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5/4/19

Eduardo Garzón replica a Michael Roberts sobre el modelo macro de la Teoría Monetaria Moderna

"Hace unos días el economista marxista Michael Roberts, aprovechando que en Estados Unidos últimamente se está hablando mucho de Teoría Monetaria Moderna (MMT por sus siglas en inglés), escribió un artículo crítico con dicho enfoque que fue traducido al castellano y publicado aquí

Concretamente, se centró en el modelo macroeconómico utilizado por los defensores de la MMT, cuestionando de raíz algunos de los planteamientos que dan base al mismo. 

Escribo este artículo para responder a dicha crítica: por un lado explico por qué considero que uno de los planteamientos teóricos de la MMT cuestionados (la relación de causalidad establecida entre beneficios e inversión) es más realista que el que utiliza la visión marxista para el mismo asunto, y por otro lado corrijo lo que sin duda es una malinterpretación de la MMT por parte del autor (concretamente, sobre la forma de financiar el déficit público).

Roberts comienza recuperando una cita de James Tobin para señalar que las identidades contables son muy útiles pero peligrosas al no decir nada de la causalidad que hay entre sus variables. Así es: saber con certeza que la inversión, por ejemplo, es igual a los beneficios no es suficiente para identificar si la primera provoca los segundos o si es al revés.

 Esto es algo ampliamente reconocido por los propulsores de la MMT, acostumbrados a usar las identidades contables de Wynne Godley y Francis Cripps (1974), quienes siempre alertaron de que la causalidad era algo que no venía incorporado en dichas identidades. Por eso los defensores de la MMT desarrollaron un marco teórico que da sentido causal a dichas identidades. Randall Wray (2015) explica en su manual de MMT de forma bastante precisa por qué la causalidad va desde el gasto a los ingresos, desde la inversión a los beneficios, y desde el déficit al superávit.

Recuperemos dicha explicación partiendo de la identidad contable:
Gastos = Ingresos

Toda compraventa envuelve necesariamente a dos partes: la vendedora y la compradora. La compradora gasta y la vendedora ingresa. El gasto del comprador es siempre necesariamente igual al ingreso del vendedor; no puede ser de otra forma. Si yo le compro al frutero una manzana por valor de 1 euro, yo estaré gastando 1 euro y el frutero estará ingresando 1 euro. Lo que una parte gasta lo ingresa la otra, porque el dinero no desaparece ni su cantidad se altera en la transacción. No hay otra posibilidad. Hasta aquí la presentación de la identidad, sin ningún comentario sobre la causalidad, que viene ahora.

Aunque se necesiten dos partes para llevar a cabo una transacción, alguna de las dos la debe iniciar y permitir que tenga lugar la compraventa. Y esa parte es siempre la que gasta, y no la que ingresa. La que ingresa no puede lograr por su cuenta ganar dinero con una venta porque necesita que alguien comience el proceso. En cambio, la parte que gasta sí puede decidir por su cuenta si va a gastar dinero o no con la compra, porque incluso aunque no tenga suficiente dinero puede endeudarse (o crear dinero, que es un tipo de deuda) y luego comprar el producto.

Y el endeudamiento, aunque en puridad se produce con respecto a otro agente económico que debe aceptar ese compromiso, normalmente será posible porque supondrá un ingreso futuro para ese acreedor, un negocio, y sólo en casos excepcionales (cuando el deudor no goza de credibilidad para cumplir su palabra) el endeudamiento no tendrá lugar. Por lo tanto, si el comprador no quiere gastar, no lo hará; y si quiere gastar, lo hará (salvo en la excepción mencionada). 

Es decir, el comprador puede normalmente elegir por su cuenta si va a gastar o no. Sin embargo, con el vendedor no ocurre lo mismo: si el vendedor no quiere ingresar dinero, no lo hará; pero si quiere ingresar dinero necesitará a un comprador que desee gastar. El vendedor no puede decidir por su cuenta si va a ingresar dinero o no. En otras palabras, el que gasta es quien tiene la llave de la compraventa.

Este razonamiento se puede extrapolar al caso de los beneficios y la inversión, y al caso de los saldos. Si suponemos dos agentes económicos, el superávit de uno de ellos es igual al déficit del otro. Nadie puede ahorrar si no hay al otro lado alguien que “desahorre”. En cambio, para “desahorrar” no hace falta que haya alguien queriendo ahorrar, basta –en el peor de los casos– con endeudarse o crear dinero, lo cual es siempre posible en condiciones normales. 

En consecuencia, el que “desahorra” es quien tiene la llave del saldo. Pues bien, cuando aplicamos la identidad de los saldos a los sectores público y privado, descubrimos que el sector privado no puede “desahorrar” indefinidamente porque utiliza una moneda que no crea (y su utilizara la que crea, no tendría forma de imponer su utilización); en cambio, el sector público sí puede hacerlo porque emite la moneda que utiliza y además impone por la fuerza su uso. 

Esto es lo que nos viene a decir la MMT: los déficits producen los superávits, pero —como bien nos mostró Himan Minsky (1986)— los primeros no pueden ser eternos en el caso del sector privado; sin embargo, sí pueden serlo en el caso del sector público, que no sólo emite la moneda que se utiliza generalmente sino que además tiene la autoridad para lograr que se utilice (a través, fundamentalmente, de los impuestos). De ahí que el “motor” de la actividad económica sea el déficit público, no el privado.

¿Por qué Michael Roberts entiende la causalidad a la inversa? Porque utiliza un concepto de dinero-mercancía (como la mayoría de marxistas) en vez de un enfoque de dinero-deuda. Él cree que el dinero no puede aparecer antes de la producción, sino que de alguna forma representa la cantidad de bienes y servicios que se han creado (concretamente, gracias a la fuerza de trabajo).

 Acorde a esta visión, nadie podría estar utilizando dinero a no ser que se hubiera originado antes gracias a un proceso productivo. En consecuencia, la llave de la actividad económica recaería en la oferta, no en la demanda. En este párrafo lo explica claramente: 

La visión marxista es que la “demanda efectiva” (incluyendo los déficits públicos) no puede preceder a la producción. Siempre hay demanda en la sociedad para las necesidades humanas. Pero sólo puede ser satisfecha cuando los seres humanos trabajan para producir cosas y servicios a partir de la naturaleza. La producción precede a la demanda en ese sentido y el tiempo trabajado determina el valor de esa producción. Los beneficios son el resultado de la explotación del trabajo y esos beneficios son invertidos o consumidos por los capitalistas. Por lo tanto, la demanda sólo es 'efectiva' gracias a los ingresos que se han creado, y no viceversa.

Pero basta concebir el dinero como una deuda y no como una mercancía para darse cuenta de que lo anterior no es cierto. El dinero es un compromiso de pago futuro y, como tal, puede crearse “de la nada”; no hay que esperar a que alguien produzca algo para que se origine ese dinero. Si te endeudas—y la contraparte confía en que cumplirás tu palabra—, podrás adquirir bienes y servicios sin necesidad de haber obtenido ingresos anteriormente. 

Los productores fabrican cosas cuando ven que las pueden vender, y para venderlas no hace falta que el comprador haya obtenido dinero en el pasado. La demanda efectiva, por tanto, no nace de la oferta, sino que nace de la nada y es la oferta la que trata de adaptarse a ella. La demanda efectiva no está limitada por ninguna cantidad de dinero, porque éste puede ser ilimitado (porque es una deuda, no una mercancía).

