"La polémica más dura de la temporada económica la ha desatado un libro.
El libro más polémico de la temporada económica, que ha suscitado numerosas controversias fuera de nuestras fronteras y que ha sido alabado por figuras anglosajonas como Martin Wolff o Adam Tooze, ha sido publicado por Yale University Press y lleva el título de ‘Trade wars are class wars’. Lo coescribe Michael Pettis, un maño de nacimiento (Zaragoza, 1958), que pasó buena parte de su vida en el sector financiero (JP Morgan, Bear Sterns) y que actualmente trabaja en Pekín, en la Guanghua School of Management, ciudad en la que fundó un club de punk rock. El otro autor es Matthew C. Klein, ex de Bridgewater, el fondo de Ray Dalio, que trabaja como periodista financiero para Barron’s y antes firmó en Bloomberg, ‘The Economist’ o ‘Financial Times’.
Los autores afirman que el libro es fruto de la colaboración entre dos personas separadas por un océano (residen en Pekín y San Francisco respectivamente) y que eso les permite analizar de una forma más global y más precisa los fenómenos económicos. Sus tesis son provocadoras porque cambian completamente la perspectiva desde la que se entiende el comercio internacional o la deuda. Su mismo título, ‘Trade wars are class wars’ (Las guerras comerciales son guerras de clase), con sus reminiscencias marxistas, demuestra que la intención no es complaciente, aunque sus análisis carezcan de sesgo ideológico. Tampoco mantienen tesis nuevas, pero sí especialmente interesantes en estos momentos. El texto, en todo caso, es muy recomendable, en especial si se pretende tener un mapa más completo de la realidad económica y financiera.
1. Las tesis
La obra arranca con una cita del economista británico John Hobson y de su libro ‘Imperialism, a study’, publicado en 1902, que resume bastante bien el espíritu del libro: “Cuando la distribución de los ingresos es tal que permite que todas las clases de la nación conviertan sus necesidades en una demanda efectiva de productos básicos, no puede haber sobreproducción, no hay subempleo de capital y trabajo y no hay necesidad de luchar por mercados extranjeros... La lucha por los mercados, el mayor afán de los productores por vender que el de los consumidores por comprar, es la prueba de una falsa economía. El imperialismo es el fruto de esta falsa economía”.
Básicamente, lo que apunta en la cita, y lo que subraya el libro, es que estamos pensando al revés. Se señala a la globalización como la responsable de que las clases medias y las trabajadoras occidentales hayan caído en la escala social y cuenten cada vez con menos recursos, pero la realidad es la inversa: es precisamente la desestructuración interna la que ha conducido a que la globalización se dispare.
Esa es la clave de bóveda del texto: los desequilibrios internos en los países, que han provocado transferencias de riqueza hacia las clases con más recursos y que han deteriorado el nivel de vida de los trabajadores y las clases medias, han generado profundos efectos negativos en el ámbito internacional. Puesto que la mayoría de los ciudadanos, al no contar con recursos suficientes, no pueden consumir los bienes que necesitan, las clases acomodadas, que tienen capitales excedentes, no los reinvierten en su país, ya que no encontrarán rentabilidad, por lo que optan por buscar otros mercados. Esto es lo que decía Hobson hace un siglo: los superávits de capital que no pueden encontrar inversiones sólidas en su Estado son la explicación central del imperialismo europeo y estadounidense. Y esto es lo que está ocurriendo ahora, según los autores.
Hay otras épocas en las que ocurrió lo mismo. En la feudal, los señores se apropiaban de los excedentes agrícolas de los campesinos y los gastaban en guerras y monumentos. En otros instantes de la historia, ese exceso se gastó en inversión productiva, en infraestructuras y bienes de producción, lo que terminó aumentando el nivel de vida de las poblaciones, aun cuando disminuyese inicialmente su participación en la producción económica. En este instante no es ni lo uno ni lo otro.
