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13/10/21

“No encontrar lo que buscamos en las tiendas será el pan de cada día... La crisis de los microchips no es más que la punta del iceberg de lo que vendrá”... Hemos realizado curvas de extracción de recursos minerales. La conclusión general es que el pico de la mayor parte de los recursos puede llegar antes de que acabe este siglo, y muchos de ellos antes de 2050

 "Alicia Valero (Zaragoza, 1978) es una referencia en el estudio del consumo de recursos. Hace 18 años que lo estudia desde el Centro de Investigación de Recursos y Consumos Energéticos (Instituto CIRCE). Dirige el grupo de investigación de ecología industrial de este centro, y también da clases en varios grados y másteres de la Universidad de Zaragoza. Este año ha publicado Thanatia. Los límites minerales del planeta (Icaria), un libro en formato de entrevista donde divulga la crisis de los materiales junto con su padre, también experto en la cuestión. En la vertiente académica, Valero ha sido más prolífica: 126 publicaciones y numerosos reconocimientos internacionales. Su campo de estudio puede parecer técnico y concreto, pero nos permite entender mejor qué pasa con las Play Stations, en la Seat o en el conflicto afgano.

La fábrica más grande de Cataluña, la Seat, está en un ERTE. El mayor productor de coches del mundo, Toyota, ha anunciado que bajará un 40% su producción mundial de coches este mes de septiembre. ¿Qué está pasando con los microchips? ¿Es una crisis de semanas o va para largo?

Las fábricas de microchips son muy pocas en todo el mundo y están concentradas en Asia. Ha habido una demanda brutal de microchips no solo a causa de la automoción, sino en general de todos los aparatos eléctricos y electrónicos. A ello, se ha sumado el hecho de que algunas fábricas tuvieron que estar paradas por la pandemia, y todo junto ha provocado serios problemas de abastecimiento. El sector está bastante preocupado porque no parece que esto pase rápidamente. En 2022 es seguro que continuarán las paradas, y es posible que se alargue a 2023. Además, hay el problema de que los coches tienen microchips relativamente baratos y sencillos, que solo tienen funciones como subir o bajar una ventanilla. La priorización de los fabricantes es hacia los microchips de mayor valor añadido, como los de los ordenadores. Los automóviles están al final de la lista. Hay algunas circunstancias puntuales relacionadas con la Covid-19 en esta crisis que no conozco bien porque no soy experta, pero no deja de ser la punta del iceberg de lo que vendrá en el futuro.

¿Por qué es la punta del iceberg?

Porque tenemos una demanda creciente exponencialmente y unos recursos del planeta que son los que son. No se puede soportar este crecimiento con los recursos que hay. Si haces cuentas, ves que la población aumenta con una tasa del 1% anual. Y que la depredación de recursos crece más, hasta un 3%. No solo hay más gente, sino que la gente que hay quiere más. En una generación habremos consumido tanto como en toda la historia del ser humano. Está clarísimo que esto estallará de alguna forma. Ya estamos viviendo estas consecuencias; los microchips son solo una muestra. Pero realmente todas las materias primas están sufriendo subidas brutales, porque la demanda sube de manera exponencial y no hay fábricas que sean capaces de dar abastecimiento ni recursos suficientes para proveerlas. Tenemos un problema serio que hay que abordar inmediatamente.

Pero, si no hemos pensado en comprar ningún coche… ¿esto nos puede afectar igual a corto plazo?

Para empezar, la economía de lugares como Martorell se puede ver muy afectada. Yo he visto afectaciones en mi entorno. Hay amigos de mis hijos que quieren una Play Station, y en la tienda no hay. O gente que necesitaba un sofá reclinable y este no llega porque faltaban microchips. No es un problema del sector del automóvil; ahora todo funciona con electrónica.

¿Cuál es tu previsión sobre los recursos que fallarán?

Si haces un análisis de cómo estamos extrayendo los recursos desde el año 1900 y de cuánta materia prima queda disponible para explotar, te das cuenta que, si seguimos a este ritmo, hay bastantes materias primas que tendrán un gran problema de suministro. Sobre todo, si consideras la transición digital y la transición a las energías limpias. Todo esto requerirá una serie de elementos que son escasos en la naturaleza.

Y, si estos materiales van buscados, ¿no se podrán encontrar nuevas minas?

No hay minas operativas suficientes. Y abrir una mina nueva implica, de media, unos 15 años, y muchos problemas ambientales asociados. Nadie quiere una mina cerca. No es tan fácil abrir una mina, como hemos visto en Cáceres. Aunque fuéramos capaces de encontrar nuevos yacimientos, que por supuesto se encontrarán, el problema está en el hecho que sus minerales estarán cada vez más diluidos. Esto es como el petróleo: la rentabilidad será cada vez peor. Es aritmética. Otra cosa es que no quieras ver el problema.

¿Quién no quiere ver el problema?

La Comisión Europea ya está diciendo que hay que apostar por nuevos yacimientos en el territorio porque dependemos de otros países. Pero, cuando he asesorado a comités de la Comisión Europea y explicaba que había que reducir, se me echaban a la yugular. Decían que se trataba de continuar creciendo económicamente. Pero tres más uno son cuatro. Y, si tienes cinco, solo te queda un margen de uno. Y, si sigues creciendo a un ritmo de uno, solo te queda un año. Algo hay que hacer. Ahora la transición energética está planteada para no superar los 2 grados y llegar a cero emisiones en 2050. O se invierte seriamente en minas y en la recuperación de materiales, o no llegaremos a estas cifras.

¿Debemos acostumbrarnos a no encontrar lo que buscamos en las tiendas?

Creo que será más el pan de cada día, sinceramente. Obviamente, todo esto se ha visto agravado por la Covid-19, y, cuando los precios suben mucho, al final vuelve a bajar la demanda y todo se vuelve a canalizar durante algún tiempo. La economía depende de muchísimos factores. Pero lo cierto es que, si existe un factor limitante, este factor es el físico, el de los recursos que hay. Tendremos que asumir que, si no tengo una Play Station, mala suerte y me aguanto, porque sencillamente no hay microchips para ofrecerme esta consola. Personalmente, estoy pendiente de que llegue el uniforme de gimnasia de mis hijos, y me han dicho que hasta enero o febrero no llegará porque los barcos chinos no están llegando. Fíjate que estamos hablando de un textil, ni siquiera de una cosa electrónica. Esto será cada vez más cotidiano; tendremos que volver cada vez más a las raíces de lo local. La globalización actual, además del impacto ambiental de traer unos pantalones desde China, nos hace muy vulnerables. Tarde o temprano —y yo creo que más temprano que tarde— toparemos con estos límites.

¿Qué significa “temprano”?

Hemos realizado curvas de extracción de recursos minerales. La conclusión general es que el pico de la mayor parte de los recursos puede llegar antes de que acabe este siglo, y muchos de ellos antes de 2050. Esto, contando con las reservas minerales que hipotéticamente existen en el planeta y que todavía no hemos detectado, y también con una tecnología futura que podría llegar a extraerlo. Si contamos solo las reservas que conocemos actualmente, los picos se avanzan muchísimo. Aquí el problema es que la demanda está aumentando exponencialmente y no hemos entendido lo que significa el consumo exponencial. No lo tenemos interiorizado; pensamos en lineal. Pero, precisamente cuando llegó la pandemia, experimentamos en primera persona lo que implica una transmisión del virus exponencial. Sin confinamiento, en pocos días nos habríamos infectado todos. Con ritmos diferentes, pero es la misma lógica de lo que estamos haciendo con los materiales.

Volviendo a Seat: ¿esto quiere decir que la promesa de fabricar 500.000 coches eléctricos cada año es inviable?

Yo he trabajado con Seat analizando como diseñar vehículos para evitar estos cuellos de botella. Si la demanda de vehículos y la de energías renovables aumentan de la manera que se prevé en los ‘Acuerdos de París contra el cambio climático’, nos podemos encontrar con límite de suministro de plata, cadmio, cobalto, cromo, cobre, galio, indio, litio, manganeso, níquel, plomo, platino, telurio o zinc antes de 2050. Estos son los elementos necesarios para las baterías de los vehículos, pero también para las energías renovables y en general para toda la electrónica. Tu ordenador también tiene batería; todo compite con todo. Por ahora, no hay baterías suficientes. Yo creo que los fabricantes de vehículos saben que no habrá baterías para todos los coches que esperan. El cobalto, por ejemplo, es muy crítico y está concentrado en muy pocos países.

