Respuesta. Creo que Semprún habla más desde la generosidad de la amistad que con la racionalidad de la justicia. Creo que alguien verdadero tiene que serlo sin programarlo, porque no se trata de un programa ideológico. Yo siempre repito que me ocurre con Europa lo que le pasaba a san Agustín con el tiempo: "Cuando no me lo preguntan sé lo que es; cuando me lo preguntan no sé lo que es". Lo mismo te pasaría a ti si te preguntaran qué es España: te sentirías incómodo porque no sabrías por dónde empezar... Hoy los problemas políticos o sociales, como el paro o la inmigración, tienen una dimensión europea. Si Alemania, Italia o España sufren una quiebra económica, eso repercute en cada uno de los países restantes. Sueño con un Estado federal europeo, descentralizado, porque cuando existe una realidad material, a ésta tiene que corresponderle una realidad también formal.
P. ¿Y qué caracteriza a esa Europa que le gustaría ver convertida en Estado federal?
R. Desde el punto de vista cultural, aparte de los problemas lingüísticos que me obligan a leer algunas cosas en idioma original y otras traducidas, la novela es desde hace tiempo europea, con sus diversidades. Tengo la sensación de que éste es mi mundo y no por eso es mejor o peor que otros... Si quisiéramos definir unas líneas tradicionales de lo que puede caracterizar una cultura europea, ante todo habría que hablar del acento puesto en el individuo. A diferencia de otras grandes civilizaciones que subrayaron la totalidad, las religiones europeas, en definitiva, el hebraísmo y el cristianismo, se plantearon el problema de la salvación individual. Hoy en día, a pesar de creer o no en una sustancia, el protagonista es siempre el individuo... Incluso en la filosofía, Kant proclama al individuo como el fin y nunca como el medio. Y en la literatura el individuo es el protagonista de todas las historias...
P. Así que el individuo es europeo...
R. Es un sentimiento muy europeo. La relación del individuo con el Estado es muy diferente aquí de la que se tiene en el otro Occidente, Estados Unidos. El concepto de welfare es constitutivo de esta mentalidad europea individualista que nunca llega a un total anarquismo salvaje. No se trata exactamente de valores, pero es algo que nos pertenece como europeos. Si nos trasladamos a un ámbito más particular, es evidente que la reacción ante un libro mío me interesa más si se produce en Francia o en España que en cualquier otro sitio. Porque éste es mi ámbito, yo soy europeo, me mueve la sensibilidad europea ante lo que hago. No existe un club de europeos, pero yo me siento así, no hace falta decirlo.
P. En esta serie, Hans Magnus Enzensberger decía algo parecido: vuelve a Europa y halla un aire común.
R. Se siente uno como en casa. Y no sólo por la distancia. Entre Nueva York y Madrid hay al fin casi tanta distancia como entre Madrid y Trieste, cambiando de avión. (...)
P. ¿Y cómo ve ahora la posible utopía europea?
R. Soy muy pesimista a medio plazo y sigo creyendo que será muy difícil llegar a una verdadera cohesión. Será necesario renunciar al principio de unanimidad porque la democracia no es unanimidad, la democracia se decide por mayoría. Sólo el totalitarismo o el fascismo suponen que todos están de acuerdo. Habrá que potenciar las autonomías, en un sentido concreto, técnico. Desafortunadamente, Europa, tras haber sido amenazada por los totalitarismos, está ahora amenazada por los particularismos. Es una postura cerrada porque se ven sólo los intereses de una pertenencia étnica. Hay que salvaguardar el particularismo. Pero no a costa de enfrentarlo. Por ejemplo, ¿por qué defender el bable frente al castellano? Se lo ofende convirtiéndolo en una bandera ideológica. Yo siempre hablo en dialecto en Triste, y lo hago de manera espontánea, no ideológica, y no lo contrapongo al italiano. Hay un delirio de la fragmentación ahora. En Italia hubo una propuesta de sustituir el himno nacional por los himnos locales. Y pensé que entonces el presidente del Consejo de Trieste sería acogido con el himno de los borrachos, "Ancora un litro de cuel bon..." [Un litro más de vino bueno...]. Esto es un veneno, porque es una manera salvaje de rechazar al otro. ¡Y si el otro empieza en la periferia de Trieste, qué no ocurrirá entre Francia, Italia o España! ¡Imagínate si a esa lista sumamos Irán!
P. Esos particularismos son una evidencia desde hace rato en España...
R. Lo sé. En este momento en España están emergiendo ciertos particularismos que no están bien organizados. Obviamente, no apoyo el centralismo franquista, pero la reacción actual no permite seguir adelante. Si una región mira solamente hacia dentro de sí misma, no sólo daña a España, sino que daña a toda Europa. Cada uno tiene su identidad, que puede ser triestina o aragonesa, que hay que tomar en cuenta sin ese delirio de aislamiento que va en contra de la integración y del diálogo. Yo intervengo siempre para defender a los inmigrantes, pero una vez unos padres islámicos querían clases reservadas para los estudiantes islámicos. ¡Si yo hubiera pedido clases sólo para estudiantes católicos, hasta el bedel me hubiera echado a patadas!... No quiero que se me malinterprete: yo escribí sobre muchos microcosmos, visité pueblos en los que no viven más de 800 personas. Pero hay que ponerlos en valor sin hacerlo en detrimento de otros.
P. ¿Suponen esos particularismos un freno para el Estado europeo que usted alienta?
R. Claro que sí. Es un freno que impide, o por lo menos hace más difícil, la gran política, los grandes diseños. Las grandes realidades políticas del pasado siempre han tenido un momento creativo. Europa, naturalmente, nace en una época democrática y por suerte no a través de conquistas, sino de pactos, gracias al espíritu de la negociación. Estamos pasando por un momento de cansancio. Pero aunque estemos dando dos pasos hacia adelante y un paso y tres cuartos hacia atrás, creo mucho en los pequeños pasos." (Claudio Magris: "Sueño con un Estado federal europeo". El País, Domingo, 21/02/2010, p. 12)
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