"Uno de los mejores estudiosos de sus mutaciones (de las clases medias) en momentos de gran
tensión económica y social fue Whilhem Reich, un analista heterodoxo que
integró, en los años 30, el psicoanálisis y el marxismo en sus
análisis.
Su obra Psicologia de masas del fascismo avanzaba una
conclusión que puede parecer chocante, tremenda quizás: que su perfil
liberal y su patología fascista nacen del mismo ser en circunstancias
diferentes.
De su intenso estudio que conecta los efectos de la crisis del 29 y
el ascenso de Hitler, podemos deducir tres características específicas
de las clases medias: de un lado, el pavor generalizado al descenso
social, identificado con el trabajo manual y un futuro degradado para
sus hijos, que se convierte en una fuente inagotable de angustia.
Ese
miedo rompe cualquier equilibrio que las hiciese parecer indiferentes o
moderadas. Sometidos a esa presión, las clases medias desarrollan, y ese
es su segundo rasgo, una enorme energía política, una fuerza social más
potente y activa en esas circunstancias, dice Reich, que las clases
obreras tradicionales.
El tercero es que esa energía entronca con una
estructura caracterológica propensa a pivotar en torno a un núcleo
subjetivo de ideales abstractos y morales (nación, familia, dignidad,
religión) presentados con coberturas emocionales que pueden ser fuente,
también, de intensos rechazos (fobias, rencores y odios). (...)
El hecho es que, tambien hoy, la batalla política se está jugando en el
terreno representado por esas clases medias, asfixiadas y angustiadas
por la lógica implacable de una globalización que no parece ofrecer otra
cosa que la precarización de la vida de sus hijos, profesionales
sobrecualificados sin posibilidad de empleo.
Arquitectos, médicos,
funcionarios, abogados… acostumbrados a buscar para sus familias las
mejores opciones privadas en salud y educación, conectadas al mito de
“la excelencia”, sienten miedo cierto al descenso social mientras se ven
obligados a recalar en unos servicios públicos progresivamente
degradados.
En ese futuro temido coinciden con los pequeños comerciantes
y empresarios, también claramente constreñidos por la dualidad de un
sistema que les dificulta la financiación de sus operaciones, las mismas
que sostienen buena parte de la actividad y empleo, mientras ven cómo
los recursos financieros se vuelcan en los mercados, donde es posible
aspirar a plusvalías del 10% en una sola operación, mucho más del doble
de lo que ellos pueden aspiran a ganar en todo un año. (...)
El deterioro social que les provocan los ajustes del Estado del
bienestar, les ahoga de inquietud y las lleva a movilizarse en todos los
sentidos, algunos ya claramente decantados, otros solo intuidos.
Sólo los mejor situados de entre sus filas asumen el “sálvese quien pueda neoliberal” y
se desentienden de todo, son los que confían en salir favorecidas con
los recortes que impiden la igualdad de oportunidades. Con más
contactos, mejor preparados y educados, más internacionalizados empiezan
a distanciarse del resto, a acentuar su desprecio hacia lo común, lo
ordinario, lo público.
Pero, entre los grupos desfavorecidos, una nueva energía política,
muchas veces presentada como rechazo a la política misma, surge y se
dispersa en todas las direcciones: por un lado, el nuevo populismo
autoritario que desconfía de la democracia, desde un reclamo abstracto
de manos limpias y mano dura adobada de rencor y odio,
un día contra los inmigrantes, otro contra los políticos.
En el extremo
opuesto, la insurgencia democrática del 15M y los multiples indignados,
un movimiento por la justicia social y el bienestar que pone el foco en
la sumisión de los poderes económicos de las instituciones y las
corrientes mayoritarias, identificadas con el bipartidismo. Y en medio,
los movimientos de resistencia que médicos, profesores, funcionarios o
jueces han puesto en marcha contra las políticas de ajuste
indiscriminado. (...)
No hace cinco años del comienzo de la crisis y la sociedad civil, la que
mejor se había identificado con la noción de clase media, se pone en
marcha. La cuestión es:
¿Habrá alguna fuerza política que canalice ese
descontento o se fragmentará entre múltiples opciones? Y si se
fragmenta, ¿qué actitud tomar? ¿Se debe aspirar a una convergencia de
partidos o a unas primarias ciudadanas abiertas a todas las fuerzas
progresistas que elijan a los mejores candidatos, como han hecho en
Italia?" (Ignacio Muro, Economistas frente a la crisis, 20/02/2013)
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