"En 2016 Donald Trump llegó a la Casa Blanca y el Reino Unido
decidió irse de la UE. El mundo se preguntó qué estaba pasando. Las
actividades de manipulación política en redes sociales rápidamente
saltaron al centro de la escena y Facebook empezó a ocupar todas las
portadas. Por primera vez, esas pequeñas aplicaciones de redes sociales
que casi todo el mundo llevaba en sus teléfonos y se asociaban al
progreso empezaron a fiscalizarse de manera diferente. El muro que
escondía lo que sus algoritmos estaban causando a la sociedad había
caído.
Las más prestigiosas cabeceras dedicaron algunos de sus mejores
reporteros a investigar a las redes. Los titulares que empezaron a
llegar no eran alentadores: el algoritmo de YouTube llevaba al usuario a
una espiral de contenidos extremos. Facebook promueve los grupos
antivacunas. Instagram sabe que es tóxico para los adolescentes pero no
hace nada para arreglarlo. La lista sigue extendiéndose hoy.
Max Fisher fue uno de esos periodistas. Finalista del Premio Pulitzer en 2019 por su trabajo en The New York Times, en Las Redes del Caos. La historia secreta de cómo las redes sociales empobrecen la mente y erosionan el mundo
(Península) ha investigado esa realidad que estaba quedando oculta y
entrevistado a los protagonistas. En esta entrevista con elDiario.es
explica cómo hemos llegado hasta aquí y se muestra poco optimista
respecto a la solución: “No sé la respuesta, porque desactivar esas
funciones sería pedir a las empresas que ganaran menos dinero, algo que
ellas no van a hacer y el Gobierno de EEUU tampoco. Nuestro sistema
político es demasiado disfuncional ahora mismo como para un reto así”.
Han pasado ocho años desde la primera elección de Trump y
las acusaciones de manipulación de Facebook. El escándalo de Cambridge
Analytica salió a la luz en 2018. Tres años después Frances Haugen
advirtió que Instagram es tóxico para los adolescentes y la empresa lo
sabe. Ahora Elon Musk está contaminando la esfera pública digital en
directo desde Twitter. ¿Cree que la gente es consciente de la magnitud
del impacto que los problemas de estas plataformas tienen en la
sociedad?
Es increíble que ya hayan pasado ocho años desde que empezó todo
esto. La sensación que tengo es que la gente en este momento es muy
consciente (al menos de una manera que no era cuando empecé a trabajar
en esto hace ocho años) de que las redes sociales son perjudiciales para
ellos y por qué lo son. Pero a pesar de que tenemos la información,
seguimos siendo muy susceptibles a ellas. Esto explica en parte porqué
las plataformas son tan eficaces y tan poderosas. Son tan adictivas en
la transmisión de información errónea que nos hace querer creer lo que
vemos. Son tan eficaces para radicalizarnos de una forma de la que nos
resulta muy difícil salir del círculo. Cuando empecé a trabajar en esto
la gente era muy resistente a la idea, como incluso yo mismo al
principio, de que una red social podría cambiar tus creencias o quién
eres. Ahora creo que todos realmente aceptamos que esas pequeñas
aplicaciones y esos teléfonos en los que invertimos tanto tiempo nos
están cambiando. Y creo que eso es un gran avance, un gran paso para
traer algún tipo de cambio. Aunque claramente no es suficiente por sí
solo.
Sí, porque seguimos dentro. No queremos renunciar a lo
que nos ofrecen. ¿Cree que es solo por su capacidad adictiva o diría que
hay cierto síndrome de Estocolmo?