Si las empresas automovilísticas lo saben… ¿por qué no actúan de una manera diferente?

Los fabricantes están creando acuerdos con los países proveedores para asegurar el suministro de materiales. Renault y Volkswagen ya prevén que las baterías se quedarán en propiedad del fabricante. Esto te da una idea de lo preocupados que están, de lo estratégicas que son las baterías, y de lo escépticos que están los fabricantes respecto a las previsiones que ellos mismos dicen. Lo que no hará un fabricante es lanzar mensajes apocalípticos.

¿Seat os pide que analicéis si tendrán materiales para sus coches?

Sí, nuestro grupo de investigación ha hecho varios proyectos con ellos. Antes de que ocurriera el problema de los microchips, nosotros ya les hicimos un análisis de varios modelos de Seat diciéndoles cuales eran las piezas críticas que tiene el vehículo, y como habría que diseñarlas para mejorar. ¿Sabes cuáles eran las piezas críticas? Justamente la electrónica, los microchips. Esto fue en 2018. Ya les estábamos diciendo que “ojo con estas piezas”, porque dependen de unos materiales muy escasos. Y bien, ya lo ves. Los fabricantes son conscientes de que tienen que repensar la manera de fabricar, y ahora han visto las orejas al lobo con el tema de los microchips.

Y los gobiernos, ¿son conscientes del problema? ¿Cómo está preparado el Estado español en este tema?

No estamos preparados ni mucho menos. Nos hemos hecho vulnerables intentando fabricar de manera más barata en otros países. Si fabrican otros lo que es tuyo, aparentemente tú no tienes los problemas de emisiones contaminantes. Y hemos pensado: ¡que fabriquen los chinos! A corto plazo podía ser una estrategia, pero a la hora de la verdad, si los chinos dicen que no suministrarán chips o tierras raras, aquí se para la economía. No tenemos fábricas, ni materias primas, ni una industria capaz de obtener materias primas de la basura que estamos generando.

Pero hoy en día ya somos dependientes del petróleo y del gas de otros países, y no nos va tan mal.

El problema es que queremos dejar de quemar combustibles fósiles, porque es lo que hay que hacer, pero lo queremos hacer con el mismo ritmo de crecimiento. Los aerogeneradores, los vehículos eléctricos, las placas solares…, todo esto es necesario, y todo esto está basado en materiales que son muy críticos. Pasaremos de ser dependientes del petróleo a ser multidependientes de toda la tabla periódica. Puede haber escasez de litio, puede haber escasez de manganeso, de cobalto… No todos estos elementos están situados en Arabia Saudí.

¿Quién se está preparando mejor?

El litio está en Bolivia, Argentina y Chile. El cobalto, sobre todo en el Congo. Las tierras raras, en China. Pero sobre todo seremos dependientes de China. Ellos tienen o bien los recursos o bien el procesamiento y refinamiento de los recursos de otros países. Y está comprando terrenos ingentes de África y de América Latina que contienen recursos. Son la fábrica del mundo y saben que quien tenga los recursos tendrá el poder. China tiene, desde hace décadas, una política de acaparamiento, o como mínimo de asegurarse el suministro. Los otros países no lo han sabido ver. Nosotros seremos más bien unos espectadores.

Algunos países petroleros, en América Latina y en Oriente Medio, han sufrido inestabilidad política y guerras como consecuencia de la lucha por su petróleo. ¿Puede pasar lo mismo con países que tienen muchos recursos minerales?

Esto ya está ocurriendo en Marruecos. Los conflictos que hay por el Sáhara Occidental no son para apoderarse del desierto. Son porque tienen las mayores reservas de fósforo del planeta. El fósforo es el oro verde, porque es la materia prima de los fertilizantes, y quizás podemos vivir sin microchips pero no sin alimentación. Las plantas necesitan este fósforo. Hoy en día hay mucha menos hambre en el mundo porque hubo una revolución de la agricultura con los fertilizantes. La productividad de los campos aumentó mucho. Pero se han echado tantos fertilizantes en los campos que hay unos problemas de contaminación brutales. Y estamos viendo una desaparición de suelo fértil. O encontramos otra revolución verde en la que no necesitemos estos fertilizantes minerales, o lo tenemos difícil. En el caso de Afganistán, no me atrevería a decir que ha estado determinante porque desconozco el background del país. Pero en 2007 ya era uno de los países estrella en busca de nuevas reservas de elementos como el litio. Si ahora mismo los chinos la tienen a bien con los talibanes es porque hay unas reservas estratégicas que interesan. Obviamente, de trasfondo del conflicto puede haber otros muchos factores, pero por supuesto en Afganistán hay reservas de varias materias que son estratégicas.

Muchos economistas defienden que es posible seguir creciendo sin consumir tantos materiales, porque en una economía digital ya no harán tanta falta, y entonces no habrá que sufrir por la escasez. ¿Cómo lo ves tú?

Precisamente son las tecnologías digitales las que más materias primas escasas necesitan. Esto, para empezar, pero es que, además, la historia nos dice que, cada vez que hemos mejorado la eficiencia de algún equipo, ha ocurrido un efecto rebote. Los coches ahora son más eficientes que nunca, pero utilizamos la mejora para fabricar muchos más coches. Y, al final, lo que tienes es un aumento exponencial de la depredación de los recursos. Hay que buscar la eficiencia, evidentemente; pero, si eso no va acompañado de repensar el modelo de sociedad que tenemos, difícilmente lo cambiaremos. Hay que replanteárselo todo muy seriamente. En el fondo, la pandemia nos ha enseñado mucho sobre esto: lo que hay que hacer es bajar la curva.

¡Una de las apuestas podría ser que todos estos materiales se reciclen!

En el caso de los coches, hemos hecho estudios para ver como se podría hacer un reciclaje mejor. Y, actualmente, todos estos elementos que son críticos los estamos perdiendo. Cuando llevas un vehículo a desguazar, le sacan las ruedas, los fluidos, el catalizador…; esto, con suerte. Los aceros del coche, que son ultraresistentes, se juntan con las chapas de cualquier electrodoméstico, y el acero que queda es de baja calidad, con impurezas. De todo ello, se dice que actualmente se reciclan los vehículos en un 95%, que es a lo que obliga la legislación. Pero en realidad lo que se recicla es un 95% del peso, y los minerales críticos se pierden en el vertedero o quedan diluidos en la mezcla de aluminio. Hoy por hoy, no existen procesos mejores que recuperen estos elementos, los que están en los microchips y que son esenciales. No será fácil, pero hay que entender lo estratégico que es recuperar estos elementos. Ahora mismo estamos parando las fábricas de vehículos de 1.000 kilos porque nos faltan unos microchips que pueden pesar 3 gramos.

Di algún ejemplo de mineral desconocido para el gran público que utilizamos mucho y que echaremos de menos pronto.

El telurio, por ejemplo. Se emplea en los nuevos paneles fotovoltaicos, porque son más finos y eficientes. Pero no hay minas de telurio, porque son elementos que salen del refinamiento de otros elementos mayores, como el cobre. Es decir, que están supeditados a la producción de estos minerales mayores. No abrirás una mina específicamente para el telurio si lo que puedes sacar son unos gramos por tonelada. Con el indio pasa lo mismo: es un material que hace que puedas mover la pantalla del móvil con el dedo. Y es necesario para los LED. Y una sola compañía china suministra una gran parte de este indio.

¿Y las tierras raras? ¿Por qué son importantes?

Se llama tierras raras a un conjunto de 17 elementos de la tabla periódica. Algunas son muy críticas para las energías renovables, como el neodimio y el disprosio. Con estos dos materiales hacen imanes muy fuertes, unos imanes que son necesarios para cualquier motor. Todo motor eléctrico tiene tierras raras: ordenadores, cámaras, vehículos… Cualquier cosa que se mueva lo tiene: incluso un sofá reclinable. Pero no hace falta fijarse en materiales tan concretos para darse cuenta de la gravedad de la situación. El sector de la construcción está temblando por los precios de las materias primas que no son raras. La madera está subiendo muchísimo. El aluminio y el cobre, también. De momento, los promotores están asumiendo esta subida de precios, pero no sé cuánto tiempo aguantarán así. Al final nos lo repercutirán. Todo está relacionado con el consumo exponencial. Por algún lado tiene que explotar.

Si falla alguno de estos materiales, ¿es posible que encontremos alternativas para fabricar a partir de otras cosas?

