"(...) Oakley defendía que el trabajo doméstico, en su forma presente en
Occidente, surgió con la separación entre hogar y lugar de trabajo. Con
la industrialización, el ‘trabajo’ se alejó del hogar y la casa se
convirtió en un lugar de consumo más que de producción de bienes.
El
trabajo doméstico se volvió ‘invisible’ a medida que el ‘autentico
trabajo’ se iba definiendo cada vez más como aquel por el que se
percibía un salario. Tradicionalmente, el trabajo doméstico se ha
considerado patrimonio de la mujer, mientras que el ‘auténtico trabajo’
fuera de casa se reservaba para el hombre.
Según este modelo
convencional, la división del trabajo doméstico -la forma que tienen los
miembros del hogar de compartir las responsabilidades domésticas- era
bastante sencilla. Las mujeres se hacían cargo de casi todas, o de
todas, las labores domésticas, mientras que los hombres ‘cubrían’ las
necesidades de la familia al ganar un salario. (...)
La época en la que se desarrolló la idea de la ‘casa’ como algo
independiente también fue testigo de otra serie de cambios. Antes de que
los avances de la industrialización empezaran a afectar la esfera
doméstica, el trabajo en el hogar era duro y agotador. La colada
semanal, por ejemplo, era una tarea ardua y exigía mucho tiempo y
esfuerzo.
La introducción del agua corriente fría y
caliente en los hogares elimino tareas que llevaban mucho tiempo;
antes, la propia agua había de llevarse a casa y calentarse allí, como
sigue ocurriendo en gran parte del mundo en vías de desarrollo.
Las
tomas de electricidad y de gas convirtieron en algo obsoleto las cocinas
y estufas de carbón y leña, de modo que, en general, se eliminaron
actividades como cortar leña, transportar carbón y limpiar
constantemente las estufas.
Sin embargo, el promedio de tiempo que
empelaban las mujeres en realizar las actividades domésticas no se
redujo de forma muy considerable, a pesar de la introducción de máquinas
que ahorraban tiempo. el tiempo que emplean las mujeres británicas que
no tienen un trabajo remunerado en sus tareas domésticas se ha mantenido
bastante constante en el último medio siglo, ya que las casas se
limpian más a fondo que antes.
Los electrodomésticos eliminaron algunas
de las tareas más pesadas, pero se crearon otras para sustituirlas.
Aumentó el tiempo dedicado a cuidar a los niños, almacenar compras en
casa y preparar la comida. Este trabajo doméstico no remunerado tiene
una enorme importancia para la economía.
Se ha calculado que este tipo
de ocupación supone entre un 25% y un 40% de la riqueza creada en los
países industrializados. Una encuesta de ámbito nacional sobre uso del
tiempo en 2002 estimaba que si el trabajo doméstico estuviera pagado en
el Reino Unido, supondría 700000 millones de libras para la economía
británica (Oficine of National Statistics).
Para Oakley, este trabajo
doméstico no reconocido no recompensado mantiene el resto de la
economía, al proporcionar servicios gratuitos esenciales a gran parte de
la población remunerada.
La dedicación plena de las mujeres a las
tareas domesticas puede aislar y alienar y carece de una satisfacción
intrínseca. A las amas de casa del estudio sus tareas les parecían
enormemente monótonas, y les costaba trabajo escapar de la presión
psicológica que ellas mismas se imponían para cumplir ciertos mínimos.
Como las tareas domésticas no están remuneradas y no aportan ninguna
recompensa monetaria en forma directa, las mujeres consiguen la
satisfacción y una recompensa psicológica alcanzando niveles de limpieza
y orden que cumplen reglas impuestas desde fuera. Pero, a diferencia de
los trabajadores masculinos, las mujeres no pueden marcharse del ‘lugar
de trabajo’ al acabar el día. (...)" (Ann Oakley, el trabajo doméstico y el rol del ama de casa, por Anthony Giddens, Socioideas, 30/03/2015)
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