"Aquí explican cómo es posible producir sin agredir a la naturaleza,
sin envenenar los alimentos y sin esclavizarse como productores. “Al
productor le devuelve las ganas de vivir, el entusiasmo, porque pasa a
ser la parte más importante del proceso productivo”, mientras que en la
agricultura de los agroquímicos “es un paria, un instrumento de las
multinacionales”.
“Naturaleza Viva” es una chacra de unas 200
hectáreas, en el norte santafesino, en Guadalupe Norte, donde trabajan
quince familias que producen una gran variedad de alimentos sin utilizar
agroquímicos ni transgénicos. Su producción llega a miles de hogares en
numerosas provincias argentinas. La notable experiencia es liderada
desde hace tres décadas por Irmina Kleiner y Remo Vénica, una pareja de
ex militantes del Movimiento Rural de la Acción Católica, perseguidos
por la dictadura militar por organizar a los campesinos en lucha.
La
increíble historia de supervivencia de Remo e Irmina durante cuatro años
en el monte chaqueño quedó reflejada primero en el libro Monte Madre de Jorge Miceli (edición del autor, 2006) y luego en la película Los del suelo, del director Juan Baldana (2015).
La revolución por la que entonces lucharon tomó otros rumbos en las
vidas de Remo e Irmina: su chacra “Naturaleza Viva” es una poderosa
muestra de que es posible producir alimentos de otra manera, de que la
agroecología es sostenible y que puede resistir a crisis económicas y
modelos injustos de la más variada índole.
La granja recibe escuelas,
delegaciones y familias interesadas en conocer esta experiencia, y es
constante la presencia de estudiantes y profesionales que realizan
pasantías, produciendo un rico intercambio de saberes y experiencias
procedentes de distintos puntos del país y del mundo.
La
prédica de ambos, presentes a veces en persona pero multiplicada por un
aura que de a poco se convierte en leyenda a lo largo y a lo ancho del
país, es un mensaje pleno de lucidez, convicción y sensatez, y así
aparece en este diálogo sostenido en Gualeguaychú, en el marco de una
jornada sobre producción agroecológica como parte de las actividades del
Plan de Alimentación Sana, Segura y Soberana de esa ciudad.
Los responsables de “Naturaleza Viva” explican aquí cómo es posible
producir sin agredir a la naturaleza, sin envenenar los alimentos y sin
esclavizarse como productores. La calma de Irina contrasta con Remo,
quien habla con un apasionamiento admirable. Por supuesto, la
transcripción de la entrevista no logra transmitir la calidez y
entusiasmo de sus voces, al contar cómo fue apostar –treinta años atrás–
a lo que aun no se conocía con el nombre de agroecología: el modo más
natural de emanciparse de las deudas que los agobiaban.
Y aseguran que
esta forma de producir vuelve a poner en el centro, junto a la
naturaleza, “al productor, le devuelve las ganas de vivir, el
entusiasmo, porque pasa a ser la parte más importante del proceso
productivo”, mientras que en la agricultura de los agroquímicos “es un
paria, un instrumento de las multinacionales”.
Remo e Irmina, ustedes están al frente desde hace ya más de
30 años, desde 1987, de una de las experiencias más interesantes de
producción natural, de producción agroecológica, en la Argentina.
Quisiera saber cómo fue el inicio, que los decidió a apostar a esa
manera de producir.
Remo: Respecto al cómo
fue, al momento del cambio… ¿Sabés qué pasa? Cuando te ajusta el zapato,
lo que tenés que hacer es cambiarlo. En este caso, nosotros ya
estábamos en un momento perverso de la “revolución verde”, del uso de
agroquímicos. Y entramos en ese juego sin ser conscientes de él,
entonces nos fuimos endeudando. En el campo de mi padre hubo un gran
endeudamiento, con riesgo a perder la tierra.
Entonces lo que hicimos
fue: señores, demos vuelta, provoquemos un cambio posible, salvemos la
tierra. Y para eso decidimos impedir el uso de los agrotóxicos en el
campo, porque ya veíamos el efecto negativo de los agrotóxicos en la
calidad de la tierra.
Irmina: La decisión fue no seguir
endeudándose comprando más insumos, y por otra parte también el suelo,
que estaba muy deteriorado, muy empobrecido, no tenía vida. Eso era un
desafío muy fuerte, había que reconvertir, empezar otro proceso de
volver a fertilizar, a vivificar, a generar árboles en el ambiente,
materia orgánica. Ese fue uno de los elementos para tomar la decisión.
