10/7/13

El 77% de la felicidad humana viene explicada por seis cualidades: la prosperidad material; la seguridad; la libertad; la igualdad; la hermandad y la justicia

"A la hora de abordar la evaluación del bienestar humano es importante establecer una nítida distinción entre sus dos posibles dimensiones: la objetiva y la subjetiva. Mientras la primera de ellas se centra fundamentalmente en los aspectos materiales, la segunda captura la evaluación que los individuos tienen sobre sus propias circunstancias (es decir, lo que piensan y sienten). 

La mayor parte de las mediciones de progreso germinadas durante las últimas décadas han ignorado de forma tradicional el aspecto subjetivo del bienestar humano, centrándose de forma casi exclusiva en su dimensión objetiva (y más concretamente en su dimensión económica y material). 

Los dos casos más conocidos en este sentido son el PIB per cápita (que reduce la concepción de progreso y bienestar de una nación a su nivel medio de ingresos) y, más recientemente, el Índice de Desarrollo Humano (IDH), que trata de evaluar el “ desarrollo humano ” de los países por medio de tres componentes: la salud (medida a través de la esperanza de vida al nacer), la educación (medida mediante los años de escolarización para personas adultas mayores de 25 años y los años de escolarización previstos para niños y niñas en edad escolar) y –de nuevo– el desarrollo económico, medido a través del ingreso nacional bruto per cápita. 

Existen numerosos ejemplos de indicadores que han tratado de ir más allá del IDH en su propósito de evaluar el ambiguo concepto del bienestar humano, incorporando para ello en su estructura novedosos aspectos de lo que –según los diversos autores– debería contemplarse dentro de la noción de calidad de vida humana (aspectos como el tiempo de ocio, la seguridad, la equidad, el desempleo o la degradación ambiental).

 Aun así, lo cierto es que todas estas iniciativas no han logrado hasta ahora construir una sólida base para la medición del bienestar humano que sea unánimemente aceptada por la comunidad científica y la sociedad en general. 

Por ello, a la hora de evaluar el bienestar humano, numerosos autores han comenzado a defender la necesidad de incorporar una visión subjetiva del mismo capaz de complementar los indicadores objetivos que hasta ahora han sido dominantes.(...)
 
Veenhoven, en los trabajos anteriormente citados, llegó a la conclusión de que el 77% de la felicidad humana viene explicada por seis cualidades societales: la prosperidad material; la seguridad; la libertad; la igualdad; la hermandad y la justicia. 

Las políticas dominantes, sin embargo, se han centrado hasta la fecha y de forma mayoritaria en tan sólo una de estas seis cualidades: “la prosperidad material”; un aspecto que, como bien es sabido, no es el más importante de todos para alcanzar una vida buena.

 Las cualidades que según Veenhoven son más importantes y que deberían centrar los esfuerzos de todas aquellas políticas encaminadas a construir bienestar humano son la libertad y la justicia , que explican por sí solas la mayoría de las mejoras que en esta materia pueden lograrse. 

En este sentido, los gobiernos de varios países han comenzado a incorporar en sus agendas políticas iniciativas encaminadas a explorar estrategias alternativas o complementarias al PIB para tratar de medir el bienestar humano y el progreso social de sus naciones (7). 

No obstante, aspirar a resumir algo tan complejo y multidimensional como el bienestar humano en un solo indicador numérico tal vez sea una misión imposible, a la par de absurda. Establecer umbrales de satisfacción en lugar de tratar de ceñirse a un determinado valor numérico, así como no limitarse a utilizar un solo indicador sintético – por muy polifacético que este sea – sino utilizar un conjunto de ellos (combinando los cuantitativos y los cualitativos así como los objetivos y los subjetivos) podría aportar flexibilidad a la hora de afrontar esta ardua e importante tarea que supone evaluar el bienestar humano.
 
Tan sencillo como preguntar

Bajo la tácita suposición de que no hay forma fiable de valorar el bienestar subjetivo de las personas, los círculos políticos han antepuesto de forma tradicional las medidas objetivas del bienestar humano a las medidas subjetivas. Sin embargo , la larga carrera de los indicadores objetivos de bienestar no parece haber logrado asentar unas bases definitivas en cuanto a su medición. 

Así lo refleja el creciente interés académico por el estudio del bienestar humano subjetivo; un interés que ha experimentado en los últimos años un auge sin precedentes protagonizado por los notables trabajos que han venido apareciendo sobre la satisfacción subjetiva con la vida . 

Según el sociólogo Ruut Veenhoven la satisfacción subjetiva con la vida es el grado en que una persona percibe que se cumplen sus aspiracione s, comparando cognitivamente la vida que uno tiene con la que, según él, debería tener. 

El imaginario humano de felicidad , bienestar o vida buena es algo que –en mayor o menor medida– tenemos en la mente, y que, por consiguiente, puede ser medido haciendo preguntas. Evaluar de esta forma la felicidad de las personas es, más que menos, un modo de aproximarse subjetivamente al bienestar humano. 

Una dificultad que suele argumentarse en torno a la aproximación subjetiva del bienestar humano se encuentra en el posible inconveniente que ésta conlleva de ser perturbada por las experiencias vividas más recientemente. Sin embargo, las pruebas empíricas de numerosos trabajos demuestran lo contrario (3).

Al ser la satisfacción subjetiva con la vid a (según la definición de Veenhoven) el “grado con que una persona juzga favorablemente la calidad global de su propia vida como un todo” (es decir, lo que a uno le gusta la vida que uno lleva) resulta lógico pensar que dicha valoración no varíe demasiado con el tiempo; si bien es cierto que normalmente esta valoración global depende del flujo continuo de satisfacciones instantáneas. (...)"          (Mateo Aguado, Rebelión, 02/07/2013)

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