“Os lo diré de una vez por todas. Abierta y sinceramente: he elegido al
pueblo”. La frase fue pronunciada por el canónigo de la Catedral de
Córdoba José Manuel Gallegos Rocafull en Bruselas, en otoño de 1936.
Bastaron unos meses para que la Iglesia se encargara de retirarle sus
licencias ministeriales.
“Es hora de irle a la mano al señor Gallegos
desautorizándole por los medios que a usted se le sugieran”, pidió el
cardenal Isidro Gomá al obispo de Córdoba. Y estando en París, el hombre
que se había atrevido a ponerse del lado del pueblo fue informado de
que había sido suspendido.
“[El obispo] Ya tiene a ese desgraciado
suspendido a divinis para que sepa a qué atenerse”, informó el
cardenal Gomá, arzobispo de Toledo, al representante de los sublevados
en el Vaticano, explica el historiador José Luis Casas, que dedica un
artículo en el último número de Andalucía en la Historia,
editada por el Centro de Estudios Andaluces, al canónigo que se enfrentó
a la jerarquía eclesiástica.
“Como he creído que mi deber era no
predicar la guerra, sino estar con los pobres y con los humildes
acompañándoles en su dolor y en su miseria, estoy suspendido y usted me
pone en la picota”, respondió al cardenal.
No se quedó callado. Fue más allá. Y escribió una réplica a la carta
colectiva que escribieron los “obispos facciosos” en 1937 promovida por
el cardenal Gomá, a sugerencia de Franco, para captar el apoyo de los
católicos de todo el mundo, según cuenta Casas.
“¿Por qué no
visitan las cárceles y hacen una encuesta entre los detenidos? ¿Es que
pueden en conciencia afirmar que no ha habido millares y millares de
fusilamientos sin proceso de ninguna clase? [...] ¿No les dice nada el
pánico con el que la población civil huyen de los pueblos antes de que
lleguen los moros y los legionarios?
Y ¿no saben tampoco nada de los
procedimientos -que el mismo Queipo de LLano ha proclamado en la radio
de Sevilla- con que imponen el orden en la retaguardia?”.
“¿A los extraviados hay que convencerlos o exterminarlos? ¿Son los
obispos representantes de Cristo o los propagandistas de Franco?”,
insistía Gallegos Rocafull en la réplica, traducida en francés e inglés.
“Al comienzo de la guerra él estaba en Madrid, siente miedo al ver lo
que ocurre, hasta que reflexiona acerca de cuál debe ser el papel de un
sacerdote católico, y ello le lleva a querer estar al lado del pueblo,
lo cual justifica en algunos artículos afirmando que estaba en el mismo lugar en que habría estado Cristo.
Su vida no corrió peligro durante la guerra porque salió de España,
primero a Bélgica y luego a Francia -donde mantuvo una posición activa
de colaboración con el gobierno republicano- aunque volvió alguna vez a
la zona republicana”, afirma el investigador.
Lo tuvo claro desde el principio este gaditano que pasó su infancia en Marchena (Sevilla). En Palabras cristianas,
un texto de cuatro páginas publicado el 12 de octubre de 1936, recoge
su opinión bajo estos significativos títulos: “La rebelión contra el
Gobierno legítimo es ilícita”; “Son justas y necesarias hondas reformas
sociales”, y “Ningún partido político se identifica con el catolicismo y
el fascismo en sus más fundamentales aspectos está en pugna con él”. Lo
escribe junto con el padre Leocadio Lobo y el capellán Enrique Monter.
“Defienden su argumentación con citas de Encíclicas papales: León XIII,
Pío X y Pío XI, así como de Tomás de Aquino”, añade Casas.
Su destino final fue el exilio en México tras pasar por Nueva York,
aunque para él ya era una forma de exilio no poder ejercer sus labores
sacerdotales. Según Casas, en 1939, Gallegos Rocafull preguntó por carta
al obispo de Córdoba si su suspensión no acabaría nunca. “Perpetua”, le
respondió el vicario.
Su suspensión era perpetua porque la
actividad que había desarrollado era “de palabra, por escrito y de obra a
favor y en defensa de la revolución roja marxista condenada por el Papa
y el episcopado español”. Más que “represaliado del franquismo”, Casas considera que sufrió la “represión de la Iglesia”.
En España apenas es mencionado. “Siempre ha estado más
reconocido en México que aquí, donde solo de manera parcial algunos se
habían ocupado de parte de su biografía.
El Cabildo Catedral de
Córdoba sí celebró hace unos años un reconocimiento interno con unas
notas biográficas del canónigo archivero Manuel Nieto Cumplido”, afirma
el investigador, autor de Por lealtad a la República. Historia del canónigo Gallegos Rocafull (Base, 2013).
En México, donde en 1950 se le permitió ejercer de nuevo el sacerdocio,
fue profesor de Filosofía en la Universidad Iberoamericana y en la UNAM.
Era Licenciado y Doctor en Teología, y también Licenciado y Doctor en
Filosofía. Fue un gran traductor de Séneca y el introductor en México de
Theilard de Chardin, destaca Casas de Gallegos Rocafull, que veía así
Andalucía desde lejos: “Hasta a distancia y en este estado de ánimo,
Andalucía se me presenta como algo muy serio.
En estas honduras, cuando
se la lleva como una espina clavada en el corazón, resulta intolerable
la Andalucía de panderetas y castañuelas, de flores y de colmao, de
panderetas y procesiones, de manzanilla y chascarrillos. Toda esa
alegría ruidosa, dicharachera, folclórica, no es más que la máscara con
que el andaluz encubre pudorosamente sus auténticos sentimientos”. (Olivia Carballar , Público, 2 jun 2014)
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