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2/12/20

Cuando «Queremos acoger» va en serio... Un vecino de Torroella de Montgrí ha convertido su casa en un centro de acogida de inmigrantes, lejos de toda ayuda oficial

 "(...) A veces hay personas que hacen recuperar la fe en la humanidad, como este vecino de Torroella de Montgrí, que ha acogido en su casa más de 40 inmigrantes, la mayoría ilegales, sin hacer preguntas y sin pedir nada a cambio, sólo por el simple placer de ayudar a los necesitados. O quizá porque tiene siempre presente lo que dice al despedirse: «De este mundo no nos llevaremos nada más que nuestras obras».

La gente del pueblo, de Torroella de Montgrí, que lo conocen, le advierten que poner desconocidos dentro de casa es un riesgo, que cualquier día se llevará un susto, que no sabe qué intenciones llevan, en fin, todo lo que se suele advertir. Su respuesta es tan sencilla que desarma cualquier:

-¿Verdad que ellos tampoco me conocen  MÍ y entran en mi casa? Pues estamos igual, el mismo riesgo es para ellos que para mí.

 Y continúa acogiendo. Nunca ha sido tan cierta la frase «mi casa es su casa» como puesta en labios de Josep Riera, nacido en Torroella de Montgrí hace 77 años, en la misma casa que donde vive ahora, que ya fue de sus padres y de sus abuelos.

Es muy fácil poner en las fachadas pancartas con el «Queremos acoger», pero muy difícil es llevar este deseo a la realidad. José lo hace.

 Su historia es sencilla: si sabe de algún inmigrante que no tiene donde vivir, le abre las puertas de su casa. Así de fácil. Así de complicado. Para la modesta casa de una vieja calle del núcleo de Torroella, han pasado ya más de cuarenta inmigrantes que no tenían donde caerse muertos, que no tenían nada para comer, nadie que les diera una palabra de ánimo. La casa Josep Riera han encontrado todo esto. El periodista quiere respuestas, y para conseguirlas, debe hacer preguntas.

-José, ¿por qué lo hace esto?

-Me gusta servir. Si no sirves, de qué sirves?

 A pregunta tonta, respuesta sencilla.

Mientras nos sentamos en la mesa, entra ahora un inmigrante con una bicicleta, después uno con una cesta, tienen su propia clave, José les saluda con una sonrisa. Me cuenta que no tienen hora de llegada, son totalmente libres, como si entran a las tres de la mañana.

José ha trabajado en el campo, la construcción, en un almacén de madera, la brigada municipal, en un taller de artes gráficas ... No se ha casado nunca, la única familia que le queda es un sobrino.

-Pero habrá conocido chicas, alguna le habrá gustado alguna vez.

-Sí, pero siempre he tenido claro que me quiero dedicar al servicio a los demás, y una mujer ... Algo te hace distraer de lo otro- reflexiona con una sonrisa foteta.

 Su vocación de servicio lo llevó a ser voluntario de Cáritas durante más de treinta años. Cuando Cáritas dejó de ser parroquial y comenzó a recibir subvenciones, lo dejó. «Si recibes subvenciones, ya no estás haciendo caridad», afirma. Así que la comenzó a ejercer por su cuenta.

Todo comenzó ayudando a un inmigrante marroquí que sufría esquizofrenia y otras enfermedades. Tanto lo cuidó José, que el chico murió en sus manos. Un compañero del chico, Mohamed, quedó tan marcado de lo que le vio hacer a Josep, tan impresionado que un desconocido ofreciera a un extranjero enfermo todo lo que tenía, que años después, todavía le repite a José, con quien conserva la amistad: «Desde que te conocí, si veo un pobre ya no me quedo indiferente».

 Pero vayamos por partes: en los años 80 en Torroella de Montgrí había 4 o 5 familias necesitadas, todo el mundo las conocía y, más o menos, iban saliendo con la ayuda de unos y otros. Poco después comenzaron a llegar los primeros inmigrantes -marroquíes, en esta parte del Empordà-, los agricultores necesitaban mano de obra y no les faltaba el trabajo.

 Con el tiempo, vinieron también subsaharianos, la mayoría ilegales, y ya no había trabajo para todos. Muchos se encontraron en un país extranjero, sin papeles y sin maneras de ganarse la vida. En José les abrió la puerta de casa.

Primero, un par de marroquíes. Después se añadió un gambiano. Primeros conflictos: José explica que tuvo que poner freno a episodios de racismo.

 Lo que comenzó como una ayuda puntual, derivó en toda una casa de acogida. Josep Riera hizo obras en la casa para acondicionar como habitaciones, cámaras que tenía inutilizadas, compró camas, trabajó -una vez más- para desconocidos sin esperar nada a cambio. El resultado son habitaciones pequeñas y poco lujosas, por supuesto, pero habitaciones dignas para hombres que no tenían nada.

Pero como siempre ocurre, la autoridad y la burocracia suelen ser enemigas de la solidaridad, por más que de puertas afuera se llenan la boca con esa palabra. Aquellos hombres vivían ilegalmente en casa de José, es decir, en Torroella, es decir, en Cataluña.

Con la misma sonrisa de bonachón que poco antes me ha dicho que no me preocupe si se le enfría la comida -Me he presentado en su casa a las tres de la tarde-, admite todas las trampas que hizo.

-Para que lograran los papeles de residencia, los hacía contratos ficticios de trabajo, papeles falsos de servicio doméstico ...

 Y con ello, se presentaba en el Ayuntamiento de Torroella para empadronarlos. Los funcionarios no siempre veían con buenos ojos lo que llevaba en José entre manos, y se resistían a hacerlo porque no tenían domicilio fijo.

-Es obligatorio empadronarse? - preguntaba entonces en José.

-SI- respondía el funcionario.

-Y tener domicilio, es obligatorio por ley?

-Err ... no.

-Pues por eso mismo, ya los puede empadronarse aunque no tengan domicilio.

Al final se salía con la suya. En José tiene pinta de salirse siempre con su gracias a su mirada inocente.

 «No los quiero aburridos»

Y hasta hoy. Los que pueden, le dan poco más de 100 euros al mes, por la habitación. Los que no pueden, ya podrán algún día. O puede que no. De los ocho que viven en casa de José actualmente, cinco no pagan nada. Comparten la comida, cada uno aporta lo que puede, y la cocina. Antes el mismo José cocinaba para todos, pero la artrosis, la maldita artrosis que no le permite trabajar el huerto de la parte trasera - «esto sí que lo echo de menos» -, la aconseja tomarse las cosas con más calma. Siempre quedan los ratos de charla alrededor de la mesa.

-Una vez tuve dos muy aburridos. Yo quiero gente alegre, no me gusta la gente triste!

Un guineano empieza a hacerse la comida detrás nuestro, otro sale de su habitación, se despide de José y marcha. Volverá cuando quiera, aquí no hay normas.

-Alguna vez habrá tenido problemas, José.

-Sólo de vez en cuando alguno abusa de mi paciencia.

Hace un par de días, uno de los inquilinos vino asustado, a las tres de la mañana, después de un incidente. No había comido nada. José se levantó de la cama y le hizo cena.

-José, ¿por qué hace, esto?

-Mira, de este mundo sólo nos llevaremos nuestras obras. Yo soy creyente, y por lo tanto creo que todos somos hermanos. Si no te comportas como un creyente, todo ello de rezar y de misa son tonterías."             
    (Albert Soler, Diari de Girona, 28/11/20)

2/7/18

Hay muchos países europeos que no están en el euro. No hay una identificación entre euro y Europa

"Mujeres africanas. Más allá del tópico de la jovialidad, es el título del libro que Remei Sipi Mayo (Rebola, Guinea Ecuatorial, 1952) presentaba hace unos días en la librería La Pantera Rossa de Zaragoza. Mayo llegó a España hace 50 años y ha participado en movimientos de mujeres migrantes y guineanas. También creó una pequeña editorial especializada en libros sobre Guinea.

¿En qué consiste ese tópico de la jovialidad al que se refiere en el título de su último libro?

Alrededor de las mujeres africanas siempre hay tópicos: que somos pobrecitas, paridoras, que tenemos muchos hijos, que somos débiles, que no tenemos capacidad de alternativa, que no nos empoderamos... hay un montón de tópicos que no son ciertos. Siempre nos dicen también que solemos estar muy contentas, sonriendo. Y, claro, es un tópico. Yo, por ejemplo, no me río mucho (se ríe). Es una broma.

