21/2/17

Perdido el miedo a la URSS y a la amenaza de la revolución, la minoría del 1 por 1.000 de los más ricos pudo dormir tranquila. ¿Para qué hacer concesiones innecesarias?

"El siglo XXI ha traído el desconcierto, la incertidumbre, la falta de confianza en el progreso colectivo y en la democracia. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Josep Fontana reconstruyó en el 2011 el camino recorrido en un libro de 1.200 páginas, Por el imperio, que llegaba hasta la primavera árabe y el movimiento de los indignados. 

En El siglo de la revolución. Una historia del mundo desde 1914 añade y revisa su copiosa documentación, actualizada hasta hoy mismo. Los datos que proporciona en el capítulo “La era de la desigualdad” son escalofriantes y, si la tendencia no se corrige, muchos de los lectores de hoy serán los futuros pobres. (...)

¿Cómo hemos llegado hasta aquí?

Por muchos factores. Uno de ellos es el miedo. El miedo es determinante en las actitudes políticas. El miedo exagerado a la revolución rusa fue determinante en el fracaso de la II República española o del reformismo de la República de Weimar. Por otra parte este mismo miedo y la fuerza de los sindicatos favorecieron la negociación y las políticas reformistas para contentar a la población.

¿No sucede ahora que hemos olvidado el estupor ante la barbarie de las dos guerras mundiales, cuando se optó por un juego de alternancias, un partido de derechas creador de riqueza y una socialdemócrata para repartirla?

La socialdemocracia tuvo un papel muy importante en la consecución de beneficios como los del estado de bienestar, que se concedían como antídotos a la revolución. En 1968 se pudo ver que la amenaza de nuevos movimientos revolucionarios había pasado, cuando el partido comunista francés se negó a apoyar las protestas estudiantiles, mientras en Praga se frustraban las opciones de un socialismo de rostro humano. 

Perdido el miedo a la URSS y a la amenaza de la revolución, la minoría del 1 por 1.000 de los más ricos pudo dormir tranquila. ¿Para qué hacer concesiones innecesarias?

¿Qué fecha pone?

El progreso social, entendido como la suma de una distribución más equitativa de los beneficios del crecimiento económico y de una mejora de las condiciones de vida, terminó hacia 1975.

¿Qué sucedió?

Tomando como excusa la crisis de petróleo se emprendió la lucha contra los sindicatos y se favoreció la deslocalización de empresas, lo que debilitó la capacidad de los obreros para mejorar sus condiciones de trabajo y sus salarios. Todo ello contribuyó a una reestructuración económica mundial como base de un nuevo orden corporativo global, sin los obstáculos que oponía el estado-nación.

¿Y ahora?

La crisis que empezó en el 2007 y 2008 empeoró la situación. Lo más grave es que, superada la crisis, la desigualdad se ha desbocado y sigue creciendo día a día. Las consecuencias pueden ser muy serias. (...)"            (Entrevista a Josep Fontana, La Vanguardia, 13/02/17)

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