"Fernando Hernández Sánchez (...) De su experiencia como docente ha realizado este libro: El bulldozer negro del general Franco (...) “historia de España en
el siglo XX para la primera generación del siglo XXI”, un libro ameno,
divulgativo y didáctico que no va a dejar indiferente a nadie. (...)
¿Qué aportó la Segunda República a la sociedad española y por qué es tan denostada en muchos análisis? Por el contrario, ¿qué significó el franquismo y que se mantiene de él?
La República tuvo que acometer grandes reformas estructurales en un
contexto internacional marcado por el retroceso en toda Europa de los
sistemas parlamentarios y la recesión económica contando con la
oposición, cada vez más virulenta, del viejo bloque hegemónico
conformado durante la incompleta revolución burguesa del siglo anterior.
La oligarquía terrateniente, con la Iglesia como poder legitimador, el
ejército como partido en armas y la monarquía como clave de bóveda,
nunca le perdonaron a la República el sobresalto que supuso para su
hasta entonces incontestable control patrimonial del país. Sus
herederos, tampoco. A la postre, consiguieron lo que se proponían.
Lo
que no pudo la obstrucción legislativa desde dentro del sistema lo acabó
consiguiendo la intervención militar. La raíz republicana, obrerista,
federal y laica de la España popular acrisolada en el primer tercio del
siglo XX fue arrancada de forma tan implacable que jamás volvió a
rebrotar.
El franquismo fue la forma política en que se encarnó la coalición
contrarrevolucionaria que venció en la guerra civil. La Iglesia católica
lo legitimó obteniendo a cambio una generosa financiación estatal y la
adecuación de la educación y la legislación civil a la horma de su
sistema de valores.
Colaboradores de la dictadura fueron quienes se
aprovecharon de un sistema intrínsecamente corrupto y los cómplices de
la represión unidos a ella por un pacto de sangre. Sin olvidar la
conformidad pasiva de la denominada mayoría silenciosa. Es en el espesor
de este entramado de intereses y miedo colectivo donde se encuentran
algunas de las razones que explican la larga duración del franquismo y
su herencia envenenada.
El recuerdo del baño de sangre original como
elemento disuasorio del compromiso político; la tolerancia con la
corrupción y la general presunción de deshonestidad en los gobernantes
de cualquier tendencia sin que ello se materialice en una coherente
reacción cívica; la consolidación, en definitiva, de un bajo nivel de
exigencia para con los representantes públicos es el legado que la
sociedad española debe a Franco mucho tiempo después de su muerte.
A tu juicio, ¿está la Transición idealizada en la historia de España?
En los últimos tiempos estamos asistiendo a una relectura del
proceso, no muy bien asumida en algunos ámbitos. Nadie debería
sorprenderse de que esto ocurra. La generación que protagonizó la
Transición está en la estación término de su presencia pública. Según el
INE, el 36% de la población española nació después de la promulgación
de la Constitución y el 68% no tuvo ocasión de votarla.
No es de
extrañar, pues, que haya un movimiento de fondo que pretenda hacer
realidad el viejo aforismo de los radicales anglosajones del XIX de que
no debe encomendarse a los muertos el gobierno de los vivos. Máxime
cuando la crisis de larga duración que venimos sufriendo desde 2008 ha
erosionado los pilares del discurso sobre el que se construyó el mito:
la liberalización política, la conquista de las libertades, la
modernización social y económica y el protagonismo de España en el
concierto internacional. El proceso no ha hecho más que empezar.
Todavía
no ha llegado el momento álgido para la crítica de la Transición en sí:
pasarán décadas antes de que las fuentes primarias sean accesibles y
revelen a los historiadores algunos de los secretos custodiados en el
sancta sanctorum de los depósitos administrativos, diplomáticos y
militares. Estamos en la fase de la crítica de la Transición para sí,
del relato sobre la edificación del sistema a que dio lugar.
Sus mayores
activos, el consenso que desembocó en la promulgación de la
constitución de 1978 y la previsibilidad conferida por un sistema
electoral bipartidista con apoyos circunstanciales de nacionalistas
moderados o de una izquierda subsidiaria, se han esfumado.
La triple
crisis, económica, social y de representatividad política desencadenada
en el periodo 2008-2015 ha hecho estallar sus costuras generacionales y
territoriales. Estamos, de nuevo, en tiempos de refundación. Está por
ver de qué." (Entrevistamos a Fernando Hernández Sánchez, historiador, Diagonal, Julián Vadillo, 11/04/16)
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