Remo:
¿Cuál es la cuestión más grave, para el productor, de las técnicas de
producción que la “Revolución Verde” convirtió en habituales, las
técnicas de la agricultura industrial? Es el endeudamiento permanente
del productor, porque compra insumos y los saca a cuenta de la
producción que va a sacar dentro de cuatro a seis meses.
Pero si
nuestros abuelos, nuestros padres, nunca entraron en eso, porque eran
autosustentables en el tema, porque producían sus semillas, y no
necesitaban comprar venenos o insumos porque trabajaban mirando la
tierra, mirando la calidad y la vitalidad del suelo.
¿Y cómo fue la decisión?
Remo:
Fue de un día para el otro. Decidimos no usar más agrotóxicos y
comenzamos. No teníamos muchos indicadores de experiencias similares en
el país ni en el exterior. Estamos hablando de 1987, y no había ni
siquiera marco legal. Hubo una resolución sobre producción orgánica en
1994 y la Ley 25.127 de producción orgánica recién es del año 1999.
En 1987 tampoco había internet como para buscar…
Remo:
No. No había internet. Vos hoy apretás un botoncito y tenés
experiencias de China, de Estados Unidos, de Europa, de Brasil,
etcétera. No teníamos nada de eso. Pero teníamos nosotros una percepción
de lo que sucedía, porque los dos fuimos dirigentes campesinos, del
Movimiento de Ligas Agrarias, del Movimiento Rural de Acción Católica
Argentina, que ha trabajado mucho en la región formando grupos de
jóvenes campesinos.
Eso nos ha permitido identificar y observar
campesinos de Misiones, de Formosa, de Chaco, de Corrientes, de Santa
Fe, de distintas partes del país y del Noroeste, ver cómo se
desarrollaban las actividades. Muchos de los pequeños campesinos eran
agroecológicos sin ponerle nombre. No tenían el rótulo, pero ellos no
usaban venenos, no usaban semillas compradas, no usaban herbicidas,
usaban el lomo, la azada. Y eso para nosotros fue muy fuerte.
Irmina:
Y otro de los ingredientes es que nosotros en el 84 habíamos regresado
del exilio, habíamos estado en Europa, y ahí vimos fuertemente los
movimientos ambientales, la lucha contra la contaminación. Vimos los
ríos muy contaminados, el ambiente contaminado. Entonces veíamos a dónde
llevaría este proceso de matar la fertilidad del suelo, de contaminar y
usar agroquímicos. Teníamos la imagen muy cerca.
¿Cómo funciona Naturaleza Viva?
Remo:
Nuestra perspectiva es biodinámica, pero en el mismo trabajo que estamos
realizando utilizamos otras según las condiciones: ya sea si son
frutales, horticultura, producciones extensivas. Hay variables, hacemos
de todo. Tambo y producciones lácteas.
Nunca, o excepcionalmente,
vendemos leche: lo que vendemos es queso, yogur, ricota, manteca, dulce
de leche. En las otras actividades que tenemos, agricultura, hacemos la
producción agropecuaria pero también hacemos la transformación de los
productos.
El hilo y el girasol los transformamos en aceite prensado en
frío. El pellet, que queda de ese proceso de prensado, vuelve a
ciclar en la granja. Por eso hablamos de granjas integrales, por eso
hablamos de la importancia de saber cuántos minerales le quitamos al
suelo a través del tipo de producciones que hacemos, para que el suelo
no se desgaste y pierda la capacidad productiva.
En eso es muy
importante la agroecología, es decir, la recuperación de los nutrientes
del suelo a partir de los procesos biológicos de los modos de
producción. Y el trigo, el maíz, transformados en harinas integrales,
que también tienen una diferencia respecto de las harinas integrales con
lo que consumimos como harina blanca.
Es como un circulo virtuoso ¿verdad?
Irmina:
Un suelo fértil es muy eficiente para producir sin agroquímicos. Porque
los insectos y las malezas vienen en suelos deteriorados. De suelos
deteriorados surgen plantas enfermas, y las plantas enfermas son
atacadas por microorganismos, insectos, plagas en general. Pero las
plantas plagas desaparecen con la fertilidad de la tierra, y la
fertilidad se mantiene a través del ciclado de los elementos de nuestro
ecosistema: el sol es gratis, el aire es gratis, el agua es gratis y la
tierra es naturalmente gratis para el campesino.
