9/9/10

San Ismaelito mártir, malandro milagroso

"Hasta el mismísimo René Girard se vería en apuros para explicar los estremecedores ritos fúnebres con que los malandros entierran a sus caídos en las guerras entre bandas o en enfrentamientos con la policía. La sabiduría convencional dice que en estos ritos macabros, representados en Caracas a pleno sol, se transfunden diversos cultos afroamericanos, presumiblemente llegados de Cuba.

El más horripilante de estos cultos es el de los paleros, quienes practican la profanación de tumbas en procura de las reliquias humanas que entran en la elaboración de sus nganga, o amuletos protectores. Las osamentas más buscadas son las de personas que en vida hayan mostrado talentos superlativos. La idea es apropiarse de su "fuerza" por vía de magia empática. No ha faltado el chusco que atribuya a este culto el trasteo forense de Hugo Chávez con la osamenta de Simón Bolívar.

Estos cultos necrofílicos han juntado los suyos a los "valores" del malandraje y hacen de los entierros de un múltiple homicida famoso, por ejemplo, una verdadera saturnal de música de salsa, licor, caravanas de motocicletas y disparos al aire de armas automáticas. Se baila guaguancó y reggaetón ante el féretro. Las funerarias de Caracas rehúsan prestar sus pompas a quien haya sido muerto a balazos, se trate o no de una víctima inocente: temen que la banda rival se presente en la sala de pompas fúnebres a saldar cuentas con los compinches del muerto. O que abaleen el féretro del delincuente en rabiosa demostración de desprecio.

De estas prácticas, que llevan ya algunas décadas, ha surgido una deidad a la que se rinde culto en los altares sincréticos venezolanos. En estos, el panteón de la "santería" afrocubana desde hace años se confunde con deidades autóctonas. La nueva deidad se llama Ismael Sánchez, el "santo mayor" de la llamada Corte Malandra, integrada por los espíritus de malandros muertos, algunos hace más de 40 años.

Llamado por sus fieles Ismaelito, en su tumba del Cementerio General del Sur -uno de los más profanados por el culto palero-, nunca faltan flores, velas encendidas y hasta ex votos. Su efigie lo muestra con la mano apoyada en la culata de una nueve milímetros que lleva semioculta en la pretina. Circula en los barrios una confusa hagiografía sobre Ismaelito, su vida y milagros. Es un santo protector a quien encomiendan a sus esposos e hijos los familiares de homicidas presos. También los malandros en activo que solicitan sus buenos oficios y, last but not least, todo aquel que se sienta potencial víctima del hampa.

Vivo muy cerca de un barrio bravo. Yo también me encomiendo a Ismaelito cada mañana, "sin creer ni dejar de creer", como diría mi santa madre. Prefiero el pensamiento mágico a la sociología del Foro Social de Porto Alegre." (El País, ed. Galicia, opinión, 06/09/2010, p. 33)

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