"Hay
capitalismoy luego el
verdadero capitalismo existente. El término
capitalismose usa comúnmente para referirse al sistema económico de Estados Unidos con intervención sustancial del Estado, que va de subsidios para innovación creativa a la póliza de seguro gubernamental para bancos
demasiado-grande-para-fracasar.
El
sistema está altamente monopolizado, limitando la dependencia en el
mercado cada vez más: En los últimos 20 años el reparto de utilidades de
las 200 empresas más grandes se ha elevado enormemente, reporta el
académico Robert W. McChesney en su nuevo libro Digital disconnect.
Capitalismoes un término usado ahora comúnmente para describir sistemas en los que no hay capitalistas; por ejemplo, el conglomerado-cooperativa Mondragón en la región vasca de España o las empresas cooperativas que se expanden en el norte de Ohio, a menudo con apoyo conservador –ambas son discutidas en un importante trabajo del académico Gar Alperovitz. (...)
El
sistema político-económico actual es una forma de plutocracia que
diverge fuertemente de la democracia, si por ese concepto nos referimos a
los arreglos políticos en los que la norma está influenciada de manera
significativa por la voluntad pública. Ha habido serios debates a través
de los años sobre si el capitalismo es compatible con la democracia.
Si
seguimos que la democracia capitalista realmente existe (DCRE, para
abreviar), la pregunta es respondida acertadamente: Son radicalmente
incompatibles. A mí me parece poco probable que la civilización pueda
sobrevivir a la DCRE y la democracia altamente atenuada que conlleva.
Pero, ¿podría una democracia que funcione marcar la diferencia? Sigamos
el problema inmediato más crítico que enfrenta la civilización: una
catástrofe ambiental. Las políticas y actitudes públicas divergen
marcadamente, como sucede a menudo bajo la DCRE. La naturaleza de la
brecha se examina en varios artículos de la edición actual del Deadalus, periódico de la Academia Americana de Artes y Ciencias.
El investigador Kelly Sims Gallagher descubre que
109 países han promulgado alguna forma de política relacionada con la energía renovable, y 118 países han establecido objetivos para la energía renovable. En contraste, Estados Unidos no ha adoptado ninguna política consistente y estable a escala nacional para apoyar el uso de la energía renovable.
No es la opinión pública lo que motiva a la
política estadunidense a mantenerse fuera del espectro internacional.
Todo lo contrario. La opinión está mucho más cerca de la norma global
que lo que reflejan las políticas del gobierno de Estados Unidos, y
apoya mucho más las acciones necesarias para confrontar el probable
desastre ambiental pronosticado por un abrumador consenso científico –y
uno que no está muy lejano; afectando las vidas de nuestros nietos, muy
probablemente. Como reportan Jon A. Krosnik y Bo MacInnis en Daedalus:
Inmensas mayorías han favorecido los pasos del gobierno federal para reducir la cantidad de emisiones de gas de efecto invernadero generadas por las compañías productoras de electricidad. En 2006, 86 por ciento de los encuestados favorecieron solicitar a estas compañías o apoyarlas con exención de impuestos para reducir la cantidad de ese gas que emiten... También en ese año, 87 por ciento favoreció la exención de impuestos a las compañías que producen más electricidad a partir de agua, viento o energía solar.
Estas mayorías se mantuvieron entre 2006 y 2010, y de alguna manera después se redujeron. El hecho de que el público esté influenciado por la ciencia es profundamente preocupante para aquellos que dominan la economía y la política de Estado.
Una ilustración actual
de su preocupación es la
enseñanza sobre la ley de mejora ambiental, propuesta a los legisladores de Estado por el Consejo de Intercambio Legislativo Estadunidense (CILE), grupo de cabildeo de fondos corporativos que designa la legislación para cubrir las necesidades del sector corporativo y de riqueza extrema.
La Ley CILE manda
enseñanza equilibradade la ciencia del clima en salones de clase K-12. La
enseñanza equilibradaes una frase en código que se refiere a enseñar la negación del cambio climático, a
equilibrarla corriente de la ciencia del clima.
Es análoga a la
enseñanza equilibradaapoyada por creacionistas para hacer posible la enseñanza de
ciencia de creaciónen escuelas públicas. La legislación basada en modelos CILE ya ha sido introducida en varios estados." (Noam Chomsky, La Jornada, Rebelión, 18/03/2013)
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