8/2/21

Según el concepto de la autodeterminación de la 'ley trans' y su cimentación en el sentimiento y la autodefinición, un hombre o una mujer podrían cambiar de género todas las veces que quisieran, lo que abre la puerta a una especie de especulación de género en la que una persona, en base a sus intereses, podría cambiar de hombre a mujer y viceversa en un ilimitado número de ocasiones. Esto es un verdadero disparate jurídico y social

 "«Nada destruye más el respeto por el Gobierno y por la ley de un país que la aprobación de leyes que no pueden ponerse en ejecución». Esta frase de Albert Einstein resume a la perfección lo que está ocurriendo en España con el borrador de la denominada Ley Trans porque, tal y como está planteado, no podría entrar en vigor sin que fuera necesario un reseteo integral de todo el ordenamiento jurídico o sin que se impusiera desde posturas del «ordeno y mando» más propio de lo contrario a una democracia y al feminismo de los derechos humanos y la igualdad real.

Las personas trans tienen que conseguir, sin duda, que sus derechos sean reconocidos, eso es evidente porque no hacerlo sería ir contra los principios que iluminan la igualdad real, la libertad, la moral y la justicia social para todos los seres humanos que, en realidad, es la única lucha vigente en la actualidad. Igualdad real de género, de tendencia sexual, de situación económica, de derechos sociales, de razas, de justicia legal y social, de derechos humanos en general. Esa es la verdadera lucha de la conciencia social colectiva que existe en una sociedad en la que, precisamente, las dictaduras públicas y privadas potencian el crecimiento de la desigualdad.

Sin embargo, los derechos que ese colectivo reivindica con razón sin miedo no se pueden llevar a efecto a través de este borrador creado, con todo respeto, desde una presunta inepcia para de lo que exige la capacidad y vida vivida para gobernar, más aún si sus asesores y asesoras, vengan de donde vengan, desde la lealtad y la honestidad personal, no le ayudan a tomar decisiones desde la coherencia de la verdad real del sistema. Permítanme que les recuerde que el ego, tal como el colesterol, en el ser humano se desarrolla y se distingue por bueno y malo. Es hora de ayudar a la ministra con el «ego bueno» y, por supuesto, desde el conocimiento de la verdad social al respecto. Marcar los tiempos en decisiones de Gobierno y Estado es fundamental y más aún que lo hagan quienes de verdad y sin intereses personales o partidistas sepan hacerlo.

No obstante, las intenciones pueden ser buenas, pero la falta de recursos del conocimiento se ven reflejadas en los documentos, borradores y en el propio proyecto en sí. En él se denotan decisiones y argumentos de parte. Estos comportamientos no son propios de la filosofía feminista, ni de la humanidad, ni de la moral, ni de la igualdad.

Decisiones asesoradas de parte y sin contar con la presencia del resto de fuentes sobre las que poder presentar una ley que dé seguridad jurídica a toda la población, no sólo a un determinado colectivo, nada de igualdad y menos aún de igualdad real.

Uno de los mayores problemas de la corrupción judicial en España es, precisamente, que se genera inseguridad jurídica hacia el pueblo cuando se enfrenta a los diferentes poderes no democráticos. Si se pretende legislar los derechos de las personas trans generando lo mismo que algunos jueces y juezas implementan a la ciudadanía con sus decisiones favorables a los poderosos nos hallamos en un escenario de absoluta «corrupción» moral, democrática y jurídica, algo que una democracia no puede permitir.

El artículo 4 del borrador de la Ley Trans ya se inicia con algo que va en contra de cualquier proceso legislativo al definir la identidad de género como «la vivencia interna e individual del género tal y como cada persona la siente y autodefine, pudiendo o no corresponder con el sexo asignado al nacer». Los sentimientos no tienen cabida en el orden jurídico porque se trata de un concepto subjetivo que no se puede demostrar. Los nacionalismos independentistas no son ideología, son sentimientos y por ejercerlo algunos ciudadanos y ciudadanas han sido y son sentenciados por la justicia del poder democrático privándoles de libertad.

Cuando, según el planteamiento del borrador, se dice que el mero hecho de sentirse de un género diferente al «asignado» ya te da el derecho de acudir al Registro Civil a cambiarlo, ¿quién puede determinar que se trata de un sentimiento verdadero y único o de una inspiración temporal? ¿Una persona puede cambiar de identidad de género las veces que quiera o sólo se limita a una vez?

Según el concepto de la autodeterminación y su cimentación en el sentimiento y la autodefinición, un hombre o una mujer podrían cambiar de género todas las veces que quisieran, lo que abre la puerta a una especie de especulación de género en la que una persona, en base a sus intereses, podría cambiar de hombre a mujer y viceversa en un ilimitado número de ocasiones. Esto es un verdadero disparate jurídico y social que genera un escenario de descomposición social, y de igualdad, incluso de filosofía existencial y con una repercusión ética y económica difícil o imposible de controlar.

Dentro de ese mismo artículo se incluye la definición de transfobia: «toda actitud, conducta o discurso de rechazo, repudio, prejuicio, discriminación o intolerancia hacia las personas trans por el hecho de serlo, o ser percibidas como tales».