La adicción es definitivamente una parte importante de todo
esto. También es por el hecho de que todo el mundo está en ellas. Yo
sigo, no sé si usted también. Estas compañías han sido tan efectivas en
dominar completamente la forma en que consumimos información, la forma
en que nos relacionamos unos con otros, las formas en que podemos hacer
cualquier cosa que exista en el mundo moderno, que no puedes no estar en
las redes sociales. Y al mismo tiempo, cuando todo el mundo a tu
alrededor está pasando horas al día en ellas, es muy difícil no hacer lo
mismo porque esa es la norma, esa es la expectativa, y además es muy
adictivo. El año pasado realizamos un experimento para un podcast en el
que cada uno de nosotros intentaba superar la adicción a nuestros
teléfonos, intentando todo tipo de trucos diferentes, como meterlo en
una pequeña caja que se bloqueaba durante la noche, cambiando las
pantallas a una escala de grises que la hiciera menos placentera,
controlando la cantidad de tiempo que la pantalla estaba encendida... y
fue muy, muy difícil. En mi caso, incluso como hemos hablado antes,
sabiendo los daños que provocan las redes sociales, me resultaba muy,
muy difícil ya ni siquiera dejarlo, sino sólo para pasar un poco menos
de tiempo en ellas. Y el motivo es que están diseñadas para eso, para
ser químicamente adictivas, para producir una respuesta de dopamina en
tu cerebro. Algo a lo que es muy difícil renunciar.
En su libro explica cómo Silicon Valley ha sido muy eficaz a la hora de apuntar a las personas más vulnerables a todo eso.
Sí. Una de las cosas que estas empresas han estado haciendo en
los últimos años es esforzarse muy, muy duramente para expandirse en los
países más pobres, en los países del sur global. Parte de la idea es
que estos son lugares donde las tasas de adopción de Internet son
todavía bajas y donde las instituciones locales como los medios de
comunicación tradicionales pueden no estar tan bien establecidos. Así
que lo que estas empresas han hecho es gastar una gran cantidad de
dinero tratando de dominar a estas audiencias, financiando sus
conexiones a Internet o incluso sus primeros teléfonos inteligentes con
políticas como el zero-rating, en las que las compañías de
redes sociales harán tratos con los operadores locales de telefonía para
que la gente de, digamos, Kenia, donde las tarifas de Internet son muy
caras, pueda tener su primer teléfono inteligente y los datos gratis
para conectarse a Facebook. De esa forma, está claro que vas a usar
Facebook para todo. Lo vas a usar para recibir noticias. Lo vas a usar
para comunicarte con tus amigos. Vas a usarlo para comprar y vender
cosas.
Entonces lo que sucede es que Facebook se convierte en el portal
completamente dominante de cómo la gente usa Internet. Si Facebook
fuera una plataforma más neutral, estaría bien. Pero, por supuesto,
plataformas como Facebook o Twitter o YouTube o Instagram están
diseñadas para distorsionar lo que vemos y distorsionar nuestras
experiencias para hacerlas más adictivas. Así que si vas a un lugar que
está empezando a entrar en Internet, como la India hace unos años,
grandes partes del África subsahariana, grandes partes del sudeste
asiático (sitios que Silicon Valley llama “los próximos mil millones de
usuarios”), verás que la gente tiende a creer que Facebook es Internet.
Piensan que son la misma cosa. El resultado es que esas sociedades son
mucho más susceptibles a los daños de estas plataformas.
La realidad ha sido tan diferente del discurso inicial
de estas compañías, cuando se vendían así mismas como disruptivas.
Cuando hablaban de cambiar el mundo (para bien). ¿Cree que esa era su
visión real o que ya entonces era un discurso de marketing?
Creo que al principio sí lo creían. Si nos fijamos en las formas
en que estaban hablando entre sí dentro de Silicon Valley acerca de sus
productos, creo que realmente creían que iban a liberar a la humanidad,
revolucionar nuestro mundo, llevarnos a una especie de era totalmente
nueva de una plaza pública digital iluminada. Pero el problema es que
también se convencieron de que podían hacer sus productos adictivos,
deliberadamente adictivos, para maximizar sus beneficios y que estos dos
objetivos eran compatibles. Se dijeron a sí mismos que podían
revolucionar el mundo y también hacer una enorme cantidad de dinero
utilizando todos los trucos que podían para engañarnos y que pasáramos
tanto tiempo con sus productos como fuera posible. Realmente creo que
ellos confiaban en que podían hacer ambas cosas. Quizá fue porque muchos
de ellos eran muy jóvenes. Eran muy idealistas. Estaban rodeados de una
especie de bombo de Silicon Valley sobre la naturaleza inherentemente
liberadora de la tecnología.
