1/6/11

"¿Por qué los ciudadanos votan a unos partidos u otros, en blanco o se abstienen?

"¿Por qué los ciudadanos votan a unos partidos u otros, en blanco o se abstienen? Cabe pensar que son sus intereses los que mandan, pero la pregunta es entonces qué son los intereses, y parece ser que a menudo tienen poco que ver con eso que los economistas entienden por "intereses racionales". (...)

Esta enseñanza ancestral es la que pone de nuevo sobre el tapete la neuropolítica, una disciplina preocupada por descubrir cómo funciona el cerebro de los ciudadanos, sobre todo de los ciudadanos como electores. (...)

Y resulta ser que las gentes, según George Lakoff y otros investigadores del ramo, no votamos teniendo en cuenta los hechos concretos, como cabría pensar de seres presuntamente racionales, sino que en realidad votamos desde nuestros valores, estrechamente ligados a las emociones. (...)

A lo largo de nuestra historia personal nos vamos identificando con un marco de valores y, una vez configurado el esquema, nos resistimos como gato panza arriba a renunciar a él.Lo más curioso es que esos marcos están presentes en las sinapsis del cerebro, e influyen en nuestras decisiones de forma inconsciente. (...)

Así se explica que las informaciones concretas sobre que los políticos del propio partido mienten, que son ignorantes, que no saben resolver los problemas, que más bien forman parte de los problemas, que hacen trampas o que son corruptos, no cambien la intención de nuestro voto. (...)

¿Cómo puede un partido conseguir adhesiones casi inquebrantables y conquistar los votos de los indecisos? Aquí la neuropolítica resulta de nuevo de utilidad: conocemos esos marcos de valores a través del lenguaje, las palabras se definen en relación con los marcos y, cuando se oye una palabra, el marco se activa en el cerebro.

Se trata entonces de crear un lenguaje propio del partido, que caracterice su posición y sintonice con los ciudadanos. Ganar a las gentes por la emoción, a través de la palabra, es clave.

Por fortuna, aquí no acaban los mensajes de la neuropolítica, sino que más bien queda uno esencial. Los políticos responsables deberían crear marcos de valores atractivos, capaces de sintonizar con los grandes ideales del mundo moderno, y no con lo peor de ese mundo.

El entorno social y político en que los ciudadanos vivimos influye poderosamente en el desarrollo de nuestro cerebro, y nos ha costado demasiado descubrir esos grandes valores a lo largo de la historia humana como para ahora echarlos por la borda y potenciar lo peor solo por ganar votos. (...)

Afortunadamente, emoción y razón van unidas, más aún en el caso de ciudadanos que quieran ser críticos y activos, capaces de atender a las realizaciones, y no solo a las declaraciones, capaces de atender a las buenas prácticas y no sólo a las proclamas vacías." (ADELA CORTINA: La racionalidad como rara avis. El País, 31/05/2011, p. 31)

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