Siempre se buscan alternativas. Todo es reemplazable. Pero en el sistema de producción actual no lo es, porque todo se basa en el just in time. Si necesito un pedido de microchips, es para mañana. Tenemos que ir hacia un modelo diferente, de stocks más grandes, de más flexibilidad, porque las cadenas de suministros cada vez son más débiles. China ya hizo un embargo de tierras raras en 2010 y los precios subieron de manera brutal. Puede volver a ocurrir que se frene bruscamente la circulación de cualquier de estos materiales, como estamos viendo ahora con los chips.

Si no hay bastante materiales para hacer la transición energética, ¿nos veremos forzados a incumplir los objetivos porque no habrá alternativa a quemar gas y petróleo? ¿Qué podemos hacer para dejar de contaminar sin agotar los materiales?

No creo que sigamos quemando combustibles fósiles al ritmo actual porque, como explica Antonio Turiel, ya hay desinversión por parte de las petroleras. Ya no buscan nuevas reservas. Y se están cerrando las centrales de carbón. Está en la mente de todos que tenemos que ir hacia las energías renovables. Pero hay un problema: la extracción de minerales necesarios para la transición energética es a base de energía fósil. Ahora mismo, la minería ya es el 10% de las emisiones de gases de efecto invernadero. Si la demanda aumenta, también lo hará la extracción de minerales. El impacto climático de esta minería en el futuro será mayor. ¿Podremos descarbonizar la economía tal como está pensado? Yo creo que no, porque no se ha tenido en cuenta este factor, y descarbonizar el sector de la minería es muy complicado. Si no nos podemos desarrollar con las renovables, volverá el viejo debate de si alargar la vida de la energía nuclear. Pero esto último ya no es ciencia, sino mi opinión. En todo caso, creo que no nos podremos desarrollar tal como habíamos pensado. Habrá paradas económicas y bajará el PIB. O cambiamos el modelo, o la falta de recursos nos hará cambiar bruscamente el modelo."            (Entrevista a Alicia Valero, Manuel Riu, Rebelión, 12/10/21)

11/12/18

El jabalí, una plaga con riesgos para el ser humano. La gran expansión de la especie está tras el aumento de accidentes de tráfico y de algunas enfermedades del ganado...

"El jabalí se acerca cada vez más al hombre y campa a sus anchas entre urbanizacionesy restos de basura, donde encuentra alimento y jardines frescos. Las quejas por este motivo y por los daños que provoca en la agricultura y la ganadería debido a problemas sanitarios, van a más. 

A todo ello hay que sumar los accidentes de tráfico que causa su presencia inesperada en la carretera. En España no existe un censo nacional de jabalíes que permita conocer su densidad real, pero “se calcula que superan el millón de ejemplares”, responde el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación.

 No solo eso, sino que "su crecimiento es ahora exponencial”, con una subida anual entre un 5%y un 15%, añade Christian Gortázar, catedrático de Sanidad Animal de la Universidad de Castilla-La Mancha e investigador del Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos (IREC). De mantenerse la tendencia, la población se puede multiplicar por dos en 2025.


A falta de censo, los científicos utilizan los datos sobre ejemplares cazados y accidentes de tráfico que causan. Las capturas se han triplicado entre 2001, con 117.305 ejemplares abatidos, y 2016, con 354.648. Y estuvieron involucrados en 10.352 choques con vehículos en 2017 (un 73% más que en 2012), según la Dirección General de Tráfico (DGT).

Para Gortázar no hay duda de que el jabalí se ha convertido en una “especie-plaga o especie problema, que son aquellas que afectan negativamente a la salud de las personas o a su seguridad alimentaria”. Entre las infecciones que comparte el jabalí con el ganado destacan la tuberculosis y la peste porcina africana. “Actualmente”, explica Gortázar, “ambas infecciones emergen en Europa gracias a su capacidad de mantenerse en los jabalíes”. Con el hombre comparte “la triquinosis, la hepatitis E o la fiebre hemorrágica Crimea-Congo”.




El científico considera que la presión cinegética actual no basta para estabilizar las poblaciones, aunque contribuye de forma significativa. “Solo cazando dos tercios de la población se lograría frenar su aumento”, mantiene. Algo complicado, teniendo en cuenta que el número de licencias de caza ha bajado de 1,4 millones en 1990 a unas 800.000 en 2016.


A largo plazo se tendría que actuar sobre el hábitat, para reducirles el alimento y los lugares donde se cobijan, explica Gortázar. Pero España evoluciona al contrario. La superficie forestal, territorio favorable para la especie, ha subido un 33% desde 1990 por el abandono del campo. España se ha convertido así en el segundo país, por detrás de Suecia, con más terreno boscoso de la Unión Europea. “A lo que se une que la extensión de los maizales, refugio del jabalí, que se han quintuplicado”, puntualiza.

Miguel Ángel Hernández, experto en especies de Ecologistas en Acción, no está de acuerdo en considerar a la especie como una plaga. “Primero hay que conocer la situación real porque hay más incertidumbres que certezas”, observa. No cree que los datos sobre capturas en cotos de caza tengan el suficiente rigor. “Los dan los cazadores en función de sus intereses”, advierte.

En su opinión, el esfuerzo cinegético causa el efecto contrario al buscado y redunda en la proliferación de jabalíes, porque se acaba principalmente con adultos y machos, mientras que la población joven y la de hembras fértiles se mantiene. “Además, se siguen soltando jabalíes de granja para que los cazadores tengan más piezas. No sé si eso es luchar contra la supuesta sobrepoblación”, critica. Hernández culpa del conflicto que se está produciendo a la invasión del hábitat del jabalí, tanto por la expansión de los cultivos como de los desarrollos urbanísticos. “Se obliga al jabalí a invadir zonas humanizadas”, sostiene.

Una situación que se reproduce desde hace años en la zona noroeste de la Comunidad de Madrid. Varios pueblos (Las Rozas, Torrelodones o Majadahonda) se han unido para reclamar al Ejecutivo regional que les ayude. Un portavoz de la Consejería de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio explica que “en terreno urbano la competencia recae en los Ayuntamientos”.

 Aunque para cazarlos o capturarlos deben pedir permiso a la consejería. Hasta octubre, el Ejecutivo madrileño ha concedido 286 permisos. Javier Gavela, veterinario del Ayuntamiento de Las Rozas, pueblo pionero en comenzar a aplicar medidas en 2004, pide la aplicación de un conjunto de medidas, “porque no es un tema local”.


En Cataluña la situación también es muy compleja. El Departamento de Agricultura ha comprobado la existencia de una población que ha nacido en condiciones urbanas o periurbanas, y que no se asusta de la presencia de personas o coches. Estos se alimentan de residuos que encuentran en la basura o que se les ofrece y descansan en rincones ajardinados o solares abandonados.

Los ejemplares capturados en zonas periurbanas, aunque jóvenes, tienen un peso que les permite comportarse como adultos, y por tanto pueden criar antes de tiempo. En cambio, los cazados en el bosque, suelen ser ejemplares con un peso inferior. Mientras se encuentra la solución, los municipios advierten de que no se dejen las basuras a su alcance o se cierren las puertas de las vallas cinegéticas, que les impiden llegar hasta los lugares habitados.




“Si la peste porcina africana (PPA) llegara a España sería dramático, porque somos una potencia mundial”, aclara Jaume Bernis responsable del sector porcino de COAG. La enfermedad se ha propagado a siete países de la Unión Europea. “El último foco se produjo en Bélgica y los datos apuntan a que la introducción se debe en un 90% a los jabalíes”, añade.

Advierte a los cazadores de que en caso de localizar un ejemplar muerto avisen al Seprona, por si estuviera infectado. La Comisión Europea prohibió el movimiento de jabalíes vivos entre países para prevenir la extensión de la peste."                   (Esther Sánchez, 08/12/18)

30/11/18

Los microplásticos llegan hasta tus intestinos, según un estudio

"En los próximos sesenta segundos, personas de todo el mundo comprarán un millón de botellas de plástico y dos millones de bolsas del mismo material. Para finales de año, produciremos suficiente papel burbuja para rodear el ecuador diez veces.

Aunque tomará más de mil años que la mayoría de esos artículos se degraden, muchos pronto se descompondrán en pequeños pedazos conocidos como microplásticos, billones de los cuales han aparecido en los océanos, los peces, el agua del grifo e incluso en la sal de mesa.
Ahora podemos agregar a la lista un lugar más en donde los microplásticos se depositan: los intestinos humanos.