Escribe Roberts al final de su artículo: 

La pregunta más importante, sin embargo, es ¿qué impulsa una economía capitalista? Es la rentabilidad de la inversión capitalista lo que impulsa el crecimiento y el empleo, no el tamaño del déficit público.

Yo podría suscribir esa frase. La acumulación capitalista requiere de inversión privada; si los capitalistas no invierten es imposible hablar de crecimiento económico capitalista. Podríamos hablar de otro tipo de crecimiento, pero desde luego no de uno capitalista. Pero es que todo eso no se puede lograr sin déficits públicos, que es la única fuente sostenible de dinero que tiene una economía. 

Si la gente no tuviera en sus manos el dinero que crea el Estado (a través de los déficits públicos), ¿con qué iba a comprar los productos que venden los capitalistas? Alguien podría contestar a esto que lo podría hacer con dinero privado, bancario por ejemplo. 

Pero sólo un poco más arriba he expuesto la explicación de por qué el déficit de cualquier agente económico privado no es sostenible: no goza de la autoridad de obligar a la gente a usar el dinero que emite. Crear dinero es endeudarse, y el sector privado no puede endeudarse ilimitadamente porque en algún momento la gente se daría cuenta de que alguien está prometiendo un pago futuro que nunca llega, de forma que en algún momento dejaría de utilizar ese dinero por miedo y desconfianza. 

Esta constatación no es otra cosa que la teoría del crédito de Mitchell Innes (1913). En cambio, el sector público sí puede endeudarse ilimitadamente porque impone por la fuerza (con los impuestos) la utilización de su dinero. Ningún agente económico privado tiene el poder que tiene el sector público para forzar la utilización de su dinero. Esta es la teoría chartalista de Georg Friedrich Knapp (1924).

Por último, un breve apunte sobre lo que es una malinterpretación por parte de Roberts. En su artículo se puede leer lo siguiente: 

El endeudamiento podría hacerse mediante la emisión de bonos del gobierno (ortodoxia keynesiana) o mediante la 'impresión de dinero', es decir con el aumento de las reservas de efectivo en los bancos (MMT). La emisión de bonos pueden reducir la inversión privada para impulsar la inversión del Gobierno, pero el crédito creado estimularía la inversión total. La impresión del dinero (MMT) elevaría la inversión sin reducir la inversión privada (¡magia!).

Dejando al margen la falta de rigor e imprecisión (porque espero que no sea mala intención) al utilizar la palabra “imprimir” para hablar de creación de dinero cuando incluso los propios banqueros centrales reconocen que el dinero se crea en su inmensa mayoría a través de tecleos informáticos, es completamente falso que la MMT haga algún tipo de distinción entre financiar el déficit público con bonos o con nuevo dinero, y mucho menos que distinga los efectos de dichas formas de financiación sobre la inversión privada.

El enfoque de la MMT en este sentido es, por cierto, idéntico al de los adscritos a la visión del circuito monetario, con Augusto Graziani (1990) a la cabeza, que ya hace bastante tiempo pusieron encima de la mesa una comprensión absolutamente diferente sobre la financiación del déficit público (entre otras cosas). 

Para empezar, el déficit público no se financia; es más: no se puede financiar. Este registro no es más que el resultado entre a) la cantidad de dinero que inyecta el Estado en la economía a través del gasto, y b) la cantidad de dinero que retira de la economía a través de los impuestos. Para gastar no necesita disponer antes de nada, sino que le basta con acreditar las cuentas bancarias de los receptores de ese gasto. 


Para ingresar, lo único que tiene que hacer es debitar las cuentas bancarias de los contribuyentes. Como lo que el Estado debita es dinero que inyectó antes a través del gasto, el déficit público no es más que la cantidad de dinero que el Estado no retira de la economía a través de impuestos, ergo no tiene ningún tipo de sentido hablar de financiación del gasto. ¿Cómo se puede financiar algo que se contabiliza después de realizar el gasto?

¿A qué viene entonces eso de emitir bonos de deuda pública? Pues a que de alguna forma hay que evitar que los tipos de interés se hundan. Cada nuevo euro de déficit público es un nuevo euro de reservas bancarias. Los bancos las intentan colocar en inversiones financieras para darle rentabilidad, pero cuando tienen muchas no les queda más remedio que acordar tipos de interés más reducidos (cuando hay muchos vendedores la única forma de vender es bajando el precio). Es por la simple ley de la oferta y la demanda que el déficit público tiende a empujar a la baja los tipos de interés.

 Para evitar que eso ocurra, los Estados y sus bancos centrales pueden ofrecer más rentabilidad a las reservas bancarias (de esta forma, los bancos no intentarán deshacerse de ellas a un tipo de interés bajo) o pueden ofrecerle a los bancos un activo financiero en el que colocar las reservas bancarias a una rentabilidad decente.

 Ese activo financiero es la deuda pública. Los Estados con soberanía monetaria no necesitan vender bonos públicos para gastar; lo hacen para retirar reservas bancarias de la circulación y lograr así que los bancos no las intenten colocar a toda costa, con el hundimiento en el tipo de interés que eso conllevaría. La deuda pública es una herramienta para controlar los tipos de interés, no para financiar el gasto.

Por eso el impacto sobre la inversión —o sobre cualquier otra variable económica— es independiente de si el Estado emite bonos de deuda pública o si eleva la rentabilidad de las reservas bancarias. Por cierto, que si el Estado y su banco central no realizaran estos movimientos, los tipos de interés caerían, haciendo la inversión privada más barata. 

Por lo tanto, los déficits públicos en este caso no perjudicarían la inversión privada, sino que en todo caso la facilitarían. Roberts parece que sigue anclado en la concepción ortodoxa y errónea del impacto del déficit público sobre la inversión privada. El único caso en el que el déficit público podría perjudicar a la inversión privada –y esto es independiente de la forma de “financiar” el déficit público– sería cuando el sector público ha comprado tantas cosas en el mercado que ya no queda nada para los empresarios privados. 

 Esto, que sería posible, podría ser incluso positivo si la inversión pública se realizara acorde a criterios sociales y ecológicos, ya que estaría desplazando una inversión privada que siempre está sujeta a la rentabilidad privada y sólo tangencial y ocasionalmente a los criterios mencionados."               (Eduardo Garzón, El Salto, 22/03/19)

El artículo de Michael Roberts criticado por Garzón:

"
“Las identidades contables que equiparan el gasto agregado a la producción y ambos a los ingresos a precios de mercado son ineludibles, independientemente de la versión de la teoría economica keynesiana o clásicos que se defienda. Les digo a los estudiantes que el respeto a las identidades es el primer grano de sabiduría que distingue a los economistas de quienes se limitan a expiar la economía. ¿Lo segundo? ... Las identidades no dicen nada sobre la causalidad.” James Tobin (keynesiano de izquierda), 1997
“El dinero es, en última instancia, una creación del gobierno, pero eso no significa que sólo los déficits públicos determinen el nivel de la demanda en un momento dado. Las acciones y las creencias del sector privado también importan. Y eso a su vez significa que puede haber excedentes presupuestarios y exceso de demanda, al mismo tiempo, de la misma manera que puede haber déficit presupuestario y una demanda insuficiente”.   Jonathan Portes (keynesiano ortodoxo).

Los economistas (de la corriente “ortodoxa”, heterodoxa y de izquierda) siguen debatiendo, de manera cada vez más abstrusa, sobre la validez de la Teoría Monetaria Moderna (MMT) y su relevancia para la política económica. El debate entre izquierdistas subió otro peldaño con la publicación de la feroz crítica de Doug Henwood a la MMT en Jacobin (aquí).