Un correcto manejo del sol, del aire, de la tierra y del agua
optimiza la producción. Y si en el proceso productivo hacés rotación de
cultivos, combinación de cultivos, combinación de agricultura y
ganadería, se favorecen la vida y la incorporación de nutrientes. En el
caso de “Naturaleza viva”, hacemos un agregado muy importante que es
devolver el fósforo a la tierra a partir de la molienda de los huesos de
nuestros propios ganados, que se vende la carne pero no los huesos.
No
hay que ser estúpidos en el trabajo agrícola, hay que ser inteligentes
en la recuperación de los nutrientes. Si yo vendo el grano de girasol
estoy vendiendo los minerales, porque lo que vendo es energía, vendo el
aceite que consumen. Lo mismo si yo, en vez de vender la naranja, vendo
el jugo, todo el resto forma parte del ciclado de los elementos, y así
sucesivamente.
Entonces, ¿cómo ciclan estos elementos? A través del
animal. Las vacas lecheras consumen el pellet del girasol,
consumen elementos vitales para ciclar, los minerales en el suelo para
permitir una agricultura sustentable de alta rentabilidad pero además
sustentable en el tiempo.
Esa alta rentabilidad, en el caso de ustedes, está vinculada además con el hecho de que no venden las materias primas…
Remo:
Exacto. Nosotros tenemos toda la cadena: producción, elaboración,
transformación, venta. Nosotros entregamos el alimento a ciudades y
pueblos de 23 de las 24 provincias del país. Tenemos redes. Porque
además lo hacemos a través de redes.
¿Es central entonces que el productor no resigne la elaboración de su propio producto?
Remo:
Y además tiene que ver con la historia de la agricultura. La historia
de los pueblos originarios. La historia de nuestros abuelos europeos.
Ellos entregaban los productos al mercado porque en aquella época no nos
olvidemos que más del 50% de las personas vivían en el campo. Hoy
tenemos apenas el 7%, y me parece que estoy exagerando.
Todo este
fenómeno hizo que se apropiaran del trabajo del productor agropecuario.
Entonces el productor agropecuario pasa a ser simplemente un productor
de materia prima, que es el rubro más complejo y más riesgoso que
existe. Porque tenés los factores climáticos: lluvia, sequías, plagas,
enfermedades.
Todo eso se fue complicando cada vez más y nos han
quitado, conscientemente, esto de ser productores de alimentos. Porque
además, detrás estaba todo el uso de los venenos, que no tienen nada que
ver con la producción de alimentos. Esta es la gran paradoja de la
sociedad actual, para los hombres de las ciudades, para los trabajadores
agropecuarios. No puede ser que seamos productores de alimento
contaminado con agroquímicos, y peor todavía, afectando la vida de
nuestra Pachamama, que es la que nos da la posibilidad de vivir hoy y de
seguir viviendo en el futuro. Estamos en una sociedad con mucho riesgo a
partir de este gran fenómeno de urbanismo y cero ruralidad. Y además
hemos perdido esto de la totalidad de la cadena de elaboración de
alimentos.
Remo: ¡Claro! Cuando nosotros nos dimos cuenta de eso, pues
ahí estaba la papa: triplicamos la ganancia reduciendo los riesgos. ¿Te
imaginás? Nos quedamos con los tres eslabones, pero no solo eso, lo más
rico de esto es que de un eslabón a otro no hay trasmisión ni impuestos
porque es el mismo productor el que genera todo.
Por lo tanto desde la
producción primaria, del movimiento de suelo, hasta el producto
terminado es toda una cadena donde queda toda la ganancia para el
productor y de esa manera puede reinvertir, puede recrear los sistemas
productivos.
Y todo eso a partir de recuperar la vida de la tierra, del
suelo, el potencial más extraordinario que debemos cuidar para que las
nuevas generaciones, tanto de los argentinos como de todos los que
vivimos en el planeta podamos seguir viviendo en el futuro.
Irmina:
Y por otra parte cada uno de esos eslabones productivos requiere manos y
cabezas atrás haciendo y concretando las cosas, entonces del campo
despoblado pasamos a un campo generador de empleo, de ocupación, y por
lo tanto de recursos para las familias. Y se vuelve a poblar. Es un
aspecto social fundamental, la estructura productiva del campo es una
cuestión social.
Remo: Estamos acostumbrados a ver los
campos libres de personas, de individuos, de familias. Tenemos que
replantearnos seriamente esto, es muy grave lo que ha sucedido. Tenemos
que repoblar la tierra.