2. China
Las grandes cantidades liberadas hacia arriba producen efectos negativos en todas partes, pero los autores centran sus análisis en tres países, EEUU, Alemania y China, los que mejor ilustran estos movimientos. En el país asiático, estas transferencias desde el ciudadano común al Estado tuvieron un efecto muy beneficioso, ya que generaron un crecimiento extraordinario hasta hace más o menos una década, cuando las inversiones productivas en el interior de China comenzaron a escasear. Especialmente desde entonces, como afirman Klein y Pettis en el libro, “las transferencias sistemáticas de riqueza de los trabajadores a las élites distorsionan la economía china al estrangular el poder adquisitivo y subsidiar la producción a expensas del consumo. Eso, a su vez, distorsiona la economía global al crear demasiados productos manufacturados y al aumentar los precios de acciones, bonos y bienes raíces. El bajo consumo chino destruye empleos en otros lugares, mientras que los valores de los activos inflados conducen a ciclos devastadores de auges, crisis y deudas”.
3. Estados Unidos
El caso estadounidense es también llamativo. Su desarrollo económico en las últimas décadas tiene muchos puntos en común con el de Alemania, ya que en ambos países aumentó la desigualdad, hubo cambios en la distribución de los ingresos desde el trabajo hacia el capital y se buscó mano de obra barata fuera de sus fronteras, en un caso en Europa Central y del Este, en el otro en México y China. Los dos pusieron en marcha una rebaja notable de impuestos y cambiaron su normativa laboral. Sin embargo, Alemania, se convirtió en el país con el mayor superávit del mundo, mientras que EEUU es el Estado con mayor déficit.
La respuesta a esta paradoja, según los autores, reside en las características específicas del sistema financiero de EEUU. Su flexibilidad, su tamaño y su atención a los derechos de los inversores extranjeros lo convierten en un lugar muy atractivo para los capitales. Además, y esto es muy relevante, “Estados Unidos es el emisor del principal activo seguro del mundo. La deuda soberana estadounidense es abundante, fácil de negociar y sin riesgo de incumplimiento”. Y como la economía de EEUU es grande, diversificada y abierta, y el dólar puede convertirse en cualquier otra moneda y es siempre aceptado como pago, EEUU se ha convertido en el gran depositario del exceso de ahorros del mundo.
Pero esto no es bueno para EEUU, porque tiende a profundizar en el mal que le aqueja. Dado que toda esa cantidad de dinero no puede ser absorbida por su economía, se ve obligado a buscar oportunidades de inversión fuera, con las consecuencias negativas explicadas, en términos de deuda ajena y de deterioro de sus clases trabajadoras
4. Alemania
El tercer caso que abordan es el alemán, que compete a España de manera más directa aún. El proceso es muy similar, ya que, afirman, las empresas germanas aumentaron su rentabilidad a expensas de los empleados, al reducir los salarios y la inversión de capital en los hogares, y subcontratar el trabajo y trasladar operaciones al extranjero. Al mismo tiempo, la inversión del Estado en su economía interior disminuyó, y las diferencias entre clases sociales y territorios se ampliaron. El resultado es que la riqueza se concentró. El alemán promedio es el más rico de Europa, “un 50 por ciento más rico que el italiano medio y el doble de rico que el español”. Al mismo tiempo, la desigualdad ha aumentado hasta el punto de que el hogar alemán medio es más pobre que el hogar español medio, a la altura de los griegos o de los polacos. Klein y Pettis citan “una encuesta exhaustiva realizada por el Banco Central Europeo, según la cual los alemanes con ingresos más bajos tienen menos riqueza neta, en términos absolutos, que los estonios y húngaros de bajos ingresos”.
Fruto de esa desestructuración social, las empresas alemanas tuvieron que mirar al exterior para evitar el estancamiento de su mercado, ya que sus ciudadanos no podían consumir lo que producían, y antes de 2008 eran ya una economía en la que la cuarta parte del valor generado por el trabajo y el capital germano había sido enviado al extranjero. “Las ganancias aumentaron a medida que los costes (salarios) se mantuvieron estables, y los ingresos por exportaciones aumentaron en correspondencia con el crecimiento global. El menor gasto alemán generó ingresos excedentes que se utilizaron para acumular activos financieros extranjeros, lo que a su vez apoyó la demanda extranjera de exportaciones alemanas y aumentó la rentabilidad corporativa. La distribución cada vez más desigual de los ingresos de Alemania transfirió efectivamente el poder adquisitivo de los trabajadores alemanes a los consumidores del resto del mundo”.
