16/6/14

Autoritarismo del siglo XXI: ¿quién es el enemigo?

"Vivimos en un contexto autoritario que afecta el conjunto de las relaciones sociales en sus estructuras y sus prácticas. El autoritarismo contemporáneo lejos está de ser una renovada versión de los fascismos históricos o de los procesos contrarrevolucionarios de la segunda mitad del siglo XX. 

Ante lo que estamos es un nuevo orden social que reorganiza las relaciones interestatales y las relaciones sociales de los distintos países; su fundamento es la militarización de la vida cotidiana a través de múltiples mecanismos, que no se reducen a la presencia de cuerpos armados, legales o ilegales, en la mayoría de los espacios públicos. 

La militarización de las distintas formas sociales sigue un modelo de capas interactuantes que intentan atravesar todas las estructuras de la vida social, en las que ocupa un lugar privilegiado la presencia de cuerpos militares o de segmentos militarizados (...)

Este nuevo autoritarismo es resultado de al menos cuatro grandes transformaciones estructurales en la vuelta de siglo.

 La primera transformación está en el cambio de estrategia global estadounidense, que desde los años noventa dirige sus empresas militares al control de los recursos estratégicos y a la construcción de una “democracia internacional” acorde con las necesidades del libre mercado. 

En este proceso el papel de las fuerzas armadas estadounidenses se modificó; junto a la invasión de países y la administración de guerras en las que se convirtió en el coordinador de los cuerpos internacionales de paz, hay una campaña de intervención cívico-policiaca a través del entrenamiento de las fuerzas represivas locales, estatales o privadas, que complementan los proyectos de desarrollo económico transnacionales, localizados en las regiones donde están los bienes naturales estratégicos.

El segundo cambio es la transformación de las relaciones intercapitalistas, que modificaron la composición del bloque económico hegemónico. A pesar de los traspiés económicos, Estados Unidos es la potencia hegemónica mundial, la financiarización de la economía depende del papel estadounidense; al mismo tiempo, las empresas domiciliadas en Estados Unidos, amparadas bajo sus leyes, tienen una ventaja comparativa en los sectores estratégicos de la economía mundial. (...)

La tercera transformación es la presencia de una movilización popular abigarrada, en la que se mezclan distintas demandas sociales y múltiples formas de lucha. Ante la crisis de los estados de bienestar y la avalancha de proyectos neoliberales, se han producido múltiples estrategias de resistencia, que no se adaptan a las viejas formas de organización política, el sindicato, la confederación o la guerrilla, si bien éstas siguen existiendo ya no son las que sirven de referente para la movilización popular. 

Desde la vuelta de siglo hay un nuevo ciclo de protestas sociales, en ocasiones con demandas perentorias o coyunturales, en ocasiones con proyectos de transformación de las estructuras sociales. Dentro de estos hay un amplio grupo de movilizaciones que construyen o intentan construir otro tipo de relaciones con el territorio, en abierta oposición a los mecanismos de territorialización del capitalismo.(...)

La cuarta mudanza es la inminente crisis orgánica de la civilización capitalista. Las múltiples dimensiones de la crisis obligan a reconfigurar el orden de poder internacional, para asegurar la flexibilidad del poder económico y su incesante acumulación de capitales. En esta crisis, la lucha por los recursos estratégicos para la sobrevivencia del modelo de civilización capitalista es cada vez más intensa. (...)

Estos cuatro grandes cambios han motivado una reestructuración profunda de la doctrina de seguridad nacional de Estados Unidos. (...)

La doctrina de seguridad nacional estadounidense ha cambiado su perspectiva (Field Manual 3-24. Counterinsurgency). El enemigo ya no es el pueblo afín a las demandas de la subversión comunista; ahora lo es todo aquel sector de la sociedad que exprese manifiesta o explícitamente una oposición a las reglas de funcionamiento del capitalismo internacional.

El enemigo ya no es resultado de una infiltración externa, producto de una conspiración comunista internacional. El enemigo es expresión de un desarreglo de las fuerzas locales, que aprovechando los contextos de inestabilidad económica o política ejerce una acción que “pone en peligro” a la nación en su conjunto y, en casi todas las ocasiones, convirtiéndose en un peligro para la región y, por tanto, una amenaza para la libertad y la democracia.

Ahora el enemigo se construye como aquel que no respeta los “valores democráticos” y que busca imponer por la fuerza formas de socialidad que no son consensuadas por las mayorías a través de los canales institucionales (el voto universal, la representatividad de poderes y el respeto a las leyes). El nuevo enemigo es el terrorista, (...)

Uno de los espacios donde esta configuración del enemigo ha tenido grandes repercusiones es en la esfera del derecho, tanto en sus formas nacionales como en su dimensión internacional. Se ha transitado de la imposición de derechos militares a la militarización del derecho. (...)

En este proceso se construyó otra imagen del enemigo, ya no es más el enemigo político subversivo que toma las armas, hay una caracterización ambigua de aquel que no respeta las leyes y que por tanto puede ser puesto en un régimen de excepción.(...)

El enemigo sigue siendo la población en su conjunto, sobre todo aquellas partes que se movilizan y resisten los proyectos político-económicos dominantes; lo que ha cambiado son las armas para combatirla. A diferencia de la guerra de contrainsurgencia de los años sesenta y setenta, desde la vuelta de siglo se construye una estrategia de lucha que abarca todos los niveles de la vida social. Junto con los ejércitos, los policías y los cuerpos de seguridad privados viajan antropólogos y sociólogos.

 Al enemigo se le vence conociéndolo (“viewing the adversary through one’s own eye” The U.S. Army Functional Concept for Intelligence, 2016-2028), y eso no lo hacen las fuerzas armadas, lo hacen académicos. La antropología y la sociología son instrumentos que pueden ser más efectivos que las armas de fuego. 

Una vieja práctica colonial, la de conocer las formas de vida de la sociedad por dominar, se recicla y se integra al autoritarismo contemporáneo que busca “derrotar” a los procesos terroristas mediante el control total de las formas sociales particulares.  (...)

De la construcción de la imagen del terrorista no sólo participa el orden jurídico internacional y sus adaptaciones locales, juegan un papel central los medios de comunicación. Junto con las leyes punitivas que hacen cotidiano el derecho militar, hay una fuerte campaña mediática por construir un sentido común en torno a la figura del terrorista, como aquella entidad asocial incapaz de manifestar sus demandas por las “vías institucionales” y “democráticas”.

 El proceso mediático contribuye a la construcción de la imagen difusa del terrorista; su representación sigue el principio de no referir a humanos, sino a figuras genéricas, sin rostro y sin identidad. La metáfora es la de un cuerpo sin identidad, sujeto sin historia, cuya única marca de diferenciación es su actuar fuera del “estado de derecho”. Este es el enemigo del poder hegemónico en el siglo XXI.(...)"               (Daniel Inclán, América Latina en movimiento, en Jaque al Neoliberalismo, 03/06/2014)

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