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22/1/16

Lo mejor de la vida, la felicidad, sólo puede ser un subproducto de algo que es auténticamente bueno (a saber, una buena acción, una noche de sueño reparador, el amor)

"Lo mejor de la vida, la felicidad, sólo puede ser un subproducto de algo que es auténticamente bueno (a saber, una buena acción, una noche de sueño reparador, el amor) y está ausente de cualquier mercado. (...)

Tratar de substituir la auténtica felicidad con algún objeto o servicio adquiridos es el equivalente de substituir el sopor provocado por una píldora para dormir con una noche de sueño reparador. En el siglo XIX, algunas revistas norteamericanas publicaban esta definición: 

“La felicidad es como una mariposa, que siempre parece más allá de nuestra alcance cuando se la persigue; pero que, cuando nos sentamos tranquilamente, puede posarse sobre nosotros”. ¡Abandonar esta búsqueda materialista no cuesta nada en absoluto!

Si se condena la búsqueda de la felicidad como contraproducente, ¿cuál debería ser nuestra guía? El optimista que hay dentro de mí cree que hay algo innato en los seres humanos que, como el mecanismo que da pie a que los girasoles sigan al sol a lo largo del cielo, puede ayudar a desatar nuestro lado creativo. Porque sí. Con la felicidad como subproducto no buscado, la mariposa que se nos posa suavemente en el hombro.

Ay, las sirenas del diario esfuerzo pueden distraernos y convertirnos en consumidores a los que les gusta lo que compran, compran lo que creen que les gusta y acaban aburridos e insatisfechos, permanentemente incapaces a la hora de concretar la naturaleza de su descontento y confirmación viviente de lo razonado por Mark Twain acerca de la “multiplicación sin límite de innecesarias necesidades”.

Por otro lado, Dorothy Parker dijo que deberíamos “cuidarnos de los lujos y las necesidades se cuidarán por si solas”. Por supuesto, las necesidades se cuidan de sí mismas sólo para aquella gente que pertenece al minúsculo segmento de la sociedad en el que se reproduce el privilegio. 

Una sociedad civilizada le proporciona a todo el mundo condiciones que otorguen libertad vigorosa y creativamente para buscar sus propias metas. Pero para que esto suceda, cada uno ha de tener libertad frente al miedo, el hambre y la explotación, así como disponer, de acuerdo con Virginia Woolf, de “una habitación propia”."           (Yanis Varoufakis, Sin Permiso, en jaque al neoliberalismo, 23/12/15)
Yanis Varoufakis)

25/1/15

Son precisamente los productos más contaminantes los que se disfrazan de verde

"(...) el origen productivo de lo que compramos es una parte importante del imaginario que construye la marca: un elocuente spot de las pizzas Casa Tarradellas se representa en una masía rústica, con una familia disfrutando de un paraje rural mitificado, donde la abuela saca de la nevera la pizza con su envoltorio de plástico, para terminar de cocinarla en un horno de leña y sirviéndola en una pala de madera.

 Dentro del supermercado, la vaca de Milka, la ovejita de Norit, el corral de gallinas de Avecrem, la lechera con cántaro de Nestlé, el agricultor de Orlando y muchos prados de exquisito cuidado. Todos estos productos hacen referencia a este amable origen rural porque sirve de vínculo catártico que nos señala cómo se hacían las cosas cuando se hacían bien.

Pero ya sabemos que poco tienen que ver esas idílicas reminiscencias con una industria de la alimentación dominada por oligopolios y coleccionismo de marcas.

 La multinacional anglo-holandesa Unilever, por ejemplo, llegó a tener 1.600 marcas de alimentación e higiene en todo el mundo, que terminó reduciendo a las 400 que eran líderes de mercado en los 150 países donde está presente. Hoy Unilever asegura vender 1.700 productos por segundo y en un mismo estante del supermercado puedes encontrar sus diversos tarros de mahonesa Hellman’s, Calvé y Ligeresa. 

Es la cruel batalla por los márgenes comerciales y no la sostenibilidad rural lo que hace de faro a la industria de la alimentación: “Bue­na parte de la concentración de la industria alimentaria vivida en la última década, en la que las grandes empresas se han gastado miles de millones de dolares en absorber otras más pequeñas, estaba motivada por la necesidad de reducir los costes para sobrevivir a la presión incesante que las cadenas de distribución ejercían sobre los precios”, explica Paul Roberts, autor de El hambre que viene.
Pero Unilever también es una de las seis grandes multinacionales (junto a P&G, L’Oréal –participada por Nestlé–, Colgate-Palmolive y Avon) que suman el 36% del negocio mundial de belleza y cuidado personal. La estructura oligopolística que conforman se vislumbra cada poco tiempo en la prensa.

