"(...) Toda empresa capitalista se basa en la ganancia, esto es, en obtener
una cantidad suficiente de beneficios por encima del capital invertido.
Para ello es requisito indispensable vender los productos que
previamente ha producido en lo que se llama el “ciclo de producción”.
Pero para poder vender esos productos necesita que existan, a su vez,
unos compradores. Y es aquí donde empiezan los problemas.
Si no existe mercado, es decir, si no hay compradores dispuestos a
gastarse su dinero en adquirir los productos entonces la empresa no
puede deshacerse de lo que ha producido y por lo tanto no puede obtener
los beneficios necesarios para que su actividad sea rentable. Tendrá que
quedarse con los productos en su almacén y entrará en una crisis de
rentabilidad.
Si la empresa no necesitara aumentar de tamaño y mejorar su ciclo de
producción, necesitaría más o menos la misma cantidad de clientes a lo
largo de toda su existencia, lo cual no debería generarle demasiados
problemas. Si pudo durante un período encontrar suficientes clientes
para hacer negocio, seguramente podrá volver a encontrarlos en otra
ocasión.
Y, siempre que no necesite encontrar un número superior de
clientes, no tendrá demasiadas dificultades para seguir desarrollando su
actividad a lo largo del tiempo.
El problema es que sabemos que en un sistema capitalista las empresas
deben incorporar innovaciones y mejorar su aparato productivo, porque
de no hacerlo corren el riesgo de ser aniquiladas por la competencia. Al
lograr mejoras y avances, las empresas serán capaces de crear más
productos en menos tiempo.
Pero para poder materializar la ganancia
tendrán que vender todos esos nuevos productos que ahora generan de más,
por lo que necesitarán nuevos clientes o que los mismos clientes acudan
más veces a comprar.
Pensemos en la relación entre ciclos de producción y ciclos de
consumo. La tecnología ha llevado a un acortamiento de los ciclos de
producción (por ejemplo, ahora es posible producir un coche en mucho
menos tiempo que antes) y eso ha supuesto un mayor crecimiento de la
oferta potencial: se pueden producir muchos más coches al año. Lo que
significa que se pueden vender más coches al año.
Pero como hemos dicho
antes para que todo esto funcione en el marco del sistema capitalista es
necesario también que el ciclo de consumo se reduzca igualmente a la
misma velocidad, es decir, que no basta con que se produzcan más coches
al año sino que también se tienen que vender de forma efectiva (o
deviene la crisis).
En condiciones normales las empresas no logran vender la producción
que han generado de más. El problema puede ser de índole económico o
psicológico. Será económico cuando las compras no se produzcan porque
los que quieren comprar no tengan dinero suficiente.
En este caso es un
problema distributivo y puede solucionarse –en principio–: a)
incrementando los salarios de los trabajadores y/o b) concediéndoles
préstamos. El boom de los años de posguerra (1945- 1975) tiene mucho que
ver con el aumento de los salarios de los trabajadores, y las últimas
tres décadas (1975-2007) tienen mucho que ver con el aumento de los
préstamos.
Pero puede ocurrir que aunque no haya compras sí haya compradores
potenciales, es decir, gente que podría comprar esos productos porque
tienen dinero suficiente pero que de momento no ha decidido hacerlo
(porque no le interesa o porque no sabe que puede comprar más). Éste es
el factor de índole psicológico que habíamos comentado.
Es aquí donde
entra en todo su esplendor la magia de la publicidad y su función de
“crear necesidades, crear mercados”, consistente en mentalizar al
consumidor de que el producto es antiguo y hay que sustituirlo por uno
nuevo (caso evidente de la ropa y de los teléfonos móviles).
Pero
también nos encontramos con algunas estrategias empresariales todavía
más detestables. Una de ellas es la de limitar técnicamente la vida del
producto (caso de las impresoras o las bombillas, por ejemplo) y hacer
de esa forma que el producto pierda valor de uso y haya que sustituirlo
igualmente.
El objetivo siempre es el mismo: volver a vender nuevos
productos para evitar la quiebra de la empresa (que necesita reinvertir
beneficios ad nauseam).
Por eso no podemos analizar este problema de otra forma que no sea
asociándolo directamente con el funcionamiento interno del capitalismo.
No se trata de la maldad de unas cuantas empresas avariciosas que
disfrutan torturándonos con mensajes publicitarios u obligándonos a
desechar nuestros productos antes de tiempo.
Lo que ocurre es que no
habría un problema mayor para el capitalismo que una producción
generalizada de bienes con larga vida útil y, por lo tanto, sin la
inherente necesidad de ser reemplazados. Las empresas estarían de ese
modo sentenciándose a sí mismas.
No podemos olvidarnos de que el capitalismo es un sistema absurdo
desde el punto de vista social y ecológico, pero a la vez es, sin
embargo, profundamente lógico y consistente desde el punto de vista
económico. Además, debido a su necesaria e incesante búsqueda del
crecimiento económico, el capitalismo ha conseguido los mayores avances
en la historia de la humanidad en cuanto a adelantos tecnológicos y
riqueza material.
La necesidad de innovar para destacar en el mercado,
imponerse frente a otros competidores y obtener beneficios ha empujado a
las empresas a desarrollar nuevas tecnologías y a crear nuevos
productos y servicios que facilitan la vida del ser humano. (...)
Ahora bien, la cuestión hoy día debe girar en torno a la siguiente
pregunta: ¿de verdad necesitamos seguir aumentando como sociedad nuestra
riqueza material a pesar de que ello genere amplias bolsas de pobreza y
elevados niveles de desigualdad así como graves atentados contra el
medio ambiente, o ya va siendo hora de detener este ritmo vertiginoso de
producción y dedicarnos a repartir de un modo razonablemente equitativo
la abundante riqueza que ya sabemos y podemos generar respetando además
los límites de la naturaleza?" (Eduardo Guzmán, 23/09/2013)
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