27/2/17

Para los ricos las últimas décadas han sido “cara, yo gano; cruz, tú pierdes”

"En los últimos casi 40 años, la ideología y las políticas del capitalismo de “libre mercado” han regido de manera absoluta en casi todo el mundo industrializado y avanzado. Sin embargo, mucho de lo que se entiende como capitalismo de “libre mercado” no son más que medidas diseñadas y promovidas por el Estado capitalista a favor de las facciones dominantes del capital. ¿Qué otros mitos y mentiras acerca del “capitalismo realmente existente” vale la pena señalar?

-Gore Vidal, el escritor estadounidense, muy bien dijo una vez que el sistema económico estadounidense es de “libre empresa para los pobres y socialismo para los ricos”. Pienso que esta afirmación resume de buena manera lo que se entiende por ‘capitalismo de libre mercado’ en las últimas décadas, sobre todo, pero no exclusivamente, en Estados Unidos. 

 En las últimas décadas los ricos han sido protegidos, cada vez más, de las fuerzas del mercado, mientras que los pobres han sido expuestos mucho más a ellas.

Para los ricos las últimas décadas han sido “cara, yo gano; cruz, tú pierdes”. Altos directivos, sobre todo en Estados Unidos, firman paquetes salariales que les dan cientos de millones de dólares por hacerlo mal y las corporaciones son subsidiadas a gran escala y con pocas condiciones, algunas veces de manera directa, pero a menudo de manera indirecta por medio de programas de gasto gubernamental (especialmente en defensa), con precios inflados y tecnología gratuita producida por programas de investigación financiados por el Estado.

Después de cada crisis financiera, empezando por la crisis bancaria de Chile en 1982, pasando por la crisis financiera asiática de 1997, hasta la crisis financiera global de 2008, los bancos han sido rescatados con cientos de trillones de dólares provenientes del dinero de los contribuyentes, y pocos banqueros han ido a prisión. 

En la última década, las clases dueñas de los activos en los países ricos también han sido mantenidas a flote por tasas de interés históricamente bajas. En contraste, los pobres han estado, crecientemente, sujetos a las fuerzas del mercado. En nombre del aumento de la “flexibilidad del mercado laboral”, los pobres han sido privados, cada vez más, de sus derechos como trabajadores.

Esta tendencia ha alcanzado un nuevo nivel con la irrupción de la así llamada “economía de los pequeños encargos” (gig economy), en la que los trabajadores son falsamente contratados como “trabajadores por cuenta propia” (sin el control sobre su trabajo, que sí ejerce el verdadero trabajador por cuenta propia) y privados de, incluso, los derechos más básicos (por ejemeplo, ausencia por enfermedad, pago de vacaciones).

 Con sus derechos debilitados, los trabajadores deben comprometerse cien por ciento en una carrera en la que compiten al aceptar salarios más bajos y condiciones laborales cada vez más precarias.

En el área del consumo, el aumento de la privatización y desregulación de las industrias proveedoras de servicios básicos, de la que los pobres tienden a depender más –como lo son el agua, electricidad, transporte público, servicio postal, servicios de salud y educación básicos–, ha significado que estos han visto un aumento desproporcionado en la exposición de su consumo a las lógicas del mercado.

En los últimos años, desde la crisis de 2008, los derechos sociales se han reducido en muchos países, y los términos de sus accesos –por ejemplo, los cada vez menos generosos “test de aptitud laboral” para los discapacitados, el entrenamiento obligatorio para la gestión curricular para quienes reciben beneficios de desempleados– se han vuelto más exigentes, haciendo que más y más personas pobres vayan a mercados laborales para los cuales no están capacitadas para competir.

En cuanto a los otros mitos y mentiras del capitalismo, el más importante, para mí, es aquel que afirma que existe un dominio objetivo de la economía, en donde la lógica política no se debe entrometer.

 Una vez que aceptas la existencia de este dominio exclusivo de la economía, como muchas personas lo hacen, terminas por aceptar la autoridad de los expertos económicos, como si fuesen interlocutores de alguna verdad científica sobre la economía, que dictarán la manera en que esta funciona.

Sin embargo, no existe una manera objetiva de determinar la frontera de la economía, porque el mercado es en sí mismo una construcción política, como lo demuestra el hecho de que hoy en día en los países ricos es ilegal comprar y vender una serie de cosas que se solían comprar y vender de forma libre, como los esclavos y la fuerza laboral de niños.

Es muy importante rechazar el mito de una frontera inviolable de la economía, porque ese es el punto de partida para desafiar el statu quo. Si aceptas que el Estado de bienestar debería ser reducido, los derechos laborales debilitados, el cierre de fábricas aceptado, etcétera, y todo por una supuesta lógica económica objetiva –o “fuerzas del mercado”, como lo llaman­–, se hace prácticamente imposible modificar el statu quo.

La austeridad se ha convertido en el dogma prevaleciente en toda Europa, y es muy importante en la agenda Republicana. Si la austeridad se basa también en mentiras, ¿cuál es su objetivo real?

-Muchos economistas, como por ejemplo Joseph Stiglitz, Paul Krugman, Mark Blyth y Yanis Varoufakis, por mencionar algunos nombres prominentes, han sostenido que la austeridad no funciona, especialmente en medio de una recesión económica –tal como se llevó a cabo en muchos países en desarrollo bajo los Programas de Ajuste Estructural del Banco Mundial y del FMI en las décadas de 1980 y 1990 y, más recientemente, en Grecia, España y otros países de la Eurozona–.

Muchos de los que presionan por la austeridad lo hacen porque de verdad creen (aunque erróneamente) que funciona, pero aquellos que son lo suficientemente inteligentes para saber que no funcionará, seguirán desplegando este discurso porque es una buena manera de reducir al Estado –y, de este modo, dar más poder al sector corporativo, incluyendo al extranjero– y de cambiar la naturaleza de las actividades del Estado hacia una posición pro corporativa –por ejemplo, el gasto social es el que se elimina primero–.

En otras palabras, la austeridad es una muy buena forma de hacer presión por una agenda política regresiva, sin que lo parezca. Se dice que debes recortar el gasto porque tienes que balancear la contabilidad y poner la casa en orden, cuando lo que realmente estás haciendo es lanzar un ataque sobre la clase trabajadora y los pobres.

Esto es, por ejemplo, lo que el gobierno de la coalición conservadora y liberal demócrata dijo en Inglaterra cuando lanzó un severo programa de austeridad al momento de asumir el poder en 2010 –las finanzas públicas del país eran tales en ese entonces, que no fue necesario un programa de austeridad severo, incluso para los estándares de los economistas ortodoxos–. (...)"            (Entrevista a Ha Joon-Chang, Socialismo21, 14/02/17)

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