¿Estos tópicos nacen de lo que la nigeriana Chimamanda Adichie llama “el peligro de la historia única”, es decir, el peligro de que solo tengamos una imagen concreta sobre todo el continente africano?

Claro, los tópicos nacen del peligro de la historia única y también nacen del desconocimiento y de la ignorancia. Hay un desconocimiento total desde el Norte, desde Occidente, con respecto a la otra y al otro.

¿Por qué sigue ocurriendo, a pesar de que ya vive aquí mucha gente que ha venido de África?

Porque no os importa, porque hay un egocentrismo, porque siempre se nos ve como a alguien inferior. No se trata de si hay o no gente de África aquí; es que no importan, no llaman la atención. Desde la perspectiva del Norte, en torno a nosotros no se crea riqueza. Si cogemos cualquier libro de texto y nos fijamos en qué se dice de África, no se potencia nada positivo. Sólo aparecen niños con mocos en la nariz, mal vestidos... no interesa.

¿Qué debería aparecer sobre África, por ejemplo, en los libros de texto?

Toda la realidad africana, lo bueno y lo malo, nuestros héroes... no sólo lo negativo, la pobreza. Quien conoce África sabe que son varios países con distintas realidades, que no todas son negativas. Si no, no viviría allí nadie.

Usted destaca que las mujeres africanas no aceptan pasivamente su destino… ¿cuáles suelen ser los destinos de las mujeres de países africanos?

En este caso concreto, hablo de las mujeres africanas, pero es algo que se podría extrapolar a todas las mujeres. A las mujeres, la historia nos ha asignado estar bajo el patriarcado; no en segundo lugar, sino en cuarto o quinto. 

Por eso, aquí, en el norte, se está reivindicando ahora muchísimo la igualdad salarial, la igualdad en los permisos de maternidad y paternidad... trasladando esto a África, ocurre lo mismo. No es verdad que la mujer africana sea pasiva; son grandes creadoras de estrategias para la supervivencia de todo su entorno.

¿Cuáles son los principales objetivos del feminismo en el continente africano?
Los objetivos de las mujeres reivindicando sus derechos son únicos en todo el mundo: trabajar para el bienestar de los derechos de las mujeres. Cuando yo pongo el acento en el feminismo negro es porque mis compañeras de aquí, del norte, en debates, creen que han inventado el feminismo. 

En África ha habido feminismo siempre, aunque no tenga el nombre de "feminismo". Mi madre, mis hermanas, mis tías, mi abuela... ya eran feministas, reivindicaban los espacios para las mujeres, luchaban para que las mujeres tuviéramos voz y voto. Por eso, tengo que decir a las compañeras del Norte que sí, que aquí hay feminismo, pero que en África lo ha habido siempre también.

Pero, ¿cuáles serían actualmente las peleas concretas del feminismo en África?

La pelea concreta del feminismo africano es el empoderamiento de las mujeres, su libertad, que las mujeres tengan su espacio propio, luchar por los derechos humanos de las mujeres. Las reivindicaciones africanas son universales: presencia en espacios donde las mujeres puedan tener voz, igualdad de condiciones para acceder a un puesto de trabajo, que las niñas puedan ir al mejor colegio disponible para ellas...

¿Hay países o zonas de África que han avanzado más que otras en los derechos de las mujeres?

Sí, porque son 48 estados en el África del sur del Sáhara. Algunos habrán avanzado más que otros, aunque yo no lo sepa de memoria. El feminismo africano ha conseguido que las reivindicaciones de las mujeres estén elevadas al espacio de debate por las propias mujeres. Ha conseguido reivindicar que el sistema de familia más importante no sea la poligamia en algunos sitios donde está legalizada y al orden del día. Reivindica también, aunque yo no quería tocar ese tema, la lucha contra la mutilación genital femenina. África es grande, diversa, no es uniforme.

¿Cómo está viviendo usted el movimiento 8 de marzo en España?

No estoy participando a fondo, mi cuota de participación y de reivindicación ya la he cubierto cuando me he jubilado. Ya no tengo fuerzas. Pero me parece bien todo lo que nos lleve a visibilizar nuestra situación y las incongruencias del patriarcado.

¿Siente que se están incluyendo las demandas de las mujeres inmigrantes?

De momento, no. Están en los inicios, en el momento de ver en qué podemos trabajar conjuntamente. De todas formas, yo creo que no son las mujeres del norte las que tienen que incluir las reivindicaciones de las mujeres inmigrantes. Creo que las mujeres inmigrantes tienen que crear una plataforma, trabajarla y después buscar caminos donde se encuentren con el colectivo autóctono.

¿Cuáles serían esas demandas de las mujeres inmigrantes?

No lo sé. Mis necesidades no son las mismas que las de las compañeras que están en el servicio doméstico, ni las de la compañera que está en la prostitución, ni la de la compañera que está como okupa, ni la de las mamás que luchan para que sus hijos puedan escolarizarse en escuelas que no sean guetos. En fin, hay muchas necesidades; hay que sentarse y empezar a unirlas, porque no son únicas ni uniformes.

¿Está esperanzada en que esas reivindicaciones lleguen a entrar en la agenda política?

Yo lo desearía, pero lo veo difícil, no soy nada optimista, porque nosotros no contamos en la sociedad receptora. Yo llevo 50 años aquí y es ahora cuando veo que hay alguna diputada negra. Y la relación entre África y España no es de hace dos días.

¿Se podría hacer más?

Sí, se debería visibilizar la población que vive aquí y normalizarla dentro de la sociedad: que tengamos personas visibles en los medios de comunicación, en la sanidad... sé que estamos en minoría, pero no sólo sabemos fregar y limpiar las casas de la sociedad receptora. Yo conozco compañeras licenciadas que están en el servicio doméstico. Esa normalización iría bien para la autoestima de nuestros hijos, porque potenciaría algo positivo de nuestra comunidad y de nuestra identidad africana."             (Entrevista a Remei Sipi Mayo, escritora, Ana Sánchez Borroy, eldiario.es, 02/06/18)

23/1/17

“Cuando veo a un chico andando por la carretera, me siento obligado a detenerme, no tengo otra elección”

 Cédric Herrou, en su casa de de Breil-sur-Roya

"Mi inacción y mi silencio me harían cómplice”. Con estas palabras,  Cédric Herrou, 37 años, trató de justificarse el pasado 4 de enero en Niza durante la sesión de apertura de uno de los juicios más mediáticos en Francia en estas primeras semanas de 2017. 

Este modesto productor de aceite de oliva y huevos de gallina está acusado de haber permitido la llegada a territorio francés de 200 inmigrantes sin permiso de entrada. También le imputan haber abierto un campamento de acogida de refugiados en un edificio abandonado de la SNCF (la compañía ferroviaria estatal francesa). 

Unas acciones que, según la legislación actual, pueden suponerle hasta cinco años de prisión y 30.000 euros de multa. La petición del fiscal se limita, sin embargo, a ocho meses de prisión condicional. Unas acciones que lo han convertido asimismo en una figura emblemática de la Francia más solidaria con los refugiados.
“Cuando veo a un chico andando por la carretera, me siento obligado a detenerme, no tengo otra elección”, explica Herrou para justificar su comportamiento. 

“No soy ningún militante, lo único que busco son soluciones a los problemas que me encuentro delante de casa”, añade este joven campesino que siempre lleva puestas sus gafas de culo de vaso y una boina negra. Afincado en una casita blanca en medio de una colina en las afueras de la localidad de Breil-sur-Roya, a siete kilómetros de la frontera entre Francia e Italia, Herrou ha sido testigo durante este último año de la conversión del valle del río Roya en una zona de paso casi obligada para los refugiados.

 Desde junio de 2015, la policía francesa controla las zonas fronterizas en la carretera y los trenes, donde los inmigrantes sin papeles son detenidos sistemáticamente y reenviados a territorio italiano. Unos controles que se acentuaron después del ataque terrorista del 14 de julio en Niza.

 Más de 36.000 inmigrantes fueron detenidos en la frontera francoitaliana durante el año pasado, según la prefectura de los Alpes-Marítimos. Por este motivo, los centenares de extranjeros que se encuentran bloqueados en la ciudad italiana de Ventimiglia suelen andar de noche siguiendo la vía del tren en medio de las montañas escarpadas de los Alpes. Y una de las primeras casas que divisan en territorio francés es la de Cédric Herrou.

