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Ivan Vasquez llegó a Los Ángeles en 1996, entonces un adolescente que
había cruzado la frontera para encontrar trabajo y mejorar la vida de su
familia en México. Al llegar, el joven originario de Oaxaca, un estado
de mayoría indígena, a quien otros mexicanos en ocasiones llamaban
“Oaxaquita” por su piel morena y baja estatura, trabajó como lavaplatos
en restaurantes.
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Pero
con el tiempo ascendió para convertirse en gerente regional de Baja
Fresh y abrió su propio restaurante en 2013, que es una celebración de
la cocina única de su estado natal. Madre, el restaurante que ha cobrado
impulso por su mole y mezcal, ha obtenido reseñas positivas de críticos
gastronómicos y ya tiene tres sucursales en una ciudad que acepta el
multiculturalismo. Así que Vasquez, ahora de 41 años, se sintió
impactado la semana pasada al escuchar los comentarios denigrantes sobre
los oaxaqueños de Nury Martinez, una poderosa política latina que era
presidenta del Concejo Municipal de Los Ángeles.
El
fin de semana pasado, Los Angeles Times publicó la grabación de una
reunión privada de 2021, en la que se escucha a Martinez decir que los
oaxaqueños son “gente bajita y morena” que es “muy fea”, lo cual causó
una enorme conmoción que aún no se apacigua en la segunda ciudad más
grande de Estados Unidos. Martinez, quien también hizo comentarios
peyorativos en contra de la gente de color, renunció al concejo el
miércoles. Otros dos miembros hispanos que se podían escuchar en la
reunión, en la que se debatían maneras de fomentar el poder latino,
enfrentan fuertes llamados para que también abandonen el concejo.
Con
frecuencia, las personas originarias de comunidades nativas
precolombinas son víctimas de acoso en Los Ángeles, una ciudad que se
enorgullece de ser tolerante y diversa, y no solo por parte de las
personas blancas.
“El
supuesto de que si eres latino y progresista no tienes posturas
racistas pasa por alto la realidad de que el racismo está profundamente
enraizado en las culturas mexicana y latinoamericanas”, explicó Gabriela
Domenzain, una mexicoestadounidense que trabajó como experta en
comunidades hispanas en la campaña presidencial de Obama en 2012 y la de
O’Malley en 2016.
América Latina es
una de las regiones de mayor diversidad étnica y, a lo largo de su
historia, los grupos raciales y étnicos convergen: las personas de
comunidades indígenas, los colonizadores blancos y las personas negras
que fueron llevadas como esclavas. Este mestizaje dio lugar a la
“morenización” en Latinoamérica, donde se puede ver a gente con
distintos tonos de piel según su ascendencia.
Ahora
muchas personas son mestizas, pero la gente de piel más clara continúa
en la cima de la jerarquía socioeconómica, mientras que quienes tienen
una piel más morena, ya sean indígenas o negros, a menudo tienden a ser
más pobres y a quedar excluidos de los círculos sociales y políticos de
las élites.
Ese sistema no oficial de
castas fue llevado a Estados Unidos, que tiene su propia historia de
estratificación social y tensiones raciales. Los estudios encontraron
que, entre los latinos, a quienes en general se les considera gente de
color, es más probable que aquellos que tienen piel más clara prosperen
más en lo económico que sus paisanos de piel más oscura, como los
cubanos negros y los mexicanos y centroamericanos indígenas.
“Lo
que estamos viendo es esta convergencia de racismo colonial de América
Latina recreado en las comunidades estadounidenses”, dijo Lynn Stephen,
profesora de Estudios Étnicos de la Universidad de Oregón.
Los
mexicanos y los centroamericanos indígenas suelen ser más bajos y tener
la piel más morena que otros latinos, y su lengua materna no siempre es
el español. La discriminación en su contra es común en el campo, los
restaurantes e incluso las construcciones, donde algunas veces los
subcontratistas separan a los equipos indígenas de otros latinos con el
mismo trabajo para evitar conflictos.
“Se
nos ve como personas de piel muy morena y chaparritos, que somos feos e
ignorantes”, dijo Arcenio López, quien antes trabajó en el campo y
ahora es director ejecutivo del Proyecto Mixteco de Oaxaca, una
organización que defiende a los campesinos indígenas que residen en
California.
“Además
de ser explotados por sus empleadores, los campesinos indígenas sufren
la discriminación de sus compañeros de trabajo”, dijo.
En
2012, su organización comenzó una campaña llamada “No me llames
oaxaquita”, en un intento de llamar la atención y poner fin al trato
denigrante que reciben los oaxaqueños, un estado del tamaño de Indiana
en el suroeste de México, que se ha hecho popular entre los turistas por
su cultura animada, sus mercados coloridos y sus playas prístinas.
López
recordó que la campaña política suscitó duras críticas por parte de
algunos líderes hispanos, que le reprocharon que resaltara las
diferencias entre los latinos, en lugar de presentar un frente
unificado.
Por
eso, cuando salió a la luz la grabación filtrada de los concejales, “no
nos sorprendió que gente como Nury Martinez se burlara de nosotros; es
lo que vivimos en nuestro país por parte de gente de piel más clara, y
nos siguió a este país”.
Gaspar
Rivera-Salgado, quien es de Oaxaca y dirige el Centro de Estudios
Mexicanos en la Universidad de California, campus Los Ángeles (UCLA),
dijo que con demasiada frecuencia se olvida la “tremenda diversidad” de
la población latina en Estados Unidos.
“Si
se dice latinos, se está metiendo en el mismo saco a Nury Martinez, a
Ted Cruz, a todos”, dijo. Martinez es mexicoestadounidense; Cruz, el
senador de Texas, es hijo de un inmigrante cubano. Pero las experiencias
vividas que han tenido estas figuras políticas son totalmente
diferentes, explicó Rivera-Salgado.