Ustedes demuestran que no es una utopía, no es imposible.
Remo:
Trabajamos doscientas hectáreas quince familias. Y si tenemos en cuenta
que hay más de 60 millones de hectáreas en el país que no están
pobladas, entonces 60 millones de hectáreas, dividido 200 por 15
necesitan de entre 4 y 5 millones de familias para repoblar el campo. Y
seguramente me vas a decir “Che, ¿pero cómo vas a repoblar el campo?, si
se perdió la cultura”.
¡La debemos recuperar! La cultura no está
enterrada, está viva en nuestros abuelos y en experiencias de muchos
campesinos, porque hay experiencias de Paraguay, de Brasil, de Colombia,
de Ecuador, de Costa Rica, extraordinarias en este sentido, y hay
universidades que se están replanteando los sistemas educativos y
formativos para impedir este proceso decadente de una agricultura de los
agrotóxicos y de los venenos y provocar una agricultura de la vida, de
la fraternidad, de las relaciones afectivas y constructivas entre el
campo y la ciudad.
Es un fenómeno que ya se está dando.
Remo:
Sí ¿sabes por qué? Porque está colapsando la “Revolución Verde”, la
cultura de los agrotóxicos: no saben qué hacer porque los suelos se
están deteriorando. Según datos de los organismos internacionales, cada
minuto se desertifican doce hectáreas en el planeta Tierra. ¡Doce
hectáreas! Es grave.
Irmina: Sí, es muy grave. Y por el otro
lado, el argumento fuerte de la “Revolución Verde” siempre fue la
necesidad de producir alimentos para combatir y reducir el hambre en el
mundo. Resulta que después de 30 años no se reduce el hambre en el
mundo, al contrario, sigue aumentando: entonces sabemos que no es un
problema de producción de alimentos, sino de distribución de esos
alimentos.
Y que con las tierras desertificadas o pérdidas importantes
de fertilidad obvio que se va a producir menos, si de dónde va a salir
si matamos la vida del suelo. Eso es muy lógico: si no tenemos suelo, no
podemos producir alimentos.
Remo: Tenemos problemas de
hambre y a la vez de enfermedades graves, pero ¿cómo vamos a tener una
población sana si consume agroquímicos, agrotóxicos, venenos? Entonces
tenemos que modificar el sistema productivo para producir. Hay una frase
muy linda de un gran maestro de la humanidad que fue Hipócrates, 350
años antes de Cristo: “Que tu alimento sea tu medicina, y que tu
medicina sea tu alimento”.
Otro concepto que ustedes
mencionaban, en relación con la diversidad de experiencias y de técnicas
que se van generando. Hasta hace poco esas perspectivas tenían poco
contacto entre sí, pero ahora cada vez hay más interrelación, en buena
medida por los avances comunicacionales. Ustedes mencionaban que no son
perspectivas contradictorias sino complementarias…
Remo:
Sí, son propuestas que han surgido de la realidad, de personas muy
habilidosas, entre ellos maestros como el caso de Masanobu Fukuoka, en
Japón, con la agricultura natural. O la propuesta de Jairo Restrepo con
la agricultura regenerativa, la biodinámica de Rudolf Steiner, la
permacultura de Bill Mollison.
Con todas ahora, por suerte, estamos
interactuando, buscando los aspectos favorables de cada una, porque en
una región favorece una, en otra región favorece otra, favorece con un
sistema productivo, con otro sistema productivo. Son complementarias, y
esto es lo importante: hay varias maneras de producir sin agredir y sin
envenenar fundamentalmente los alimentos para nuestra querida población.
Y algunas de esas técnicas son milenarias, o están inspiradas en prácticas muy antiguas.
Irmina:
¡Es que antes de la “Revolución Verde” también existía la agricultura!
Pero a partir de este sistema, todos los organismos de investigación
fueron apoyando, investigando y dedicando sus energías y recursos a esa
propuesta. Y se dejó de investigar lo otro. Entonces hoy es un terreno
que desde la ciencia tendrán que recuperar.
Pero menos mal, tenemos
todas estas otras instituciones, organizaciones y estudiosos que por
cuenta propia fueron desarrollando muchas herramientas para producir de
otra manera, o para apoyar con técnicas específicas esa producción
natural que se venía haciendo. Con errores, pero que no dañaban ni
contaminaban el ambiente como la agricultura basada en agroquímicos.