En un estudio piloto con un tamaño de muestra pequeño, investigadores buscaron microplásticos en muestras de excremento de ocho personas provenientes de Finlandia, Italia, Japón, los Países Bajos, Polonia, Rusia, el Reino Unido y Austria. Para su sorpresa, cada muestra resultó positiva en la presencia de una variedad de microplásticos.

“Este es el primer estudio de su tipo, así que hicimos una prueba piloto para ver si hay microplásticos que pudieran ser detectados”, dijo Philipp Schwabl, un gastroenterólogo en la Universidad Médica de Viena y principal autor del estudio. “Los resultados fueron asombrosos”.

No hay certeza sobre las implicaciones para la salud a través de sus hallazgos, y esperan completar un estudio más extenso con los métodos que han desarrollado.

Los microplásticos —definidos como pedazos de menos de 0,5 centímetros de largo, apenas del tamaño de un grano de arroz— se han convertido en una gran preocupación para investigadores medioambientales durante la década pasada. 

Varios estudios han encontrado altos niveles de microplásticos en la vida marina y, el año pasado, los microplásticos fueron detectados en el 83 por ciento de las muestras de agua del grifo alrededor del mundo (el índice de contaminación más alto fue el de Estados Unidos, en donde el 94 por ciento de las muestras resultaron contaminadas).

La mayoría de los microplásticos son el resultado involuntario de plásticos de mayor tamaño que se descomponen, y Estados Unidos, Canadá y otros países han prohibido el uso de microesferas de plástico en los productos de belleza.

Los investigadores habían sospechado desde hace mucho tiempo que los microplásticos serían descubiertos en los intestinos humanos. Un estudio calculó que las personas que comen mariscos con frecuencia podrían estar consumiendo hasta once mil pedazos de plástico al año.

El nuevo artículo, que fue presentado el 22 de octubre en una conferencia de gastroenterología en Viena, Austria, podría ofrecer apoyo para biólogos marinos que desde hace mucho tiempo han advertido sobre los peligros que representan los microplásticos para nuestros océanos. Sin embargo, la publicación indica que los microplásticos también están ingresando a nuestros cuerpos por otros medios.
“El hecho de que tantos polímeros diferentes fueron medidos señala un amplio rango de fuentes de contaminación”, dijo Stephanie Wright, una científica de salud ambiental en el King’s College de Londres que no estuvo involucrada en el estudio. Dos de los ocho participantes dijeron que ellos no comen mariscos.

Para realizar el estudio, seleccionaron a voluntarios de cada país que llevaran diarios de alimentos durante una semana y brindaran muestras de excremento. Schwabl y sus colegas analizaron las muestras con un espectómetro.

Fueron detectados hasta nueve tipos de plásticos, con tamaños que variaron desde los 0,005 hasta los 0,5 centímetros. Los plásticos más comúnmente detectados fueron el polipropileno y el tereftalato de polietileno (PET), ambos principales componentes de las botellas y las tapas de plástico.
Aun así, Schwabl recomendó precaución antes de llegar a conclusiones sobre los orígenes del plástico.

“La mayoría de los participantes bebieron líquidos de botellas de plástico, pero también fue común la ingesta de pescados y mariscos”, dijo. “Es altamente probable que la comida es contaminada con plásticos durante varias etapas del proceso de alimentos o como resultado del empaquetado”.

Si los microplásticos representan un riesgo a la salud de los humanos es en gran medida desconocido, aunque se ha encontrado que causan algo de daño en peces y otros animales. Adicionalmente, los microplásticos detectados en el estudio actual son demasiado grandes para ser una amenaza grave, dijo Wright.

“Sin embargo, lo que puede ser una preocupación mayor respecto a estos microplásticos más grandes es si están asociados con cualquier contaminante químico que se filtró durante el paso por los intestinos y se acumuló en los tejidos”, dijo.

La concentración de contaminantes —veinte partículas de microplásticos por 10 gramos de excremento— era relativamente baja, agregó.
No obstante, Schwabl mencionó que los resultados eran más que suficientes para investigar a mayor profundidad.

“Ahora que sabemos que hay microplásticos presentes en el excremento, y sabemos cómo detectarlo, nuestro objetivo es realizar un estudio más grande que incluya a más participantes”, dijo él."    (Douglas Quenqua, The New York Times, 23/10/18)

26/3/18

Vendemos unos anillos que capturan contaminación. Valen 200 euros. Son bonitos, pero la gente no los compra para tener una joya más. Los usan para casarse

"(...) “El sistema de producción y consumo se derrumba. Hay que reinventar la manera en que vivimos”.

¿Y lo van a hacer los diseñadores? “El nuevo diseño produce más soluciones que dinero. El dinero, lo ahorra. Según la OMS, el coste anual que genera la polución en Pekín es de 260.000 millones de euros. 

Pagamos un precio desorbitado por un tipo de vida problemático. Vivimos en un sistema económico viejo, basado en el dinero y el tiempo. Necesitamos uno nuevo basado en los valores incuestionables del agua potable, el aire limpio y la energía no contaminante”.

Roosegaarade asegura que estamos ya en una época de transición. “Ni mi pareja ni yo tenemos coche. Eso no era así hace 10 años. El papel del diseñador es acelerar la reconversión del mundo en un lugar sostenible”. 

Esa nueva figura profesional parece sobrecargada de trabajo: deben detectar los problemas, buscar la solución, idear cómo materializarla y recaudar el dinero para desarrollarla. “El paquete completo es una consecuencia de tener sueños”, sostiene. 

Por eso, en su estudio hay científicos, ingenieros y biólogos: “Porque los proyectos que pide el mundo requieren unión de conocimientos por encima de especializaciones desconectadas”. “Controlar todos los pasos nos da más responsabilidad y libertad. Si uno es solo poeta se queda sin impacto. Uno debe moverse, pactar, exponerse y, negociar para conseguir".

Explica que ha sido pobre durante años. “Pero creía firmemente en lo que hacía. Eso es otro tipo de riqueza. Ahora tenemos sueldos dignos”. También apunta que con la reinvención del diseño, se reinventan los clientes. No es un individuo que compra una lámpara, son el alcalde de Pekín o el Gobierno polaco. 

A veces, compañías de infraestructuras de transporte. “Y cuando tenemos una idea que no encuentra financiación, nos hacemos un autoencargo e iniciamos una campaña de recaudación de fondos por Internet. El riesgo es el precio a pagar cuando quieres ser pionero”.

Ambición

¿Qué le hizo creer que un diseñador podría cambiar el planeta? “La ambición de las personas es lo que siempre ha cambiado el mundo. No tengo plan B. Para mí era esto o la locura. Mi trabajo es mi manera de que el mundo tenga sentido. No entiendo el paisaje de polución, atascos y gente solitaria que hemos construido. 

Por eso intento que lo que hago tenga sentido”.

Con todo, no quiere dibujar un panorama de buenos y malos. Asegura que la industria tradicional no está obsesionada con mantener su producción. La mayoría está dispuesta a cambiar. “Pero muchos no saben cómo”. Cree que los buenos dirigentes se dan cuenta de que deben invertir en nuevas ideas para sobrevivir.

Uno de sus clientes lleva décadas construyendo autopistas. “Nunca se le ocurrió mejorar la relación entre la calzada y el coche con automóviles que se puedan cargar por rozamiento o pavimentos que recojan esa energía. Yo no sé construir autopistas. 

Pero quien sabe hacerlo a veces está tan centrado en su trabajo que queda atrapado en él. Y no ve más allá”. Él y su estudio empiezan de cero con cada proyecto. No dejan de plantearse posibilidades inexploradas. Aprenden, y afinan.

“Vendemos unos anillos que han capturado contaminación. Valen 200 euros. Son bonitos, pero la gente no los compra para tener una joya más. Los usan para casarse. Para demostrar su compromiso con su pareja y con el planeta porque ese dinero lo dedicamos a construir torres que aspiran contaminación. 

Vendemos cientos, no miles, porque mantener la producción limitada es lo que los hace especiales”. Cuenta que los anillos generaron mucha discusión en su estudio “¿Quién va a llevar polución encapsulada en el dedo?”. Ahora se venden en los museos. “Hacer de un desastre algo precioso convierte el diseño en magia”.




De Singapur a Dubái y de Milán a Londres, cada vez hay menos ciudades en el mundo en las que no se celebre una semana del diseño. En ese marco, Madrid ha inaugurado su festival con un pie en el establishment —los grandes nombres de la industria: de los Bouroullec o Rossana Orlandi a Jasper Morrison—, otro en la realidad —las empresas productoras y los problemas del mundo— y un tercero en las propuestas transformadoras —el dron Mine Kafon que mapea, detecta y detona a distancia minas antipersona ideado por los hermanos Hassani, dos refugiados afganos—. 