 “Desde el pasado mes de mayo, se han alojado varios centenares de inmigrantes en mi casa. Hemos llegado a ser un máximo de sesenta”, asegura Herrou. Aunque decidió irse a vivir al campo en 2004 porque quería “estar solo y tener una vida tranquila”, su hogar se ha convertido en un lugar de referencia para los refugiados que llegan al Valle del Roya.

 “Primero llegaba un grupo de inmigrantes y unos meses después venían sus hermanos y hermanas”, afirma este campesino que ha instalado tres caravanas y cuatro tiendas de campaña en su jardín, al lado de un campo de olivos. Asimismo, numerosos voluntarios vienen de otras regiones de Francia para alojarse en su casa y ayudarlo en su actividad humanitaria.

Además de darles cobijo, Herrou ofrece comida y da medicinas a los refugiados. “Al principio los campesinos de la zona me ayudaron aportándome comida y a partir del mes de agosto nos organizamos mediante la asociación Roya Citoyenne”, explica. 

Apoyada por unos 300 vecinos de la zona, y compuesta por 100 miembros activos, este grupo se ocupa ahora de obtener la comida, la ropa y los medicamentos. Buena parte de los miembros de este colectivo ha alojado a inmigrantes en sus casas y muchos de ellos les han ayudado a cruzar la frontera.

“Habré transportado a varios centenares de refugiados desde Ventimiglia hasta el territorio francés”, afirma Herrou. Incluso adquirió una furgoneta de nueve plazas que le permitía llevar a un mayor número de personas.

 Aunque el hecho de ayudar a un solicitante de asilo a cruzar la frontera es considerado un delito por la legislación francesa, él no se arrepiente de ello: “El gobierno francés no es consciente de las consecuencias de haber cerrado las fronteras. Muchos de los refugiados llegan cansados y heridos al Valle del Roya”. En 2016, cinco personas murieron mientras intentaban alcanzar el territorio francés.

El 11 de agosto Herrou fue detenido por primera vez por la policía francesa, cuando llevaba de camino a su casa a un grupo de ocho eritreos, entre los que había tres mujeres y dos niños de cinco años, a los que había recogido en Ventimiglia. El fiscal de Niza prefirió no imputarle y lo declaró inocente por “inmunidad humanitaria”. Pero la reivindicación de sus acciones en un artículo del New York Times, publicado a finales de septiembre, fue vista como una provocación por las autoridades locales.

Entonces, el presidente de la región Provence-Alpes-Côte d’Azur, el ultraconservador y sarkozista confeso Christian Estrosi, se puso en contacto con el Ministerio de Justicia para pedir explicaciones sobre su no imputación. A partir de finales de septiembre la policía empezó a investigar su actividad. “Creían que yo era el jefe de una amplia red organizada de militantes franceses e italianos que se encargaba de transportar a inmigrantes”, asegura Herrou.

Esta investigación culminó el 20 de octubre cuando la policía fronteriza viajó expresamente desde Niza para detenerle. El pretexto que utilizaron fue la ocupación de una antigua residencia de vacaciones de la SNCF en Saint-Dalmas-de-Tende, donde el 17 de octubre habían instalado a una cincuentena de refugiados la mitad de ellos eran menores.

 “Decidimos crear este centro de acogida para alertar a los poderes públicos de la situación de los menores que son reenviados a la frontera italiana y de todos los refugiados que se encuentran en el Valle del Roya y que no pueden pedir asilo en Francia”, reconoce Herrou. (...)

“Cédric Herrou se ha convertido en un grano de arena en el interior de la máquina política, ya que se ha declarado públicamente en contra de la negación de los derechos de los refugiados”, añade Dumont. Gracias a su tarea humanitaria, Herrou fue elegido como ciudadano del año en la Costa Azul por los lectores del diario regional Nice-Matin. 

 Una elección significativa teniendo en cuenta el carácter profundamente conservador de esta región, donde el Frente Nacional obtuvo el 38% de los votos en la segunda vuelta de las elecciones regionales de 2015.

Tras la designación de Herrou como ciudadano del año, el presidente del departamento de los Alpes-Marítimos, Éric Ciotti, publicó un artículo en Nice-Matin en el que criticaba rotundamente esta decisión. 

“Herrou no tiene otro objetivo que el de provocar y desafiar a la autoridad del Estado”, afirmó este político de centro-derecha, que se opone de forma obstinada a la inmigración. Éste calificó asimismo de “delincuentes” y de representar una amenaza para los menores al “puñado de activistas que organiza el pasaje clandestino de extranjeros en la frontera francoitaliana”.

Junto con Herrou, otras once personas se han visto involucradas durante estos últimos meses en procesos judiciales por haber transportado a inmigrantes. Por ejemplo, el profesor universitario Pierre-Alain Mannoni, al que detuvieron mientras transportaba a tres mujeres eritreas y que fue declarado inocente el pasado 6 de enero. 

A pesar de esta sentencia, el fiscal mantiene su petición de ocho meses de prisión condicional para Herrou. “Las autoridades quieren dar un mensaje de atención a todos aquellos ciudadanos que pretendan actuar de forma solidaria con los refugiados”, explica la abogada Mireille Damiano, miembro del sindicato de abogados de Francia. La sentencia del juicio será pronunciada el próximo 10 de febrero. "                      (Enric Bonet, CTXT, 18/01/17)

18/3/16

Asociacionismo charnego, el ADN de Cornellà

Centro Social Almeda de Cornellà

"Para una mejor comprensión del fenómeno deberíamos remontarnos a la segunda oleada migratoria que se produjo mediada la década de los cincuenta y se prolongó hasta finales de los sesenta del siglo pasado.  

Aquella migración no llegó en pateras y sí lo hizo en destartalados trenes que llegaban atestados procedentes de la España profunda y que pronto el pueblo llano, con su indefinible piedra filosofal, bautizó con los nombres de “El Sevillano”, procedente de Andalucía  y “El Shanghai”, que hacía su recorrido desde el Noroeste del país.  

Era todo un espectáculo darse una vuelta por los andenes de la estación de Francia  para ver llegar aquella avalancha de gente desesperada, con sus maletas de cartón y sus fardos atados con cuerdas, huyendo del caciquismo, de la explotación humillante a los que las tenían sometidos la oligarquía franquista, indiferente a su hambre y su miseria.

Los modernos y tan denostados CIES, no son un invento reciente, ni mucho menos.  Ante aquella oleada masiva de gente con un futuro incierto, los jerifaltes de la capital catalana reaccionaron y desplegaron su policía en las estaciones y, todo aquel que no justificara un domicilio donde acogerse, se les trasladaba sin contemplaciones a los pabellones de la Fira en Montjuic y, si nadie se interesaba por ellos, al día siguiente los enviaban de vuelta a su lugar de origen. 

Así nació un despliegue de barraquismo que tiene su propia historia. Pero no quisiera desviarme del objetivo principal de este artículo.

 El destino de aquella inmigración era, en su mayoría, el cinturón barcelonés, y sus núcleos de población que crecían sin  control alguno y donde un urbanismo racional, planificado  y medianamente ordenado  era una utopía y el Baix Llobregat se convirtió en un auténtico caos. 

Centrándonos en Cornellà, los “nouvinguts” se encontraban con cuatro núcleos de población dispersos: el barri Centre  con epicentro en la calle Rubió i Ors y adyacentes alrededor de la Iglesia de Santa María, el barri Pedró y la Gavarra con sus casitas de planta baja que según cuentan constituían las antiguas residencias de una clase media capitalina con el señuelo de “la caseta i l’hortet” y el barrio de Almeda donde se ubicaba la zona industrial. 

Lo demás un inmenso erial donde sobrevivían unos cuantos algarrobos desvencijados que poco a poco fueron dando su último alarido vencidos por el asfalto que avanzaba implacable. Para los más jóvenes, aclararemos que la avenida del Parque era una torrentera, la hoy espléndida plaza  de Catalunya un descampado inhóspito y que la flamante avenida de Salvador Allende no existía ni en el mejor de los sueños  y los que encontramos acomodo en los pisos de Linda Vista, nos veíamos obligados a pisar barro en caso de lluvia y aspirar polvo en tiempos de sequía  si queríamos desplazarnos “abajo al pueblo”, atravesando la eterna frontera que significaba el lúgubre puente bajo la vía férrea y sufrir los pestilentes efluvios del “regato indecoroso”, según versión de la mítica revista El Pensamiento, en referencia al canal de la Infanta que circulaba a cielo abierto.

