De izquierda a derecha: Dolors Vives, Josep Canudas, Mari Pepa Colomer y Adolf Azoy. / Carreras-Colomer Archive
"Fue la segunda aviadora del ejército de la República. La primera sería su amiga, Mari Pepa Colomer. A
los 17 años, el 19 de enero de 1931, Mari Pepa obtenía su título
oficial de piloto. Tres años más tarde, en 1935, Dolors Vives seguía su
camino y conseguía una de las primeras licencias para volar. Todavía no
lo sabían, pero estaban destinadas a formar parte de la historia de la
aviación.
Durante la Guerra Civil pasarían a convertirse en las primeras
instructoras de vuelo del Ejército republicano. Sobrevivieron a la
Guerra y a la derrota. Ambas protagonizaron una vida de leyenda y
gozaron de una longevidad asombrosa. Hoy, cuando se cumplen diez
años del fallecimiento de Dolors Vives, la gesta de estas mujeres
resulta aún desconocida para la mayoría de los españoles.
La historia de
los pilotos republicanos se ha estudiado poco. La historia de las
aviadoras de la República alcanza, tal vez, la categoría de secreto.
Cuesta entender la escasa atención hacia unas biografías fascinantes.
Fijémonos, por ejemplo, en una fecha: 2 de agosto de 1936. Ha pasado
menos de un mes desde el golpe de Estado de los militares rebeldes
contra el gobierno de la República.
En Barcelona, Mari Pepa
Colomer se sube a una avioneta para lanzar folletos de propaganda
antifascista y en defensa de la Generalitat. Pocos meses
después, su compañera, Dolors Vives, alcanza el rango de alférez de
aviación. En los tres años siguientes se encargan de realizar cientos de
vuelos de inspección. Vigilan las costas en busca de barcos, aviones y
movimientos de tropas enemigas. Al final, perdida ya la contienda,
todavía realizan misiones de enlace y contribuyen a pasar combatientes
al otro lado de la frontera.
Todo comenzaba en mayo de 1930. Mari Pepa Colomer, hija de un
industrial textil de Sabadell, ingresa en la Escuela de Aviación de
Barcelona. Una leyenda –seguramente exagerada– cuenta que protagonizó su
primera incursión aérea con siete años, cuando a la manera de Mary
Poppins se lanzó por la ventana de su casa desde un segundo piso sujeta a
un paraguas. Criada en una familia acaudalada, lo cierto es que casi desde su infancia la joven sentía admiración por Amelia Earhart,
pionera de la aviación estadounidense.
Dolors Vives
Mari Pepa Colomer, al igual que otros pilotos, se convertiría en una figura popular.
Poco después de proclamarse la República sobrevuela la ciudad con
banderas tricolores. Entre sus primeros pasajeros figurará Lluís
Companys, presidente de la Generalitat de Catalunya.
Josep Carreras, a
quien conoció durante su periodo de entrenamiento y que años más tarde
se convertirá en su marido, es poco menos que una celebridad. La prensa
celebra sus hazañas, como sobrevolar en solitario el desierto del Sáhara
y realizar con éxito un viaje de ida y vuelta a las Islas Canarias.
También Mari Pepa logra asombrar a todos. En octubre de 1932, el
mismo año en que su admirada Amelia Earhart volaba por primera vez en
solitario sobre el océano Atlántico, la aviadora catalana aterriza con un dirigible Zeppelin en el aeródromo de Barcelona.
Fue todo un acontecimiento.
Entre los muchos asistentes al evento se
encuentra una joven nacida en Valls, Dolors Vives Rodon, quien no tarda
en seguir sus pasos. Según contaba en una de sus últimas entrevistas,
tuvo suerte por partida doble; primero, por contar con el apoyo de su
familia; segundo, por obtener la única beca femenina que por entonces
ofrecía el Club Aéreo de Barcelona.
Ejemplo de brillante piloto, Dolors aprende rápido. El 31 de mayo de
1935 obtiene la licencia de vuelo número 217 de la Dirección General de
Aeronáutica. Incluso llega a superar a su admirada Mari Pepa, al convertirse un año después den la primera mujer que obtiene el permiso de piloto de vuelo sin motor.