Este mensaje ecléctico explica que el diseño de hoy no debe encasillarse y sí vincularse más a los cambios que a los objetos para potenciar su capacidad transformadora."              (Entrevista a Daan Roosegaarde, Anatxu Zabalbeascoa, El País, 16/02/18)

15/6/17

"Los peces se comen el plástico, nosotros nos comemos los peces, y nosotros nos estamos comiendo nuestra propia basura"

"En el mundo tiramos al año al mar 9 millones de toneladas de basura", alerta la  Asociación Ambiente Europeo (AAE) en el vídeo de su campaña Mar Sana, que presenta este jueves coincidiendo con el Día Mundial de los Océanos.

La iniciativa busca crear conciencia social sobre la necesidad de reducir las basuras marinas. Por término medio, cada milla marina cuadrada contiene 45.000 pedazos de residuos plásticos flotantes, según datos de la ONU recogidos en un comunicado de la organización.

Este proyecto nace como una "llamada a la acción de la población", explica la asociación en un comunicado, pues los residuos producen impactos negativos en los ecosistemas marinos, en la seguridad y salud de los seres humanos, así como en las embarcaciones y en la navegación. "Hemos de lograr que nos ponga los pelos como escarpias, que nos haga daño ver plástico en el mar", reclaman en el vídeo.

"Los peces se comen el plástico, nosotros nos comemos los peces, y nosotros nos estamos comiendo nuestra propia basura", apuntan. De hecho, "más de 600 especies de fauna marina se ven especialmente afectadas por la basura que llega al mar", como ballenas, delfines, focas y tortugas marinas, además de una gran variedad de aves e incluso el plancton.

La ingesta de este material les "causa importantes trastornos que, a menudo, resulta ser la causa del fallecimiento de gran cantidad de animales", ha asegurado la asociación, que cifra en 100.000 el número, sólo de mamíferos marinos, que mueren cada año por esta causa.

El gran problema, destaca AAE, es que "la sociedad no considera que la creciente cantidad de residuos marinos en los océanos sea una amenaza seria", puesto que "su impacto ha sido ignorado por decenios".

La Asociación aboga por sustituir la visión "cortoplacista" de la contaminación de los océanos por una que tenga en consideración su impacto en las vidas de las futuras generaciones. "Cuando mi hijo tenga 47 años, ahora tiene 14, habrá más plástico que peces en los océanos", denuncia la actriz Kira Miró en el vídeo. 

En esta campaña colaboran periodistas como Iñaki Gabilondo, Pedro Piqueras o Marta Reyero, cocineros como Ángel León y Susi Díaz y personalidades del mundo del entretenimiento como Andreu Buenafuente o Kira Miró, entre otros, proponiendo "gestos que pueden ayudar revertir el problema de las basuras marinas".             (Público, 07/06/17)

18/10/16

Un proyecto europeo de cultivos ecológicos de secano demuestra la viabilidad de esta técnica... rentable sin pesticidas

Egbert J. Sonneveld (izquierda) con el agricultor Luis Ballesteros en Illana (Guadalajara).

"La culpa fue del dolor de cabeza. Luis Ballesteros cuenta que lo sentía cada vez que utilizaba pesticidas en sus tierras. "Me estaba envenenando", relata este agricultor de 53 años y que reside en Illana, en la provincia de Guadalajara. Ahora cultiva alrededor de 390 hectáreas de forma ecológica, es decir, sustituye los productos químicos sintéticos por trabajos mecánicos y cultivos complementarios.

Ballesteros se queda absorto mirando su campo de girasoles. "El regadío ecológico es más complicado", dice sin dejar de escudriñar las hileras de plantas de donde saldrán las pipas. La experiencia con el secano ya la ha adquirido durante los últimos cinco años.
Ballesteros ha sido uno de los 22 agricultores de cuatro comunidades autónomas —Castilla-La Mancha, Castilla y León, Aragón y Navarra— que han participado en el proyecto Cultivos para la mejora de suelos, incluido dentro del programa Life de la Unión Europea y que finaliza este mes después de un lustro de trabajos.
El objetivo del proyecto era demostrar que un cultivo ecológico en zonas semiáridas de secano —muy presentes en España— puede ser igual de rentable que uno convencional. "En las condiciones en las que hemos trabajado hemos conseguido la rentabilidad", expone Juan Pablo del Monte, ingeniero agrónomo y profesor de la Universidad Politécnica de Madrid.

Igual de rentable

En las conclusiones de este Life se incluye la comparación de los balances de un cultivo de garbanzo convencional y de uno ecológico a partir de los datos suministrados por los agricultores que han participado en el proyecto. En el caso del convencional, se obtendrían de media 49,7 euros de beneficios por hectárea. En el de ecológico, 373,04 euros. La clave de esta diferencia tan considerable está en la venta: los consumidores pagan cerca de tres veces más por los productos ecológicos.
Cuando se analizan los costes, el garbanzo convencional es más barato: necesita 220,3 euros por hectárea frente a los 301,9 del cultivado sin emplear los tratamientos químicos. Pero Egbert J. Sonneveld, que ha sido uno de los coordinadores de este Life, insiste en la ventaja que ofrece el mercado a los cultivos ecológicos. "Los precios son superiores, se paga más por ellos", remarca. "Estoy convencido de que hay mercado para productos de más calidad", añade este holandés que reside en Palencia.
Durante los cinco años que ha durado el programa se sustituyeron los tratamientos y abonos químicos por técnicas de manejo del suelo, rotación de cultivos y cultivos complementarios. "Son técnicas que siempre se habían usado pero que se han ido dejando", señala Sonneveld.
El profesor Del Monte se ha encargado de asesorar a algunos de los agricultores que han participado en este proyecto, que en total contaba con 400 hectáreas repartidas por esas cuatro comunidades autónomas. Ahora, este ingeniero agrónomo —que trabajó durante años para una multinacional de fitosanitarios— se declara un converso. "'Pasaros a la ecológica', le digo a mis amigos con cultivos de secano semiárido", explica tras su experiencia. "Yo venía de la agricultura convencional y era crítico con la ecológica, pero he cambiado mi forma de pensar", reconoce.
Del Monte sostiene que la conciencia social de "respeto por el entorno" es cada vez mayor, por lo que la mentalidad de muchos agricultores está cambiando. "Yo ya no vuelvo a los cultivos convencionales", ratifica Ballesteros desde su campo de girasoles."              (El País, 10/10/16)

16/6/16

Océanos de plástico... en 2050 habrá más cantidad de plásticos que de peces

 
"1. Un desafío global

Durante siete meses, la expedición española Malaspina recorrió los océanos de todo el mundo con dos barcos. Entre 2010 y 2011 trazó una línea de Cádiz a Río de Janeiro, de Ciudad del Cabo a Perth, de Honolulú a Cartagena de Indias y de nuevo al puerto gaditano.

 Ese viaje científico alrededor del planeta buscaba estudiar el impacto del cambio climático en la vida marina. Se extraían muestras tomadas a diferentes profundidades, que podían llegar hasta los 4.000 metros. El investigador Andrés Cózar, que seguía el trabajo de los barcos desde tierra, empezó a darse cuenta de algo inesperado.

 Al procesar las muestras en el laboratorio, veía que ahí, flotando junto a los más variados microorganismos, había plástico. Aparecía en todas las mediciones, también en las que se hicieron a miles de kilómetros de la costa. Tropezó con el plástico en todas partes, incluso en medio de ninguna parte.

Dos años después, en 2013, Cózar y un equipo de científicos dibujaron el primer mapa global de la contaminación por plástico en superficie. Primero señalaron cinco grandes zonas de acumulación, en los llamados giros subtropicales.

 Como descomunales remolinos, “funcionan igual que cintas transportadoras del plástico que van lamiendo de los continentes”, explica Cózar, de 40 años, en su pequeño despacho del Campus del Mar de la Universidad de Cádiz. Luego añadieron el Mediterráneo, ahora analizan el mar Rojo y el Ártico, y desde entonces esa geografía sucia y flotante se ha hecho algo más nítida. 