 Randall Wray, uno de los  portavoces de la MMT respondió indignado al intento de demolición de Henwood (aquí). Y más tarde, desde el corazón de la MMT, Pavlina Tcherneva, directora del programa y profesora asociada de economía en el Bard College e investigadora asociada en el Instituto de Economía Levy respondió a Henwood en Jacobin.

Desde la ortodoxia keynesiana, Paul Krugman también participó en el debate, y le respondió Stephanie Kelton. Kelton es profesora de políticas públicas y economía en la Universidad de Stony Brook, Long Island, Nueva York. Fue la economista jefe de los Demócratas en el equipo técnico de la Comisión de Presupuesto del Senado de Estados Unidos y asesora económica de la campaña presidencial del senador Bernie Sanders en 2016.

A pesar de que el debate se está volviendo muy arcano e incluso desagradable, no es irrelevante, ya que muchos izquierdistas en el movimiento obrero han sido atraídos por la MMT como soporte teórico para oponerse a la 'austeridad' y para justificar un aumento importante del gasto público para conseguir el pleno empleo y más ingresos. 

En particular, el ala radical del Partido Demócrata en los EE.UU. ha echado mano de la MMT para apoyar su petición de un Nuevo Acuerdo Verde -con el argumento de que un mayor gasto gubernamental en medio ambiente, cambio climático y salud puede financiarse fácilmente con la emisión de dólares, en lugar de con más impuestos o más bonos del gobierno, lo que aumentaría la deuda pública.

No voy a intervenir en este debate sobre la MMT, entre otras cosas porque ya le he dedicado tres artículos antes, criticar la teoría y las políticas de la MMT desde un punto de vista marxista, con la finalidad de analizar si la MMT ofrece una vía para defender “las necesidades de la mayoría” (los trabajadores) frente a la minoría (los capitalistas). 

Y ese es para mí el objetivo último de este debate.
Todo lo que añadiría al actual debate entre keynesianos, post-keynesianos y partidarios de la MMT es que los defensores de la MMT discuten con los keynesianos ortodoxos sobre si el gasto público puede crear el dinero para financiarlo; o si son necesarios impuestos y endeudamiento para crear el dinero que financie el gasto público.

 Pero como lo resume la poskeynesiana Thomas Palley: “el gasto público y los impuestos se producen simultáneamente, así que la creación de dinero a través de déficits financiados monetariamente y la destrucción de dinero a través de impuestos también se producen simultáneamente. Tratar de determinar qué ocurre antes es un ejercicio inútil”.   El análisis marxista estaría de acuerdo.

En cambio, en esta nota quiero analizar el modelo macro de la MMT. En el debate en twitter que es viral (¡al menos entre economistas y activistas!), los críticos de la MMT han argumentado a veces que la MMT es sólo una serie de afirmaciones vagas, sin ningún modelo riguroso. Esto irritó a Kelton. Inmediatamente publicó un artículo escrito en 2011 por Scott Fullwiler, del Warburg College, otro portavoz de la MMT (quien también comentó recientemente una de mis entradas de mi blog). En este trabajo, Scott describe el modelo macro de la MMT con cierto detalle.

Básicamente, comienza con un modelo macro poskeynesiano Keynes / Kalecki de demanda agregada. Este modelo es simplemente una identidad. Hay dos formas de ver la economía, a través de los ingresos totales o mediante el gasto total y deben ser iguales uno y otro.
Por lo tanto, el Ingreso Nacional (IN) = Gasto Nacional (GN).

Siguiendo al 'keynesiano marxista' Michal Kalecki, podemos descomponerlo en:
(IN) beneficios + salarios = (GN) inversión + consumo. Ahora bien, hay dos clases de ingresos y dos tipos de gastos.

Si asumimos que todos los salarios se gastan, y todos los beneficios se ahorran, podemos eliminar salarios y consumo de la ecuación. Así que,

ganancias = inversión

En la versión de Scott de la MMT, escribe la misma identidad macro de manera diferente, con la inversión a la izquierda de la igualdad. Así.

inversión = ganancias

¿Por qué? Porque como veremos más adelante, toda la teoría poskeynesiana sostiene que es la inversión la que lleva a los beneficios, no al revés.

Pero Scott amplia las partes en el lado derecho para mirar a los flujos, de manera que los salarios que se ahorran se agregan a los beneficios para obtener ‘ahorro privado’ (suponiendo cierto ahorro de los hogares); y también añade el ahorro público (impuestos menos gastos) y el ahorro externo (importaciones netas o déficit en cuenta corriente).

Por lo tanto, los beneficios como una categoría separada desaparecen en el ahorro privado y obtenemos:

inversión = ahorro privado + (impuestos - gasto público) + (importaciones - exportaciones)

Scott también prescinde de la categoría independiente de ‘inversión’ y la convierte en ‘ahorro privado’ menos ‘inversión’ o el superávit del sector privado. Así que ahora tenemos los ahorros del sector privado (salarios ahorrados más ganancias menos inversión). Por lo tanto, continúa Scott:

superávit del sector privado = déficit público + saldo en cuenta corriente

O

excedente del sector privado - cuenta corriente = déficit público

Esta es la ecuación fundamental de la MMT. Argumenta que si el déficit público crece, suponiendo que el saldo de la cuenta corriente no cambia, el superávit del sector privado (salarios ahorrados + beneficios menos inversión) crece. La conclusión de la MMT (afirmación) es que el aumento del déficit público aumentará el superávit del sector privado. Y si excluimos los salarios ahorrados (la ecuación de la MMT no lo hace) y el saldo en cuenta corriente, entonces tenemos:

Ganancias netas (es decir, los beneficios después de la inversión) = déficit público

Y podemos concluir que los déficits públicos determinan las ganancias netas es decir, los beneficios menos la inversión.

En su papel, Scott presenta un gráfico de series temporales comparando los ahorros netos privados en EEUU (recuerde que esto incluye los ahorros netos de los hogares) con los déficits públicos y concluye que “se demuestra cómo se han acercado el superávit del sector privado y el déficit del sector público históricamente, lo que no es sorprendente, teniendo en cuenta que son casi los lados opuestos de una identidad contable”.

Pero entonces Scott dice: “Lo que observamos (en estos gráficos) es que el actual aumento de los déficit públicos son la creación del ahorro neto del sector privado”.  Pero ¿es esta la forma de interpretar la dirección causal de estas identidades macro? Los post-keynesianos estiman que la conexión causal es que la inversión genera beneficios o en la versión de la MMT que el déficit público crea beneficios netos (ahorro privado). Pero en mi opinión, la dirección causal de esta identidad es, en realidad, todo lo contrario, a saber, como en la teoría de Marx, que las ganancias crean inversión, porque los beneficios provienen de la explotación de la fuerza de trabajo.

Volvamos a la identidad básica de Kalecki, beneficios = inversión, con la inversión de nuevo en el lado derecho. La inversión (que desapareció en el modelo de Scott Fulwiller) se puede descomponer en inversión capitalista e inversión pública.

Ganancias = inversión capitalista + inversión pública

En la causalidad de Kalecki, el aumento de la inversión pública (mediante déficit, si se quiere) aumentará los beneficios (y para el caso, los salarios también a través de más empleo y mayores tasas de salarios - las identidades post-keynesianas solo se refieren al ahorro privado y (importante) no lo descomponen en salarios ahorrados y ganancias).

