"En los últimos casi 40 años, la ideología y las políticas
del capitalismo de “libre mercado” han regido de manera absoluta en
casi todo el mundo industrializado y avanzado. Sin embargo, mucho de lo
que se entiende como capitalismo de “libre mercado” no son más que
medidas diseñadas y promovidas por el Estado capitalista a favor de las
facciones dominantes del capital. ¿Qué otros mitos y mentiras acerca del
“capitalismo realmente existente” vale la pena señalar?
-Gore
Vidal, el escritor estadounidense, muy bien dijo una vez que el sistema
económico estadounidense es de “libre empresa para los pobres y
socialismo para los ricos”. Pienso que esta afirmación resume de buena
manera lo que se entiende por ‘capitalismo de libre mercado’ en las
últimas décadas, sobre todo, pero no exclusivamente, en Estados Unidos.
En las últimas décadas los ricos han sido protegidos, cada vez más, de
las fuerzas del mercado, mientras que los pobres han sido expuestos
mucho más a ellas.
Para los ricos las últimas décadas han sido
“cara, yo gano; cruz, tú pierdes”. Altos directivos, sobre todo en
Estados Unidos, firman paquetes salariales que les dan cientos de
millones de dólares por hacerlo mal y las corporaciones son subsidiadas a
gran escala y con pocas condiciones, algunas veces de manera directa,
pero a menudo de manera indirecta por medio de programas de gasto
gubernamental (especialmente en defensa), con precios inflados y
tecnología gratuita producida por programas de investigación financiados
por el Estado.
Después de cada crisis financiera, empezando por
la crisis bancaria de Chile en 1982, pasando por la crisis financiera
asiática de 1997, hasta la crisis financiera global de 2008, los bancos
han sido rescatados con cientos de trillones de dólares provenientes del
dinero de los contribuyentes, y pocos banqueros han ido a prisión.
En
la última década, las clases dueñas de los activos en los países ricos
también han sido mantenidas a flote por tasas de interés históricamente
bajas. En contraste, los pobres han estado, crecientemente, sujetos a
las fuerzas del mercado. En nombre del aumento de la “flexibilidad del
mercado laboral”, los pobres han sido privados, cada vez más, de sus
derechos como trabajadores.
Esta tendencia ha alcanzado un nuevo
nivel con la irrupción de la así llamada “economía de los pequeños
encargos” (gig economy), en la que los trabajadores son falsamente
contratados como “trabajadores por cuenta propia” (sin el control sobre
su trabajo, que sí ejerce el verdadero trabajador por cuenta propia) y
privados de, incluso, los derechos más básicos (por ejemeplo, ausencia
por enfermedad, pago de vacaciones).
Con sus derechos debilitados, los
trabajadores deben comprometerse cien por ciento en una carrera en la
que compiten al aceptar salarios más bajos y condiciones laborales cada
vez más precarias.
En el área del consumo, el aumento de la
privatización y desregulación de las industrias proveedoras de servicios
básicos, de la que los pobres tienden a depender más –como lo son el
agua, electricidad, transporte público, servicio postal, servicios de
salud y educación básicos–, ha significado que estos han visto un
aumento desproporcionado en la exposición de su consumo a las lógicas
del mercado.
En los últimos años, desde la crisis de 2008, los
derechos sociales se han reducido en muchos países, y los términos de
sus accesos –por ejemplo, los cada vez menos generosos “test de aptitud
laboral” para los discapacitados, el entrenamiento obligatorio para la
gestión curricular para quienes reciben beneficios de desempleados– se
han vuelto más exigentes, haciendo que más y más personas pobres vayan a
mercados laborales para los cuales no están capacitadas para competir.
En
cuanto a los otros mitos y mentiras del capitalismo, el más importante,
para mí, es aquel que afirma que existe un dominio objetivo de la
economía, en donde la lógica política no se debe entrometer.
Una vez que
aceptas la existencia de este dominio exclusivo de la economía, como
muchas personas lo hacen, terminas por aceptar la autoridad de los
expertos económicos, como si fuesen interlocutores de alguna verdad
científica sobre la economía, que dictarán la manera en que esta
funciona.
Sin embargo, no existe una manera objetiva de determinar
la frontera de la economía, porque el mercado es en sí mismo una
construcción política, como lo demuestra el hecho de que hoy en día en
los países ricos es ilegal comprar y vender una serie de cosas que se
solían comprar y vender de forma libre, como los esclavos y la fuerza
laboral de niños.
Es muy importante rechazar el mito de una
frontera inviolable de la economía, porque ese es el punto de partida
para desafiar el statu quo. Si aceptas que el Estado de bienestar
debería ser reducido, los derechos laborales debilitados, el cierre de
fábricas aceptado, etcétera, y todo por una supuesta lógica económica
objetiva –o “fuerzas del mercado”, como lo llaman–, se hace
prácticamente imposible modificar el statu quo.
La
austeridad se ha convertido en el dogma prevaleciente en toda Europa, y
es muy importante en la agenda Republicana. Si la austeridad se basa
también en mentiras, ¿cuál es su objetivo real?
-Muchos
economistas, como por ejemplo Joseph Stiglitz, Paul Krugman, Mark Blyth
y Yanis Varoufakis, por mencionar algunos nombres prominentes, han
sostenido que la austeridad no funciona, especialmente en medio de una
recesión económica –tal como se llevó a cabo en muchos países en
desarrollo bajo los Programas de Ajuste Estructural del Banco Mundial y
del FMI en las décadas de 1980 y 1990 y, más recientemente, en Grecia,
España y otros países de la Eurozona–.
Muchos de los que presionan
por la austeridad lo hacen porque de verdad creen (aunque erróneamente)
que funciona, pero aquellos que son lo suficientemente inteligentes
para saber que no funcionará, seguirán desplegando este discurso porque
es una buena manera de reducir al Estado –y, de este modo, dar más poder
al sector corporativo, incluyendo al extranjero– y de cambiar la
naturaleza de las actividades del Estado hacia una posición pro
corporativa –por ejemplo, el gasto social es el que se elimina primero–.
En
otras palabras, la austeridad es una muy buena forma de hacer presión
por una agenda política regresiva, sin que lo parezca. Se dice que debes
recortar el gasto porque tienes que balancear la contabilidad y poner
la casa en orden, cuando lo que realmente estás haciendo es lanzar un
ataque sobre la clase trabajadora y los pobres.
Esto es, por
ejemplo, lo que el gobierno de la coalición conservadora y liberal
demócrata dijo en Inglaterra cuando lanzó un severo programa de
austeridad al momento de asumir el poder en 2010 –las finanzas públicas
del país eran tales en ese entonces, que no fue necesario un programa de
austeridad severo, incluso para los estándares de los economistas
ortodoxos–. (...)" (Entrevista a Ha Joon-Chang, Socialismo21, 14/02/17)
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