" (...) Las Finanzas Colaborativas.
“El término Finanzas Colaborativas
describe una categoría específica de transacciones financieras que
ocurren directamente entre individuos sin la intervención de una
institución financiera tradicional. Este nuevo sistema de gestionar
transacciones financieras informales es posible gracias a los avances en
medios sociales y plataformas en línea peer-to peer”, define collaborativefinance.org.[13]
Collaborativefinance.org establece, en el
panorama de las finanzas colaborativas, cuatro campos de atención: los
microcréditos (microcredit), los préstamos sociales (social lending),
los ahorros sociales (social saving) y el crédito multitudinario (crowdfunding).
Yo añadiría a las monedas complementarias[14], y en especial, las divisas de crédito mutuo, por lo siguiente:
La cesión de la capacidad de generar
moneda por parte del poder político a la banca está en el origen del
problema de la escasez artificial del dinero. Como explican con claridad
Michael MacLeay, Amar Radia y Ryland Thomas, pertenecientes al
Directorio de Análisis Monetario del Banco de Inglaterra:
“En la economía moderna, la mayor parte
del dinero toma la forma de depósitos bancarios. Pero es frecuentemente
incomprendido cómo se crean esos depósitos bancarios: el camino
principal es a través de los bancos comerciales haciendo préstamos. Cada
vez que un banco hace un préstamo, crea simultáneamente un depósito
correspondiente en la cuenta bancaria del prestatario, lo que crea
dinero nuevo”. [15]
La gran opacidad y falta de regulación en
las actividades de los bancos privados, provoca la concentración en
pocas manos de los activos financieros, teóricamente de propiedad común.
Este proceso de concentración acentúa la desigualdad y mantiene los
privilegios de un monopolio, entregado sin contrapartidas a la
explotación comercial de algunas instituciones, y que ha tenido dos
consecuencias:
El sobreendeudamiento de los estados:
Demos por bueno el trabajo de los bancos privados como generadores de
moneda, esto es, que la cantidad de moneda generada es equivalente a la
riqueza generada – de lo que es dato indiciario la práctica inexistencia
de inflación –. Para el sistema es indiferente si esta generación de
moneda está realizada por uno u otro de los actores económicos.
El
dinero ha sido emitido por los bancos, pero también podría haber sido
emitido por los ciudadanos. En este caso, el estado – los gobiernos – han preferido,
en una decisión política, ceder la capacidad de generación de dinero a
algunas instituciones privadas, para luego endeudarse con ellas, en vez
de generar directamente el dinero por si mismos.
Como segunda consecuencia – derivada de
la primera -, una gran cantidad de población se ha visto desprovista de
la herramienta financiera básica para su actividad profesional, lo que
ha provocado la aparición de redes solidarias y colaborativas en los
márgenes del sector oficial del crédito. La tecnología de redes sociales
ha detonado la implantación social de las redes de finanzas
colaborativas. También ha detonado otras iniciativas como las criptomonedas digitales.
Las Monedas Complementarias (algunas
convertibles en divisas fiduciarias, y otras no), se han re-actualizado –
tienen casi un siglo en su versión moderna -, a veces como mecanismo de
dinamización económica local, en otros casos como herramienta de
supervivencia y muchas veces como sistema de cohesión grupal o local.
Son especialmente remarcables los sistemas monetarios basados en el
crédito mutuo: una vez reconocido que las divisas corrientes son
simplemente una promesa de pago (aunque sea, como dicen los
norteamericanos, mediante la confianza divina – “in god we trust”),
puede resultar de mucha mayor confianza un círculo reducido de personas,
que se dan a sí mismas una capacidad de crédito –crédito mutuo –, que
la confianza que podemos depositar en “instituciones” financieras
privadas de todos los países.
Los sistemas de crédito mutuo[16]
se basan en la transparencia de las anotaciones y la trazabilidad de
las transacciones. Esta trazabilidad y transparencia podría darse
también en las divisas fiduciarias corrientes, si los paraísos fiscales
no truncaran la trazabilidad de las operaciones financieras. Mientras
existan los paraísos fiscales existirán condiciones detonadoras,
aceleradoras y mantenedoras de las crisis financieras.
