de miras y visión general. Observe, en cambio, a las elites políticas generadas por el neoliberalismo, con sus características puertas giratorias entre el mundo de los grandes negocios (frecuentemente fraudulentos) y el mundo de la gran política: tipos como Felipe González, o Aznar, o Geithner (o cualquier secretario del Tesoro estadounidense de las últimas décadas: todos, todos, hombres de Goldman Sachs, como, en Europa, Draghi y Trichet). 
Hay algo aquí mucho peor que la corrupción en sentido moral: la visión corrompida, son idiotas ópticos incapaces de ver más allá de la luz glauca proyectada por la oportunidad inmediata del negocio (fraudulento).
 Para las clases dominadas, para los condenados de la Tierra, esta crisis se desarrolla, por ahora, como una tragedia griega; pero si ves el espectáculo ofrecido por las elites, es un esperpento valleinclanesco."        (“Para los trabajadores, esta crisis se desarrolla como una tragedia griega, pero el espectáculo ofrecido por las elites es un esperpento valleinclanesco.” Entrevista en Buenos Aires Antoni Domènech, Sin Permiso, 10/02/2013)

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