 Esta era, a grandes rasgos, el remedo de ciudad que se encontró aquella imparable riada migratoria que respondía el “efecto llamada” y cuyo primer objetivo fue encontrar un techo donde cobijarse, acogiéndose en casa de familiares o “paisanos” o invirtiendo hasta la última peseta de sus menguados ahorros en dar la “paga y señal” de un piso. 

 Para ello ya los estaban esperando la familia Gelabert dueños absolutos de solares y de aquel inmenso erial, con don Eduardo al frente, promotora de “Linda Vista, S.A.” y, sobre todo la pomposa “Construcciones Españolas” que,  en los campos yermos paralelos a la carretera de Esplugues había iniciado la construcción de una denominada “Ciudad Satélite”, monstruosos bloques que se fueron ocupando en un abrir y cerrar de ojos, a los que siguieron constructores y especuladores sin demasiados escrúpulos a los que sólo interesaba el negocio inmenso que aquel flujo inmigrante suponía.  

Se construyó a destajo y se olvidaron olímpicamente de los servicios más elementales: calles sin asfaltar, mal iluminadas, red de cloacas, mercados y, sobre todo colegios para los niños. En 1964, estadística en mano, se calculaban unos 6.000 niños sin escolarizar en el conjunto de aquel Cornellà  en construcción. 

Por aquel entonces llegaron a la mal llamada “Ciudad Satélite” unos maestros, los Plaza, Moliner y Bonet que levantaron con sus propios esfuerzos el primer colegio al que denominaron  “San Ildefonso”, en homenaje a la Iglesia de la misma advocación promovida por el misionero Viñamata, recientemente renovado y puesto de nuevo en marcha con el nombre pensado en un principio, el del pedagogo Alexander Galí.

 Al objetivo de encontrar techo donde cobijarse, se añadía el más perentorio de conseguir un trabajo digno que se encontraba con relativa facilidad pues la construcción desenfrenada y todo lo que acarrea así lo permitía con el aliciente que el Régimen franquista había decidido instalar la SEAT en la Zona Franca y se complementaban dos ejes principales: una industria de automóviles y la construcción.  

Poco a poco aquella inmigración heroica, fue asentándose y no tardó en darse cuenta de que, en efecto, habían encontrado techo y trabajo más o menos digno, pero carecían de organizaciones que permitieran luchar contra aquel desastre urbanístico al que los habían marginado. 

Siguiendo el ejemplo de las juntas de co-propietarios de cada finca, más pronto que tarde se dieron cuenta que lo podían aplicar a crear un movimiento vecinal, colectivos de personas con sus mismos problemas, déficits y carencias, convocando puerta a puerta reuniones para comentar, hablar y decidir que hacer para poner en movimiento un Ayuntamiento que les había dado la espalda, ajeno a todo lo que se le había venido encima y un alcalde y sus concejales que sólo se hacían visibles llevando los pendones en la procesión del Corpus. 

Del prólogo del libro Hasta aquí hemos llegado, publicado por las Asociaciones de Vecinos de Cornellà de Llobregat, me permito copiar este párrafo impagable: La situación política y las malas condiciones en que se encontraban los barrios fue un excelente caldo de cultivo para sembrar la semilla de la unión y la causa común”. 

Y el gigante despertó, buscó apoyos y los encontró en un movimiento vecinal sin precedentes que nació en los albores de la década de los setenta con el dictador ya vacilante y sus problemas de tromboflebitis y parkinson haciéndose evidentes. Pero había que ir con tiento a sus últimos coletazos que aún le dieron tiempo de firmar cinco sentencias de muerte mientras desayunaba. 

Así nacieron asociaciones de vecinos que, decididamente, emprendieron una lucha sin cuartel y sin posible vuelta atrás. Reuniones donde se tomaban decisiones arriesgadas, manifestaciones que llenaban las calles de gritos de protesta contra situaciones insostenibles, pancartas en balcones y ventanas, apoyos sin fisuras a los movimientos sindicales y obreros en situaciones límites, huelgas por cualquier causa que se considerara injusta. 

Consecuencia de su atávica imprevisión o, porque ya se presentía la agonía del Régimen, los jerifaltes de la época, muy a su pesar, fueron reaccionando y Cornellà experimentando una transformación tímida pero sostenida: se asfaltaron calles donde antes eran barrizales, iluminaciones adecuadas, se inauguraron colegios y finalizando el año 1970 se inauguraba el flamante mercado de San Ildefonso una de las reivindicaciones por las que se luchó sin tregua. 

El asociacionismo responsable, seguía ganando batallas hasta incrustarse en el ADN de la ciudad. Todo resultaba no poder llevarse a término sin su impulso incansable.

En esto que llegó la democracia  y aunque pueda parecer paradójico, el acontecimiento hizo tambalear los cimientos de las asociaciones porque muchos de sus dirigentes avezados en la lucha y el dominio de masas, con la inestimable ayuda del movimiento vecinal, fueron aupados a cargos municipales, incluso alcaldes y muchos de ellos untaron el trasero de sus pantalones con cola de impacto para que no les movieran de sus poltronas y  en su fuero interno llegaron a creer que las asociaciones ya no eran necesarias. 

Grave error, pese que gracias a su gestión las ciudades del cinturón rojo han experimentado un cambio espectacular, las asociaciones no han bajado la guardia y han continuado en su lucha consiguiendo la inauguración de tres estaciones de metro, la puesta en marcha del Trambaix y otras utopías inimaginables en los tiempos de plomo franquista.

He pasado una tarde hablando del tema con la presidenta de la Confederación de Vecinos de Cornellá, Pura Velarde, un auténtico baluarte del movimiento vecinal en Cornellá y con un deje de tristeza, no exento de coraje, me manifiesta “que después de cinco años, comprobando la deriva de algunos dirigentes, contagiados por la “erótica del poder”, en Cornellà se organiza con otras asociaciones de la comarca del Baix Llobregat y con la Coordinadora de Barcelona, la 3ª Asamblea de Catalunya, donde se saca como proyecto fundamental la constitución de la Confederación de Asociaciones de Vecinos de Catalunya. 

A partir de ese momento, se entra en un proceso nuevo de mayor estructura y con el convencimiento de la necesidad de mantener los orígenes, pero siempre con nuevas orientaciones en el trabajo de futuro”.

Hablar con Pura Velarde es contagiarse de su entusiasmo y no me resisto a reproducir parte de sus respuestas: “Parece que existe un interés, desde fuera claro, en definir nuestra forma de actuar sin saber que nosotros, a través de nuestros encuentros asamblearios ya tenemos definidas nuestras actuaciones: organizar y reivindicar las mejoras de las condiciones de vida, especialmente de las capas populares de nuestros barrios. 

Hay que reconocer que muchas veces vamos contracorriente, pero también sabemos, gracias a nuestra experiencia, de que para dialogar y consensuar hace falta la presión. Un ejemplo claro, lo tienes en el funcionamiento de la Botiga Solidaria en la que tantos problemas de primera necesidad se resuelven”.   

Con una mirada de convencimiento, remacha el clavo diciendo: “Actualmente, los ciudadanos padecemos grandes dificultades a la hora de defender nuestros derechos, incluso de subsistir, sobre todo a nivel individual. De ahí nace la necesidad de buscar mecanismos de defensa colectivos y legales que acerquen la gestión administrativa al ciudadano, aunque en esto hemos de reconocer que se está cambiando, y a ello, nosotros también hemos contribuido. 

Todos los programas municipales tienen un gran apartado teórico sobre las organizaciones populares, una de las propuestas más llamativas en cuanto a los que a ellas concierne, pero todavía quedan pendientes aspectos muy importantes que han de ser recogidos por la Ley. Así lo demuestra la nueva Ley del Asociacionismo, aprobadaen el Parlament de Catalunya, que no recoge ninguna de las propuestas de nuestras asociaciones y donde se observa, de forma curiosa, que en ningún apartado habla de las asociaciones de vecinos, ¿por qué será?

La respuesta, apreciada Pura, es porque seguís siendo una “mosca cojonera” contraria a su idilio con el poder.  Pero creo que es válido este repaso a la historia del asociacionismo, recordar nuestro pasado, de adonde venimos, para entender el presente."          (Gonçal Évole, 11/01/16)

30/11/15

Y el terrorista... era francés

"El 14 de noviembre, los medios de comunicación difundieron la identidad de un primer terrorista implicado en el ataque a la sala Bataclan de Paris, Omar Ismail Mostefai. En el otoño de 2013 había viajado a Turquía, puerta de entrada hacia los territorios del ISIS, antes de reaparecer en la primavera de 2014 como miembro de un grupo salafista en Chartres. 