Por lo tanto, beneficios + salarios ahorrados = inversión privada + inversión pública
Pero ¿y si la causalidad de Kalecki es al revés?  ¿Qué pasa si los beneficios conducen a la inversión, no al revés. A continuación, la identidad sería:

Ganancias (porque los salarios se gastan) = inversión (que comprende la inversión capitalista y la inversión pública). Podemos ampliarlo para cubrir los flujos externos de forma que:
Beneficios domésticos + beneficios en el extranjero = inversión capitalista + inversión pública + inversión extranjera en el interior

Supongamos ahora que los beneficios, tanto nacionales como beneficios en el extranjero son fijos. ¿Qué sucederá si aumenta la inversión pública? La inversión privada caerá a menos que se dispare la inversión extranjera en el interior.

¿Cómo puede la inversión pública / gasto público aumentar sin que caiga la inversión privada (¿capitalista?) (¿siendo desplazada?) Mediante la ejecución de los déficits públicos, dicen los post-keynesianos (y la MMT). El endeudamiento podría hacerse mediante la emisión de bonos del gobierno (ortodoxia keynesiana) o mediante la 'impresión de dinero', es decir con el aumento de las reservas de efectivo en los bancos (MMT). 

La emisión de bonos pueden reducir la inversión privada para impulsar la inversión del Gobierno, pero el crédito creado estimularía la inversión total. La impresión del dinero (MMT) elevaría la inversión sin reducir la inversión privada (¡magia!). MMT/ keynesianos dirán que si inversión pública no es financiada mediante impuestos sobre los beneficios nacionales, sino mediante préstamos con bonos o la impresión de dinero, entonces no afectará a los beneficios.  Para los marxistas se trata de  inversión 'ficticia' que debe ofrecer una mayor rentabilidad en algún momento. 

Todo esto se debe a que las identidades no revelan la causalidad y la causalidad es lo que importa. Para los keynesianos, es el lado derecho de la ecuación (la inversión) lo que causa el lado izquierdo (los beneficios); es decir, que son la inversión capitalista y el consumo los que generan ganancias. Para los partidarios de la MMT, es una variante de lo mismo, pero neta: la inversión neta pública / gasto (déficit después de impuestos) causa el ahorro privado neto (beneficios y salarios ahorrados después de la inversión).

Pero en el mundo real de la producción capitalista, esto sucede al revés. Los beneficios conducen a la inversión y no al revés; y el ahorro privado neto permite déficits públicos y no viceversa. Los gráficos ofrecidos por Scott en su papel sobre las series temporales de los déficits y excedentes netos privados pueden ser interpretados sólo con esa causalidad. Lo que me dice el primer gráfico no es “que el actual aumento de los déficit públicos crea ahorro neto para el sector privado” (Fullwiler), sino todo lo contrario: los ahorros netos más altos (ganancias tras inversión) producirán un déficit público superior o menor superávit.

 En otras palabras, cuando los capitalistas acumulan / ahorran y no invierten, particularmente en las recesiones, los déficits públicos aumentan (a través de menores ingresos fiscales y mayores beneficios de desempleo). Y los gráficos de Scott muestran que los déficits públicos de Estados Unidos alcanzan picos en todas las recesiones posteriores de pos guerra en Estados Unidos y están en su punto más bajo en tiempos de bonanza.

De hecho, si hago las correlaciones entre el balance público y el ahorro privado neto, en efecto, hay una muy pequeña relación inversa de 0,07; en otras palabras, se correlacionan (debilmente) un mayor déficit público con un excedente neto de ahorro privado. Pero si hago la correlación entre el saldo público y el crecimiento del PIB, existe una correlación positiva pequeña.

 En otras palabras, más superávit público / menos déficit se alinea con un crecimiento mayor del PIB, lo contrario de la causalidad de Keynes / Kalecki, lo que sugiere que se trata de crecimiento que conduce a equilibrios fiscales del gobierno, y no viceversa (véase la cita Portes al comienzo).

Toda causalidad también se modifica por la cuenta externa. El segundo gráfico de Scott que incluye la cuenta corriente muestra que un persistente déficit en cuenta corriente (flujos externos netos) a partir de la década de 1980 ayudó a financiar los déficit públicos, a pesar de que el superávit del sector privado desapareció en la década del 2000. Así que el argumento principal de la causalidad de la MMT se complica aún más con los ingresos del extranjero.

Sólo podemos realmente entender mejor las conexiones causales si aislamos la inversión y también la rentabilidad. Así, contrariamente a la visión keynesiana / poskeynesiana / MMT, la visión marxista es que la “demanda efectiva” (incluyendo los déficits públicos) no puede preceder a la producción. Siempre hay demanda en la sociedad para las necesidades humanas. 

Pero sólo puede ser satisfecha cuando los seres humanos trabajan para producir cosas y servicios a partir de la naturaleza. La producción precede a la demanda en ese sentido y el tiempo trabajado determina el valor de esa producción. Los beneficios son el resultado de la explotación del trabajo y esos beneficios son invertidos o consumidos por los capitalistas. Por lo tanto, la demanda sólo es 'efectiva' gracias a los ingresos que se han creado, y no viceversa.

Debido a que los keynesianos / post-keynesianos no tienen una teoría del valor, que reconocen esto y leen su propia identidad al revés. Desde un punto de vista marxista, las ganancias son la variable causal. Así que si las ganancias caen, o bien de inversión, o la acumulación capitalista o el déficit público deben caer, o los tres.

¿Cuál es la prueba de que los beneficios determinan la inversión y los déficits públicos y no al revés, como los keynesianos argumentan? He proporcionado abrumador apoyo empírico a la dirección causal marxista. Ver mi artículo aquí que recopila toda la investigación empírica convincente (incluyendo la mía) en apoyo de la visión marxista de que, en una economía capitalista, los beneficios determinan la inversión, que a su vez impulsa el crecimiento del PIB y el empleo, mientras que el déficit público tiene poca influencia.

Si la dirección de la causalidad de Keynes / Kalecki es correcta, entonces todo lo que tendríamos que hacer para mantener una economía capitalista creciendo sería aumentar el déficit presupuestario del gobierno. Si los partidarios de la MMT tienen razón, todo lo que se necesita para lograr el pleno empleo permanente serían déficits públicos permanentes (sujetos a una posible restricción inflacionista). 

En lo que los keynesianos ortodoxos y los partidarios de la MMT están en desacuerdo es si estos déficits (del gasto público superior a la recaudación fiscal) pueden y deben ser financiados mediante la emisión de bonos del gobierno que los bancos compren o a través de la impresión de dinero por el Banco Central.

La pregunta más importante, sin embargo, es ¿qué impulsa una economía capitalista?. Es la rentabilidad de la inversión capitalista lo que impulsa el crecimiento y el empleo, no el tamaño del déficit público. Los modelos macro Keynes / Kalecki / MMT se esconden detrás de identidades y las convierten en causas. Pero las identidades “no dicen nada acerca de la causalidad” (Tobin). Son los beneficios, no el gasto público, lo esencial."

(Michael Roberts es un reconocido economista marxista británico, que ha trabajador 30 años en la City londinense como analista económico, The next recession, traducido en Sin Permiso, 07/03/19)

5/10/17

¿Cuáles serían los puntos más importantes de la Teoría Monetaria Moderna (TMM)?

"(...) El Levy Economics Institute representa uno de los centros académicos que con mayor rigor ha descrito la crisis económica mundial y su concreción en la Eurozona. Esto le ha llevado a acertar en sus predicciones económicas y a ir tomando mayor peso tanto académico como político y en los medios de comunicación. 