Después hubo un período en el que empezaron a ver las evidencias
de que todo eso no era cierto. Empezaron a tener pruebas de que sus
productos eran perjudiciales y no estaban haciendo lo que se suponía que
iban a hacer. Creo que al principio de esa etapa hubo un cierto nivel
de negación al respecto por su parte, estamos hablando de los años de
2011 a 2014, cuando comenzaron a ver los informes de que las personas se
estaban radicalizando en las redes sociales, o de que se estaban usando
para promover conspiraciones peligrosas, como los antivacunas. Ellos lo
sentían como solo unos pocos efectos secundarios de productos que
seguían siendo muy buenos para la gente. Pensaban que pasar más tiempo
en las redes sociales seguía produciendo un bien neto para la gente.
Pero sabemos que en algún punto alrededor de 2016 empezaron a tener
pruebas irrefutables de sus propios investigadores, personas que trabajaban para ellos,
de que sus productos, tal como están diseñados, son perjudiciales. Que
están dañando a la gente a gran escala y que no se trata sólo de unas
pocas manzanas podridas o casos extremos. Es difícil saber en qué
momento se vieron obligados a admitir que sus productos son
perjudiciales y no liberadores. Pero sabemos que están ahí ahora y que
están eligiendo no cambiarlo porque no quieren ganar menos dinero del
que están ganando.
¿Cree que es posible volver a esta etapa inicial o que es necesario un reinicio completo?
Sabemos que tecnológicamente es factible volver. Todo lo que
tendrías que hacer es desactivar las funciones que maximizan la
capacidad adictiva en las redes sociales. Las prioridades del algoritmo
que determina lo que ves y el orden en que lo ves. Tal vez cosas como
los contadores de 'me gusta' o los retuits, que sabemos que cambian la
forma en que procesas la información y que son muy adictivas, pero
también te hacen mucho más propenso a la desinformación de la
radicalización. Tenemos investigaciones de cómo estas cosas se vinculan
con comportamientos nocivos. Y sabemos que si las apagamos, tendríamos
lo bueno de las redes sociales sin lo malo. Silicon Valley quiere que
creamos que no se puede tener lo bueno de las redes sociales sin sufrir
lo malo, pero eso no es cierto, porque ya tuvimos plataformas que eran
mucho más neutrales y mucho menos dañinas. Así que tecnológicamente es
factible. La cuestión es cómo hacer que eso ocurra. Y no sé la
respuesta, porque desactivar estas funciones sería pedir a las empresas
que ganaran menos dinero, algo que simplemente no van a hacer. Si el
presidente de YouTube decidiera hacer eso serían despedidos por el jefe
de Google. La junta los echaría. Las empresas no lo van a hacer, y el Gobierno de los EEUU tampoco.
Nuestro sistema político es demasiado disfuncional ahora mismo como para
un reto así.
Su libro examina muchas consecuencias negativas de las
redes, pero quiero preguntarle por una en concreto: el odio. ¿Por qué la
gente es tan propensa a odiar en redes? ¿Por qué existe esa necesidad
de atacar, de generar sensaciones negativas en otras personas?
Es cierto que es algo universal de estas plataformas, pero no solo por el odio, sino de generar un tipo específico de nosotros contra ellos.
Mi tribu odia tu tribu. Creo que la razón es que es algo por lo que
nuestros cerebros se sienten naturalmente muy atraídos. No es un
instinto que las plataformas de medios sociales crearon, sino algo
inherente en nosotros que están explotando. Tiene que ver con el entorno
en el que evolucionamos, ya que nuestros cerebros no evolucionaron para
ser perfectamente racionales. No evolucionaron para ser perfectos
solucionadores de problemas lógicos que ponen la razón pura por encima
de todo. Evolucionaron para ayudarnos a prosperar y sobrevivir en un
entorno muy, muy específico en el que pasamos millones de años, que eran
pequeñas tribus o pequeños grupos de alrededor de 100 a 150 personas
que estaban en competencia con otros grupos. Y lo que eso significa es
que nuestros cerebros se sienten muy atraídos por las cosas que cargan
ese sentido de nuestra identidad con el resto de nuestra tribu, de
sentirse amenazado por otra tribu o por algún otro grupo social que es
diferente de nosotros. Tenemos la necesidad de reunir a los otros
miembros de nuestro grupo para luchar o para destruir completamente este
grupo que no nos gusta.