Aunque con antepasados argelinos y actividad militante en Argelia, Mostefai había nacido en Francia y era ciudadano de ese país. Su caso vuelve así a plantear las razones por las que musulmanes franceses deciden atentar, de forma indiscriminada, contra sus conciudadanos.

De partida, sorprende la capacidad de ISIS para reclutar a jóvenes en lugares a priori tan poco propicios como Chartres. A pesar de su cercanía a París, esta villa histórica responde al prototipo de ciudad francesa de provincias y apenas supera los 100.000 habitantes junto a sus municipios circundantes. 

En esa localidad, sin embargo, en febrero de este año el Prefecto del Departamento organizó una reunión con profesionales del sector educativo y del trabajo social. Su objetivo: prevenir el reclutamiento yihadista y proteger a la juventud “frente al Islam radical”. En esa reunión, las autoridades señalaron que una adolescente de la localidad acababa de partir hacia Siria y que vigilaban a otra decena de menores.

(...) Las redes sociales sirven de detonante pero, sin núcleos estructurados, es imposible ordenar un proceso que busca trasladar a los nuevos reclutas, hombres o mujeres, al territorio bajo control del Estado islámico. En el caso de Chartres, esa organización pasaba por Bélgica. De ahí venían los principales referentes religiosos, como el islamista marroquí vinculado a la radicalización de Mostefai. Y por ahí transitaban los reclutas en dirección a Siria.

ISIS no podría haber aspirado a la movilización conseguida en Chartres sin la presencia de factores que, entre los jóvenes musulmanes franceses, favorecen una ruptura con el entorno cercano. Pero, al mismo tiempo, ninguno de esos factores explica, por sí solo, la decisión de participar en matanzas indiscriminadas como las de París. Es necesario algo más.

En marzo de 2015, uno de los principales referentes franceses del ISIS, Boubaker al Hakim, mostraba el distanciamiento requerido: humano, más que político o social. En la revista Dabiq, al Hakim pedía a sus hermanos en Francia que actuaran y que lo hicieran sin preocuparse por el objetivo. “Todos los kuffar [infieles] allí son objetivo … Matad a cualquiera que se encuentre allí entre los kuffar”, sostenía.

Para que tal grado de deshumanización se imponga, es necesario que impere el odio, un odio que es preciso además moldear para convertirlo en ciega venganza. Si se consigue, poco importa el matiz respecto a su origen. 

Puede ser político (la acción militar contra el ISIS), religioso (la opresión hacia los musulmanes), social (la percepción de muchos jóvenes con ascendencia norteafricana de ser ciudadanos de segunda en Francia), racial (la vivencia de actos racistas) o simplemente personal (la frustración por una historia, real o percibida, de exclusión o maltrato). Si se dan las condiciones, poco importa que se trate de un musulmán de origen o de un nuevo converso.

Al enfrentarse a esta realidad, un estado democrático nunca podrá eliminar todas las causas de alienación que pueden desencadenar la espiral del odio y de la venganza. Pero sí puede oponerse a la tentación de su propia venganza, una de cuyas peores formas es la exclusión de la comunidad.

En su reacción ante los atentados de París, Jeune Nation, uno de los medios más extremos del nacionalismo francés, presentaba a Mostefai como “indígena de su República, “Francés” de papel, asesino de masas islamista”. Es una calificación personal del asesino que esconde una pretensión más amplia, la de ese grupo social que en Francia niega la participación en la comunidad política a un sector de la juventud con ascendencia norteafricana o musulmana. 

Esa concepción de los Franceses de papel, que algunos aplican tanto al que silba La Marsellesa como al que dispara en el Bataclan, es la trampa principal a la que hoy se enfrenta la República de François Hollande. Para evitarla sólo se precisa determinación. No se necesitan himnos ni banderas, tampoco estados de excepción."              (Agenda Pública, 26/11/15)

10/2/15

La mejor forma de honrar la memoria de Charlie es que su asesinato obligue a una reflexión colectiva sobre cómo vivir juntos en un mundo fanatizado

"(...) la comunidad religiosa más numerosa del mundo y cuya inmensa mayoría reprueba la violencia y el terror porque son los musulmanes los que más sufren de los ataques yihadistas. Pero este rechazo puede cambiar si siguen las ofensas gratuitas y la asimilación entre Mahoma y terrorismo. 

Es más, el contexto de la recepción de este tipo de mensajes es una Europa caracterizada por la xenofobia y el racismo contra una amplia minoría étnico-religiosa, que representa entre el 8% y el 12% de la población en muchos países. Más aún, se trata de un grupo en situación social, económica y educativa muy inferior a la media del país. Y en donde la discriminación laboral y el acoso policiaco son la experiencia cotidiana de muchos musulmanes. 

En esa situación de exclusión social los jóvenes, en su mayoría ciudadanos que han crecido sin poder ser aceptados como franceses o belgas pero que tampoco conocen otro país, se aferran a su identidad religiosa como forma de afirmación de su existencia, su única fuente de identidad compartida en realidad, tal como se documenta en el libro Europa musulmana o Euro-Islam que publiqué hace algún tiempo. 

El sarcasmo y el insulto contra ese último refugio de dignidad es una humillación insoportable que está en la base del fenómeno masivo de adhesión a Al Qaeda y al Estado Islámico, a pesar del barbarismo de estos movimientos yihadistas. 

Las victorias militares del Estado Islámico en Siria e Iraq han suscitado el entusiasmo entre jóvenes humillados que ahora tienen una causa por la que morir. Y que establecen un puente humano de ida y vuelta entre las tierras liberadas para el islam y sus comunidades de origen en donde tratan de sembrar el caos para vengar las afrentas. 

En esa ágora global que es internet disponen de un espacio de expresión libre en donde se intercambian experiencias, informaciones, relatos y canciones que proporcionan el común sustrato cultural, tal como fueron los espacios liberados para todos los movimientos revolucionarios en la historia. 

Y en este caso se incluyen informaciones e instrucciones para construir su propio armamento y desarrollar sus tácticas sin necesidad de recibir órdenes de un mando centralizado. Y aunque en algunos casos los objetivos que atacar son identificables, como Charlie Hebdo o la policía, este tipo de terror puede descentralizarse ampliamente: cualquier judío, cualquier sinagoga, cualquier sede de gobierno, cualquier organización mediática, según el nivel de rabia y obsesión de cualquier islamista dispuesto a morir.

Las armas proliferan, los posibles contactos son múltiples. Y el control y represión crecientes de las unidades antiterroristas exacerban el desafío y entrenan a nuevas oleadas de candidatos al martirio cuyo asalto disperso no es controlable salvo instalar un régimen general de emergencia policiaca que hará peligrar nuestras libertades. Porque el instrumento crea la función.

 Cuanta más policía de élite y más medidas de excepción se aprueben, mayor probabilidad de que se cometan abusos contra cualquier persona. De hecho, eso es lo que buscan los movimientos yihadistas: implantar un estado de guerra en que las democracias desaparezcan como forma de vida aunque sobrevivamos atrincherados en nuestros hogares, entre el miedo y el odio a los otros. Piensan que en esta lógica tienen superioridad estratégica porque, como dijo Bin Laden, nosotros tenemos miedo a morir y ellos no.

Encender la mecha de la provocación gratuita en medio de ese polvorín de pasiones, injusticias y fanatismos contrapuestos es absolutamente irresponsable. Defender la libertad no puede eximir la irresponsabilidad. Por cuanto la libertad de expresión no es la misma para Charlie Hebdo que para el cómico Dieudonné, arrestado por decir en Facebook: “Me siento Charlie Coulibaly”, aunque luego lo borrara.

 La mejor forma de honrar la memoria de Charlie, o de Wolinski, compañero de movimiento en Mayo 1968, es que su asesinato obligue a una reflexión colectiva sobre cómo vivir juntos en un mundo fanatizado, en crisis de identidad y dispuesto a destruirse en violencia fratricida. Porque todos somos humanos antes de ser Charlie."             (La mamá y el puñetazo, de Manuel Castells en La Vanguardia, en Caffe Reggio, 17/01/2015)

8/5/14

La imagen de un grupo de africanos asustados y desorientados, subidos a las vallas de Melilla y rodeados por cientos de policías, es considerada una amenaza para nuestra seguridad

"(...) Lo que es una huída desesperada de la miseria por parte de personas harapientas y desarmadas, es transmitida como un asalto frontal de carácter prácticamente militar. Incluso la muerte de un pequeño grupo indefenso que trataba de entrar a nado a Ceuta por los disparos de la policía se justifica, en cierta manera, como una acción en defensa propia por parte de unos funcionarios sometidos a una altísima tensión debido a los reiterados “asaltos” a la frontera.

