6/7/20

Entrevista a Lidia Falcón sobre la ley «queer»

"Usted rechaza la Ley Trans, registrada por Podemos, que defiende que el sexo biológico no existe y es la decisión de la persona la que determina ser hombre o mujer. “Autodeterminación de género”, lo llaman.

Nos tenemos que retrotraer a treinta años atrás, que es cuando empieza la historieta del género. La universidades americanas fueron las que acogieron esa terminología, que es posmoderna. Ahora estamos en el esplendor de la ideología posmoderna, que nace para acabar con el marxismo.

El género es una construcción social que discrimina a la mujer, aunque esto daría para mucho… Nace para borrar la hegemonía del patriarcado, en teoría, pero el patriarcado ya está consolidado. Luego aparece la teoría queer con la ilustre ideóloga feminista Judith Butler, que dice que la realidad no existe. Sólo existen los sentimientos, deseos, emociones, impulsos.

Sobre esto se ha escrito mucho, sobre la política de las emociones. No se fijan en la estructura económica del mundo ni en las relaciones de clases. Ahora todos nos dejamos llevar por las emociones, todo es subjetivo. Supongamos que un día yo descubro que quiero ser hombre, eso no me convierte en hombre.

¿El género es un concepto ideológico o determina realmente la identidad sexual de la persona?

El género no existe, es un constructo lingüístico que sirve para clasificar cosas. El género lírico, por ejemplo. Cuando se le da esta interpretación, se borran las categorías: patriarcado, mujer, hombre y padre. Son categorías antropológicas tan antiguas como la humanidad.

Precisamente, esta ley también propone abolir las categorías legales de mujer y hombre, padre y madre, para hablar de “progenitores gestantes” y “progenitores no gestantes”.

Sí, y defienden además el “género fluido”. Ellas defienden que te asignan el sexo cuando naces. He preguntado muchas veces quién lo asigna: ¿El Registro Civil? ¿El médico? ¿El cura? El sexo se forma en el mismo momento de la concepción, de la inseminación, pero ellas defienden que unos personajes siniestros que rigen la sociedad actual son quienes asignan los sexos.

Un buen día, el niño puede decidir que es una niña. A partir de ese momento, según ellas, la sociedad debe aceptarlo. No hace falta que pase por ningún diagnóstico médico o psicológico. La familia puede estar en contra, pero la Ley propone que los padres no puedan decidir. Al niño se le asignará un defensor judicial. Irá a un juzgado donde, si la ley lo estipula, habrá de obedecer los deseos del niño.

Más allá de las cuestiones externas de la ropa y del nombre, al niño se le pueden dar bloqueadores de hormonas. Lo aconsejan, incluso, porque una transformación de este tipo en la edad adulta es más complicada. Por eso plantean que lo mejor es que a los nueve años se les trate con bloqueadores de hormonas.

Eso entraña riesgos…

Un bombardeo de hormonas no deja que crezcan los huesos, se descalcifican, no se constituyen los rasgos físicos del varón o de la mujer…

La Ley Trans dice que tenemos que autodeterminarnos, pero además podemos cambiar de sexo en cualquier momento de la vida porque todo es fluido. ¿Con esto qué has hecho? Has abolido las categorías de mujer y hombre, en la que se dividen todas las especies mamíferas para que sea posible la reproducción.

¿Qué consecuencias tendría para el feminismo negar que el sexo viene determinado por la biología?

Si desaparece la categoría de mujer, ¿para qué sirve el feminismo? El patriarcado ha discriminado a la mujer en función de su capacidad reproductora, pero ahora resulta que también hay hombres gestantes o progenitores gestantes.

En la práctica, se meten en asambleas feministas y reclaman su derecho a participar en las decisiones igual que las activistas y empiezan a derivar la estrategia y el trabajo que hacemos hacia temas que no tienen interés para la mujer y son perjudiciales para la sociedad. Es una distopía, un disparate.

En este sentido, el feminismo radical se ha dado cuenta de que la teoría queer se ha convertido en un pretexto para que los hombres consigan nuevos privilegios. Por ejemplo, ya hay hombres transexuales que participan en  deportes de mujeres.

Las deportistas se han enterado del peligro que esto supone. Hay hombres que aseguran que son mujeres pero tienen una estructura corporal mucho más fuerte, una masa muscular más grande. Así ganan competiciones que antes no ganaban.

También nos están llevando a situaciones en las que un detestable personaje que ha asesinado a una mujer se defiende diciendo que es una mujer. Así no entra a ser juzgado por violencia de género.

Me acusan de recoger anécdotas, pero no. No son anécdotas, son representaciones de un fenómeno preocupante. El fenómeno significa que las luchas, ya no solo de las mujeres, sino las luchas sociales, pierden su importancia porque no hay clases. Entonces, cada individuo por sí mismo es libre -aunque manipulan y pervierten el término de libertad- para dedicarse a la prostitución, por ejemplo.  (...)


El colectivo trans defiende la práctica de la prostitución. Otro punto de fricción con el feminismo radical.

No conciben la prostitución como una esclavitud indigna, sino como algo divertido o que sirve para ganar dinero. No tenemos, entonces, que perseguirla y abolirla, porque entonces estás persiguiendo la libertad individual.