Han bastado unas décadas de uso masivo del plástico para generar un problema de contaminación marina que ahora la ciencia trata de abordar. Todavía hay muchas incógnitas, pero algunas estimaciones ayudan a ir viendo el contorno del desastre. En 2050 habrá en el océano más toneladas de plástico que de peces, según una proyección de la Fundación Ellen MacArthur, que promueve una economía que convierta los residuos en recursos. 

Cada año entran al mar unos ocho millones de toneladas. China, Indonesia y Filipinas encabezan la clasificación de los países que más cantidad arrojan, según un estudio publicado en Science en 2015, y los 20 primeros –todos en Asia y África, excepto Estados Unidos y Brasil– son responsables del 83% del plástico mal gestionado que puede acabar en el mar. 

Las investigaciones se han multiplicado en todo el mundo en los últimos seis años. La alerta ha llegado a los ciudadanos, a los negocios y a algunos Gobiernos. Mientras, el mar va dejando pruebas en la playa. Del tamaño, por ejemplo, de 13 cachalotes muertos a principios de año en la costa alemana; aunque no los mató, tenían la barriga llena de plástico. 

O en el tubo de muestras de laboratorio, donde adopta una forma menos amenazante pero más problemática: el enemigo son trocitos de colores como granos de arroz. Esos microplásticos eran antes botellas, tapones, redes, cualquier cosa, y se han ido fragmentando hasta hacerse tan pequeños que son muy difíciles de eliminar y fáciles de tragar. 

“Los científicos estamos desconcertados respecto a los efectos de la amenaza de los microplásticos. Pueden ingerirlos animales muy pequeños o grandes depredadores. Incluso los humanos. Contienen un cóctel de contaminantes cuyo impacto es difícil de evaluar”, afirma Cózar. Hay algo todavía más pequeño e inquietante, un residuo plástico que se mide en micras y que puede ser “ingerido y asimilado, incorporado al tejido del organismo”, explica.

Los giros subtropicales donde se acumu­la el plástico se imaginaban hace unos años como gigantescas islas compactas y flotantes. Es un mito, pero sirvió para llamar la atención sobre un problema global y complejo del que cada vez más ciudadanos son conscientes. Ese interés explica que, en solo 100 días, un chico holandés de 21 años, ­Boyan Slat, lograra que 38.000 personas de 160 países donaran, en conjunto, dos millones de euros para financiar lo que él llama “la mayor limpieza del océano de la historia”. 

Su plan consiste en extraer en 10 años casi la mitad del plástico del giro del Pacífico Norte. Para eso ha diseñado un conjunto de barreras flotantes de 100 kilómetros capaces de acumular el residuo sirviéndose de la propia corriente oceánica. La ONU le ha concedido su principal premio medioambiental; en enero presentó su idea en el Foro de Davos y este mes lanzará al mar del Norte el primer prototipo –a escala, tendrá solo 100 metros– para ver si funciona. 

 “Cuando tenía 16 años, fui a bucear a Grecia y me crucé con más bolsas de plástico que peces”, cuenta Slat por teléfono. “Empecé a pensar en cómo se podía limpiar. El mar es gigantesco, así que se tardarían miles de años y millones de dólares en recogerlo. Por eso se me ocurrió la idea de usar el movimiento del océano para que el plástico se concentre en un punto”, explica.

 Slat es un tipo ocupado. Él y la empresa que fundó a los 19 años, The Ocean Cleanup (la limpieza del océano), suscitan gran expectación. Un equipo de 38 ingenieros, oceanógrafos y científicos trabaja en Delft, en Holanda, junto a un centenar de voluntarios. El año pasado publicaron un estudio de viabilidad e hicieron una expedición con 30 barcos por el giro del Pacífico Norte.

 “La de antes me parece otra vida”, cuenta Slat, que pasa mucho tiempo con grandes inversores, tratando de convencerlos de que pongan dinero en esto. “Ahora dedico bastante tiempo al desarrollo tecnológico del proyecto. Soy un inventor, pero también tengo que prestar atención a conseguir dinero”. Hace unos tres viajes de media al mes. Los nombres y las cantidades que aportan los inversores con los que se reúne son secretos.

El plan de Slat ha contribuido a colocar la contaminación marina por plástico en la agenda de los medios de comunicación, las grandes multinacionales y un puñado de países. Pese al entusiasmo que genera, varios activistas y científicos creen que, más allá de ayudar a concienciar –algo que le alaban–, todo esto es poco eficaz y caro.

 “Existe el riesgo de que con ese sistema atrape a numerosos invertebrados que flotan a la deriva. Además, el océano es demasiado vasto para limpiarlo y lo que encuentras muy lejos de la costa es microplástico mezclado con la vida marina”, cuenta por teléfono desde Los Ángeles Marcus Eriksen, quien lleva años estudiando el problema y dirige el instituto 5 Gyres. “El foco debería estar en tierra, hay que evitar que los microplásticos lleguen al mar”. 

Algo parecido piensa Nicholas Mallos, director del programa de basura marina de Ocean Conservacy, una organización de protección del mar con sede en Washington. “Durante 30 años, hemos organizado la mayor limpieza costera internacional. 

En esas zonas litorales es donde se concentra la vida marina y además actuamos sobre los lugares donde la basura plástica entra en el mar. Por ejemplo, vamos a las desembocaduras de los grandes ríos, donde hay muchos objetos de plástico antes de que puedan llegar al mar y dispersarse”, explica.

Slat no parece muy preocupado por esas críticas. “Nunca se puede tener la certeza de que todo irá bien, pero la historia está llena de ejemplos de problemas, inventos, de gente que dice que algo no se puede hacer… y luego se hace”, afirma. Lo consiga o no, la suya es una más de las medidas que están en marcha en todo el mundo, en una batalla que en la que cada cual parece estar luchando por su cuenta. 

Algunas, como la de Ocean Cleanup, son propuestas para el aquí y ahora y se centran en corregir una pequeña parte del problema. Otras plantean la necesidad de un cambio estructural; algo que trastoque la manera de consumir y de producir. Y eso, para empezar, necesita de voluntad política. 

La Comisión Europea presentó en diciembre un paquete de medidas para emprender la transición a la economía circular: un sistema en el que los productos se reutilizan, se reparan, se alquilan, se reciclan. En ese bucle, la basura no existe. Hay una estrategia específica para plásticos.

 “Buena parte de la contaminación marina es plástico, sobre todo envases. Solo se recicla alrededor del 25% de todos los residuos plásticos y casi el 50% todavía se entierra en vertederos en la Unión Europea. Es demasiado”, dijo el 20 de abril el comisario de Medio Ambiente, Karmenu Vella, en una conferencia en Bruselas.

En la Comunidad Valenciana, el Gobierno pretende probar un sistema de depósito, devolución y retorno de envases de bebidas. El proyecto, que sería el primero en España, prevé que el consumidor pague un depósito de 10 céntimos al comprar una lata, una botella de vidrio o de plástico, o un tetrabrik de zumo, cerveza, agua o refresco, y que se le reembolse cuando devuelva el envase. 

Lo puede hacer en un supermercado, en una gasolinera, en un bar… y también en uno distinto de aquel en el que lo compró. “No estamos inventando nada”, afirma Julià Álvaro, secretario autonómico de Medio Ambiente y Cambio Climático de la Generalitat Valenciana.

 “De pequeño, recuerdo que llevaba las botellas a la tienda. Esta economía de usar y tirar está caducando”. Álvaro explica que demasiados residuos están donde no deben: en la calle, en los parques y en las playas. Cada día se venden en la Comunidad siete millones de envases de bebidas. De ellos, asegura Álvaro, cinco millones no acaban en el contenedor adecuado y su destino final es un vertedero o directamente tirados en la naturaleza. Otros muchos terminan en el mar. Su departamento ha calculado que todo eso que no se aprovecha vale unos quince millones de euros al año. 

“Encaja con la idea de la economía circular porque queremos convertir cinco millones de envases que ahora mismo son residuos en recursos aprovechables”, argumenta. En verano está previsto que se redacte el borrador de la ley para implantar un sistema que funciona en varios países europeos, como Alemania, Suecia, Noruega o Dinamarca, y en algunos Estados de EE UU, como California o Nueva York. Ahora el destino de ese material recuperado sería el reciclaje, pero en una fase posterior se plantean incluso impulsar la reutilización.

La polémica que ha generado la propuesta da una idea de lo valioso de estos desechos. La iniciativa valenciana ha chocado con Ecoembes, la organización que gestiona el reciclaje y agrupa a la industria del envasado y la distribución. 