Remo:
Nosotros trabajamos en 200 hectáreas, de las cuales 110 son propias, y
120 que se alquilan a productores que han abandonado a partir de las
deficiencias de la productividad de los suelos. Nosotros las vamos
recuperando e incorporando a la producción agroecológica. Esto es muy
importante decirlo porque lentamente los pooles de siembra, en
nuestra región que es el norte de Santa Fe, con suelos de tercera, están
abandonando las chacras porque terminan siendo improductivas.
Porque
además tienen que pagar el alquiler al productor y sacar sus ganancias. Y
ahora están con algunos fenómenos mínimos, algunos de grandes lluvias y
otros de sequía como las que tuvimos actualmente, entonces colapsa el
sistema porque ellos, la agricultura de los químicos, tiene un alto
porcentaje de costos, y sí o sí tienen que sacar cultivo para pagar las
inversiones, los insumos comprados. Conozco casos de familias que
producían en 13 a 15 mil hectáreas y que colapsaron.
En la agroecología
la ventaja es que vos no arriesgás previamente: la semilla la producís
vos, los insumos de la fertilidad de la tierra los producís vos a través
del manejo de las pasturas, de los abonos verdes, de los composts, a
través de los biofertilizantes, a través de los preparados biodinámicos,
a través de la agricultura regenerativa, que con una tonelada de
preparados que vos hacés podés hacer 100 hectáreas, 200 hectáreas
vitalizar y provocar el efecto de mayor fertilidad y de mayor
productividad de la tierra.
El otro elemento que me
parece central en una época que la que hay tantos factores que encadenan
a las personas, es que la producción natural le devuelve la autonomía
al productor, el poder sobre sí mismo, el sentido de ser dueño de su
destino ¿verdad?
Remo: ¡Claro! Y no solo la
autonomía. Le devuelve las ganas de vivir, el entusiasmo, porque el
agricultor pasa a ser la parte más importante del proceso productivo, el
que genera el proceso productivo. En la agricultura de los
agroquímicos, el productor es un paria, es un instrumento de las
multinacionales.
De hecho puede estar o no estar. Da lo mismo.
Remo:
Puede estar o no estar, tenés los personeros de las corporaciones que
le pueden desarrollar el cultivo sin necesidad de que estén presentes.
Pero en la agricultura ecológica el campesino es parte activa, porque va
desarrollando el proceso, un proceso de crecimiento. Un proceso
ascendente de fertilidad. Un proceso ascendente en mano de obra. Un
proceso ascendente de calidad de vida, de salud, de bienestar, de
diversidad biológica, de comenzar a vivir procesos extraordinarios.
También desde el punto de vista de los animales que vienen a repoblar el
lugar.
“En la agricultura ecológica el campesino es parte
activa, porque va desarrollando el proceso, un proceso de crecimiento.
Un proceso ascendente de fertilidad. Un proceso ascendente en mano de
obra. Un proceso ascendente de calidad de vida, de salud, de bienestar,
de diversidad biológica, de comenzar a vivir procesos extraordinarios”.
¿Cómo es eso?
Irmina:
A nosotros nos preguntan “Che pero ustedes que hacen mermelada de higo,
hacen higos en almíbar, ¿cómo hacen, si a mí me comen todo los loros?”
Bueno, en la granja habitan las águilas coloradas y los caranchillos que
no dejan una cotorrita. No existe una cotorra en “Naturaleza viva”.
Pero si no era por la reflexión de este productor, no sabríamos por qué.
Entramos a observar de qué manera están las aves. Porque tenemos
árboles altos. Eucaliptus, y otros árboles altos…
Remo:
De todo tipo de árboles muy altos.
Además tenemos una familia de monos,
que lo poblaron hace 8, 10 años, vino una hembra, pionera, y antes del
año vino el macho, y ahora son ocho monos que están poblando “Naturaleza
Viva”. Y además es una forma eficiente: nos siembran los bosques que
construimos. Porque nosotros empezamos “Naturaleza Viva” con 60 árboles
que los gringos teníamos en aquellos tiempos nada más, porque todo había
que dedicarlo a la agricultura.
Hoy tenemos más de 20 mil árboles, en
un sistema de bosques interactuando con frutales, además con otras
especies del lugar y especies misioneras, de frutales, que se adaptan
perfectamente a nuestra región del norte de Santa Fe porque pasamos a
ser una zona casi tropical.