Las vallas de Melilla y Ceuta adquieren la cualidad de muros protectores, al estilo del Limes romano que protegía al imperio de las incursiones bárbaras. Mientras, se habla de reforzar la seguridad, de cuchillas en las vallas, de incrementar el presupuesto para la vigilancia de las fronteras, de soberanías, en vez de ayuda humanitaria, asilo y solidaridad. ¿Por qué?

El sociólogo Zygmunt Bauman analizó hace una década este fenómeno y publicó sus conclusiones en el libro “Vidas desperdiciadas, la modernidad y sus parias”. Según Bauman este discurso de alerta ante una amenaza es consecuencia de la debilidad del Estado.

 Paradójicamente, mientras más imágenes de las vallas y de policías armados se publican en los medios de comunicación, más contundentemente está el Estado mostrando su debilidad y su muerte lenta en la era de la globalización y del neoliberalismo hegemónico.

Bauman parte de la base de que “la vulnerabilidad y la incertidumbre humanas son la principal razón de ser de todo poder político; y todo poder político debe atender a una renovación periódica de sus credenciales”. Durante gran parte del S. XX la legitimidad del Estado descansaba en la lucha contra esa vulnerabilidad e incertidumbre, proporcionando una cobertura social para la población.

 Es decir, los sistemas de poder eran aceptados en tanto y en cuanto eran capaces de proporcionar seguridad personal y material a sus ciudadanos. Sin embargo, en las últimas décadas, según Bauman “el Estado contemporáneo tiene que buscar otras variedades, no económicas, de vulnerabilidad e incertidumbre en las que hacer descansar su legitimidad”.

La causa es la globalización y el lento pero imparable proceso de vaciamiento del Estado nacional. Los gobiernos nacionales están dejando de serlo en el contexto global y están perdiendo poder a favor de  los mercados y otros elementos del capitalismo transnacional que, gracias a la hegemonía neoliberal, pueden ignorar las fronteras y a los propios estados, que quedan desarmados ante los deseos y necesidades del capitalismo global. El Estado ha perdido su soberanía.

Como consecuencia de esta pérdida de soberanía, el Estado es débil y ya no tiene la fuerza de antaño para imponer un marco legal y administrativo enfocado en la búsqueda de seguridad de sus ciudadanos, por lo que abandona el terreno desmantelando el Estado social y desregulando el mercado laboral, convirtiendo la sociedad cada vez más en una jungla en la que predomina el miedo a la vulnerabilidad e incertidumbre que precisamente el Estado debería combatir.

El Estado ya no se siente responsable del bienestar de sus ciudadanos. Según Zygmut Bauman ”se lava las manos ante la vulnerabilidad y la incertidumbre que dimanan de la lógica (o falta de lógica) del libre mercado, redefinida ahora como un asunto privado, una cuestión que los individuos han de tratar y hacer frente con los recursos que obran en su poder”. 

Y esa retirada del Estado como protector tiene sus consecuencias en su legitimidad ante los ciudadanos, ya que “estas tendencias “socavan los fundamentos en los que se apoyaba cada vez más el poder estatal en los tiempos modernos, reivindicando un papel crucial en el combate contra la vulnerabilidad y la incertidumbre que perseguían a sus súbditos”, explica el autor.

Sin una red social protectora, los gobiernos necesitan convencer a sus ciudadanos de que sirven para algo. Se produce un cambio de objetivo que Bauman describe de la siguiente manera:
 “Despojados de gran parte de sus prerrogativas y capacidades soberanas, en virtud de las fuerzas de la globalización que son incapaces de resistir, y menos aún controlar, los gobiernos no tienen más opción que la de “seleccionar cuidadosamente” objetivos que pueden (verosímilmente) dominar y contra los cuales pueden dirigir sus salvas retóricas y medir sus fuerzas mientras sus agradecidos súbditos oyen y ven cómo lo hacen”. 

 Es por ello que “los gobiernos de hoy en día (nacionales, redefinidos como locales en la era de la globalización) están buscando esferas de actividad en las cuales poder afirmar su soberanía y demostrar en público, y de manera convincente, que así lo han hecho”.

Esas nuevas ‘esferas de actividad’ para afirmar la soberanía han sido encontradas en la seguridad personal: “Amenazas y miedos a los cuerpos, posesiones y hábitats humanos que surgen de las actividades criminales, la conducta antisocial de la ‘infraclase’, y el terrorismo global”, a la que hay que sumar la amenaza de una ‘invasión’ de los inmigrantes.

Determinado el nuevo espacio (la seguridad personal frente a la antigua seguridad social), se trata ahora establecer un nuevo objetivo, que según Bauman es “inspirar un volumen de ‘temor oficial’ lo bastante grande como para eclipsar y relegar a una posición secundaria las preocupaciones relativas a la inseguridad generada por la economía, sobre la cual nada puede ni desea hacer la administración estatal”.

Es decir, hoy es más sencillo para el Estado luchar contra terroristas (que no derrotarlos), colocar una valla y armar a policías fronterizos, que imponer un derecho laboral respetuoso con los intereses de la mayoría de los trabajadores o tratar de recaudar impuestos entre la minoría multimillonaria del país que atesora sus fortunas en paraísos fiscales.

Por lo tanto, de un Estado que se legitimaba en la protección social de sus ciudadanos, en la era de la globalización neoliberal hemos pasado a un Estado que se legitima por la protección personal de sus ciudadanos. 

 Para justificar la seguridad personal se crea previamente una demanda de protección provocando un estado de alarma por la amenaza de un supuesto peligro exterior, que a su vez sustituye la sensación de vulnerabilidad e incertidumbre provocada por el desmantelamiento del Estado social.

La cuestión ahora es, ¿por qué se utiliza a los inmigrantes como causantes de ese “temor oficial” para justificar la actuación estatal?
 
Zygmunt Bauman escribe que el mundo contemporáneo es un mundo en el que se corre el riesgo constantemente de quedarse excluido, convertido en residuo. Como consecuencia de la voracidad consumista, no existe ya concepto de perdurabilidad. Todo es efímero, fútil. Lo nuevo de hoy se convierte en obsoleto inmediatamente, con la intención de consumir enseguida el nuevo artículo, desechando el anterior.

Lo mismo ocurre con las personas. Mientras que anteriormente existía un concepto inclusivo del Estado, en el que el objetivo era no dejar fuera a ningún individuo (tampoco los sistemas totalitarios en un sentido de control y opresión), el Estado hoy es cada vez más excluyente. El sentido del Estado social era ayudar a no dejar caer a nadie fuera del sistema.

 Por ejemplo, los parados se veían como parte de la sociedad productora y su situación de desempleo era considerada pasajera, algo temporal, aliviada por el seguro del paro hasta su reincorporación al grupo de los productores cotizantes.

Hoy, en cambio, si se considera que no se sirve ni como productor ni como consumidor (generalmente como consecuencia de lo primero), se es excluido del sistema y penalizado con mayores dificultades que, a su vez, suponen obstáculos insalvables para recuperar el status perdido. Es decir, si se pierde el empleo, se pierde poder adquisitivo y se pierde capacidad de consumo.

 Si no se consigue recuperar pronto la posición anterior, se cae en la exclusión. Es lo que les ocurre a las personas mayores de 50 años que son despedidas, a los pensionistas que ven como menguan sus ingresos, y a los trabajadores en paro de larga duración afectados por la crisis económica.

Y a los inmigrantes que provienen de los países afectados por los procesos de modernización, brutales y despiadados, que provocan la expulsión de la mano de obra sobrante que no ha podido reubicarse tras la destrucción de las economías tradicionales. 

Según Bauman, esos procesos se dieron en Europa hace un siglo, pero entonces existían “lugares vacíos” en el mundo (con permiso de los indígenas) con capacidad de absorber el flujo de migraciones. Hoy esos “lugares vacíos” no existen, y los emigrantes se encuentran atrapados. “Refugiados, desplazados, solicitantes de asilo, emigrantes sin papeles, son todos ellos residuos de la globalización”, explica Bauman.