Los
términos “hispano” y “latino” se han integrado al mosaico
estadounidense, y aparecen en los formularios del censo, los periódicos y
las encuestas políticas desde que una ley aprobada en 1976 empezó a
exigir a las agencias federales que incluyeran en un solo grupo los
datos de las personas de ascendencia en países de habla hispana. La
clasificación se basa en la lengua, la cultura y la herencia comunes, no
en la raza.
La
gente en la categoría dista mucho de ser homogénea: muchos tienen
raíces mexicanas, mientras que otros son puertorriqueños, argentinos,
colombianos, cubanos, españoles y, por supuesto, indígenas.
En
su campaña presidencial de 2012, Barak Obama, reconociendo esta
heterogeneidad, sacó al aire comerciales enfocados en poblaciones
latinas específicas y sus países de origen. En el centro de Florida, los
anuncios dirigidos a la comunidad puertorriqueña presentaban a
puertorriqueños y abordaban sus preocupaciones. En Nevada, los
comerciales presentaban a mexicoestadounidenses.
Los
latinos son todo menos un bloque de votos unificado en las elecciones
estadounidenses. Los jóvenes inmigrantes de segunda generación están
impulsando el crecimiento de la política progresista en California,
mientras que los inmigrantes cubanos de más edad son los pilares
conservadores del Partido Republicano en Florida. A lo largo de la
frontera suroeste, las familias latinas establecidas se han inquietado
ante la llegada de nuevos inmigrantes de Centro y Sudamérica y han
pedido más límites a la inmigración ilegal.
En
los últimos años, Los Ángeles y otras ciudades del suroeste han visto
nuevas y grandes oleadas de inmigrantes no solo de México, sino de
comunidades indígenas de Guatemala y Honduras, muchos de ellos expulsados de las fincas cafetaleras en parte por los efectos del cambio climático.
En
Los Ángeles habita la mayor población mexicana en Estados Unidos y casi
la mitad de la población de la ciudad es hispana. También es donde
reside la mayor comunidad oaxaqueña del país, con un total de 200.000
personas.
Vasquez,
el dueño de restaurantes, dijo que los oaxaqueños trabajaban en las
cocinas de los mejores restaurantes de la ciudad, y que muchos de ellos
comenzaron como lavaplatos, como él. Entre los hijos de inmigrantes
oaxaqueños hay abogados, maestros y médicos.
Miembros
de la comunidad indígena latina de Los Ángeles, algunos de ellos con
trajes tradicionales, se encontraban entre los manifestantes frente al
recinto del Concejo Municipal y las oficinas de los concejales
recientemente.
Ron Herrera, uno de los
líderes sindicales que se escuchan en la conversación grabada, dimitió
el lunes 10 de octubre como presidente de la Federación de Trabajadores
del Condado de Los Ángeles. Los otros dos concejales presentes, Kevin de
León y Gil Cedillo, han rechazado hasta ahora los llamamientos para que
dimitan.
Por cierto, los concejales
conforman un mosaico de hispanos: los tres nacieron en Estados Unidos en
el seno de familias inmigrantes, la de Martinez y Cedillo, de México y
la de De León, de Guatemala.
A Miguel
Villegas, de 32 años, quien rapea en inglés, español y mixteco, una
lengua indígena, los insensibles comentarios de la grabación le trajeron
recuerdos de las burlas que sufrió cuando crecía en el Valle Central de
California.
“Los mexicanos me discriminaban por ser indígena y los estadounidenses por ser inmigrante”, dijo.
Hijo
de recolectores de uva, cuando llegó de niño a Estados Unidos desde
Oaxaca solo hablaba mixteco, Villegas se apresuró a aprender inglés y
español y a ocultar sus raíces indígenas.
Más tarde, recuperó su identidad, dijo Villegas, cuyo nombre artístico es Una Isu.
“El
hecho de que esos comentarios se hicieran públicos no hizo más que
confirmar que la opresión y la discriminación no han terminado”, afirmó.
“Tuve la misma sensación que cuando Donald Trump llegó a la
presidencia. El racismo se hizo más público y visible”.
Una de sus canciones se llama “Mixteco es un lenguaje”.
“Esto
va para los que insultan a todos mis oaxaqueños”, dice la letra.
“Pequeños pero corazones de guerrero. Preservando la cultura, seguiremos
creciendo”.
El
lenguaje despectivo utilizado por Martinez “me hizo recordar todas las
microagresiones que he sentido por parte de otros mexicanos y latinos a
lo largo de mi vida”, dijo Miguel Dominguez, de 37 años, con estudios
universitarios y nacido y criado en Los Ángeles, de padres oaxaqueños.
“Al crecer, oímos muchos términos despectivos y denigrantes, como ‘oaxaquita’ e ‘indio’”, dijo.
Cuando
había conflictos con los vecinos, a menudo se lanzaban insultos a sus
padres, que hablaban zapoteco, una lengua indígena hablada en Oaxaca,
recordó.
Dominguez es director de una
organización sin fines de lucro del sur de Los Ángeles llamada Community
Coalition. El grupo celebró el miércoles una reunión para que los
residentes negros y latinos, incluidas personas indígenas, expusieran
sus quejas. Al final de la sesión, los participantes se comprometieron a
desarrollar una respuesta colectiva multirracial al desafío.
“Se
están haciendo muchas cosas para construir puentes y solidaridad que
son más poderosos que el lenguaje de odio”, señaló Dominguez. “Veremos
que, como ciudad, Los Ángeles puede avanzar después de esto”. ( Miriam Jordan , The New York Times, 17/10/22)