"David Brooks no está contento con el giro que ha dado la conversación
sobre la clase trabajadora blanca de Estados Unidos; está en su derecho,
aunque creo que está deformando mi postura.
Pero sí quiero señalar una
cosa respecto a la naturaleza de la explicación social.
Brooks escribe en una columna titulada The Materialist Fallacy [La falacia materialista]: "Me da igual cuántos empleos en fábricas se hayan destruido, sigue sin tener sentido abandonar el bachillerato".
Es verdad. Pero supongamos que aplicamos la misma lógica a otro problema, por ejemplo, a la obesidad:
Me
da igual el poco trabajo manual que los estadounidenses hagan hoy en
día, o que la comida rápida se haya vuelto tan fácil de conseguir, sigue
sin tener sentido no mantenerse en el peso ideal mediante dietas y
ejercicio.
Esto también es verdad, pero poca gente lo hace (yo no, aunque en unos minutos me voy a subir a la cinta de correr).
La
cuestión es que es perfectamente posible citar causas materiales para
cambios sociales -la cantidad cada vez mayor de comida rápida que está
volviendo más gordos a los estadounidenses– aun cuando unos individuos
perfectamente racionales y con perfecto dominio de sí mismos no
responderían de la misma forma en que verdaderamente lo haría la gente
de verdad.
Nadie -ni el sociólogo William Julius Wilson, ni el economista Larry Mishel,
ni un servidor- niega que los efectos nocivos de la disminución de
oportunidades serían mucho menores si la gente hiciera siempre lo más
conveniente para sus intereses a largo plazo.
Pero la gente no suele
hacerlo, que es la razón por la que la pérdida de oportunidades
económicas puede ser destructiva desde un punto de vista social y
también económico.
Esto no es materialismo puro y duro; es decir que la gente es humana." (El País, El blog de Paul Krugman, 19/03/2012)
No hay comentarios:
Publicar un comentario