"La amenaza de agresión sexual: arquitectura invisible
Muchas feministas han denunciado cómo la violación opera
también como una forma de control social sobre los movimientos de las
mujeres. “Las violaciones fuera o lejos del hogar se perciben como una
forma de castigo, como si la víctima mereciera ser violada por haberse
alejado de sus padres, de su pareja o de su casa”.
El relato mediático
acostumbra a poner el acento en el miedo, y en la presión indirecta para
que las mujeres limiten sus movimientos. De ahí también los consejos
que acostumbramos a escuchar: “No salgas de noche.” “No vayas por
lugares oscuros”. “No viajes sola”. O peor, “no viajéis solas”. Porque
dos mujeres que viajan juntas viajan solas.
“Gran parte del libro habla de todo esto, del gran
porcentaje de violaciones que ocurren dentro de la casa o cerca de ella,
cuando la casa se supone que es el espacio de la mujer y dónde está
segura. Existe el mito ese de ‘no salgas tarde’.
La idea de que la
violación es un acontecimiento aislado, que ocurre lejos de lugares
familiares, disociado de los aspectos cotidianos del día a día; es una
ilusión. El 75% de los violadores son hombres que viven en casa de la
víctima, o parientes con los que mantiene algún tipo de contacto
social.”
El miedo puede obligar a encerrarse, pero también a lo
contrario, a marcharse de un lugar. “Hay bastantes textos escritos sobre
esto. En Colombia, por ejemplo, mandan a los soldados a violar para
desplazar a las mujeres de sus comunidades. Es una forma de
amedrentamiento”, explica Leo. En su caso, el terror a que el violado
volviese y la matase hizo que se marchara. Antes de irse, él le dijo que
si denunciaba la mataría. Y ella denunció.
Probar la violación
Como se explica en el libro, en EE.UU uno de cada de cada
10 hombres está en la cárcel o lo estará en un futuro, mientras en el
caso de los negros, la cifra asciende hasta el 25%. Jana consiguió la
condena de su violador aunque le costó que la policía se empeñara en
localizarlo.
“De no haber sido blanca, no me hubiesen creído; de hecho,
la otra persona que fue violada por el mismo hombre unos días después, y
que presentó cargos, era mexicana y no la creyeron. Los cargos se
desestimaron”, dice.
“Yo había ido a Princeton y tenía 33 años. Él era un negro
de 19 años sin hogar. Como me decía la fiscal: ‘es que nadie se va a
creer que tú, motu propio, te relaciones con ese hombre sin
más’. Es decir, que si hay una relación entre una blanca con educación y
un negro sin educación tiene que ser violación por narices. Yo pensé,
‘¡qué fuerte!’ porque si yo hubiera conocido a ese chico en un bar
podría haber ligado con él”, cuenta.
“En cambio”, añade, “no puedo excitarme si no he elegido
al tío ni la situación, si no hay consentimiento. Eso es lo que tienen
que entender los hombres. No se trata de dónde lo conozcas, ni siquiera
de cómo ha entrado en tu casa. Se trata de si has dicho sí o no. Y a
veces, claro, es difícil de probar.
Ahora me parece fundamental que en
las relaciones alguien te pregunte ‘¿te quieres ir a la cama ahora?’ nn
vez de tirarse encima de ti. Yo pregunto siempre. A mí no me gusta que
se me echen encima como un acto de posesión. Me parece que debería ser
un gesto para todos, en las mujeres y los hombres, que podría cambiar
muchísimas cosas.”
Escribir para conjurar el miedo
Violación en Nueva York es una historia en
primera persona, es una investigación, una pieza artística, un archivo,
una manera también de darle salida al trauma. Si una se pone a recopilar
datos, a pensar de qué manera está relacionado lo que le ha sucedido
con la violencia inmobiliaria, con el racismo, con la transformación de
la ciudad global se consigue dar sentido al trauma en un relato más
amplio.
De alguna manera, fue una forma de terapia. Sin embargo, el
relato en primera persona, reivindicación básica del feminismo, sitúa a
quien lo hace en otro lugar peligroso: el de la transgresora. La
violación es una cosa fea, que no hay que asociar nunca públicamente a
tu propio nombre.
“La transcripción literal de las dos horas de mi violación
ha tenido consecuencias graves para mi carrera. En realidad el contar
las cosas con detalle. No la teoría. No la perspectiva académica con
distancia, sino la narración desde la perspectiva de un ser humano. Como
por ejemplo, que no me contraten de profesora en una universidad porque
he sido violada.
Me lo han dicho así, no públicamente claro: ‘A ver
cómo le explicamos a los padres, cuando miren el listado de profesores y
busquen tu nombre en Google y aparezca la palabra violación; y encima
lo publicas’. Parece que lo que hay implícito es que me he salido de mi
papel, porque en el momento que lo haces público eres una amenaza”,
relata.
Traducirlo al español ha sido un proceso duro: el de
revivir la violación quince años después. Pero Jana dice que no ha
tenido ganas de maquillar la parte más cruda del relato. Piensa así,
escribe así “desde los 13 años”.
“A mucha gente le parece que doy demasiados detalles, pero
por otro lado tampoco me importa. Lo escribí para concienciar a los
hombres, pero no quería purificarlo o quitarle la parte sexual. Sólo
contarlo como fue. Incluso me da igual si alguien se pone leyéndolo.
Incluso alguna vez me han preguntado si me excitan las escenas de
violación.
Y quizás en mi imaginación podría ser, pero eso no quiere
decir que no tenga clara la diferencia entre la fantasía y la realidad.
Claro que si yo tuviese ese precedente de decir públicamente que la
violación en la imaginación puede excitarme antes del juicio, hubiese
tenido muy difícil que me creyeran.
Como esto es una guerra de
interpretaciones, estamos muy jodidas”, concluye." (Nuria Alabao, CTXT, 12/10/17)
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