"Hay una pregunta que no se debe hacer nunca en las conferencias de los think tanks
o en los consejos editoriales de los grandes medios corporativos: ¿Qué
quiere decir populista?
Porque conforme se va desmoronando el consenso
de Washington/Davos/Fundación Rafael Pino, que disfrutó del monopolio de
la verdad durante 30 años, todo es susceptible de ser tildado de
demagogia populista: el término vale para el nacionalismo
ultraconservador post comunista de Víktor Orbán, el proteccionismo
supremacista y nostálgico de Donald Trump, el socialismo democrático
viejo y nuevo de Jeremy Corbyn o Podemos, el separatismo euroescéptico
de Carles Puigdemont.
Para un ejemplo europeo de los múltiples
usos de la palabra populista, fíjense en el nuevo libro de JM Martí Font
y Christopher Barbier La fortaleza asediada que,
según el anuncio de su editorial Península, pretende analizar los
populismos que amenazan el futuro de Europea e incluyen a Podemos, Ada
Colau, Le Pen, Brexit, Amanecer Dorado, Movimiento 5 Estrellas,
Independentismo en Cataluña, Beppe Grillo, Syriza, Geert Wilders. ¿Hay
un denominador común más bajo (o más alto) allí? Habrá que leer el libro
pero lo dudo mucho.
Al otro lado del Atlántico, tenemos otra
aplicación de la versátil palabra P, sumamente útil para meter al
adversario en la misma caja que a Adolf Hitler o al menos Juan Perón.
Ocurre en la campaña electoral mexicana donde Andrés Manuel López
Obrador ya es oficialmente un “populista” peligroso.
De ahí, la polémica
levantada por la nueva serie Populismo en América Latina,
seis documentales que retratan a supuestos líderes “populistas”
latinoamericanos, uno de cuyos protagonistas es el veterano candidato de
la izquierda, que encabeza las encuestas a dos meses de las elecciones
del próximo uno de julio.
López Obrador, que se autocalifica como progresista y socialdemócrata, protagoniza uno de los mini documentales, titulado López Obrador, el redentor furioso.
Los otros, según la productora, son sobre Hugo Chávez, Perón, Luiz
Inácio Lula da Silva y –de forma algo incongruente dado el título de la
serie–, Donald Trump y Vladimir Putin.
Llama la atención también la inclusión del
expresidente brasileño Lula en la serie. A fin de cuentas Lula fue
elogiado durante sus años en el gobierno por los inversores globales y
el Fondo Monetario Internacional, y homenajeado en la portada de
revistas como The Economist. Pero, está claro,
cuando la rentabilidad de la inversión disminuye, un buen gobernante
técnicamente correcto se convierte rápidamente en populista.
La serie no ha pasado inadvertida en la
capital mexicana. La pasada semana han circulado autobuses con grandes
anuncios en los que se veía a López Obrador, luciendo los colores de
la bandera mexicana en primer plano y a los otros llamados populistas
detrás.
“Consultamos con historiadores, comunicadores, científicos
sociales y todos coincidieron en que López Obrador encaja en el perfil
del populista”, dice Javier García Mata , el productor de la teleserie
que –según la campaña de AMLO– fue financiado por el maquiavélico
priista Carlos Salinas y otros magnates del statu quo corrupto y
neoliberal.
Mario Vargas Llosa coincidió con el joven productor al
afirmar en Madrid que la victoria de López Obrador convertiría a México
en “una democracia populista y demagógica”, comparable con la Venezuela
de Hugo Chávez. “Es un invento; AMLO jamás ha tenido relación con los
Castro ni con la revolución bolivariana”, afirma José Agustín Ortiz
Pinchetti, cuya biografía de López Obrador acaba de salir a la venta.
El término populista tiene un significado
distinto según quién lo use. En América Latina –cuna del populismo de la
vieja guardia de Perón o Getúlio Vargas en Brasil que a veces
flirtearon con el fascismo– el calificativo suele identificarse ahora
con prácticas corruptas, sistemas de gobierno clientelares, compra de
votos, y un deseo de perpetuarse en el poder.
“El populismo es un
término maleable; sirve para atacar a tus adversarios”, dice John
Ackerman, doctor en Sociología por la Universidad Nacional Autónoma de
México (UNAM), que apoya a López Obrador. “Yo le pregunté al
corresponsal de Bloomberg en México qué quiere decir exactamente cuando
dice que AMLO es populista. Me respondió que se basa en la definición de
Wikipedia”.
La definición, quizás, menos subjetiva
utilizada en el ámbito de las Ciencias Económicas, describe a un
político que gasta más dinero público del que ingresa con el fin de
lograr apoyo electoral. Podría aplicarse a muchos gobernantes. Pero no a
López Obrador (conocido como AMLO) que, en sus años al frente del
Gobierno de la Ciudad de México (2000-2005), logró reducir el gasto,
recortar los salarios de altos funcionarios y controlar la deuda de la
ciudad.
Asimismo, acabó con la impunidad de funcionarios corruptos. “Yo
fui secretario de Gobierno en la Administración de AMLO y me recortó el
número de asesores de 65 a cinco; es una persona muy austera que no
toleraba la corrupción”, afirma Ortiz Pinchetti. López Obrador se ha
comprometido a reducir el coste de la Administración federal y a
eliminar gastos como las desorbitadas pensiones pagadas a los
expresidentes.
El debate sobre el populismo tiene una
larga historia en América Latina. López Obrador suele citar el ejemplo
de Lázaro Cárdenas, el presidente mexicano que en 1938 creó la petrolera
estatal Pemex, actualmente en fase de privatización, un proceso que
AMLO pretende frenar. Con la reforma energética y la privatización de
Pemex,“los gobernantes del neoliberalismo y el “neoporfirismo” (en
referencia al corrupto dictador pre revolucionario Porfirio Díaz)
echaron abajo casi 100 años de política petrolera y eléctrica
independiente y soberana”, sentencia López Obrador en su libro La Salida.
Tanto la creación de Pemex como la
oposición de AMLO a su privatización, han sido calificadas como medidas
populistas. “Cárdenas no fue populista, fue pragmático; AMLO es igual,
su popularidad no viene del populismo sino de un compromiso con adoptar
políticas sociales y combatir la corrupción”, dice Ackerman." (Andy Robinson , CTXT, 16 de mayo, 2018)
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