"La
explicación marxista de las causas estructurales de la crisis sigue
siendo validas: la tendencia a la caída de la tasa de ganancias en el
sector industrial. La recuperación neoliberal de los años 80 y 90 se
situó por debajo de la media de los años 45-70.
Y ello a pesar de la
utilización masiva del crédito privado y la deuda pública, que
mantuvieron el consumo al mismo tiempo que caían los salarios y
aumentaba el paro. La burbuja del "capital ficticio", como lo llamaba
Marx, la "financiarización" –uno de cuyos aspectos ha sido la burbuja
inmobiliaria- permitió una tasa de ganancia del conjunto del capital
muy por encima de la del sector industrial, una situación insostenible a
medio plazo al estar sustentada en los sectores no productivos de la
economía.
La dinámica de crecimiento de la V Onda Larga del Capitalismo
(1983-2007 ¿?), la época del neoliberalismo, se ha agotado porque
estaba basada no en un aumento de productividad gracias a nuevas
tecnologías u organización y sistemas productivos, sino en la
sobreexplotación relativa y absoluta de la fuerza de trabajo (jornada,
salario directo e indirecto, derechos laborales), la expansión del
mercado mundial (exURSS, China..) y la creación sin precedentes de
"capital ficticio", de la "financiarización", a través del crédito y la deuda pública.
Esta
interpretación marxista de la crisis implica comprender la fase en la
que estamos: la crisis es un mecanismo de reestructuración para
recuperar la tasa de ganancias del capital en todos los sectores, pero
especialmente en el industrial, a través de un cambio estructural de la
correlación de fuerzas entre capital y trabajo.
Porque mientras las
crisis del capitalismo se producen por su propia lógica interna como
consecuencia de la competencia de múltiples capitales, la recuperación
solo es posible a través de mecanismos exógenos resultado de la lucha
de clases, avances tecnológicos o nuevas formas de organización de la
producción.
En este sentido, los programas de resistencia, de reforma en el marco del sistema capitalista,
que son imprescindibles para la defensa inmediata de los intereses de
la mayoría de la población, se agotan en un periodo más o menos corto
de tiempo en el que son capaces de frenar la tendencia general de la
crisis.
Pero su importancia a medio y largo plazo es sobre todo como
actúan en la correlación de fuerzas entre las clases, si refuerzan la
conciencia y la organización de clase de los trabajadores, en un
proceso acumulativo no lineal.
Esta
experiencia de autoorganización de clase, de aprendizaje de los
mecanismos de gestión institucional democráticos, solo son posibles en
periodos largos de crisis y de lucha de clases, de resistencia y de
reformas, de experiencias unitarias y colectivas que permitan que la
clase obrera se conciba como una alternativa a la clase dominante, con
su propio proyecto democrático y republicano de organización económica y
social.
Y estos periodos, en los que esta en juego la correlación de
fuerzas, que dependen de la intervención política en la lucha de clases
y que son más o menos largos dependiendo de las victorias o derrotas
en la resistencia social, se inician en la fase de agotamiento de las
ondas largas, como la que vivimos actualmente. De ahí la importancia de
comprender el periodo en el que vivimos, sus contradicciones y
desafíos. (...)
En definitiva, la cuestión pendiente es si será posible resistir a las "devaluaciones internas" en los estados miembros, cambiar la agenda política, construir alianzas y movilizar a nivel de la eurozona para modificar la correlación de fuerzas donde se producen las decisiones de política económica determinantes.
Sin esa resistencia, sin cambios electorales
políticos como los que han permitido entrever los ascensos de Syriza en
Grecia, del Partido socialista holandés o del Front de Gauche francés,
sin coordinación y movilización sindical europea, sin cambios en la
opinión pública de las clases dominadas no solo en la periferia, sino
en el centro de la eurozona, la evolución de la crisis estará dominada y
dirigida por los intereses y la hegemonía de las oligarquías europeas.
La expulsión del euro o la obligación de salir de él de un estado
miembro supondría una brutal devaluación externa que multiplicaría el
volumen de la deuda, empobrecería a la población y provocaría la venta
de activos al exterior, sin por ello cambiar el nivel de integración en
la división de trabajo europea por falta de alternativas reales ni
poder controlar en realidad la emisión de la nueva moneda, que tendría
que ser financiada por la banca europea y, en última instancia por el
BCE, como hoy ocurre con los países bálticos.
No existen "soluciones en
un solo país" a la crisis de la eurozona después del largo proceso de
integración comunitario, ni "alternativas revolucionarias en un solo
país" sostenibles a corto y medio plazo.
El único marco posible de la
crisis en Europa pasa por un cambio en la correlación de fuerzas a
nivel de la UE y el desarrollo de un modelo alternativo federal ,
democrático y social, de construcción europea." ('La Gran Recesión, la crisis de la deuda soberana y las alternativas de la izquierda europea' de
G. Buster, Sin Permiso, 14/10/2012)
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