 En 2011, por ejemplo, la Comisión Europea demostró que Unilever, P&G y Henkel pactaron los precios y se repartieron el mercado de los detergentes para lavadora en siete países de la UE durante al menos tres años.

Oligopolios que recopilan las marcas más conocidas, modelos de producción de alimentos en escala que presionan a agricultores y ganaderos hasta límites vergonzosos, pero sus latas están llenas de “al estilo tradicional”, “natural y saludable” y otros reclamos de ese tipo. Según la consultora Terra Choice Environ­mmen­tal, el numero de anuncios verdes se habría multiplicado por 20 en 10 años y triplicado desde 2006

Aquí, el uso indiscriminado de conceptos como “natural” o “sostenible” motivó incluso una investigación del Mi­nisterio de Medio Ambiente: “Se corre el riesgo de caer en la publicidad engañosa, ya que en muchas ocasiones son precisamente los productos más contaminantes (como los automóviles o los carburantes) los que se disfrazan de verde”, decían los investigadores de la Univer­sidad de Valladolid que hicieron el estudio.

La iconografía de lo rural como un jardín frondoso y a veces semisalvaje mantiene la idea romántica de que en la base del modelo capitalista todavía está el campo
“A medida que fue ganando terreno la sensibilidad ambiental de la población, se observó que resultaba más fácil y ventajoso para políticos y empresarios contentarla a base de invertir en imagen verde que en tratar de reconvertir el metabolismo de la sociedad industrial y las reglas del juego económico que lo mueven”, explica José Manuel Naredo.

A finales de los 60, la nueva colección de objetos de consumo tiene hasta una dimensión lingüística y el vertiginoso ritmo de renovación de los productos y su calculada obsolescencia satura la comunicación de alusiones comerciales: “En la Enci­clo­pedia, el hombre pudo ofrecer un cuadro completo de los objetos prácticos y técnicos de que estaba rodeado. 

Después se rompió el equilibrio: los objetos cotidianos (no hablo de máquinas) proliferan, las necesidades se multiplican, la producción acelera su nacimiento y su muerte, nos falta un vocabulario para nombrarlos”, diría Baudrillard por entonces. Seguimos sin palabras para delimitar esta sociedad de sobreconsumo y, justamente por eso, “nuevo”, “natural” y “tradicional” son el repetitivo mantra que nos intenta convencer de que aún hay una conexión natural con la producción. Con la fórmula tradicional todo sigue en su sitio."                (Isidro Jiménez Gómez  , Diagonal, 07/01/15)

4/4/14

La publicidad es el eco de nuestro grito de dolor... como se ve en la última campaña de Mercedes

"(...) Lo que la mayoría de los sujetos actuales necesitan y desean, en base a las propias demandas de sentido que se les hace desde la sociedad consumista/capitalista, pero que no pueden lograr inmediatamente –en virtud de sus propias limitaciones como miembros de las clases trabajadoras-, es lo que los publicistas han proyectado, tras haber estudiado detalladamente la mente de tales sujetos, en la publicidad.

La publicidad sería así el eco de nuestro grito de dolor. En ella encontrarían acomodo dichos gritos, en tanto que, con su existencia como realidad no-real que se presenta ante nuestros ojos como verdaderamente real, todo lo necesario para escapar a tal grito de dolor, al menos tal y como pensamos que sería posible poder hacerlo aquí y ahora, se hace –aparentemente- posible, convertida así la publicidad, ante los ojos de los sujetos que en ella creen, en ilusoria cura emocional para sus males. (...)

La publicidad, pues, ha abandonado los planteamientos racionales para ofrecer beneficios emocionales. Quiere que el consumidor se identifique con la marca y se encarga de despertar nuestras carencias, así como nuestros miedos, nuestros deseos emocionales, nuestras fobias y nuestras debilidades sentimentales, para que así el sujeto se traslade desde su realidad concreta a la realidad no-real que toma forma en el mundo onírico de la publicidad, tratando de buscar allí, como remedio a sus deseos o carencias en el mundo real, una puerta abierta hacia la modificación de tal realidad concreta.

 Una puerta de ilusiones y fantasías que el consumidor debe obviar en tanto tal y percibir, para sus propósitos, como algo totalmente real, como la realidad misma.

Como ejemplo concreto y de plena actualidad de todo esto, para que lo podamos entender con toda claridad, la nueva campaña de Mercedes “Algo está pasando en Mercedes”. Si hay una marca que ejemplifica a la perfección lo que el mundo simbólico e imaginario que acompaña a las marcas y a la publicidad implica en la sociedad, ya antes de esta campaña, esa es Mercedes. 

