10/3/11

¿Disponemos de “base probatoria” para ubicar en el espacio de la izquierda al nacionalismo vasco?

"Al primar al adjetivo de la díada que forman “izquierda” y “abertzale”, la segunda respuesta –que hacemos nuestra– apunta justamente en la dirección opuesta. Sostiene, resumiendo, que el gran mito movilizador del nacionalismo radical es la formación de una gran Euskal Herria integrada por los siete territorios (zazpiak bat) y agrupada bajo un marco jurídico- administrativo común como única terapia para no ver irreversiblemente diluida la identidad vasca en los Estados español y francés y, de este modo, ver desaparecer para siempre su ancestral idiosincrasia diferencial.

Se trata, por lo demás, de la interpretación que se trasluce de definiciones del propio nacionalismo radical, como cuando el MLNV se autodefinía a finales de la década de 1980 como “la o las forma(s) de expresión, la corriente social y política de amplios sectores del Pueblo Trabajador Vasco que persiguen, como objetivo final, la consecución de la Soberanía Nacional Plena para el conjunto de Euskal Herria”.

Será ocioso notar que esta declaración de objetivos denota una apropiación parcial de la terminología marxista, que en nada de su esencia, por cuanto se coloca a un actor colectivo, al pueblo trabajador vasco, al servicio exclusivo de una causa, la independencia, sin mención alguna a esa emancipación social que Marx y sus epígonos priorizaron en sus escritos y en su praxis.

Es decir, que para el entramado nacionalista al que nos venimos refiriendo, el pueblo vasco se
erige en el sujeto tractor del cambio en el status quo de las fronteras, sustrayéndose de la definición algo fundamental para todo proyecto que se declare tributario del marxismo y de su
impulso transformador, a saber:

el “para qué” de los rayones de trazo grueso en el mapa redefinido, si es para construir una sociedad sobre unos nuevos cimientos en los que la solidaridad, la justicia social y la igualdad desempeñen un papel bien diferente al que juegan en la sociedad capitalista que se busca trascender o, por el contrario, para reproducir a escala menor los desajustes de la sociedad de la que se quiere desgajar. (...)

“El objetivo de la izquierda abertzale es la constitución de un Estado propio, al considerar que es la única forma de garantizar totalmente la supervivencia y el desarrollo pleno del Pueblo Vasco, en armonía y solidaridad con el resto de pueblos de Europa y del mundo”.

La impronta nacionalista en el enunciado es in mediata, pero, más allá de referencias a la fraternidad con otros pueblos del mundo (nótese que no con clases, mucho me nos personas), ¿dónde se deja ver la huella izquierdista? Se trata del Documento de Alsasua, que pretende recoger la propuesta de “paz” del jingoísmo abertzale. (...)

Si el izquierdismo fuese el mejor descriptor del nacionalismo radical, esto es, si las sucesivas formaciones políticas que des de la transición española a la democracia han representado ese espacio político hasta su proscripción definitiva fuesen per cibidas por la población en general, y
por su seguidores en particular, como vanguardias comunistas empeñadas en emancipar a las “clases populares”, nos encontraríamos ante una verdadera anomalía en las leyes de la sociología
electoral en las democracias liberales de los siglos pasado y presente, a saber: que habitantes de medios rurales y semirurales depositen su voto libre y de forma reiterada a formaciones con un programa revolucionario de izquierdas que, entre otras medidas, y a fuerza de ser consecuente, habría de poner los medios de producción, tierras incluidas, al servicio de las necesidades de toda la sociedad. (...)

El reto explicativo de esta excep cionalidad sería doble: electoral, por un lado, pero también generacional. Votan al “comunismo” los nietos y biznietos de los que no hace tanto tiempo se sumaban de grado al requeté. Algún agudo analista habló de carlismo-leninismo para referirse a este trasvase de adhesiones tan sui generis… y no le faltaba razón.

En fin, que se puede ser campesino propietario y vo tar a una opción marxista-leninista, pero se
admitirá que no es del todo habitual en los tiempos que corren. (...)

Es difícil concretar, en los mensajes del MLNV, las preocupaciones de justicia social que defiende la izquierda.

No tengo noticia ni de una sola manifestación multitudinaria al hilo de reivindicaciones universales ligadas de un modo u otro con la izquierda, porque las manifestaciones rituales del 1 de mayo convocadas por el sindicato abertzale LAB nunca han alcanzado la escala de movilización de esas manifestaciones “nacionales”, además de que la suele realizar de forma conjunta con el sindicato nacionalista ELA y otros sindicatos menores, por lo que no resulta tarea sencilla calibrar su aportación al conjunto.

¿Se puede, entonces, salir ritualmente a la calle y dejarse en casa las reivindicaciones sociales? (...)

A partir de las declaraciones públicas de sus líderes y de los mensajes transmitidos mediante su política de calle, ningún ciudadano o ciudadana medianamente informado tendrá dificultades
en resumir el proyecto del MLNV acerca de la territorialidad, el euskera o el estatus de Euskal Herria vis à vis España y Francia.

Ahora bien: caso bien distinto es si se le inquiere sobre aquellas cuestiones que ayer, hoy y siempre serán preocupaciones de la izquierda, siempre en aras de una mayor justicia social e igualdad, a saber: política fiscal, inmigración, globalización, laicismo, política de vivienda, mercado laboral, aborto, violencia de género o educación (neutralizando la propuesta sobre qué idioma ha de primar, claro está), por mencionar algunos de los temas más relevantes.

¿Podemos legítimamente utilizar la etiqueta de “izquierda abertzale” para referirnos a un espacio sociopolítico del que ignoramos, también antes de su ilegalización, qué posicionamiento adopta sobre todos estos y otros temas? A mi juicio, insisto, sólo si renunciamos a tamizarla por el cedazo de la crítica. (...)

En suma, pues, no nos dejemos atrapar por una terminología equívoca cuando lo que queremos es referirnos a un actor político del que sólo cabe una certeza: su naturaleza ultranacionalista. " (Jesús Casquete: Abertzale sí pero, ¿quién dijo que de izquierdas?. El Viejo Topo, , nº 268, mayo, 2010, p. 15 ss.)

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