Qué maravilla. Dan ganas de ir a ver “Naturaleza Viva”
Remo:
¡Cuando quieras! Y te aseguro que es un lugar que al ir a verlo, da
ganas de compartir, porque el ser humano es protagonista, no es un
paria. Porque mientras que para el sistema molesta el agricultor, para
la agroecología es el protagonista. Es el que conduce el proceso. Porque
además tenés muchas alternativas.
Me hizo acordar a la
idea del antropocentrismo humilde, que propone Guillermo Priotto. El
ser humano asumiéndose como parte del ambiente, pero dirigiendo el
proceso, claro que con otros valores.
Remo:
¡Sí! Y a tal nivel de humildad que me tuve que sentar en el bosque a
reírme porque los monos me enseñaron a producir en el bosque.
A ver, cuente eso.
Remo:
Claro, porque el grupo de monos que tenemos come los frutales que están
en el predio de la granja y me los llevan al bosque. Como decir,
cerella, mamón, chirimoya, dátiles, nísperos, chaucha ingá, una chaucha
dulce. Todo eso lo comen, y van y duermen en el bosque. No hace mucho me
tuve que sentar a reír en el bosque.
Pensar que los monos me enseñaron.
Porque yo peleando para producir frutales que me afectaban por el sol o
las heladas. Y ellos, no: me los sembraron con abono y en el bosque.
Así que ahora tengo los plantines hechos por la familia de los monos.
Hecho naturalmente por los monos, al ir a hacer sus necesidades…
Remo: Naturalmente. Te aseguro que yo no les dije nada (risas).
La última: ¿qué debemos exigirle al Estado? Hoy conversábamos acerca de
su rol, la presencia o la ausencia, la complicidad del Estado o la
decisión de impulsar algo distinto. En el caso del estado municipal, que
normalmente se desentiende de estas cuestiones (“no es problema mío, es
problema de la provincia o el Estado nacional”).
¿Qué pasa si el
Estado, y en especial el Estado municipal acepta el desafío de impulsar a
sus productores a producir alimentos de manera ecológica, para darle de
comer a su gente, a sus propios vecinos?
Irmina: Es
fundamental: que el Estado, que sin duda alguna tiene el rol de velar
por toda la población y procurar que su organización, sus caminos, vayan
por el mejor lugar posible. Si nosotros integramos el problema de la
salud que está relacionado íntimamente con esta cuestión del alimento,
lo ambiental, el suelo, y la parte productiva, creo que la mejor
propuesta es esto, ir limpiando metafóricamente los caminos, porque a
todos va a favorecer, a los productores porque van a retomar el camino
de las producciones limpias y dejar de gastar en agroquímicos que en
realidad no son necesarios; en contribuir que desde la producción se
revitalice el suelo, y así cerrar el camino de la pérdida de la
fertilidad; a repoblar de árboles donde se pueda repoblar, o sea, los
árboles pueden ser para uso forestal como árboles de producción de
alimentos, las dos cosas.
Y sobre todo, la salud para la población, en
un ambiente limpio, la salud de la población obviamente va a ser mucho
mejor.
Remo: Un intendente debe ser, entre otras cosas,
el administrador de la calidad de vida de la ciudad, y debe provocar a
la gente de campo a que revise su comportamiento para evitar que se
sigan deteriorando los suelos, pero también evitar que se sigan
hipotecando comprando agrotóxicos y venenos, y que además proyecten una
acción de la agroecología que ya nos está dando ejemplos. Es lo que
tenemos que hacer. A partir de este fenómeno de la “Revolución Verde”,
hemos perdido la sensibilidad de las relaciones mutuas entre los seres
humanos, entre el campo y la ciudad, entre la producción de alimentos y
los consumidores.
Tenemos que recrear relaciones de humanos, de seres
humanos, no de bestias como sucede en este momento. Y digo que es
posible porque nosotros hace ya 31 años que somos autosustentables en la
producción de alimentos. Lo único que tenemos que comprar es la sal,
pimienta y un par de otras cosas.
El resto lo producimos todo, porque la
Pachamama es maravillosa, nos da la oportunidad con mínimos manejos que
nosotros como agricultores, como campesinos, como personas vinculadas a
la tierra, podemos generar todo en nuestras tierras. La agricultura de
los agrotóxicos, la agricultura industrial, le hace perder al productor
el cariño a la tierra. ¡A cualquier ser humano! ¿Qué cariño puedo
tenerle si la estoy envenenando?"
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