Desde el Levy se ha desarrollado también la llamada Teoría Monetaria Moderna, un penetrante conjunto de hipótesis científicas que viene a sostener, entre otras cosas, que la soberanía monetaria de un Estado le permite poder aumentar el gasto público e incurrir en déficit casi tanto como se esté dispuesto a hacer políticamente, ya que como emisor de moneda, nunca podrá quedarse sin ella.

 Uno de loss máximos exponentes –y creador en buena medida de este enfoque— es el profesor Randall Wray, antiguo discípulo de Hymann Minsky con el que coincidimos en Atenas y que amablemente nos concedió su tiempo para la entrevista que sigue, realizada para Sinpermiso por nuestros colaboradores, los jóvenes economistas Laura De La Villa y Ayoze Alfageme.

Las conferencias dieron para mucho y no fueron pocos los acertados análisis y las propuestas para solucionar el embrollo al que se ha llevado a los países de la Eurozona. Pero quizá se podría resumir con las propias palabras de quien nos concede esta entrevista: “Lo difícil no es encontrar la solución económica al problema, lo difícil está en encontrar la disposición política para arreglarlo”.

El trabajo de Keynes es fundamental para el desarrollo de la Teorís Monetaria Moderna. ¿Puedes describir cuáles son las principales aportaciones de este autor?

Si se quiere resumir la Teoría General de Keynes, que es su libro más importante, diría lo siguiente: Las empresas producen tanto producto como creen que serán capaces de vender, y dan trabajo a la cantidad de trabajadores que esas empresas creen que necesitarán para producir la cantidad de producto que piensan vender.

Esta es la esencia que podría resumir la Teoría General, y, resulta que es un punto de vista totalmente diferente del de la visión ortodoxa de la economía. Ya que la economía ortodoxa cree que, por ejemplo, el desempleo es causado porque los salarios son demasiado altos, por lo que la solución serían menores salarios. Keynes dice: no; tienes desempleo porque las empresas no quieren emplear más trabajadores ya que no creen que puedan vender más productos. 

Desde este punto de vista, la solución al desempleo es que tu tienes que incrementar la cantidad de producto que las empresas pueden vender antes de que ellas comiencen a incrementar el empleo. No hay nada que resolver en el mercado de trabajo: la producción no depende del mercado de trabajo; depende de lo que las empresas piensen que pueden vender.

Otra diferencia importante de Keynes tiene que ver con la noción del dinero, muy distinta de la de los economistas ortodoxos. ¿Cuál es esa noción del dinero con la que Keynes trabaja?

El dinero es siempre crédito, IOU [I owe you: pagaré], y el sistema monetario es siempre un sistema de créditos y débitos. Una vez más, esta visión es completamente diferente de la visión de los economistas ortodoxos, la cual es históricamente falsa. Tan lejos como retrocedamos, siempre encontramos que el dinero es IOU, un crédito. 

Existe la fantasía de que hubo un tiempo en que teníamos la mercancía-dinero, que es la idea de que si tu tienes una moneda de oro, el valor de esa moneda está determinado por la cantidad de oro que contiene, pero esto es falso. 

Ahora sabemos que las monedas circulaban normalmente muy por encima de su valor en oro. Sabemos que en la corte, si volvemos a los tiempos antiguos, el valor de las monedas era determinado por la corte, y el valor era nominal, no real. Por lo que el valor de la moneda vale por lo que el emisor de esa moneda le da como valor, y no por la cantidad de oro que contiene. Así que esta visión de que tenemos algo llamado dinero-mercancía es falsa.

Las monedas siempre fueron emitidas como pagarés, como créditos de la corona, y su valor se determina por el valor que dijese la corona.

Si miras en todas las monedas, nunca está escrito una libra y nada más. Está la fotografía de un rey en un lado y probablemente un figura mística en el otro lado, y vale lo que el rey dice que vale, y son aceptadas por el rey como pago conforme a ese valor declarado. Eso es lo que determina su valor, no el oro.

La pregunta que suscita inmediatamente esta explicación es: ¿si no había nada que soportara el valor de las monedas, por qué eran aceptadas?

Las monedas son siempre redimibles o reembolsables, tal y como lo es un pagaré, un crédito. La redención consiste en que cualquier emisor de un pagaré debe aceptarlo como pago o reembolso. Esta es la ley fundamental de un pagaré, y es cierta para cualquier emisor de pagarés.

 Los bancos aceptan como pago sus propios créditos o pagarés cuando tu devuelves un préstamo, por lo que el banco crea un pagaré cuando concede un préstamo y acepta como pago lo que llamamos una demanda de depósito, aceptando de vuelta el mismo pagaré, cuando pagas el préstamo. En ese punto, este pagaré se cruza en las hojas de sus balances.

Con el Estado pasa lo mismo: emite un pagaré al que nosotros llamamos moneda, y lo acepta de vuelta como pago. La mayoría de pagos que hacemos al Estado son impuestos, pero en el pasado eran tasas, multas, diezmos y tributos o tarifas. Lo que respalda la aceptación de la moneda es la promesa de que será aceptada en los pagos al Estado, normalmente impuestos.

 Por eso decimos nosotros que “los impuestos impulsan el dinero”. En otras palabras, es el sistema tributario el que está detrás de la moneda, es lo que le da valor. La gente aceptará esa moneda al menos hasta el valor de pago que tengan que hacer en impuestos, y probablemente bastante más que eso.

Otro autor fundamental para entender la Teoría Monetaria Moderna es Hyman Minsky, quien dedicó gran parte de su trabajo a realizar una interpretación del trabajo de Keynes alejada de la síntesis neoclásica del “keynesianismo bastardo”, aunque también desarrolló sus propias ideas. ¿En qué puntos fue el trabajo de Minsky más allá del trabajo del propio Keynes?

Definitivamente el trabajo de Minsky va más allá de lo explicado en la Teoría General. En ésta Keynes dice que los detalles monetarios quedan en segundo plano. Esto lo deja claro en el libro y se centra en la teoría de la demanda efectiva y en una teoría de la inversión y en cómo la inversión impulsa la demanda (esta es la idea del multiplicador económico, que se ha convertido en uno de los principios básicos en economía). 

Al ser la inversión impulsora del sistema económico, la teoría de keynesiana del ciclo económico es una teoría del modo en que la inversión determina el ciclo económico. La inversión está, a su vez, determinada por las expectativas a largo plazo, y éstas son realmente volátiles. Por lo que cuando las expectativas son bajas, la inversión desciende y nos encontramos con una depresión.

Esta es una versión muy resumida de la teoría del ciclo económico de Keynes. Lo que Minsky añade a esto es una teoría financiera de la inversión. Si leéis la Teoría General, os daréis cuenta enseguida de que [Keynes] deja fuera cómo se financia la inversión. Lo que Minsky aporta a esta teoría del ciclo económico es la teoría financiera de la inversión, cuyo núcleo es la célebre Hipótesis de Inestabilidad Financiera.

Es verdad que Keynes había hablado antes sobre la financiación de la inversión, pero no en la Teoría General. Así que, de algún modo, Minsky volvió atrás para recuperar la teoría financiera de Keynes y actualizarla para la situación en que él mismo vivió, ya que el sistema financiero había evolucionado mucho desde los tiempos de Keynes. En resolución: la mayor aportación de Misnky es su actualización la teoría financiera.