Al llegar a los países “desarrollados”, provocan incomodidad y desconfianza entre la población autóctona, sometida a su vez a fuertes tensiones sociales por el desmantelamiento del Estado social y la incertidumbre provocada por el libre mercado. “Para quienes les odian y detractan, los inmigrantes encarnan –de manera visible, tangible, corporal- el inarticulado, aunque hiriente y doloroso, presentimiento de su propia desechabilidad”, escribe Bauman.

Los inmigrantes llegan en un momento perfecto para los gobiernos, deseosos, como hemos visto, de redefinir su papel y de reorientar “las preocupaciones explosivas por la seguridad (que) ya se habían ido almacenando en virtud de la retirada progresiva, lenta pero constante, del seguro colectivo que solía ofrecer el Estado social, así como de la rápida desregulación del mercado laboral”.

Así, afirma Bauman, “reinterpretados como un “peligro para la seguridad”, los inmigrantes ofrecían un útil foco alternativo para las aprensiones nacidas de la súbita inestabilidad y vulnerabilidad de las posiciones sociales, y, por consiguiente, se convertían en una válvula de escape relativamente más segura para la descarga de la ansiedad y la ira que semejantes aprensiones no podían por menos de suscitar”.

Es por todo ello que la imagen de un grupo de africanos asustados y desorientados, subidos a las vallas de Ceuta y Melilla y rodeados por cientos de policías, es considerada una amenaza para nuestra seguridad, y no una escena lamentable que debería provocar la compasión del Estado y la solidaridad de la sociedad."               (

15/10/13

"Los inmigrantes sufren depresión y estrés al chocar con muros sociales"

"Francisco Collazos dice que su trabajo consiste en "medicalizar la pobreza". (...)

Cada día atiende a decenas de inmigrantes con cuadros de ansiedad y depresión provocados por sus dificultades económicas y sus escasas perspectivas de futuro. El mejor medicamento para ello es, según el doctor, la integración social, (...)

¿Qué es lo que cuentan más a menudo los inmigrantes cuando llegan al psiquiatra?

En general son personas que llegan con un cuadro ansioso-depresivo relacionado con problemas graves, problemas como una orden de desahucio, falta de permiso de trabajo, falta de permiso para reagrupar a sus familias o situaciones de explotación laboral odiosas.
¿Cuentan con apoyos, al menos afectivos? 

Lo que más me encuentro es la fragilidad de la red de apoyo. El apoyo del núcleo familiar suele ser mucho más reducido, incluso la red de amigos, donde, más o menos, suele haber códigos de cierta lealtad, como entre los paquistaníes.
¿Cuál sería una respuesta eficaz?

Un médico no tiene recursos para hacer frente a todos los problemas que escucha, que son sociales. Si fuera omnipotente, mi respuesta debería ser facilitarles los papeles, un trabajo o la reagrupación familiar. Mientras no se resuelva todo eso, la persona vive inmersa en un grado de incertidumbre que genera mucho dolor psíquico y este dolor es inevitable en estas condiciones de vida. Al final, medicamos la pobreza.

 ¿Qué le cuentan sobre la decisión de emigrar?

Uno necesita un sentido. Por ejemplo, poder ayudar a las familias del país de origen hace que uno no se sienta afectado psíquicamente por sentirse en minoría o por notar que la gente lo mira de una cierta manera. Vive en España, pero no vive aquí de forma afectiva, sus motivaciones vitales se relacionan con la familia de su país. 

Muchos se enfrentan luego a una especie de fracaso vital, porque llega un momento en que no existe nada que les vincule con nada, son los invisibles de nuestra sociedad, para empezar, por causas económicas. Y si aquí no encuentran nada, se van, como una hoja que se la lleva el viento. 

Eso supone mucho dolor mental, no es sano. Y huelga decir que el sistema mismo empuja a las personas cada vez más a este tipo de enfermedades mentales. Cuando pregunto a mis pacientes si quieren volver a su país, la mayoría me dice que no.

¿Por qué?

Algunos me hablan de la falta de futuro, del hecho de que uno no puede hacer nada con su vida en su país. Ahora en España se habla de la generación sin futuro, pero existen lugares en el mundo donde la falta de futuro ha sido la normalidad para miles de personas desde siempre. 

Y en España muchas veces tampoco tienen nada o a nadie.

Sí, y es cuando les explico que su "enfermedad" tiene mucho que ver con su situación económica y si regresaran, su "enfermedad" mejoraría. Además, existe un segundo condicionante muy claro: si el inmigrante está fracasando en su decisión de traerse aquí a la familia, eso se vive como un fracaso vital. Cuando llaman a sus familias no cuentan lo que les pasa de verdad, porque desde allí cuesta entender lo que significa pasarlo mal aquí. 

¿Puede comprenderse la desesperación de alguien que llega en patera? 

Existe un tipo de pobreza que uno de aquí sólo puede imaginarla, la vemos desde fuera, pero no sabemos cómo se vive por dentro. Países con una situación de inmovilismo económico y social. Y la sensación de falta de futuro no se puede juzgar o comprender si uno no vive en una sociedad donde eso sea un estado habitual. 

Aquí, el escaparate brillante está tan cerca que la persona piensa: "Algo me tocará a mí también". Pero incluso entre los inmigrantes que no vivieron este tipo de experiencias, existe también mucha desilusión.

 Cuanto más altas son las aspiraciones, más dolorosas son las caídas mentales que las personas sufren y este caso se da sobre todo entre los inmigrantes con estudios superiores que, al llegar a España, vivieron una decepción en el ámbito profesional o personal. 

Los muros en Europa no han caído...

No, en absoluto, están presentes, sólo que los muros de hoy en día no son visibles. Además de los muros legales, los inmigrantes que quieren ser uno más de la nueva sociedad, igual que un autóctono, y disfrutar de las mismas garantías que ofrece la sociedad a partir del principio de igualdad, son los que más estrés y depresión padecen porque se encuentran con los muros sociales. 

Existen las puertas invisibles de la sociedad española, que son las que resultan más difíciles de abrir. Como te llames Mamadou, tú no vas a ocupar este puesto, por muy preparado que estés. Y eso está estudiado. La gente que hace este intento de traspasar los muros sociales vive un nivel de estrés inmenso. Es una paradoja. Claro, todo el mundo dice: ¿Qué quieres que hagan los inmigrantes? 

"Que se integren", es la respuesta común. 

Sí, pero para que uno se integre, las puertas de tu casa se deben abrir de verdad. Y en España no se las hemos abierto. Por razones obvias, por miedo, para empezar. La única sociedad que puede hacer una apuesta decidida será una sociedad que no tenga miedo al otro, que no tenga miedo a los paquistaníes, a los rumanos, a los africanos, sino que hable de ciudadanos iguales, con acceso al trabajo y a los recursos.

Entonces algunos dirán que los recursos son limitados...

Entonces, si no les damos acceso a lo básico, como formación, vivienda y trabajo, no podemos decir que queremos que sean parte de nuestra sociedad. Por ejemplo, en España, relacionamos a la persona con sus orígenes, aunque creemos que no somos racistas. Entonces reconozcamos que en España fomentamos dos sociedades paralelas."              (Público, 03/10/2013)

14/4/11

Ilham se confiesa feminista, anticapitalista e internacionalista.... y lleva velo


Mujeres musulmanas, con los colores de la bandera francesa, se manifiestan contra la prohibición del velo en los colegios

"Ahí está ella: sentada en la última fila, en una sala del Palacio de Justicia de Aviñón, con sus ropas claras y el pañuelo en la cabeza, mirando los mensajes del teléfono móvil, aburrida, como todos.

Es Ilham Moussaïd, de 23 años, estudiante de gestión de empresas, una joven perfectamente desconocida en Francia hasta hace diez días y convertida ahora, de buenas a primeras, en una de las candidatas más polémicas a las próximas elecciones regionales, convocadas para marzo. (...)

El asunto es simple: Ilham figura en la cuarta posición de la lista política del Nuevo Partido Anticapitalista (NPA) por el departamento de Vaucluse (sureste de Francia).

No tiene posibilidades de salir elegida, pero esa no es tanto la cuestión como que este partido es heredero de la vieja Liga Comunista Revolucionaria, de corte trotskista, comandado por el brioso y popular Olivier Besancenot, de profesión cartero, líder de la extrema izquierda, abonado a toda manifestación o protesta que se desarrolle en la calle. Así, Ilham se confiesa feminista, anticapitalista e internacionalista.