Una marca de coches de alta gama asociada a las personas con un alto poder adquisitivo, es decir, con lo que, según el imaginario colectivo en el que todos nos vemos insertos, se presupone una vida de éxito, esa es Mercedes. La estrella de Mercedes es en sí misma todo un compendio enciclopédico de lo que el simbolismo asociado a las marcas promueve e impone socialmente.

 Algo que, obviamente, los propios publicistas que diseñan anuncios para la marca saben a la perfección, y así nos lo hacen ver cada vez que tienen ocasión. Con la campaña “Algo está pasando en Mercedes”, que actualmente vienen desarrollando en el estado español, nos lo han vuelto a dejar bastante claro.

Dicha campaña, por el momento, al margen de un primer anuncio/presentación de la misma en la que Alex de la Iglesia hace las veces de famoso publicitario, se compone de dos anuncios, cada uno de ellos más significativo.

En el primero, dos amigos, de entre unos 25 y 30 años, comparten una conversación en la barra de un bar, conversación en la que uno de ellos hace ver al acompañante que, pese a llevar un mes con un mercedes, “aun así no te comes un rosco”. Afirmación a la que éste responde que “y mira que lo intento, a ver si me saco el carnet, lo saco a la calle, y a ver qué pasa”. 

 La idea que transmite el anuncio, es evidente. Tener un coche de marca Mercedes podrá hacer que tengas más éxito con las mujeres, por el simple hecho de lo que tener un “Mercedes” representa a nivel simbólico socialmente. Incluso si no lo quieres para conducirlo, sino solo para lucirlo, comprar un “Mercedes” es una buena “inversión”, tu estatus social, al menos el que podrás aparentar con ello, recogerá los beneficios. Un Mercedes, pues, no solo se puede comprar para el uso que todos asociamos como normal en un coche –el de conducirlo-, sino también por todas las connotaciones sociales que tal hecho implica. 

El que el comprador del anuncio no tenga carnet de conducir en el momento de comprarlo es una metáfora perfecta de ello. Mercedes, pues, se mueve en la doble variable uso/simbolismo que es propia de la inmensa mayoría de los anuncios actuales, otorgando, finalmente, de cara al mensaje que quiere transmitir con esta campaña, una mayor importancia al hecho simbólico/social que va a asociado a la marca, que al valor de uso en sí mismo, pese a que los coches de tal marca bien podrían presumir también de ello. La propia presentación de este anuncio en la página web de la campaña, nos lo deja bien claro:

Todos tenemos un amigo que no se come ni un rosco, pero el protagonista de nuestra historia puede llegar hasta límites insospechados con tal de ligar. Dos amigos apoyados en la barra, conversaciones de bar, pero pronto te darás cuenta de que ésta no es una situación corriente.”. Claro que no lo es, es una narrativa mitológica consumista/capitalista.

El segundo de los anuncios de dicha campaña que se han hecho públicos hasta el momento, se mueve exactamente en las mismas coordenadas. Así nos lo presenta la marca en su página web de campaña: “Lo que podría ser un desayuno en pareja de un día cualquiera acaba siendo de todo, menos cotidiano, y es que un Mercedes puede ser un argumento de mucho peso dentro de una relación...”. 

En este caso, el spot nos presenta la conversación de una pareja a la hora del desayuno, mirándose a los ojos, en la cual él le cuestiona a ella con mucha sinceridad: “dime la verdad, ¿tú estás conmigo porque tengo un Mercedes, no?”. A lo que ella responde, “pero qué dices, si el Mercedes me lo he comprado yo”. Por supuesto, la mujer tiene apariencia de ser varios años más joven que el hombre. 

La conversación termina con un elocuente comentario de él “ya, bueno, pero todo el mundo se piensa que es mío”, a lo que ella responde para cerrar la misma, de modo intencionalmente ambiguo, “pues no”. Sin aclarar, claro, si con ese “`pues no” se refiere a que no está con él por el “Mercedes” o a que el coche no es de él, sino suyo, si bien, la gestualidad propia que acompaña a la respuesta induce a pensar más en lo primero que en lo segundo.

 Aquí la marca, pues, además de incidir en todo lo comentado sobre el primer anuncio, expone otras de las claves que son centrales en la publicidad actual, dentro del entramado de relaciones simbólico/sociológicas en la que se ve inmersa: que lo importante ya no es siquiera el “tener”, sino, principalmente, el “aparentar”. Basta con que los demás crean que tienes lo que aparentas tener, que eres lo que aparentas ser a través de tus posesiones, para que, de hecho, lo sea. 