Sin embargo, los defensores de la Ley Trans utilizan esa transfobia para atacar a cualquiera que se oponga a los postulados incluidos en este borrador, es decir, que ellos mismos muestran la intolerancia, la segregación, la desigualdad y la discriminación hacia quien no piensa como ellos. Por favor, no se amparen en el feminismo porque el feminismo es igualdad real.

Quien no acepta la crítica constructiva o el rechazo argumentado se convierte en un ente totalitario, sea individual o colectivo.

El mejor ejemplo de ello lo tuvimos el pasado jueves con el ataque desmedido hacia la vicepresidenta primera del Gobierno por sus declaraciones en una entrevista concedida a la Cadena SER. Para la FELGTBI (por cierto ¿la B de las siglas anteriores no podrían nunca sin ser condenadas o condenados en la hoguera de las redes por la “E” de etéreo o etérea?) y la FPTrans, ambas federaciones, lobbies de la ministra, las declaraciones libres y coherentes con su pensamiento e ideología de Carmen Calvo fueron catalogadas, aunque sin decirlo, de transfóbicas e, incluso, se pidió la dimisión de la vicepresidenta. Un verdadero disparate y un desconocimiento absoluto de uno de los pilares de la democracia: la legítima discrepancia.

¿Qué dijo Carmen Calvo que tanto calentó a estas dos federaciones que han participado en la redacción del borrador? «A mí me preocupa fundamentalmente la idea de pensar que el género se elige sin más que la mera voluntad o el deseo, poniendo en riesgo, evidentemente, los criterios de identidad del resto de los 47 millones de españoles […] El problema no es solamente la edad. El problema es que tenemos que generar nuevos derechos que tienen que entrar a funcionar con otros derechos que ya existen. Los derechos nunca son absolutos en democracia, siempre tienen límites que ponen otros derechos».

¿Qué hay en estas palabras que merezcan reclamar la dimisión de la vicepresidenta? Nada, absolutamente nada. ¿O es que lo que pretenden esas federaciones y asociaciones es que se imponga una ley sin los correspondientes análisis de todo ámbito que conlleva cualquier texto legal que implica a derechos fundamentales de todas las personas, repito, DE TODAS LAS PERSONAS, no sólo de un colectivo?

Fray Luis de León escribió que «Los pastores serán brutales mientras las ovejas sean estúpidas», en referencia a cómo funcionan las personas autoritarias. Esto también es aplicable a las organizaciones que pretenden la imposición de un cambio social pasando por encima de lo que sea y de quien sea, incluso conculcando los derechos de los demás.

Cuando en España se han aprobado leyes que han dado impulso a los derechos que daban un paso adelante por la igualdad real no fueron por imposición, sino que llevaron el trámite que marca el estado de derecho y se aprobaron con un texto en el que se fundían las reivindicaciones del activismo con la seguridad jurídica que se exige de cualquier gobierno. Hacerlo de otro modo colocaría a los poderes legislativo y ejecutivo en una posición de estar incumpliendo con sus deberes, es decir, que estarían corrompiéndose porque la aprobación de una expansión de derechos jamás puede conllevar la destrucción de los que ya están en ejercicio.

Y, por desgracia, eso es lo que trae este borrador de la Ley Trans, tal y como está redactado. Por cierto, una redacción que en su exposición de motivos bien podría ser un manifiesto de cualquiera de las asociaciones o federaciones que, desde la imposición más absoluta, han colaborado en la redacción del mismo. No se puede olvidar, por ejemplo, que alguna de estas federaciones habla de igualdad mientras, a través del lobby gay, pretenden imponer la mayor esclavitud que hay para las mujeres: la gestación subrogada.

Este borrador no es una cuestión ni de igualdad ni del feminismo como lo son otras condiciones humanas. El feminismo es una filosofía de verdad, moral, respeto y ética. Desde esos conceptos es la plataforma idónea para luchar y conseguir la igualdad real en la diversidad del ser humano.

Por tanto, la Ley Trans no puede enmarcarse jamás dentro de los conceptos de la igualdad real ni del feminismo, porque, ¿qué cambia la autodeterminación de género? ¿En qué afecta en la diversidad y en sus derechos esa autodeterminación? Con todas las contradicciones apuntadas anteriormente, la realidad es que se trata de un mero cambio burocrático, eso sí, con unas graves consecuencias.

Una persona trans, en cualquier condición, seguirá siendo igual a cualquier otra. Utilizar el feminismo y la igualdad real en este tipo de cuestiones es una manipulación de la filosofía feminista y más aún de la igualdad. Se autodeterminen o no, desde el feminismo de la igualdad real se le considerará igual al resto de todos los seres humanos.

En consecuencia, el borrador de la Ley Trans no tiene más que un cúmulo de opciones que bien podrían incluirse en un manifiesto reivindicativo, pero jamás puede ser llevado al ordenamiento jurídico porque, por ejemplo, destroza totalmente los derechos conseguidos por las mujeres en referencia a la violencia de género. Y eso sí que no es posible, porque difuminar la identidad de género a un aspecto subjetivo abre un camino de difícil retorno."                  (Manuel Domínguez Moreno, Diario16, 06/02/21)

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