Estos personajes, aunque se llamen progenitores gestantes, no pueden tener hijos así que los fabrican en las barrigas de otras mujeres. Mujeres pobres, claro. Eso es un horror. Gestar un hijo que te van a quitar como si fueses una máquina de zapatos. Así se convierte la maternidad en un gran negocio.

Hay agencias que contratan a desgraciadas en Filipinas o en Ucrania para satisfacer las fantasías de estos personajes. Hay ferias de vientres de alquiler todos los años en Madrid donde se alquilan barrigas de muchachas. Nos hemos convertido en mercancías al servicio del beneficio que busca el capital.

Todo es una distopía, un mundo monstruoso, pero que beneficia al capital y al patriarcado. Ahora mismo estamos en una polémica muy agria en el seno del movimiento feminista.

Pese a las grandes incompatibilidades del feminismo y la teoría queer, ésta ha permeado en ciertos sectores del feminismo vinculados a la izquierda. ¿Cómo se explica?

Se ha introducido con mucha inteligencia y precisión en el seno de la sociedad. Ha convencido a ciertos sectores, élites universitarias. (...)

Usted ha sido duramente criticada por defender el argumentario del PSOE, que reivindica a la mujer como sujeto político del feminismo, desmarcándose del activismo queer. Ese documento ha sido rechazado por el colectivo transexual, que lo considera “transfóbico”.

Hasta a las socialistas les acusan de tránsfobas. Los insultos son gratis, puedes decir lo que quieras. A mí me han llamado fascista. Esa es su estrategia, no es casual ni inocente. De esta estrategia se benefician varios sectores: las clínicas de operaciones de cambio de sexo, los vendedores de anabolizantes, los psicólogos y psiquiatras. Además, se debilita el feminismo.

Nosotras estamos en la vanguardia de los cambios estructurales y sociales. Para eso llevamos luchando más de 200 años. Ya no hablan de mujeres, parece que somos entes, ectoplasmas. ¿Cuáles van a ser los temas fundamentales del feminismo? Para mí, que nos matan. Todas las semanas en España hay dos mujeres asesinadas por hombres. Nos violan.

Usted misma, que ha sido referente en la lucha por la igualdad, ha sido tachada de “tránsfoba” por el colectivo trans por defender ese documento. A nivel personal, ¿le afectan los ataques?

Después de tanto tiempo, yo soy un cocodrilo. Me pueden llamar lo que quieran. Queridos camaradas, sois tan tiernos… [ríe]

Lo que sí me preocupa profundamente es que esto pueda tener una influencia social y destroce la labor, el sacrificio de tantísimas personas, mujeres y hombres, que durante dos o tres siglos han luchado por cambiar este mundo.

Si realmente las nuevas generaciones caen bajo el influjo de las ideologías posmodernas y se creen estos disparates, van a perder y sólo saldrá ganando el capital y el patriarcado. Nuestras herederas tendrán que reconstruir el camino que hemos trazado las anteriores.

En los últimos años estamos viendo cómo los movimientos feministas y LGTB son patrimonializados por la izquierda. Ahora, incluso se rebelan contra parte de ésta. ¿Se están convirtiendo en movimientos cada vez más excluyentes?

Bueno, es que el movimiento gay fue pervirtiéndose tras un inicio de petición de igualdad y justicia legítimo. Se fue pervirtiendo. Shangay Lily, en Memorias del gaycapitalismo, describe cómo aquellos movimientos heroicos de lucha por conseguir respeto y justicia se habían convertido en un negocio: los hoteles para gays, el Día del Orgullo Gay… Todo un negocio.

Una opción sexual no es una opción política. En la derecha había y hay muchos homosexuales. La homosexualidad es una opción sexual. Ahora, eso no supone una visión política, de cambio social y lucha contra la opresión económica. Un montón de señores homosexuales están instalados en las élites económicas, en los grandes bancos. Y así es desde el Imperio romano.

¿Ser homosexual es ser de izquierdas? No. Tú puedes ser, incluso, partidario de la pena de muerte y ser homosexual, o votar a Trump y ser homosexual. Esto ha confundido a la izquierda. Una cosa es defender los derechos humanos de la gente que tiene esa opción sexual y otra es que te confundan para llegar a los trans.

Los trans están haciendo campaña por la pedofilia desde hace tiempo. Las organizaciones homosexuales vinieron al Partido Feminista a dar su discurso y vinieron a defender la sexualidad infantil con una perversa deformación de la teoría freudiana.

¿Cómo?

Defendían que había que permitirles las relaciones sexuales con adultos… ¿Eso es de izquierdas? ¿Es de izquierdas hormonar a los niños con todos los peligros físicos y mentales que supone porque se les ha ocurrido a los seis años decir que quieren tener otro sexo? Es inaceptable desde el punto de vista ideológico y social. Y lo que es aún más inaceptable es que se convierta en una ley. Esto es una de las grandes regresiones que nos ha traído Podemos. (...)"               (Entrevista a Lidia Falcón, Sociología Crítica, 30/06/20. Publicada en “El español” junio 2020

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