En los sistemas de crédito mutuo no
existe el pago de intereses, más bien al contrario: en algunos casos de
monedas complementarias locales (Chiemgauer)[17],
diseñadas para dinamizar el intercambio local, se ha dotado a la moneda
de mecanismos de “oxidación”, que provocan la pérdida de valor, en caso
de que no sea utilizada.
Dado que el sistema se basa en las anotaciones
en cuenta, estas divisas “oxidadas” no se pierden, sino que se acumulan
en cuentas comunes, donde la asamblea soberana les otorga un destino,
que puede ser una inversión de apoyo social, ecológico o de otro tipo.
Los Bancos de Tiempo, los Sistemas de Intercambio Local (LETS) y las monedas locales son sistemas de crédito mutuo.
Las finanzas colaborativas, la tecnología
y capacidad informática y la estructura de nodos – común a todos los
aspectos de la economía colaborativa -, permite eliminar capas
improductivas en el sector financiero, al igual que en otros sectores.
Pero aquí, la resistencia de los actores improductivos es equivalente a
su poder económico y social.
Con la tecnología actual, no tendría
mucha dificultad la sustitución de todas las empresas de intercambio de
divisas fiduciarias por un superordenador, que casara automáticamente
todas las posiciones de cambio cada día, sin costes de transacción y
minimizando ineficiencias (acercándose al libre mercado de competencia
perfecta).
Un sistema similar podría ser introducido
en la gestión de las bolsas de valores, eliminando la intermediación
costosa, arriesgada e ineficiente de “traders”, cuya vigilancia requiere
un ejército de supervisores y reguladores públicos.
El sistema actual
transita entre un garantismo vigilante, que significa un
sobre-coste para los inversores y una sobreexposición al riesgo de
traders codiciosos: Véase las estadísticas de la web U.S. Securites Insider Trading Information.[18]
La cesión de la emisión de dinero a las
“Instituciones Financieras Monetarias” es tácita: no encuentro en el
reglamento del Banco Central Europeo[19], instrucciones acerca de la capacidad de creación de dinero por parte de las Instituciones Financieras Monetarias.
Algunos expertos han desarrollado modelos
de Sistemas Monetarios Estables. Especialmente interesante, tanto por
el prestigio de su impulsor (Bernard Lietaer[20]), como por la agudeza de su análisis y la innovación y solvencia de su criterio es la moneda complementaria Terra[21].
El beneficio de Terra como Divisa
alternativa de Referencia Comercial (Trade Reference Currency),
coexistiendo con el resto de monedas, se cifra en su poder estabilizador
del ciclo económico, trabajando contra la volatilidad del cambio de
divisas y proporcionando un marco estable para el comercio y los
intercambios, que haga más eficiente el mercado mundial.
El control y la regulación de los
sistemas monetarios, en busca de su estabilidad y equidad no resuelve la
segunda parte del problema financiero: ¿Qué inversiones financiamos? (en parte, con nuestros depósitos).
Hasta el momento, el modelo de
crecimiento ha seguido la senda que han marcado las instituciones
financieras con sus decisiones de financiación: dado que la cantidad de
dinero es finita, financiar un tipo de proyectos, supone dejar de
financiar otras alternativas.
El crowd-funding, como sistema de
microfinanciación masiva resuelve este problema a pequeña escala;
proyectos que quedan fuera del circuito bancario convencional, por su
falta de atractivo en rentabilidad financiera, pero altamente
interesantes para la generación de bienes relacionales, se sostienen
gracias a este tipo de iniciativas: muchos proyectos de conocimiento
abierto se financian con las micro-aportaciones de usuarios y
“simpatizantes”.
El crowd-funding y los microcréditos
también resuelven la financiación de proyectos viables que, simplemente
han sido desechados por la banca tradicional por su falta de avales
sobre el importe financiado. Curiosamente, el ratio de impagos de
préstamos en las entidades de microcréditos, como los Bancos de Crédito
Comunitario es menor que en la banca comercial.[22]
Pero las decisiones de financiación tomadas de forma democrática o asamblearia
tampoco tienen por qué ser más eficientes y sostenibles. Una clave
quizás se encuentre en la gestión de la reputación, personal y
corporativa, en la red. (...)" (Joaco Alegre, Economistas frente a la crisis, 13/12/2014)
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