Este antiguo impulso está muy profundo en nuestras mentes. Creo
que todos sabemos en cierto sentido que tenemos esa propensión, ¿verdad?
Que tenemos esta capacidad de descartar las partes racionales de
nuestra mente y volvernos, no sólo emocionales y odiosos, sino de
subsumirnos en un grupo de una forma que puede ser realmente violenta y
peligrosa. Hemos pasado miles de años tratando de desarrollar normas
sociales, leyes y códigos sociales de comportamiento para tratar de
controlar estos impulsos negativos. Las redes han aprendido cómo
disparar esos impulsos y cómo sacarlos a relucir en nosotros, porque nos
hace pasar más tiempo en la plataforma. Así Silicon Valley gana más
dinero. Pero es muy, muy perjudicial para nosotros como sociedad.
Ese “ellos contra nosotros” ha tenido un enorme impacto
en la política. Se rompen todos los puentes, parece imposible llegar a
acuerdos, la polarización es extrema. ¿Cree que es posible salir de esa
lógica mientras las redes, tal y como funcionan actualmente, sigan en el
centro de la esfera pública?
Es una gran pregunta porque, por supuesto, hay muchas razones
por las que estamos más polarizados políticamente que antes. No es solo
culpa de las redes sociales y no quiero que suene como “la culpa de todo
es de las redes”, pero es evidente que las redes empeoran la situación
absolutamente. Si las redes no existieran la polarización política no
desaparecería. Pero podemos decir que se reduciría sustancialmente. Esto
lo sabemos porque ha habido muchos experimentos que se han hecho en los
últimos años, donde los investigadores piden a la gente desactivar las
redes sociales, incluso por un corto período de tiempo, sólo unas pocas
semanas, y concluyen una y otra vez que hacer eso los hace menos
polarizados y menos radicales en temas específicos. Los hace menos
extremistas en sus opiniones políticas y más dispuestos al consenso. Así
que en un mundo sin redes sociales la polarización política sería sin
duda un problema mucho más fácil de resolver.
Hay mucha gente que está muy enfadada con los medios de
comunicación por la implicación que han tenido en estos problemas. El
clickbait, el ellos contra nosotros, las crónicas de “los zascas”. ¿Cree
que han sido un actor más de este fenómeno o que se han visto
arrastrados por lo que pasaba en las redes?
Es una buena pregunta. Creo que son ambas cosas. Ciertamente sé
que cuando miro hacia atrás, a mis últimos 15 años como periodista, sé
que cuando las redes sociales aparecieron por primera vez a principios
de los 2000, pensé mucho en cómo promover mis historias en redes. En
2014, junto a algunos amigos, lanzamos una startup de noticias, Vox.com,
que no tiene ninguna afiliación con el partido político español...
Lo sé.
Vale [risas]. El caso es que pensamos mucho sobre cómo escribir
nuestros titulares. Cómo preparar nuestros mensajes de una manera que
ayudara a encontrar una gran audiencia en Facebook y Twitter. Nunca
inclinamos la información o cambiamos la información para tratar de
complacer a los algoritmos de las redes sociales, pero sí pensamos en
cómo presentar la información de forma que funcionara bien en redes. Hoy
ya no lo hago porque creo que eso me llevaría en una dirección que no
sería buena para mi trabajo. No sería bueno para los lectores. Pero en
cuanto a quién tiene la culpa en última instancia, creo que las empresas
de redes sabían que lo que estaban haciendo es perjudicial y dañino a
una escala tan grande que no siento que sea mi culpa, como periodista,
que hayan hecho lo que han hecho.
Por otro lado, las agencias de noticias han sido realmente
castigadas por las redes sociales. Ahora todas las principales
plataformas son muy explícitas sobre el hecho de que sus algoritmos
bajan la visibilidad de las noticias. Ya no quieren estar en el negocio
de conectar a la gente con los medios de comunicación, así que han hecho
mucho más difícil ser un medio de noticias en las redes sociales. Si la
pregunta es: ¿contribuimos, contribuyeron los principales medios de
comunicación a los problemas causados por las redes sociales? Mi
respuesta sería que nos tomó más tiempo de lo que debería para despertar
y ver esos problemas. Pero el hecho de que las empresas de redes
sociales ahora nos vean como el enemigo, creo que te dice la respuesta a
esa pregunta de si les estamos ayudando o no.