Este segundo título, sin embargo, nunca llegaría a sus manos. Los
trámites quedarían paralizados –como tantas otras cosas en España– el 17
de julio de 1936, el día en que un grupo de militares rebeldes del
Ejército español en África se levanta en armas contra el Gobierno
legítimo de la República. (...)
Mari Pepa Colomer
Nada más estallar la contienda Mari Pepa Colomer y Dolors Vives son llamadas a filas. Tienen una misión: ejercer como instructoras de vuelo del Ejército republicano.
Pasarán a encargarse de una tarea casi imposible: formar, en cuestión
de meses, un cuerpo improvisado de pilotos de combate compuesto por
milicianos y voluntarios.
Han de formar a soldados de apenas veinte
años, muchos de los cuales nunca antes habían visto un avión en sus
vidas. Así fue como, con las pocas avionetas disponibles, tomaban
nociones de vuelo los futuros pilotos de las Fuerzas Aéreas de la
República.
Existe una fotografía de Dolors Vives en uno de estos modelos de
cabina al descubierto donde se formaban las nuevas promociones. De entre sus alumnos, quienes aprobaban pasaban a montar aviones de combate en la base militar de San Javier (Murcia). Otro
grupo, normalmente los más destacados, eran enviados hasta la base de
Kirovabad para continuar formándose en la Unión Soviética. De allí
procedían los famosos cazas Polikarpov I-15 y I-16, más conocidos en las
filas republicanas como como “Chatos” y “Moscas”.
Son esos aviones los que sorprenderían al mundo durante la Defensa de Madrid.
La historia es bien conocida y constituye una de las escasas alegrías
militares de la República. En noviembre de 1936, poco después de que el
Gobierno de Largo Caballero trasladara su sede a Valencia previendo la
caída de la capital, los pilotos republicanos derrotaron por
primera vez en los aires a la Legión Cóndor alemana y los Fiat italianos
de la Aviazione Legionaria. Franco, en aquella ocasión, se quedó con las ganas de poner sus botas en Madrid.
Hasta donde se sabe, ni Dolors ni Mari Pepa participaron oficialmente
en misiones de combate. Su papel protagonista en el Ejército de la
República contrasta, en todo caso, con el puesto subordinado que se reservaba a las mujeres en el bando sublevado. (...)
En su conquista de los cielos, Mari Pepa Colomer y Dolors Vives no solo
eran dos mujeres excepcionales en una época de emociones fuertes.
Formaban parte de un proceso histórico de más amplia onda, de unos años
en que las mujeres pelearon y consiguieron abrir espacios hasta entonces vedados para ellas en España.
Como ya sabemos, esta historia no tiene un final feliz. Cuando la Guerra
Civil está irremediablemente perdida, Mari Pepa cruza los pirineos.
“Todos los aviadores salimos en avión, claro. Desde el aire veíamos las largas colas de gente que caminaba hacia Francia”, contaba en una entrevista en 1984 en El País.
En
un principio pensaba en buscar un billete para Montevideo y reunirse
con su padre, exiliado en Uruguay. En lugar de eso, una vez en Touluse
contrae matrimonio con Josèp Carreras, el hombre con quien aprendió a
volar. Todavía vivirían juntos una última aventura.
De Francia viajarán a
Surrey, al sur de Inglaterra. Allí, metidos en la II Guerra Mundial,
Carreras acabaría sirviendo en las fuerzas de la RAF británica,
plantando cara por segunda vez en su vida a los ataques aéreos de la
Lutwaffe de Hitler. En esos años, por el contrario, el rastro de Dolors
Vives se difumina. Decide permanecer en Cataluña.
Los días de las mujeres aviadoras se habían terminado en la nueva España de Franco. Dolors
vive entonces una vida silenciosa, alejada de la política, sacando
adelante una familia de diez hijos. Hasta sus últimos días trabajó como
profesora de piano. (...)" (MIGUEL ÁNGEL DE LUCAS , The Volunteer, en Diagonal, 15/09/15)
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