23/5/13

Nuestro cerebro necesita héroes...

"¿Están los héroes condenados a la extinción a causa del auge de la ciencia colaborativa y los empeños de los historiadores?

Espero que no. Como ya sabe Hollywood, estamos cableados para apreciar las narrativas que se basan en individuales. Esto se demostró vívidamente con el estudio de 1944 de los psicólogos Fritz Heider y Mary-Ann Simmel, en el que a la gente se le enseñaba una animación de un par de triángulos y un círculo moviéndose alrededor de un cuadrado.

 Los participantes contaban historias sobre que el círculo y el pequeño triángulo estaban enamorados, y cómo el triángulo grande, malo y gris intentaba apartar al círculo, de cómo incluso después se abrazaban y vivían una vida felices, y así. 

Hace poco, las imágenes de escáner cerebrales realizadas por Chris y Uta Frith de la University College de Londres, y Francesca Happe del King's College, revelaron una activación en la unión temporoparietal y la corteza prefrontal media durante estas situaciones hipotéticas. 

Lo que es destacable es que la misma red cerebral está involucrada si consideramos las formas en movimiento o los estados mentales de otros. Hay una predilección humana por hacer narrativas de cualquier cosa que nos rodee, a ver una agencia en las oscuras sombras y mensajes en las estrellas.

 Con estas pautas podemos encontrar héroes también. Las historias que crean héroes son importantes porque pavimentan reputaciones, vitales para la evolución de la cooperación, mediante un mecanismo llamado reciprocidad indirecta. 

Sí, la realidad de la historia de un desarrollo científico es siempre más compleja de lo que sugieren las historias heroicas. Pero tenemos que ser pragmáticos cuando se trata de presentar la "verdad" de un avance científico al público general. No se trata de elegir entre contar a la gente la historia completa, matizada y compleja que hay tras un nuevo avance y contarles cuentos.

 Cuando se trata del público, suele ser una elección entre no decir nada de interés u ofrecer un relato ameno y heroico. Cuando se trata de vender la magia de la ciencia hemos de aceptar que la manera más poderosa es mediante las historias heroicas. 

Es más, cuando se lleva a los extremos, el enfoque colectivista puede ser un cliché. Cada vez que me tomo una gran taza de café podría darle las gracias a los agricultores en Colombia que cultivaron el grano, a los de Brasil que proporcionaron los exuberantes campos verdes de mecidas cañas de azúcar que se usan para endulzar las bebidas, o al vaquero en Devon que ordeñó a las vacas para que mi energizante pudiera decorarse con una pequeña espuma.

 También le doy gracias a los trabajadores en la energía nuclear que dieron la electricidad para calentar mi leche, a la persona que tuvo al principio la brillante idea de tomar una bebida a base de semillas tostadas, o a quien patentó la primera máquina de espresso. Podría seguir y enumerar a todos aquellos cientos de personas que trabajaron en las cadenas de suministro que se extienden en todo el planeta para reunir la energía, la información y los ingredientes. 

Prefiero agradecerle al camarero, ya que nuestra asombrosa capacidad de cooperar es una característica definitoria de la sociedad humana y se da por sentado que muchos otros participaron en casi todo lo que hacemos. 

Te quejarás de que la exaltación del héroe puede distorsionar nuestra imagen de cómo se hace la ciencia. Sí, puede. Pero el público es lo suficientemente sofisticado para saber que la vida real es siempre más complicada que el espectáculo del atleta que está en el podio. Nadie pretende otra cosa. 

En las Paraolimpiadas, los héroes agradecían por sistema a sus familias, a sus patrocinadores, a los amigos que les pagaron las lecciones de conducir, a los psicólogos deportivos, a los científicos deportivos y demás por sus medallas de oro. Todos sabemos que eso no reduce el impacto de ganar una medalla de oro. 

Te quejarás de que todo lo que estoy diciendo es que necesitamos héroes porque el público es corto de entendederas. En absoluto. Solo es que creo en hablarle a la gente en un lenguaje que pueda entender y de una forma que asegure que serán receptivos. 

Necesitamos verdades convenientes que pueden transmitir el meollo de la ciencia a un público general sin un énfasis exhaustivo en los aspectos colectivos del descubrimiento, por no hablar de los recursos al cálculo, la jerga y las descripciones densas. 

Los científicos usan rutinariamente metáforas para expresar ideas complejas y, por la misma razón, necesitas personajes heroicos a modo de metáforas para transmitir la amplitud de los desarrollos científicos.

 El objetivo es que los héroes funcionen como transmisores vitales de la ciencia en el abarrotado ámbito de las ideas. Esto es importante porque necesitamos que toda la gente como sea posible sepa en qué consiste la ciencia para que funcione una democracia moderna. 

Esta es la razón, básicamente, por la que deberíamos preocuparnos del declive de los héroes de la ciencia. La cultura del escepticismo, la comprobación y la formación de un consenso provisional en la investigación científica es el logro más importante de nuestra especie y es hora de que todo el mundo lo comprenda (OK, va a ser difícil cuando se trate de los políticos). 

El verdadero problema no es si debemos tener o no héroes (por supuesto que debemos), sino cómo asegurar que explican una historia razonablemente veraz sobre ese asombroso y primordial esfuerzo que conocemos como ciencia.»    ( Roger Highfield en Edge.org: , en Arcadi Espada, 19/05/2013)

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