"¿Lograrán los gobiernos europeos, en especial los del
sur, crear la estabilidad que les permita terminar el mandato o habrá
crisis políticas que les obliguen a convocar elecciones anticipadas?
Digamos que cada una de estas hipótesis tiene un 50% de probabilidad. (...)
Siendo así, es preciso que los ciudadanos tengan la certeza de que la
inestabilidad política que pueda generarse es el precio a pagar para que
surja una alternativa de poder y no sólo una alternancia en el poder.
¿Podrán construir las izquierdas esta alternativa? Sí, pero únicamente
si se transforman y unen, lo que es exigir mucho en poco tiempo.
En primer lugar, las izquierdas deben centrarse en el bienestar de
la ciudadanía y no en las posibles reacciones de los acreedores. La
historia muestra que el capital financiero y las instituciones
multilaterales (FMI, BCE, BM, Comisión Europea) sólo son rígidos en la
medida en que las circunstancias no los obligan a ser flexibles.
En
segundo lugar, lo que históricamente une a las izquierdas es la defensa
del Estado social fuerte: educación pública obligatoria y gratuita;
servicio estatal de salud universal y tendencialmente gratuito;
seguridad social sostenible con sistema de pensiones basado en el
principio de repartición y no en el de capitalización; bienes
estratégicos o monopolios naturales (agua, correos) nacionalizados.
Las
diferencias entre las izquierdas son importantes, pero no impiden esta
convergencia de base que siempre condicionó las preferencias electorales
de las clases populares.
El Estado social no es sostenible sin desarrollo. En ese sentido, si
bien habrá divergencias acerca del peso de la ecología, de la ciencia o
de la flexiseguridad en el trabajo, el acuerdo de fondo sobre el
desarrollo es inequívoco y constituye, por tanto, la segunda prioridad
para unir a las izquierdas.
Como la salvaguarda del Estado social es
prioritaria, todo debe hacerse para garantizar la inversión y la
creación de empleo.
Y aquí surge la tercera prioridad que deberá
unir a las izquierdas. Si para garantizar el Estado social y el
desarrollo es necesario renegociar con la troika y los otros acreedores,
entonces esa renegociación debe ser hecha con determinación.
Es decir,
la jerarquía de las prioridades muestra con claridad que no es el Estado
social el que debe adaptarse a las condiciones de la troika; al
contrario, deben ser éstas las que se adapten a la prioridad de mantener
el Estado social. Este es un mensaje que tanto los ciudadanos como los
acreedores entenderán bien, aunque por diferentes razones.
Para
que la unidad entre las izquierdas tenga éxito político, hay que
considerar tres factores: riesgo, credibilidad y oportunidad.
En cuanto
al riesgo, es importante mostrar que los riesgos no son superiores a los
que los ciudadanos europeos ya están corriendo: los del sur, un mayor
empobrecimiento encadenado a la condición de periferia, abasteciendo
mano de obra barata a la Europa desarrollada; y todos en general,
pérdida progresiva de derechos en nombre de la austeridad, mayor
desempleo, privatizaciones, democracias rehenes del capital financiero.
El riesgo de la alternativa es un riesgo calculado con el propósito de
probar la convicción con la que está siendo salvaguardado el proyecto
europeo.
La credibilidad radica, por un lado, en la convicción y
la seriedad con las que se formula la alternativa y en el apoyo
democrático con que se cuenta; y, por otro, en haber mostrado la
capacidad de hacer sacrificios de buena fe (Grecia, Irlanda y Portugal
son un ejemplo de ello). Únicamente no se aceptan sacrificios impuestos
de mala fe, sacrificios impuestos como máximos apenas para abrir caminos
a otros sacrificios mayores.
Y la oportunidad está ahí para ser
aprovechada. La indignación generalizada y expresada masivamente en
calles, plazas, redes sociales, centros de trabajo, salud y estudios,
entre otros espacios, no se ha plasmado en un bloque social a la altura
de los retos que plantean las circunstancias.
El actual contexto de
crisis requiere una nueva política de frentes populares a escala local,
estatal y europea formados por una pluralidad heterogénea de sujetos,
movimientos sociales, ONG, universidades, instituciones públicas,
gobiernos, entre otros actores que, unidos en su diversidad, sean
capaces, mediante formas de organización, articulación y acción
flexibles, de lograr una notable unidad de acción y propósitos.
El objetivo es unir a las fuerzas de izquierdas en alianzas democráticas
estructuralmente similares a las que constituyeron la base de los
frentes antifascistas durante el período de entreguerras, con el que
existen semejanzas perturbadoras.
Dos de ellas deben ser mencionadas: la
profunda crisis financiera y económica y las abrumadoras patologías de
la representación (crisis generalizada de los partidos políticos y su
incapacidad para representar los intereses de las clases populares) y de
la participación (el sentimiento de que votar no cambia nada).
El
peligro del fascismo social y sus efectos, cada vez más sentidos, hace
necesaria la formación de frentes capaces de luchar contra la amenaza
fascista y movilizar las energías democráticas adormecidas de la
sociedad. Al inicio del siglo XXI, estos frentes deben emerger desde
abajo, desde la politización más articulada de la indignación que fluye
en nuestras calles.
Esperar sin esperanza es la peor maldición
que puede caer sobre un pueblo. Y la esperanza no se inventa: se
construye con inconformismo, rebeldía competente y alternativas reales a
la situación presente." (Boaventura de Sousa Santos, Rebelión, 21/02/2013)
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