Minsky habló en sus últimos trabajos de un “capitalismo de gestores del dinero”; otros han introducido el neologismo “financiarización” para referirse al mismo proceso. ¿Cómo podemos analizar desde su perspectiva la creciente importancia de las finanzas en las dos últimas décadas, y qué tiene que ver eso con la actual crisis global?

En el último trabajo de Minsky, de algún modo, volvió a las ideas de su tutor de tesis doctoral, [el economista austriaco Joseph Alois] Schumpeter. Schumpeter tenía un enfoque por etapas de la evolución de la historia económica, de acuerdo con el cual los bancos eran los éforos de la economía. 

También desarrolló una teoría de la innovación para dar cuenta del cambio en el proceso productivo. Minsky recogió todas estas ideas y elaboró su propio enfoque, porque Schumpeter sólo llegó a prestar atención a la parte no financiera de la innovación, mientras que Minsky se concentró en las innovaciones financieras.

El resultado arrojó una perspectiva analítica en la que las innovaciones financieras determinaban el paso de una etapa a otra. Se puede decir que Minsky adaptó la ideas de Schumpeter a otra realidad, y sacó unas conclusiones diferentes. En el enfoque de Misnky, en el capitalismo temprano se configuró la etapa comercial del capitalismo: unos pocos bancos comerciales eran las instituciones financieras dominantes de la economía y suministraban financiación a corto plazo para cubrir los pagos de la masa salarial y los vencimientos a corto de los préstamos.

Después, en los primeros años del siglo XX, se desarrolló el “capitalismo financiero”, un término acuñado por Hilferding y Veblen, y se desarrolló la teoría del ciclo económico empresarial. Ese capitalismo financiero colapsó con la Gran Depresión. La mejor interpretación de ese proceso la ogreció el libro [clásico] de John K. Galbraith The Great Crash, en donde se describía la financiarización, la manipulación, la corrupción y la especulación que llevaron al desplome.

 En la visión de Minsky, 1929 fue el final de la etapa del capitalismo financiero. Se salió de la Segunda Guerra Mundial con la entrada en una nueva etapa del capitalismo, a la que él llamó Welfare State Manager, o de gestión del Estado de Bienestar, conocido en Europa como el Estado Democrçatico y Social de Derecho de la socialdemocracia de postguerra.

Una etapa del capitalismo en la que las finanzas casi no tienen importancia y en la que el sistema financiero fue drásticamente reducido y severamente regulado, y en la que fueron estrictamente separadas la banca de inversión y la banca comercial (al menos, en los Estados Unidos). Se acumuló gran cantidad de deuda pública, por lo que las carteras de inversión se mantuvieron seguras y se tenía un gran Estado capitalista donde el gobierno jugaba un papel muy importante en punto a mantener alta la demanda agregada.

Esta estapa del capitalismo fue, y por mucho, la mejor época del capitalismo en términos de crecimiento económico y estabilidad: no hubo una sola crisis financiera en dos dos décadas. Pero, como solemos decir, la estabilidad [capitalista] es desestabilizadora, y un tipo de capitalismo realmente estable fomenta innovaciones financieras que van haciendo el sistema más y más frágil, hasta que encontramos que el capitalismo se convierte en lo que Minsky llamó Money Manager Capitalism o Capitalismo de los Gestores del Dinero. En buena medida, eso es un regreso al capitalismo financiero.

Así que retrocedimos en el tiempo hasta principios del siglo XX. Y cosechamos prácticamente el mismo resultado: ellos tuvieron el 29 y nosotros tenemos el 2007, cuando ocurrió el colapso financiero mundial. La diferencia con el capitalismo financiero es que ahora tenemos bancos centrales y un gran sector público. Es básicamente por eso por lo que no hemos entrado en una gran depresión (todavía).

En los treinta, así pues, se apuntó al corazón del sistema financiero para combatir la depresión…

Así es. En los años treinta matamos al sistema financiero y pusimos brida a los financieros, con lo que no pudieron levantarse: les llevó más de treinta años recuperarse y crear otra gran crisis financiera. 

El problema ahora es que, en vez de derrocarlos, cerrar las grandes instituciones financieras, reformar el sistema financiero, etc. etc, ahora les hemos dicho que vuelvan a lo mismo y que lo hagan otra vez. Por lo que probablemente nos dirigimos a un nuevo colapso. Las dos grandes diferencias serían: ahora tenemos un gran Estado y grandes Bancos Centrales, y ahora no hemos tocado un pelo al sistema financiero

De manera resumida, ¿cuáles serían los puntos más importantes de la Teoría Monetaria Moderna (TMM)?  

La TMM comienza con la descripción del gasto público y explica por qué un Estado soberano que emite su propia moneda no es como un hogar, una empresa o un Estado que no emite su propia moneda. Las opciones políticas de un Estado que emite su moneda son completamente diferentes.

El caso es que, desde los 60, se ha impuesto en la opinión pública la idea convencional de que un Estado es como un hogar: esa falsa idea se ha convertido en un lugar común. Ahí teneís a Obama, sirviéndose tan tranquilo de esta analogía de mal sentido común, y diciendo que el Estado, lo mismo que cualquier hogar privado, no puede incurrir continuamente en déficit, lo cual es completamente falso.

Continuemos con el enfoque de los balances sectoriales usado en la TMM. ¿Podrías explicar de qué se trata y cómo desde esta visión la austeridad no tiene ningún tipo de sentido?

Al final todo se resumen en que los balances deben cuadrar. La idea de que la austeridad, que busca reducir el déficit presupuestario, es buena para la economía carece de cualquier tipo de sentido. No hace falta ser un keynesiano para entender que si recortas el presupuesto público y aumentas los impuestos, te estás empujando a la recesión. Esta es una idea keynesiana muy sencilla.

El volumen del déficit presupuestario del Estado tiene que ser consistente con los balances de los otros dos sectores (sector privado interno o nacional y sector exterior). Esto nunca ha estado en cuestión. Lo que se sugiere ahora es que, si el Estado lo quiere realmente, puede reducir su déficit, lo cual no es cierto. Tu no puedes reducir tu déficit presupuestario, a menos que algo ocurra en uno de los otros dos balances, o en ambos. En definitiva, que el comportamiento de los otros balances te permita hacerlo.

De hecho es muy poco probable que al tratar de reducir el déficit público, los otros dos balances se muevan en la dirección correcta. Si reduces el déficit presupuestario aumentando impuestos y recortando el gasto público, para algunos países puede significar una mejora en la cuenta corriente, probablemente se importe menos y puede que se exporte algo más, siempre a costa de frenar su economía. 

Lo más probable es que el sector privado se mueva en la dirección que no deseas, porque cuando este sector se asusta, prefiere ahorrar más y gastar menos, pero no pueden ahorrar más si el gobierno está reduciendo su déficit presupuestario. El déficit público es el modo por el cual el sector privado ahorra. Así que esta fórmula de la austeridad no va a funcionar.

Cuando entiendes que el sector privado en su conjunto normalmente quiere tener superávit –quieren gastar menos y ahorrar más— y acumular riqueza financiera, entonces se torna claro que tienes que ser un país como Alemania, que siempre puede tener un superávit por cuenta corriente, o si no, tienes que incurrir siempre en déficit público. O lo uno o lo otro. Estados Unidos no puede tener un superávit comercial, por lo que tenemos un gran déficit público, que debe ser al menos tan grande como para cubrir al sector privado y al déficit por cuenta corriente.

En tiempos normales, en los EEUU el déficit debe ser del 6% del PIB, que es un gran déficit. Muchos economistas ortodoxos, bueno no muchos, pero sí muchos keynesianos ortodoxos aceptarían un 6% de déficit en malos tiempos, pero piensan que, en condiciones normales, eso es demasiado.