“Ese plan no tiene un objetivo ambiental”, dice una portavoz. “Apenas logra mejorar el reciclaje global, y la logística que necesita multiplica las emisiones de CO2. Es un sistema paralelo y una operación comercial encubierta”. 

Al otro lado del mundo, en Singapur, Javier G. Fernández trabaja en sacar del laboratorio y darle un uso industrial al que se considera uno de los materiales del futuro, el shrilk. Una alternativa biológica al plástico flexible y resistente. “La gran ventaja es que se degrada. Lo tiras en tu jardín y las plantas pueden crecer en ese lugar. No alteramos la molécula, lleva miles de años ahí”, cuenta por teléfono el científico de 34 años desde la Universidad de Tecnología y Diseño (SUDT) del país asiático.

Fernández dio con el shrilk hace cuatro años, cuando investigaba en el Wyss Institute de Harvard. Pasó, cuenta, encerrado 10 horas diarias durante tres meses en la Biblioteca de Zoología de la Universidad de Harvard. “Estudiaba el esqueleto externo de los artrópodos.

 Quería saber cómo está hecha una cáscara de gamba a nivel molecular, un ala, los caparazones de los mejillones”. Mezcló una sustancia presente en las cáscaras de las gambas, la quitina, con proteínas de la seda. Tomó esas moléculas sin alterarlas y las organizó del mismo modo en que lo haría la naturaleza. Ese fue su hallazgo.

El otro descubrimiento importante de su carrera ocurrió por accidente. Lo publicó el año pasado. “Fue todavía en Boston. Estábamos estudiando la estructura mucosa de los peces porque creíamos que podía tener quitina y queríamos saber dónde la producen”. Durante un par de meses, el laboratorio se impregnó del olor de pieles enteras de salmón, de carpa. 

Iban descartando las molécu­las que no interesaban para buscar las que sí. “Pero en ese proceso de filtrado había algunas que se comportaban como un ruido constante y difícil de eliminar. Decidimos averiguar qué era aquello tan estable y que no se degradaba. Era plástico”, cuenta Fernández, que, al igual que el investigador Cózar, advierte de que es una frontera para la ciencia. 

“No sabemos la magnitud del problema, no sabemos cuándo va a explotar y no sabemos los peligros que tenemos por delante”. 

Ahora Fernández trata de dar un salto de escala en Singapur. Pasar a la fabricación industrial. “Nuestra prioridad hoy es el empaquetado. Hemos hecho prototipos de pinzas de la ropa, cajas de huevos, vasos…”, explica. “El shrilk puede ser una alternativa al plástico en algunas aplicaciones, pero la solución al problema de la contaminación por plástico no es ni única ni mágica. 

Creo que no habrá un único gran sustituto del plástico: no podemos terminar produciendo gambas para hacer botellas, en el caso de que fuera el ­shrilk”, dice. “Hace falta implicar a la ciencia, a los políticos y a los ciudadanos”.

2. Pescar las botellas para hacer ropa

 Excepto un lingote de hachís, que vuelve de la red directo al mar como una patata caliente, toda la pesca es útil en el Playa del Moro, el barco arrastrero que ha zarpado a las 4.30 del puerto de Villajoyosa (Alicante). Entre redes y aparejos, los cinco pescadores que forman la tripulación han admitido un nuevo trasto a bordo: un cubo de basura azul que aguarda a babor para contener los zapatos, compresas, cristales y botellas de plástico que cada día se pescan junto a los salmonetes, pulpos, rapes, espardeñas, peces gato o pescadillas. Puntuales, llegarán 12 horas después a la lonja del puerto.

Mientras el pescado se subasta, el cubo de basura emprenderá un intrincado camino que convertirá gran parte del plástico pescado en prendas de ropa. Una aventura sostenible que lleva el sello de Ecoalf, la empresa española que desde 2009 ha logrado convertirse en una marca puntera en ropa reciclada y que desde el pasado septiembre está embarcada en un ambicioso proyecto de fabricación textil a partir de la basura recogida en el fondo del mar. 

El Playa del Moro es de los pocos barcos de Villajoyosa (salen unos 25 cada madrugada) que tenían por costumbre no devolver la basura al mar y por eso fue de los primeros en apuntarse a la iniciativa de Javier Goyeneche, presidente y director creativo de Ecoalf. En el bar del puerto, a Goyeneche, de 45 años, le conocen como “el de los plásticos”. 

“Buen chaval este Javier”, dice el capitán, Jerónimo Sellés, sobre el creador de una marca cuyo mensaje sostenible seduce a diseñadoras como Sybilla y luce el público más variado: desde las puntillosas editoras de moda hasta el miembro de Podemos Íñigo Errejón o el actor estadounidense Richard Gere.

En pocos meses, lo que nació como una idea algo peregrina dado el mal estado de la basura marina se ha consolidado como un proyecto de futuro que, bajo el nombre de Upcycling the Oceans, pretende tener un efecto dominó. Solo en el Mediterráneo, destaca Goyeneche, se pudren más de tres millones de toneladas de basura, de los cuales la mitad es plástico.

 Una botella de PET (el tereftalato de poliestireno con el que Ecoalf fabrica muchos de sus tejidos) tarda alrededor de 400 años en degradarse. De momento, los datos son optimistas, y desde septiembre se han recogido 34 toneladas de basura y se han fabricado 13.000 metros de tejido. Además, según pasan las semanas, aumentan los barcos que se apuntan al proyecto de forma altruista. “Si se llega a pagar, lo suyo sería hacerlo a las cofradías”, apunta Goyeneche. 

Para los arrastreros, se trata también de una sutil operación de lavado de cara de un oficio perseguido por los movimientos ecologistas, que consideran que su forma de pesca ejemplifica el dicho popular de matar moscas a cañonazos, una práctica que destroza el hábitat cada vez que remueven con sus redes (unas tres veces por jornada de trabajo) el fondo marino. 

Ante las críticas, los pescadores tienen su particular filosofía. Con las botas cubiertas de agua y de fango en el puente de su barco, Sellés lo resume así: “Dicen que los arrastreros nos cargamos la posidonia [planta endémica del Mediterráneo], pero cuando mi abuelo pescaba ya no existía. Esto es como cuando se remueve la tierra del campo, saca los minerales para que se los coman los peces. No es malo.

 En la tierra se cargan los pinos y nadie dice nada. Bien no lo hacemos ninguno”. Dicho esto, los arrastreros parecen tener los días contados. En el Playa del Moro, una embarcación con ese aire desvencijado y rudo del barco de la película Tiburón, la tripulación lamenta la muerte de su oficio: “Hoy los jóvenes no quieren saber nada de esta vida, es demasiado dura. Todo el día en el mar para luego llegar a casa y solo poder dormir del cansancio”.

Ecoalf ha tenido la complicidad de Nacho Llorca, presidente provincial de cofradías, que vio en la iniciativa una forma de cambiar la imagen de los pesqueros. “La basura que recogemos llega en su mayoría de los cauces de los ríos, arrastrada por la lluvia al mar.

 Nos alegramos de contribuir a limpiar el fondo marino”.
Actualmente, 160 barcos de arrastre de la costa de Levante sacan entre cuatro y seis kilos de desechos por barco al día. Aproximadamente el 60% es plástico y el 18% de botellas PET, esas de las que bebemos el agua o los refrescos.

 La basura que llega del mar, y que ya en tierra se deposita en tres cubos metálicos enormes, seguirá un proceso de selección para que se pueda fabricar la materia prima de escama y granza que acaba en hilo y tejido. “Parte de la complejidad del proyecto está en la baja calidad de los residuos que sacan los pescadores; el sol, la sal y el agua convierten en inútil para reciclaje mucha de la basura”, explica Goyeneche.

En sus etiquetas, Ecoalf presume del carácter sostenible de sus prendas (“esta chaqueta se ha fabricado con 40 ­botellas de plástico”, reza una de mujer) y del origen de sus tejidos, ya sea de redes de peces, botellas o neumáticos de Corea, Taiwán y Portugal. El círculo perfecto de la sostenibilidad se podrá cerrar el día que estas prendas recicladas se puedan a su vez reutilizar para obtener nuevos tejidos, algo que ya se está investigando en otros países.

De la costa de Valencia, donde se selecciona el plástico útil para convertirlo en bolitas de plástico, se traslada a ANTEX, una fábrica en Anglés (Girona) encargada de procesar el polímero para generar el filamento de los hilos que viajarán a la última parada, en Santander, donde se confecciona el tejido.

