19/10/12

La época del neoliberalismo se ha agotado porque estaba basada, no en un aumento de productividad, sino en la sobreexplotación relativa y absoluta de la fuerza de trabajo

"La explicación marxista de las causas estructurales de la crisis sigue siendo validas: la tendencia a la caída de la tasa de ganancias en el sector industrial. La recuperación neoliberal de los años 80 y 90 se situó por debajo de la media de los años 45-70. 

Y ello a pesar de la utilización masiva del crédito privado y la deuda pública, que mantuvieron el consumo al mismo tiempo que caían los salarios y aumentaba el paro. La burbuja del "capital ficticio", como lo llamaba Marx, la "financiarización" –uno de cuyos aspectos ha sido la burbuja inmobiliaria- permitió una tasa de ganancia del conjunto del capital muy por encima de la del sector industrial, una situación insostenible a medio plazo al estar sustentada en los sectores no productivos de la economía. 

La dinámica de crecimiento de la V Onda Larga del Capitalismo (1983-2007 ¿?), la época del neoliberalismo, se ha agotado porque estaba basada no en un aumento de productividad gracias a nuevas tecnologías u organización y sistemas productivos, sino en la sobreexplotación relativa y absoluta de la fuerza de trabajo (jornada, salario directo e indirecto, derechos laborales), la expansión del mercado mundial (exURSS, China..) y la creación sin precedentes de "capital ficticio", de la  "financiarización", a través del crédito y la deuda pública.

Esta interpretación marxista de la crisis implica comprender la fase en la que estamos: la crisis es un mecanismo de reestructuración para recuperar la tasa de ganancias del capital en todos los sectores, pero especialmente en el industrial, a través de un cambio estructural de la correlación de fuerzas entre capital y trabajo. 

Porque mientras las crisis del capitalismo se producen por su propia lógica interna como consecuencia de la competencia de múltiples capitales, la recuperación solo es posible a través de mecanismos exógenos resultado de la lucha de clases, avances tecnológicos o nuevas formas de organización de la producción.

En este sentido, los programas de resistencia, de reforma en el marco del sistema  capitalista, que son imprescindibles para la defensa inmediata de los intereses de la mayoría de la población, se agotan en un periodo más o menos corto de tiempo en el que son capaces de frenar la tendencia general de la crisis.

 Pero su importancia a medio y largo plazo es sobre todo como actúan en la correlación de fuerzas entre las clases, si refuerzan la conciencia y la organización de clase de los trabajadores, en un proceso acumulativo no lineal.

Esta experiencia de autoorganización de clase, de aprendizaje de los mecanismos de gestión institucional democráticos, solo son posibles en periodos largos de crisis y de lucha de clases, de resistencia y de reformas, de experiencias unitarias y colectivas que permitan que la clase obrera se conciba como una alternativa a la clase dominante, con su propio proyecto democrático y republicano de organización económica y social.

 Y estos periodos, en los que esta en juego la correlación de fuerzas, que dependen de la intervención política en la lucha de clases y que son más o menos largos dependiendo de las victorias o derrotas en la resistencia social, se inician en la fase de agotamiento de las ondas largas, como la que vivimos actualmente. De ahí la importancia de comprender el periodo en el que vivimos, sus contradicciones y desafíos.  (...)

En definitiva, la cuestión pendiente es si será posible resistir a las "devaluaciones internas" en los estados miembros, cambiar la agenda política, construir alianzas y movilizar a nivel de la eurozona para modificar la correlación de fuerzas donde se producen las decisiones de política económica determinantes. 

Sin esa resistencia, sin cambios electorales políticos como los que han permitido entrever los ascensos de Syriza en Grecia, del Partido socialista holandés o del Front de Gauche francés, sin coordinación y movilización sindical europea, sin cambios en la opinión pública de las clases dominadas no solo en la periferia, sino en el centro de la eurozona, la evolución de la crisis estará dominada y dirigida por los intereses y la hegemonía de las oligarquías europeas. 

 La expulsión del euro o la obligación de salir de él de un estado miembro supondría una brutal devaluación externa que multiplicaría el volumen de la deuda, empobrecería a la población y provocaría la venta de activos al exterior, sin por ello cambiar el nivel de integración en la división de trabajo europea por falta de alternativas reales ni poder controlar en realidad la emisión de la nueva moneda, que tendría que ser financiada por la banca europea y, en última instancia por el BCE, como hoy ocurre con los países bálticos.

 No existen "soluciones en un solo país" a la crisis de la eurozona después del largo proceso de integración comunitario, ni "alternativas revolucionarias en un solo país" sostenibles a corto y medio plazo. 

El único marco posible de la crisis en Europa pasa por un cambio en la correlación de fuerzas a nivel de la UE y el desarrollo de un modelo alternativo federal , democrático y social, de construcción europea."         ('La Gran Recesión, la crisis de la deuda soberana y las alternativas de la izquierda europea' de G. Buster, Sin Permiso, 14/10/2012)

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