Desde esta perspectiva queda claro el fracaso de las políticas practicadas en los países de la zona euro como Grecia o España…

Yo no pondría el énfasis en los países de forma individual. Una vez entiendes la TMM y el enfoque de los balances sectoriales, diría que todo lo establecido es incorrecto.

Se divorció a cada país de su propia moneda (por eso no culpo a los países de manera individual, ya que eso ya estaba hecho), y una vez ahí, ya no fueron nunca más emisores de moneda, fueron usuarios de una moneda: perdieron el espacio político para hacer lo que un Estado emisor de moneda puede hacer. Con lo que no se puede decir que debían haber hecho esto o aquello; simplemente no podían.

El segundo punto es que cuando tu creas una unión monetaria, sabes que dentro de la unión, por cada país que tenga un superávit comercial debe haber al menos otro incurriendo en déficit para compensarlo. Se estableció un sistema en el que, a través de la eurozona, los balances deben cuadrar. 

Es cierto que se podría tener un superávit contra el resto del mundo; sin embargo, esto no va a ocurrir; no, al menos, con un volumen significativo. Porque Europa es demasiado grande y se enfrenta al mismo problema que EEUU y al mismo problema con que se encontrará China en los próximos cinco años. El mundo no es suficientemente grande como para que la Eurozona tenga un superávit comercial suficientemente grande.

La demanda mundial no es ni de lejos tan grande para que la Eurozona sea un exportador neto…

Además, debe competir con 2 mil millones más de trabajadores que se han unido a la fuerza de trabajo mundial en India y China. No solo no hay suficiente demanda; es que no puede competir tampoco basándose en los salarios. 

Ahora mismo, cualquier cosa que en Europa se pueda fabricar, China lo puede hacer mucho más barato, y mientras siga habiendo más o menos un libre mercado comercial, no hay modo de poder competir con China. Simplemente, no hay modo de que Europa pueda llegar a ser un exportador neto. De modo que los superávits exportadores serán en contra de los Estados miembros de la Eurozona.

En la Unión Monetaria Europea, su mayor economía, Alemania, quiere tener siempre, continuamente, un superávit comercial, y seguro que lo querrá en el futuro y que actuará en consecuencia. Ese superávit es muy grande: el 6% de su PIB. 

Por lo que, siendo Alemania un 40%, más o menos, del total de la economía de la Eurozona, y sabiendo que solo el 50% de una economía puede estar en superávit, y que, por lo tanto, el otro 50% tiene que estar en déficit, se ve claro que se tendrá a unos cuantos países de la Eurozona incurriendo perpetuamente en déficit comercial.

Supongo que con esto ya está el fracaso asegurado. Una vez has cedido el espacio para tu política fiscal y teniendo presentes los balances de los tres sectores, no hay modo de que el sector privado de los países de la periferia puedan tener un superávit. Justamente es lo contrario. Habéis tenido un gran déficit del sector privado, una gran acumulación de deuda privada y una gran crisis financiera. No se puede tener un déficit comercial y un sector privado ahorrando, a menos que se incurra en un fuerte déficit público.

Así que un déficit del 10% del PIB en los países de la periferia debería ser la norma. Igual que en EEUU lo normal es un déficit del 6%. Vuestro déficit debe ser mayor, porque tenéis esa gran economía alemana que insiste en tener un perpetuo superávit comercial. Entonces, si tenéis un gran déficit comercial y el sector privado queriendo ahorrar, el sector público debe incurrir en déficit, pero tenéis una restricción política que os impide poder hacerlo: el sistema no debería poder funcionar.
Bueno, ¿qué ha estado pasando entonces?

Durante la última década, los españoles han estado dispuestos a incurrir en un déficit privado y acumularon un gran montón de deuda, peor que en los EEUU. Lo que tenemos, pues, es una economía que incurrió de manera insostenible en un déficit del sector privado. Luego está Italia, que solía tener un gran superávit privado, pero estuvieron dispuestos a reducirlo considerablemente. 

Aquí está otro punto que le permitió a Alemania continuar con su gran superávit. Los españoles dispuestos a comprar, Italia reduciendo su ahorro para comprar más y enviando toda la producción a Alemania. 

Por otro lado estaba Grecia, una pequeña economía, incurriendo en un gran déficit exterior y el gobierno incurriendo en déficits mucho mayores de los que habían reconocido, igual que Italia. Con esta situación podías ir tirando un tiempo, pero no demasiado, ya que era insostenible. Y sigue siendo insostenible, ya que nada ha cambiado realmente.  (...)"

('La Teoría Monetaria Moderna, la crisis del capitalismo financiarizado y la catástrofe de las políticas económicas de austeridad. Laura De La Villa y Ayoze Alfageme entrevistan a Randall Wray', Randall Wray  , Sin Permiso, 17/11/2013)

14/9/17

Puesto que un Estado con soberanía monetaria puede estar indefinidamente en déficit público sin que su moneda pierda valor (Estados Unidos), siempre que asegure que la moneda tiene utilidad gracias a su poderío económico, institucional, cultura, militar, etc)... sí puede alcanzar el pleno empleo sin provocar inflación

"Recientemente el economista liberal Juan Ramón Rallo ha publicado otro libro para arremeter contra la Teoría Monetaria Moderna (TMM). 

Yo, que creo muy necesario que la TMM sea ampliamente difundida y explicada porque ofrece poderosas herramientas analíticas para la izquierda, no puedo sino agradecer este nuevo y nada desdeñable empuje publicitario que Rallo le ha brindado porque, aunque sea desde una perspectiva contraria a ella, ofrece la posibilidad de que muchas personas que jamás habían escuchado nada de la TMM acaben conociendo en qué consiste (que no es poca cosa). 

Además, llama mucho la atención que este conocido economista liberal haya escrito ya su segundo libro en contra de una perspectiva teórica que apenas es conocida (desgraciadamente) en España; lo que creo que evidencia el temor que existe por parte de la derecha económica a que la TMM pueda cobrar importancia en los años venideros. (...)

Rallo mete bastante la pata en la portada del libro y en la utilización recurrente del verbo “imprimir” para referirse a la creación de dinero: en la portada aparece un helicóptero distribuyendo billetes y eso no es en absoluto lo que se puede desprender de la TMM (de hecho corresponde a un ejemplo del economista monetarista Milton Friedman), y hablar de impresión cuando se estima que el 97% de todo el dinero que existe en el mundo no es físico (no son monedas ni billetes sino anotaciones electrónicas en cuentas bancarias) es cuanto menos una grave incorrección que probablemente no sea azarosa[1].

En este artículo más que desarrollar una crítica extensa y completa al citado libro (ya tuve ocasión recientemente de extenderme sobre ello –aunque no tanto como me hubiese gustado- en el acto de presentación del mismo) me centraré en la argumentación central que utiliza Rallo en todo su trabajo y también en lo débil que resulta para criticar la TMM.

Rallo acepta las tesis fundamentales de la TMM: un Estado con soberanía monetaria (capaz de emitir la moneda que utiliza) puede crear dinero sin necesidad de haberlo recaudado antes; y que esa creación de dinero no tiene por qué provocar inflación. No es moco de pavo: ojalá muchos otros críticos con la TMM hubiesen llegado al menos a esta etapa de reconocimiento (que por cierto no es más que constatar lo evidente).

