"(...) En
aquella época las minorías selectas de los negocios no eran menos
poderosas políticamente, pero utilizaban su influencia para sacar
adelante un programa que en líneas generales redundaba en provecho de la
nación.
En cambio, los más ricos actuales son unos “mangnates quejicas”, por usar el evocador término
de James Surowiecki. El ejemplo mejor para Surowiecki es Stephen
Schwarzman, presidente y director gerente de la sociedad privada de
inversión Blackstone Group, cuya riqueza supera ahora los 10.000
millones de dólares.
Schwarzman
se comporta como si “estuviera acosado por un Estado entrometido y
exagerado con los impuestos y un pueblo llorón y envidioso”. Ha señalado
que “podría estar bien aumentar los impuestos sobre la renta a los
pobres para que ‘se arriesguen más’ y que las propuestas de revocar los
resquicios legales para no pagar impuestos por el interés devengado, de
los que él se beneficia personalmente, eran “semejantes a la invasión de
Polonia por Alemania”.
Otros ejemplos de Surowiecki: “Los inversores de
capital de riesgo Tom Perkins y Kenneth Langone, cofundador de Home
Depot, compararon los ataques populistas a los adinerados con los
ataques de los nazis a los judíos”.
Surowiecki
cree que el cambio de actitudes tiene mucho que ver con la
mundialización. Ahora los grandes bancos y empresas americanos recorren
el planeta libremente y ya no dependen del consumidor de los Estados
Unidos. Actualmente, la salud de la clase media americana tiene poco
interés para ellos. Además, según sostiene Surowiecki, el socialismo va
de capa caída y ya no es necesario ganarse a la clase obrera.
Sin
embargo, si los magnates empresariales creen que ya no necesitan a sus
gobiernos nacionales, cometen un error tremendo. La realidad es que la
estabilidad y la apertura de los mercados que producen su riqueza nunca
habían dependido tanto de las medidas gubernamentales. (...)
Pero,
cuando se acumulan los nubarrones económicos en el horizonte, todo el
mundo busca cobijo bajo la cubierta de su Gobierno. Entonces es cuando
se revelan plenamente los vínculos que unen a las grandes empresas con
su país. Como el ex Gobernador del Banco de Inglaterra Mervyn King ha
dicho acertadamente en relación con las finanzas, “los bancos de
carácter mundial lo son cuando les va bien, pero son nacionales cuando
están moribundos”.
Piénsese
en cómo intervino el Gobierno de los EE.UU. para garantizar la
estabilidad financiera y económica durante la crisis financiera mundial
del período 2008-2009. Si el Gobierno no hubiera rescatado a los grandes
bancos, a la gigantesca compañía de seguros AIG y a la industria
automovilística y si la Reserva Federal no hubiese inundado la economía
con liquidez, la riqueza de los más ricos habría recibido un golpe muy
duro.
Muchos sostienen que el Gobierno debería haberse centrado en
rescatar a los propietarios de viviendas; en cambio, el Gobierno optó
por apoyar a los bancos, política de la que quien más se benefició fue
la minoría financiera selecta.
Incluso
en tiempos normales, los más ricos dependen del apoyo y las medidas
estatales. Ha sido en gran medida el Estado el que ha financiado la
investigación fundamental que produjo la revolución de la tecnología de
la información y las empresas (como, por ejemplo, Apple y Microsoft) que
han surgido gracias a ella. (...)
Si
los más ricos creen que ya no forman parte de la sociedad y no
necesitan demasiado al Estado, no es porque esa creencia corresponda a
la realidad objetiva, sino porque el argumento prevaleciente en nuestro
tiempo presenta los mercados como entidades autónomas que dependen de
sus propios recursos. Se trata de una explicación que aflige a todos los
segmentos de la sociedad, a la clase media no menos que a los ricos.
No
hay razones para esperar que los más ricos se muestren menos egoístas
que cualquier otro grupo, pero no es tanto su propio interés personal lo
que obstaculiza una mayor igualdad y una menor exclusión social. El
obstáculo mayor es que el de no reconocer que los mercados no pueden
producir prosperidad durante mucho tiempo –y para todo el mundo– a no
ser que estén respaldados por sociedades sanas y una buena gestión." (Dani Rodrik, Project Syndicate, 10/07/2014)
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