"Y tuve la gran suerte de presenciar en
primera fila uno de los debates más interesantes que yo haya visto jamás
en las áreas de política económica y economía social.
El debate sobre como resolver la falta de trabajadores: inmigración versus integración de la mujer
Mírese como se mire, Suecia es un país
poco poblado. Es enorme, casi tan grande como España (la superficie de
Suecia es aproximadamente la de España sin Aragón) pero tenía entonces
solo 7 millones y medio de habitantes. Y las autoridades del país eran
conscientes de que iban a necesitar muchos más trabajadores de los que
tenían.
La pregunta era ¿de dónde obtendremos los nuevos trabajadores?
Una respuesta, procedente de los conservadores y liberales, era que
vendrían de la inmigración y, muy en especial, de los otros países
escandinavos, principalmente Finlandia y Noruega, y de los países
eslavos.
Las izquierdas gobernantes entonces -el Partido Socialdemócrata
y el Partido Comunista- priorizaban, en cambio, facilitar la
integración de la mujer al mercado de trabajo. Lideradas por Alva
Myrdal, propusieron y desarrollaron la infraestructura de servicios
–como escuelas de infancia y servicios domiciliarios- que ayudaran a las
familias y facilitaran la integración de la mujer al mercado de
trabajo.
También, por cierto, se enfatizó la necesidad de la
corresponsabilidad en las tareas familiares, educando y socializando al
hombre para que compartiera las tareas domésticas que hasta entonces
asumía la mujer (hoy la mujer sueca pasa 28 horas a la semana realizando
tareas familiares, y el hombre 22. En España son 42 y 9 horas
respectivamente).
Era, además, parte de la ideología de las izquierdas
que la igualdad de género exigía la integración de la mujer al mercado
de trabajo.
Y lo consiguieron. El 72% de las mujeres
están integradas en el mercado de trabajo (En España es el 51%). Esta
integración ha sido clave para explicar la riqueza del país (trabajo
quiere decir riqueza) y su elevado nivel de ingreso de fondos (a través
de impuestos) al Estado.
El elevado nivel que los impuestos representan
sobre el PIB se basa en el alto porcentaje de la población adulta que
trabaja y en el elevado gravamen que sostiene el Estado del Bienestar
más desarrollado que todavía hoy existe en Europa. La alta protección
social es consecuencia y también causa del elevado nivel de desarrollo
económico.
Suecia ha mostrado durante muchas décadas que, en contra de
lo que los conservadores y liberales asumen, el Estado del Bienestar es
una necesaria inversión para lograr un elevado nivel de desarrollo
económico, social y humano. Ni que decir tiene que persistían muchos
problemas todavía en este modelo social. Pero sí que se había alcanzado
un nivel de bienestar que se había convertido en un punto de referencia
internacional.
La integración de la inmigración
El gobierno sueco permitió,
naturalmente, la inmigración, pero no fue la prioridad para resolver el
problema de escasez de mano de obra. Ahora bien, lo que sí se enfatizó
fue que, si bien la integración de la mujer al mercado de trabajo era el
tema prioritario, no podía descuidarse la inmigración.
El inmigrante
tenía que ser considerado como un ciudadano más con los mismos derechos
que el ciudadano sueco. Aunque nunca formulado en estos términos, el
eslogan de los sindicatos podría haber sido: “No damos prioridad a la
inmigración pero sí al inmigrante”.
La política gubernamental de las
izquierdas estaba claramente orientada a la integración del inmigrante,
lo cual requería su plena integración en el amplio esquema de protección
social del país que se caracterizaba por su universalidad, es decir,
por ser un derecho de toda la ciudadanía, sin dividirla por raza u
origen étnico o cultural, división que siempre favorece al mundo
empresarial.
El cambio de gobierno, con una coalición de partidos conservadores y
liberales, ha cambiado esta situación. Esta universalidad se ha
cuestionado y la protección social se ha diluido, el abanico salarial ha
aumentado y el paro ha crecido. Todo ello ingredientes del estallido
social. Sería injusto atribuir estos cambios exclusivamente a los
gobiernos de derechas. Varios de ellos se iniciaron por el gobierno
socialdemócrata.
El compromiso con el pleno empleo, por ejemplo, se
diluyó algo en los años ochenta, bajo la dirección de un Ministro de
Finanzas que priorizó el control de la inflación. Y como ya había
escrito Hermansson, el modelo social sueco estaba todavía lejos del
proyecto socialista al cual las izquierdas aspiraban.
Pero creo justo
afirmar que la gran mayoría de cambios en camino regresivo han alcanzado
su máximo desarrollo ahora en la época conservadora-liberal que ha
seguido políticas públicas responsables del mayor crecimiento de las
desigualdades que cualquier país de la OCDE (el club de países más ricos
del mundo) haya experimentado.
Tal crecimiento ha alimentado el
descontento entre los sectores más vulnerables, con menos recursos. No
hay plena conciencia de que es muy fácil desmontar el Estado del
Bienestar de un país (como se está viendo en España). Y los estallidos
sociales se han dado con mayor intensidad en las ciudades gobernadas por
las fuerzas conservadoras y liberales.
La comercialización de los
servicios públicos, la introducción de los mal llamados mercados (como
mecanismo de descohesión social), la desuniversalización de los Estados
del Bienestar, tienen un coste: la descohesión social, que crea un
estallido social." (Artículo publicado por Vicenç Navarro en el diario digital EL PLURAL, 9 de junio de 2013, en vnavarro.org, 10/06/2013)
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