La realidad es secundaria. Comprar un “Mercedes”, en consecuencia, te puede ayudar a “aparentar” ser esa persona que crees que los demás esperan que les muestres ser para que te consideren una persona “feliz” y con una vida de “éxito”. Incluso aunque ello no sea la verdadera realidad. El anuncio lo muestra como que el coche no es de esta persona, pero bien se podría aplicar igual a aquellos casos de personas que se compran tales o cuales cosas solo para poder lucirlas en sociedad, aunque ello les suponga un gran sacrificio y/o, en realidad, esté por encima de su verdadero poder adquisitivo.

 La apariencia antes que la realidad, lo que “los demás crean” antes que lo que de verdad es. La publicidad juega con esta idea constantemente, y una marca como Mercedes, además, con motivos sobrados. Este anuncio simplemente lo convierte en narrativa, con toda claridad.  (...)

Pocas campañas de publicidad podrían ser tan buenas para hacer entender lo que es hoy en día, a todos los niveles, la publicidad, en su función como referente principal y central de la sociedad consumista/capitalista, donde toda la mitología consumista/capitalista, en su labor de clase y de género, cobra vida cotidianamente, haciéndose presente ante los ojos del común de los mortales como si de algo verdadero en sí mismo se tratara, y no como un invento narrativo/mitológico destinado a cumplir una determinada función, tanto económica, como ideológica/propagandística.

Algo, pues, está pasando estos días en Mercedes, sí, y no es lo que parece a primera vista: nos está mostrando, con toda claridad, cómo funciona la alienación consumista/capitalista y de qué forma esa farsa gigantesca que es la publicidad logra implosionar y convertirse en la realidad misma, sustituyendo el mundo de los símbolos por la vida real.

El sujeto se reduce así, conviene decirlo, a una condición de inferioridad respecto de los mandatos que emergen desde tal realidad no-real. Y Mercedes lo dice muy claro.  (...)

Y es que, volviendo con Feuerbach, cuanto más engrandece el hombre a Dios, más se empobrece a sí mismo. Cuando el hombre proyecta en un ser ideal (irreal) sus cualidades, está negándoselas a sí mismo. De este modo, reserva para sí lo que en él hay de más bajo y se considera nada frente a ese “ser” irreal que ha creado (...)"         (Pedro Antonio Honrubia Hurtado, http://lagranlucha.com, en Rebelión, 17/03/2014)

6/10/09

"Internet sólo ha hecho transparente la realidad"

"El mundo ha girado a la velocidad de vértigo desde que Segarra empezó a ensayar como publicitario en la imprenta de sus padres, que hacía las veces de agencia publicitaria al diseñar catálogos o anuncios gráficos. Estudió Filología Española porque pensó que sería la mejor manera de convertirse en escritor, pero el juego de la publicidad le fue envenenando.

Hoy, todo va más allá de aquellos catálogos. Para Segarra, la fragmentación es el gran qué de este siglo. "Pero no sólo en publicidad, también en periodismo, en arte... Cada vez habrá menos fenómenos únicos como Michael Jackson o Madonna y más multiplicidad de buenos grupos o artistas distintos", dice. "Echa un vistazo a Myspace, por ahí se mueven muchos grupos con talento, aunque muy fragmentados". "Es que ahora es todo mucho más complejo, múltiple. En realidad, porque la vida es así. Internet sólo ha hecho transparente la realidad, que es cambiante. Da la sensación de que todo se viene abajo, ¿verdad? Da un poco de miedo".

Lo que la publicidad, la comunicación en general, ha intentado hacer hasta ahora ha sido simplificar la vida, en un eslogan, en un titular: "Y eso es duro, es primitivo, porque la vida no es simple. Por eso yo creo que hay pocas mujeres creativas, porque ellas detectan demasiado bien la complejidad y simplifican menos, y por eso también creo que en esta nueva época en que hay que lidiar con lo complejo ellas tienen una buena oportunidad".

La publicidad es receptora de una carga contra el sistema, de una imagen de infantería del capitalismo, que Toni no acaba de entender, pese a que reconoce conservar dentro de sí un cierto sentimiento de culpa por dedicarse a su oficio y no a escribir. La cuestión es si persuasión equivale a manipulación. "Hay una manipulación que es innata en el ser humano, como la de llevar tacones y vestir americana para una reunión, causar una imagen", defiende el creativo." (El País, ed. Galicia, Última, 30/09/2009)