 “Desde nuestra fábrica [en Cabezón de la Sal] vemos los prados verdes, y quizá ese paisaje nos ha hecho tomar conciencia”, dice Juan Pares, presidente de Textil Santanderina. Explica que cada vez hay más marcas, incluidas Inditex o H&M, preocupadas con estos asuntos, pero pocas coherentes al 100%.

Quizá la aventura de limpiar el fondo del mar con unos cuantos barcos pesqueros sea una quimera similar a barrer el desierto con una escoba, pero resulta conmovedor ver a un viejo pescador, curtido por el sol, el agua y la sal, arrastrar un cubo de basura con ese orgullo que los hombres rudos le imprimen a todo y sentenciar orgulloso: “Si nosotros no hacemos esto, no lo hace nadie”.            (Silvia BlancoElsa Fernández-Santos , El País, 13/06/16)

11/1/16

Los pequeños campesinos, casi todos pobres, generan 80 por ciento de los alimentos del planeta.

"En su informe sobre pequeños agricultores y el desarrollo sustentable de productos básicos, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) señaló a los campesinos o pequeños productores agrícolas como principales contribuyentes de la seguridad alimentaria en el mundo, así como fundamentales para el logro de la sustentabilidad social y ambiental. 

En contraste con estas contribuciones, el informe reporta que los campesinos concentran apenas 12 por ciento de todas las tierras agrícolas, a la vez que representan a 70 por ciento de las personas en pobreza extrema de los países en desarrollo. Aun así, los pequeños productores agrícolas generan 80 por ciento de los alimentos del planeta.

La estrecha correlación existente entre los pequeños productores rurales y la pobreza –como se documenta en el informe del referido órgano de la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU)– está a su vez vinculada con el hecho de que los estados nacionales realizan una inversión de recursos públicos muy inferior a lo que ameritarían las cifras mencionadas. 

Se asiste, pues, a una de las múltiples paradojas que convergen en el modelo económico vigente: mientras los campesinos y campesinas del mundo constituyen, por su labor, un factor invaluable de gobernabilidad, los gobiernos, al excluir a ese sector de las políticas económicas aplicadas, juegan como agentes de la desestabilización social.

A los efectos económicos, sociales y políticos del abandono deliberado de los entornos rurales se suman los medioambientales. Debe tomarse en cuenta que pese a la responsabilidad ambiental desplegada en sus prácticas, los campesinos se encuentran particularmente expuestos a las amenazas del cambio climático, factor que complica su panorama económico.

En suma, el informe de la ONU confirma lo que desde hace años han venido sosteniendo organizaciones campesinas, ecologistas y de oposición a los organismos genéticamente modificados: la preservación del medio ambiente y la soberanía alimentaria requieren del apoyo a los pequeños productores y no de la concentración de tierras y patentes exclusivas en manos de un puñado de trasnacionales. Es decir, la política económica vigente promueve acciones que van a contrapelo de las necesidades actuales.

En este sentido, la desfavorable asimetría existente entre el porcentaje de tierra controlada por grandes productores y su aporte minoritario a la producción mundial de alimentos parece dar también la razón a quienes denuncian que el propósito de la agroindustria no es la producción de alimentos, sino de ganancias.

Lo cierto es que el informe de la UNCTAD obliga a plantear la reorientación radical del modelo productivo imperante en el campo, pues ahora queda claro que incentivar la agricultura nacional es lo correcto en términos de seguridad alimentaria e impacto ambiental a mediano y largo plazos, incluso si desde una perspectiva meramente económica estos programas resultan onerosos en lo inmediato.

Es tiempo de que los estados respalden a los pequeños productores mediante políticas coherentes con el doble objetivo de la seguridad alimentaria y la responsabilidad ambiental, ya que únicamente asumiendo los costos de una reorientación en los paradigmas productivos podrá terminarse con la inaceptable situación actual."              (Editorial de La Jornada ,  en Attac España, 30/12/15)

11/12/15

Fabricantes de plaguicidas gastan millones para ocultar desaparición de abejas

"Dos neonicotinoides ampliamente usados en la fabricación de pesticidas ​​parecen perjudicar seriamente las colonias de abejas, según un estudio de la Escuela de Salud Pública de Harvard. 

En abril de 2015, la revista Science publicó dos estudios adicionales que corroboran los hallazgos de Harvard sobre neonicotinoides utilizados en tratamientos de semillas para más de 140 cultivos. 

Estos pesticidas sistémicos fabricados por Bayer, Syngenta y Monsanto se absorben a través de las raíces y las hojas y se distribuyen a través de toda la planta, incluyendo su polen y néctar.

Para los polinizadores, la exposición de bajo nivel puede conducir a efectos subletales, como alteración del aprendizaje, deficiencia en la búsqueda de alimentos e inmunosupresión; la exposición a niveles superiores puede ser mortal.

En respuesta a la evidencia científica de este tipo, las tres principales empresas productoras de pesticidas –Bayer, Syngenta y neonicotinoides Monsanto– participan en campañas masivas de relaciones públicas, efectuadas a un costo superior a 100 millones de dólares y empleando tácticas similares a las utilizadas durante décadas por las grandes tabacaleras para negar los efectos perniciosos en salud pública.

Como informara Michele Simon en un estudio en Friends of the Earth, estas tácticas incluyen la creación de distracciones para culpar a cualquier cosa, menos a los plaguicidas, de los colapsos documentados de las poblaciones de abejas, incluyendo, por ejemplo, acusar a los agricultores por supuesto mal uso de los pesticidas. Estas empresas también atacan a los científicos y periodistas para desacreditar sus conclusiones. 

Al mismo tiempo, Bayer, Syngenta y Monsanto intentan comprar credibilidad mediante el cultivo de alianzas y asociaciones estratégicas con agricultores, apicultores y organizaciones agrícolas con la esperanza de representarse a sí mismos como “amigos de las abejas”. 

Así, por ejemplo, Monsanto anunció la formación de un Consejo Asesor de la Abeja de Miel, una alianza estratégica de ejecutivos de Monsanto y otros. La Asociación Británica de Apicultores recibió un importante financiamiento de Bayer, Syngenta y de otras empresas de plaguicidas. A cambio, se aprobaron los insecticidas como “amistosos con la abeja”.

Como reportó Rebeca Wilce para PR Watch, “en lugar de tomar acción sobre un problema que amenaza a la producción de alimentos en todo el mundo, las empresas de plaguicidas han tomado una página del manual de jugadas de la industria del tabaco para aumentar de manera gradual los esfuerzos por sembrar dudas sobre la magnitud del problema y sobre su propio papel potencial en la crisis”. 

Por el contrario, señaló Wilce, la Unión Europea puso en marcha una prohibición de dos años para el uso de los tres neonicotinoides más comunes, imidacloprid, clotianidina y tiametoxam.

Escribiendo para Wired, en junio de 2014 Brandon Keim informó sobre otro estudio de Friends of the Earth que muestra a los centros de jardinería de grandes tiendas de América del Norte, incluyendo Home Depot, Lowe y Walmart, vendiendo plantas con propaganda de ostensiblemente amigables con las abejas, pero que realmente contienen altos niveles de neonicotinoides. 

El estudio encontró que treinta y seis de setenta y una (51 por ciento) muestras de plantas de jardín compradas en los principales minoristas de jardín de dieciocho ciudades de EEUU y Canadá contenían pesticidas neonicotinoides.

 El cuarenta por ciento de las muestras positivas contenía dos o más tipos de neonicotinoides. “Desafortunadamente”, escribieron los autores del informe, “los jardineros de hogar no tienen idea de que en realidad pueden estar envenenando a los polinizadores a través de sus esfuerzos para plantar jardines amistosos con las abejas”.

Aunque los principales medios de noticias, por ejemplo, el New York Times, el Washington Post y la National Public Radio ofrecieron dos informes de portada con impronta Nature sobre los efectos negativos de los neonicotinoides en las abejas, pero no informaron de las campañas de relaciones públicas de Bayer, Syngenta y Monsanto que tienen por objeto socavar las conclusiones de los estudios científicos y desviar la culpa de los pesticidas. 

Del mismo modo, esos medio de prensa cubrieron el anuncio de Lowes de que ya no venderá más los productos que contengan neonicotinoides, pero no informaron que las plantas “amistosas con las abejas” vendidas por centros de jardinería para el hogar a través de EEUU en realidad pueden estar engañando a los clientes bien intencionados y exponiendo a los polinizadores a los neonicotinoides en sus propios huertos familiares."                (Ernesto Carmona , Attac Madrid, 25/11/15)