 Lo que ocurre es que él le da la vuelta a la tortilla con rebuscados argumentos y acaba llegando por otros caminos a prácticamente las mismas conclusiones convencionales: “es necesario recaudar dinero para gastar” y “la creación de dinero provoca inflación”. Me explico.

La estructura argumental de Rallo adopta la forma de una pirámide invertida: toda la exposición del libro gira en torno a un argumento central sobre el que se construye el resto de argumentos, que acaban dependiendo de él (la única excepción se encuentra en el primer capítulo, donde se aborda el origen del dinero). 

Este argumento central es el siguiente: el valor de la moneda que crea el Estado depende de la confianza que tenga la gente en la capacidad de ese Estado a la hora de recaudar impuestos futuros. 

Es decir, si la gente cree que el Estado será capaz de recaudar suficientes impuestos en el futuro, confiarán en la moneda que crea y por lo tanto su valor será estable (no habrá inflación); e inversamente, si la gente cree que el Estado no será capaz de recaudar suficientes impuestos en el futuro, no confiarán en la moneda que crea y por lo tanto su valor caerá (habrá inflación). 

Como se puede comprobar, Rallo reduce la problemática a una cuestión de expectativas: que la creación de dinero por parte de un Estado provoque inflación o no depende de la confianza que tenga la gente en que ese Estado termine recaudando suficientes impuestos en un futuro. 

En otras palabras, Rallo le da la vuelta al orden cronológico de la dinámica fiscal: según él, el Estado puede gastar antes de recaudar, pero necesariamente en algún momento posterior tiene que recaudar aproximadamente la misma cantidad de dinero que creó, o de lo contrario la gente dejará de confiar en el valor de la moneda.

 Esto supone que, para que no haya inflación, a largo plazo tiene que haber equilibrio presupuestario: el Estado tiene que recaudar aproximadamente la misma cantidad de dinero que creó en su momento.
Insisto en que ése es el argumento central de todo el libro, porque el resto de la exposición gira en torno a él. 

Ofrezco ejemplos: un Estado puede caer en la quiebra porque si crea mucho dinero la gente no confiará en su capacidad de recaudarlo en el futuro y eso hará que nadie acepte la moneda del Estado, cayendo así en la quiebra; el déficit público no es igual al superávit privado porque si un Estado se excede con el déficit la gente no creerá que luego sea capaz de recaudar suficientes impuestos para absorber ese exceso de dinero, por lo que la elevada inflación hará que riqueza financiera del sector privado no valga nada o casi nada; no se puede llegar al pleno empleo con estabilidad de precios a través de Trabajo Garantizado porque al intentarlo la gente desconfiaría de la capacidad del Estado para recaudar suficientes impuestos en el futuro; etc. 

Todo, absolutamente todo, basado en las expectativas. Eso sí, en las expectativas que Rallo imagina, claro, porque no hay forma de conocer ni de prever las creencias de las personas que integran una sociedad. 

Y curiosamente la imaginación de Rallo le conduce siempre al mismo resultado: si el Estado crea más dinero de lo que terminará recaudando, habrá mucha inflación y todo será insostenible. Así es como Rallo se inventa un argumento no contrastable para sortear la solidez de las tesis de la TMM y llegar con su atajo a las mismas conclusiones convencionales de siempre.

Pero basta con desmontar ese argumento central para que toda su exposición se descomponga, y en absoluto es difícil hacerlo: el valor de la moneda no tiene nada que ver con la creencia de la gente en relación a la capacidad de recaudación futura del Estado. 

Creo que la intuición ya nos dice mucho al respecto utilizando un ejemplo evidente: el dólar es la moneda más sólida del mundo desde hace ya muchas décadas y a nadie se le ocurre pensar que es porque la gente confía en la capacidad del Tesoro de Estados Unidos de recaudar dinero en el futuro (¡y más aún cuando llevan tantas décadas en déficit público permanente y así se prevé que siga siendo!).

 Lo mismo ocurre con la moneda de los Estados: su valor dependerá de la confianza que tenga la gente en que esa moneda sirva para realizar transacciones económicas, atesorar riqueza y saldar deudas. Mientras sea útil, la gente utilizará la moneda con normalidad; cuando no lo sea tanto, la gente reducirá el valor que le otorga (y habrá inflación).

 Y que sea útil la moneda no tiene nada que ver con la confianza de la gente en la capacidad del Estado de recaudarla en el futuro. Tiene que ver con el poder institucional, social, cultural, económico, militar, etc, del Estado emisor de la moneda. 

Si el Estado es poderoso, sólido y opulento, la gente confiará en su capacidad para lograr que su moneda sea útil, y al contrario. Por eso la moneda más sólida de todas es creada por el Estado más poderoso del planeta, y por eso las monedas más débiles corresponden a Estados fallidos, subdesarrollados o gravemente afectados por una crisis.

¿Alguien cree que el panadero del barrio utiliza euros porque confía en que el Estado español, que es deficitario, va a ser capaz de recaudar dinero en un futuro? Es absurdo. Ese panadero utiliza euros porque le sirve para comprar todos los recursos que necesita para desarrollar su actividad, y ese dinero sirve porque el Estado pone todo su empeño (utilizando herramientas fiscales[2] y monetarias, difundiendo mensajes, transmitiendo credibilidad, fortaleciendo sus instituciones y estructura productiva, etc) en que así sea.

 La confianza que tenga la gente en la capacidad de recaudar impuestos en el futuro no juega ningún papel en todo esto. 

El Estado puede estar eternamente en déficit público y el panadero puede perfectamente seguir utilizando el dinero sin perder confianza en su valor (es, precisamente, lo que ocurre con la inmensa mayoría de países del planeta) siempre que el Estado siga demostrando que su moneda seguirá siendo útil.

Por lo tanto podríamos decir que sí, que el valor de una moneda depende de las expectativas, pero no de las que habla Rallo (expectativas en que un Estado pueda recaudar impuestos en el futuro) sino de las referidas a que un Estado va a ser capaz de seguir logrando que la moneda en cuestión siga sirviendo. Así de sencillo.

También se puede desmontar el argumento de Rallo recurriendo a uno de los planteamientos más importantes de la TMM[3]: los balances sectoriales. Cada transacción económica tiene dos partes: la que gasta y la que ingresa. No se puede gastar sin que alguien esté ingresando. 

Teniendo esto en cuenta, si agrupamos todos los agentes económicos en únicamente dos sectores, uno privado y otro público, para que uno de ellos ingrese es necesario que el otro gaste. Por lo tanto, para que el sector privado tenga superávit es necesario que el sector público tenga déficit. No puede ocurrir de otra forma. 

Y como el sector privado es ahorrador por naturaleza (para soportar gastos imprevistos en el futuro, para afrontar una vejez adecuadamente, para invertir años más tarde, etc), lo normal y habitual es que el sector público tenga déficit. No por casualidad esto es precisamente lo que ocurre siempre en la inmensa mayoría de los países del mundo[4], sin que por ello se tenga que poner en riesgo el valor de la moneda en cuestión.

 Y una vez desmontado el argumento central de Rallo, el resto de su exposición cae por su propio peso. Puesto que un Estado con soberanía monetaria puede estar indefinidamente en déficit público sin que su moneda pierda valor (porque ello no depende de la confianza de la gente en que el Estado pueda recaudar impuestos sino en que el Estado asegure que la moneda tiene utilidad gracias a su poderío económico, institucional, cultura, militar, etc): puede evitar la quiebra siempre que se lo proponga, su déficit público incrementa la riqueza financiera privada, y puede alcanzar el pleno empleo sin provocar inflación."                   (