"Capitalismo cognitivo, además de referirse a un programa de
investigación, es una categoría teórica y política que busca dar cuenta
de las transformaciones recientes del capitalismo a la luz de los
cambios sociales y tecnológicos que, desde los años ‘70, han
reconfigurado el funcionamiento del capitalismo industrial y que están
en la base de la presente crisis del capital global.
En el caso
del capitalismo cognitivo, sus tópicos centrales los constituyen la
naturaleza y el rol actual del conocimiento en la valorización del
capital, los efectos tecnológicos y sociales de la difusión de las
nuevas tecnologías de la información y la comunicación, y las
derivaciones de las políticas sobre el desarrollo en materia de
educación y propiedad intelectual en la crisis del Welfare State,
largamente teorizadas por economistas entre los que se encuentra Carlo
Vercellone.
¿Por qué el capitalismo cognitivo es una mirada crítica y no celebratoria de las nuevas tecnologías y del conocimiento como medio de valorización del capital?
Justamente, porque la tesis del capitalismo cognitivo se desarrolla en un contexto donde –particularmente en los países de la OCDE, pero también en otros–, con los enfoques de la revolución informacional, se despliega una mirada apologética de las transformaciones del capitalismo que hacían prever una evolución donde las nuevas tecnologías liberarían el trabajo de la explotación y la alienación.
A diferencia de esto, la hipótesis del capitalismo cognitivo parte de un enfoque crítico y, en este sentido, opera una inversión tanto de las tesis apologéticas de la economía basada en el conocimiento como de las tesis de la revolución informacional.
Respecto de los enfoques de la economía basada en el conocimiento, la
hipótesis del capitalismo cognitivo reitera con fuerza la naturaleza
capitalista del actual proceso de transformación, lo cual significa
oponer al concepto mismo de economía basada en el conocimiento el
concepto de capitalismo cognitivo, que subsume a aquél y lo enmarca en
toda una serie de formas institucionales.
Este proceso de
subsunción lo podemos ver a través de varios dispositivos como los
derechos de propiedad intelectual y los nuevos mecanismos de control
sobre el trabajo que, en vez de favorecer el desarrollo de una economía
basada en el conocimiento, la bloquean con el objetivo de poder
capturar el valor y el saber producidos por el conocimiento para
transformarlos en un capital, en una mercancía ficticia.
Las desigualdades que genera la captura de esta creatividad ¿son resultado de lo que llama “división cognitiva del trabajo”?
La división cognitiva del trabajo no es necesariamente un proceso de explotación en el sentido tradicional del término. Indica cómo, frente a una cooperación del trabajo cada vez más autónoma, donde se trata de actuar cada vez más, no sobre la materia inanimada, sino sobre el manejo de la información y del conocimiento, sobre las producciones del ser humano para el ser humano, el modo de organizar el proceso de producción se transforma radicalmente.
Así, en una organización cognitiva del trabajo, no hay tanta prescripción de tiempos y métodos como en el taylorismo, sino que tenemos la colaboración de más sujetos en la que cada uno lleva una parte del conocimiento para la realización de un proyecto, de una idea, de una intervención.
Es decir: hay un proceso de complementariedad entre bloques de saber que se integran para obtener un resultado. Lo mismo vale cuando el objeto no es el individuo, sino producir “bienes invención”, es decir, prototipos (como un software, una producción cultural) donde diferentes sujetos confluyen en una organización por proyecto juntando estos saberes para lograr un resultado.
Se podría llegar a pensar que esto vale sólo para la producción de tecnología, pero no es así.
Efectivamente, no se refiere solamente a la tecnología punta ni sólo a
las producciones del ser humano para el ser humano. Diría que, incluso en
la economía industrial más clásica, asistimos a un reforzamiento de la
dimensión cognitiva del trabajo que invierte la organización taylorista
y ha determinado formas de organización del trabajo donde la dimensión
cognitiva se expresaba en la misma producción material.
Pero en otros
ejemplos se observa un elemento clave de la historia del capitalismo
donde la lógica de la eficacia económica se diferencia de la lógica de
la rentabilidad económica, puesto que esta última, que a menudo implica
la lógica del control del trabajo, puede llegar al punto de desplazar
las opciones más eficientes.
No estaríamos entonces ante una superación del sistema industrial, porque éste sigue vigente con todas sus contradicciones, sino ante una nueva lógica que se superpone a la del propio desarrollo industrial.
La historia no siempre procede en forma lineal, con saltos y rupturas
radicales, sino por un proceso de hibridación, de combinación.
Así
como el capitalismo industrial no eliminó las antiguas formas de
organización del trabajo típicas del capitalismo mercantilista
–baste pensar que el trabajo a domicilio descentralizado entre
artesanos, representaba en Inglaterra, en 1850, el mismo porcentaje de
obreros que los obreros de fábrica–, del mismo modo, en el capitalismo
cognitivo, la lógica cada vez más importante de la producción de
conocimiento, esta lógica que da a la creación de la primera unidad un
rol central en la creación del valor, no elimina la lógica del
capitalismo industrial, sino que la subsume y la integra en una nueva
lógica de la valorización del capital.
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