6/10/10

La gran expropiación... o sea, el gran robo... a los alemanes del Este

"El entonces Canciller alemán, Helmut Kohl, prometió a los alemanes del Este "paisajes floridos"(blühenden Landschaften) y los realizó en un primer momento, por lo menos en la imaginación, al establecer en mayo la paridad 1-1 entre el deusche mark y el marco del Este para ahorros de 6000 marcos (una fortuna en la RDA, y dos meses de sueldo de periodista de la RFA de entonces) y de 1-2 para patrimonios más altos.

Los alemanes del Este se sintieron como si les hubiera tocado la lotería. En aquella euforia cargada de promesas de abundancia, se disolvieron los programas y discursos, mayoritariamente verdes y socialistoides, que manejaban sus líderes civiles, escritores, intelectuales y disidentes.

Recordemos que el "Neues Forum" abogaba por una "fuerte participación de los trabajadores", la Initiative für Frieden und Menschenrechte" quería, "estructuras descentralizadas y autogestionadas", la "Vereinigte Linke" proponía un "control colectivo de los trabajadores sobre las empresas y la sociedad" y hablaba de una "socialización de verdad" en lugar de la "socialización formal-estatista", y que el SPD del Este decía cosas semejantes.

El gobierno de transición de la RDA creó una institución fiduciaria ("Treuhandanstalt) en cuyas manos se puso la administración de toda la propiedad del país con la misión de "mantenerla para el pueblo de la RDA".

Todo eso fue barrido por las elecciones, y, dos meses después, en junio de 1990, el primer gobierno electo del país, ya dominado por los satélites de la CDU de Helmut Kohl, convirtió el Treuhandanstalt en un aparato para la privatización, vía restitución (a antiguos propietarios) o venta, de la propiedad pública. Una posibilidad de tercera vía socializante, fue convertida, sin la menor consulta social, en mera restauración del orden anterior a la existencia de la RDA mediante la privatización del patrimonio nacional.

En esa restauración los alemanes del Este, antiguos teóricos coopropietarios del pastel, fueron excluidos y desposeídos, lo que Schily calificó de "gigantesca expropiación".

Para 1994, 8000 empresas del Este ya estaban en manos de "inversores privados" del Oeste, habían sido cerradas o adquiridas a precio de ganga, y 2,5 millones de alemanes del Este se habían quedado sin trabajo, porque el tejido industrial de su antiguo país había desaparecido.

La Alemania que no pudo ser, se cambió por los plátanos, por la garantía inmediata de un consumo resplandeciente. El escritor Ingo Schultze dice que, "hubo una oferta maravillosa que se impuso sobre cualquier consideración crítica".La escena recuerda a la de aquellos blancos coloniales que cambiaban collares de cuentas y espejitos, por oro y marfil a los primeros nativos africanos.

La economía alemana aun arrastra algunas serias consecuencias de aquello. La sociedad también: el amargo sentimiento de desposesión y desencanto que expresa aun hoy una parte considerable de los alemanes del Este, es resultado... Pero la jugada de una reunificación sin fisuras para la derecha triunfó. Y de eso se trataba.

La posibilidad de una nueva Alemania, con una nueva constitución que aboliera la vigente prohibición de huelga política o la existencia de una policía política en el oeste, el BFV, una Alemania sin tropas americanas y sin pertenencia a la OTAN -lo que habría acabado definitivamente con ésta organización y con la subordinación histórica de Europa a Washington- y que abriera la puerta a nuevo "Modell Deutschland" con determinadas concesiones del capital a un orden más social en la nación a cambio de la reunificación nacional, todo eso, se arrojó como un anillo al agua.(...)


Sin llegar a niveles rusos, las "privatizaciones" en Europa del Este dispararon el robo, la especulación y la desigualdad en todo el continente hasta niveles desconocidos, incluso en Alemania, donde el número de millonarios aumentó un 40% en el oeste del país tras la reunificación. (...)

La mayoría de los alemanes, del Este y del Oeste –y esto lo reconoce el propio Kohl en sus memorias- preferían una Alemania fuera de la OTAN. Las encuestas de febrero de 1990 otorgaban un apoyo del 60% a ese escenario. Ni Moscú, ni las fuerzas políticas alemanas jugaron con eso y la ocasión se perdió.

La consecuencia fue una guerra en Yugoslavia, cuyo sentido esencial fue dar razón de ser a una OTAN en paro, y ahora Afganistán, donde la mayoría de las naciones europeas están colaborando miserablemente en una criminal necedad imperial carente de toda perspectiva. La inercial participación militar europea en Afganistán, contrasta mucho con la soledad que Washington conoció en la Europa de los sesenta y setenta durante la guerra de Vietnam, cuando hasta el Reino Unido se negó a enviar tropas.
(...)

Todo el Este de Europa (excepto la Yugoslavia no alineada, lo que explica mucho por qué se promocionó desde fuera la desintegración nacional, que, desde luego, también tenía claros factores internos) siguió la misma pauta: por un lado las sociedades se liberaron y normalizaron en muchos aspectos, un bien indiscutible, pero el precio fue una hegemonía de las fuerzas conservadoras y una continuidad del orden subordinado posterior a 1945, ahora con una sola potencia, que explican mucho del lamentable aspecto que ofrece nuestro continente veinte años después." (Sin Permiso, 03/10/10, citando a 'La "revolución" europea, en su aniversario', de Rafael Poch)

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