¿Es optimista respecto a iniciativas para regular las redes sociales de EEUU o ola UE? ¿O con acciones como las macrodemandas de los fiscales generales de EEUU?
Creo que hemos aprendido un par de lecciones sobre la regulación
en los últimos años. Una de ellas es que las empresas de redes
sociales, como ya no fingen ni intentan ser vistas como buenos actores
de la democracia, ahora luchan abiertamente contra las regulaciones. Y
vimos esto en Australia hace un par de años, cuando Australia trató de aprobar normas
que obligan a las redes a pagar a los medios de comunicación por el uso
de sus noticias. En respuesta, Facebook cerró todo el acceso a las
noticias en la plataforma. El objetivo era perjudicar a la gente y
tratar de coaccionar al gobierno australiano para que no aprobara una
regulación que habría sido financieramente desventajosa para Facebook. Están haciendo lo mismo ahora en Canadá.
Las regulaciones de la Unión Europea creo que han sido muy buenas y
muchas de ellas han tenido mucho sentido para mí. Pero creo que hemos
visto que no pueden hacer demasiado ante empresas que tienen su sede en
los Estados Unidos. La UE puede imponer enormes multas, pero las
empresas hacen tanto dinero que no cambia sus incentivos subyacentes de
cómo se comportan y lo que hacen. Creo que los reguladores de la UE
también saben esto y sienten la sensación de frustración y las
limitaciones de su influencia.
Así que creo que realmente, por desgracia, la capacidad de
cambiar las cosas se va a reducir a las regulaciones dentro de los
Estados Unidos. La buena noticia es que la Comisión Federal de Comercio
(FTC) que es el gran organismo regulador federal en los Estados Unidos,
está siendo muy agresiva con estas empresas. El problema es que nuestro
Congreso, nuestro poder legislativo, está muy dividido en este momento.
Acabamos de tener grandes audiencias en Washington sobre el único tema
en la regulación de las redes sociales donde hay acuerdo entre las dos
partes, que es el daño a los niños. Lo único en lo que los dos partidos
están de acuerdo es que tiene que haber una regulación para evitar daño a
los niños, pero la disfuncionalidad es tan grande que han sido
incapaces de aprobar un proyecto de ley que han estado negociando
durante años.
El otro problema con las regulaciones de las agencias como la
FTC es que están sujetas a revisión de los tribunales. En este momento
hay un montón de jueces que han sido nombrados por la administración
Trump que son muy hostiles a la regulación de las redes. Así que incluso
si las agencias reguladoras traen estos casos realmente convincentes,
se encontraran con esta oposición nombrada por Trump.
¿Cree que equiparar las redes sociales con el tabaco, como hacen los fiscales, es una buena metáfora?
Yo la uso todo el tiempo. Creo que es una forma muy útil de
ilustrar la naturaleza del producto, que sabemos que es perjudicial.
Pero también es muy difícil regularlo en el sentido estricto de que,
legalmente, es muy difícil prohibir el tabaco. Los cigarrillos siguen
existiendo en nuestra sociedad. Así que la respuesta reguladora a los
cigarrillos es multas para impedir los peores abusos de las compañías,
hacerlos menos atractivo y establecer un montón de regulaciones para
desincentivar que se acceda a ellos. Y prohibirlo en el caso de los
niños, porque sabemos que son mucho más susceptibles a los daños. Con
las redes sociales pasa exactamente lo mismo. Una de las cosas más
eficaces que el mundo hizo para combatir los daños de los cigarrillos
fue simplemente crear conciencia de que son perjudiciales y establecer
normas sociales en torno a ellos para cambiar comportamientos que hace
30 o 40 años todo el mundo consideraba normales, como fumar en todas
partes. Podemos hacer lo mismo con las redes sociales." (Carlos del Castillo , eldiario.es, 2 de marzo de 2024)