Hasta ahí, bien. Pero se confiesa todo eso, y más, con el pañuelo musulmán en la cabeza. Por eso el revuelo, las críticas, los elogios, la perplejidad, en suma, de la sociedad francesa ante una candidata extremista adepta a una prenda demonizada que, para muchos -incluidas, claro, muchas asociaciones feministas-, simboliza la sumisión de la mujer respecto del hombre. (...)

A principios de 2009 dio un paso más y se adhirió al NPA: "Mi fe, en el fondo, se une a los principios del partido: el anticapitalismo o el internacionalismo son valores que, para mí, están en los dos sitios. Mi partido y el islam, según yo lo veo, son complementarios, muy complementarios", explica durante un descanso del juicio.

¿Pero no es todo un poco contradictorio?

-No. Yo soy feminista, es decir, estoy en contra de todo tipo de violencia y de opresión contra la mujer, defiendo la igualdad entre el hombre y la mujer. Pero no hay una sola manera de ser feminista o de defender a las mujeres.

Yo no estoy oprimida por llevar el pañuelo. Sé que hay mujeres que piensan que taparse la cabeza es un símbolo de opresión. Pero repito: yo no lo estoy. En los años setenta, tal vez podría ser así. Pero no ahora. Se trata de una elección personal. ¿Por qué lo repiten constantemente? ¿No se esconde aquí una profunda islamofobia?

Ilham decidió ingresar en el partido después de ver en televisión el bombardeo israelí sobre Gaza. (...)

"Fue en noviembre cuando decidí presentarme como candidata", relata. "Un comité de 14 personas pensó que yo debía ir en la lista y acepté. Ya entonces hubo resistencia en el partido. Había gente que no estaba de acuerdo. Por el pañuelo, claro", añade.

Uno de los que no estaba de acuerdo era, precisamente, el cabecilla Abdel. Pero por otras razones: "Yo me imaginé que la presión iba a ser mucha, que iban a ir a por Ilham, pero sólo a nivel local. Jamás pensé que esto iba a llegar a lo que ha llegado".

Pero bastó con que el diario Le Figaro publicase que el NPA presentaba una candidata con velo para que todo se disparara. (...)

"Yo no sabía que llevar un pañuelo era signo de laicidad", ironizó el ex primer ministro socialista Laurent Fabius. (...)

Muchos politólogos se alzaban de hombros, incapaces de digerir el fenómeno.

La combativa Fadela Amara, secretaria de Estado para asuntos de los barrios periféricos, criticó sin ambages la candidatura. "Me extraña que un partido político que se dice laico y feminista lleve en sus listas a una mujer con un pañuelo.

Ese pañuelo no es simplemente diez centímetros de tela sino el símbolo de un proyecto político de la opresión de las mujeres y de la confiscación de sus derechos. Esta estudiante forma parte de ese tipo de personas a las que he combatido siempre. Su manera de defender las libertades individuales simplemente me horripila".

La asociación feminista Ni Putas Ni Sumisas, de la que Amara fue en su tiempo directora, fue más lejos: aseguró que denunciaría la candidatura por considerarla ilegal y contraria a los valores de la República Francesa. (...)

Besancenot, que exige que nadie le dé lecciones de laicidad, ha respetado hasta ahora la elección del comité local de Aviñón: "Ni es un estandarte del NPA ni tenemos tampoco por qué ocultarla". Un periodista de radio con retranca le preguntó esta semana: "¿No era la religión el opio del pueblo?".

Él se salió por la tangente: "Esos a los que he oído tanto estos días hablar de la laicidad han instrumentalizado a esta candidata para darse lustre en ese aspecto. En el caso de la UMP (el partido de Sarkozy) es insoportable".

Ilham lo dice a su manera, sonriendo, con su voz escasa pero terminante: "La religión es una cosa privada. Y la laicidad es la separación de la Iglesia y el Estado. Yo no represento ni a la mujer musulmana ni al islam.

Yo represento en todo caso al Partido Anticapitalista y a las gentes de los barrios pobres de los que procedo". Recuerda que en otras épocas ha habido diputados en sotana y que jamás se les ha cuestionado. (...)

No sólo ha encontrado oposición en la derecha y en la izquierda política. También en su propio barrio. "Hay jóvenes que me han acusado de ensuciar el islam", cuenta.

Porque Ilham afirma, con la misma determinación con la que pide el transporte público gratuito y multas a las empresas que echan a trabajadores, que está a favor del aborto, de los derechos de los homosexuales y de las medidas contraceptivas.

Junto con su inseparable Abdel, ha organizado reuniones pequeñas en pisos, en casas y en locales pequeños de su barrio, donde trata de hacerse conocer de cerca, cara a cara.

A la inevitable pregunta de si se siente francesa responde que sí, que no puede sentirse de otro modo. "Soy francesa porque hablo francés y vivo aquí. Pero también soy fiel a mis orígenes bereberes.

Hay muchas maneras de entender la identidad". Abdel, su compañero de partido, aún es más claro: "Somos franceses porque ya no podemos ser otra cosa. Luchamos para que haya mejores escuelas, mejor servicio de correos, por un mundo mejor. Eso es ser francés".

"Un ciudadano que se compromete con una opción política tiene derecho a tener convicciones religiosas. Tendrá que demostrar que representará a los ciudadanos de todas las confesiones. Por eso hay que elegirla por su competencia y no por llevar el pañuelo".

Besancenot recordó otra cosa en la famosa entrevista del opio del pueblo: "La apuesta del NPA es la de aglutinar a los obreros, a los trabajadores precarios y a los militantes de los barrios precarios, entre otros. Hay un cantante, Jamel Debbouze, que decía eso: 'El rostro de Francia está cambiando. Y extrañamente cada vez se parece más al mío".

Ilham también lo dice a su manera: "Se acusa al Nuevo Partido Anticapitalista de querer atraer a los jóvenes de los barrios. Es al revés. Los jóvenes de los barrios nos hemos ido a ese partido porque consideramos que es el que nos representa. Y los jóvenes de los barrios somos así".

Abdel refrenda: "Los viejos militantes de la Liga Comunista Revolucionaria son expertos en política, profesores de universidad de más de 50 años. Pero no saben lo que es un barrio de la periferia.

Por eso no nos aceptan del todo, a nosotros, a los que vivimos ahí y hemos decidido movernos y luchar. Por eso se extrañan de cómo somos. Yo también soy creyente y musulmán. Pero activista. Y seremos más. Eso es lo que ha cambiado". (El País, Domingo, 21/02/2011, p. 6)

7/4/11

"Si las cuidadoras de guardería pueden llevar velo, si las madres tienen derecho a llevarlo cuando vayan a buscar a sus hijos al colegio

"El debate celebrado ayer en París sobre la laicidad que monopolizaba -y monopoliza- la vida política francesa se cerró con una batería de propuestas. Algunas se convertirán en leyes pronto y otras, después de las elecciones de 2012.

Entre ellas destacan la de prohibir el rezo en la calle, los menús especiales por causas religiosas en los comedores en los colegios o el rechazo a un médico por su sexo o su religión en un hospital o centro de salud.

Los empresarios no deberán ceder a las exigencias de sus empleados en materia religiosa y los trabajadores que quieran que se respeten sus exigencias en cuanto a ayunos deberán prevenirlo en la entrevista de contratación.

También se regulará, entre otras cosas, la financiación de los centros religiosos y la forma de matar ganado por el rito musulmán. El debate no solo ha dividido a la sociedad francesa, sino a la formación de centroderecha del presidente Nicolas Sarkozy. (...)

Se trataba, en teoría, de proponer medidas para regular "algunos usos polémicos del islam en Francia". ¿Qué usos? Pues, entre otros, si se debe o no rezar en la calle, si las cuidadoras de guardería pueden llevar velo, si las madres tienen derecho a llevarlo cuando vayan a buscar a sus hijos al colegio o acompañen a los profesores en una excursión... (...)

También se le acusaba de tratar de regular prácticas minoritarias. Por ejemplo: es difícil ver en París a alguien rezando en la calle. Tampoco se sabe cuántas madres musulmanas con velo acompañan a las profesoras en las salidas escolares... Otro dato que encoleriza a los detractores del debate: fue Marine Le Pen, en diciembre, la que denunció los rezos en la calle, calificándolos de ocupación. (...)

(Alain Juppé) "Estas cosas se sabe cómo despegan, pero no cómo aterrizan".

Para colmo, una encuesta publicada por Le Parisien el domingo mostraba que el tema del laicismo era de los que menos interesaban a los votantes de la derecha francesa, por detrás de asuntos como el paro, el nivel de vida o la subida de los precios." (El País, 06/04/2011, p. 2)