Esto ocurrió con las mercancías germanas y con todo el capital que iban acumulando, de modo que los déficits en otros lugares fueron la contrapartida necesaria del superávit de Alemania. Antes de la crisis financiera, esto significaba que “los alemanes ricos, y las compañías que controlaban, financiaron el gasto de sus vecinos europeos al acumular billones de euros de activos financieros extranjeros”.
5. España
Esa acción tuvo mucho que ver con nuestra crisis, ya que la mayor parte de los préstamos bancarios alemanes a Europa fueron a parar a tres países, Irlanda, Italia y España. “Los bancos alemanes estaban lejos de estar solos en esto (los holandeses, franceses y suizos también fueron significativos), pero los bancos alemanes fueron los mayores prestamistas de los que se convertirían en los países en crisis de Europa, especialmente España”. Los bancos españoles, por ejemplo, “pasaron de deber unos 300.000 millones de euros al resto del mundo en 2002 a adeudar unos 800.000 millones de euros a mediados de 2008. Las empresas y los hogares españoles también acumularon deudas extranjeras. Los españoles pasaron de deber 160.000 millones de euros al resto del mundo a principios de 2002 a los 650.000 millones a mediados de 2008”.
Y lo peor es que, si bien algunos de esos préstamos se utilizaron para financiar “proyectos que merecían la pena, como la red ferroviaria de alta velocidad de España y las mejoras de Grecia en el sistema de metro ateniense”, gran parte de ellos se desperdiciaron en inversiones previsiblemente fallidas, “como el aeropuerto Don Quijote de Ciudad Real”.
Pero eso no cambió tras la crisis, y los excedentes en Alemania y los Países Bajos han seguido siendo compensados por déficits en España y Grecia. Los vecinos de Alemania, subrayan los autores, “se vieron obligados a copiar sus supuestos éxitos. Desafortunadamente para ellos, y para el resto del mundo, adoptaron las patologías de Alemania: consumo deprimido, austeridad del gobierno, inseguridad laboral, subinversión y aumento de la desigualdad”.
6. La otra perspectiva
En definitiva, todos estos problemas parten del mismo punto. No se trata de que existan conflictos geopolíticos profundos o nacionalismos exacerbados que conduzcan a un enfrentamiento inevitable: “La guerra comercial a menudo se presenta como un conflicto entre países. No lo es. Se trata de un conflicto principalmente entre banqueros y propietarios de activos financieros, por un lado, y los hogares comunes, por el otro; entre los muy ricos y todos los demás. El aumento de la desigualdad ha producido pérdida de empleos, un exceso de productos manufacturados y aumento del endeudamiento. Es una perversión económica y financiera de lo que se suponía que lograría la integración global. Durante décadas, Estados Unidos ha sido la mayor víctima individual de esta perversión. Absorber el exceso de producción y ahorro del resto del mundo, a costa de la desindustrialización y las crisis financieras, ha sido la carga exorbitante de EEUU. Pero los estadounidenses no son las únicas víctimas. Todos los pueblos del mundo sufren a causa de este acuerdo”.
El resultado perverso es que la profundización de la globalización y la creciente desigualdad se han reforzado mutuamente: “Las empresas de todo el mundo utilizan la competencia internacional como una excusa para conseguir salarios más bajos, regulaciones ambientales y de seguridad más débiles, regímenes fiscales preferenciales y transferencias regresivas. Aparentemente, exprimir a los hogares comunes ha sido mucho más fácil que aumentar la productividad, invertir en infraestructuras y mejorar la salud y la educación. Sin embargo, esto es insostenible porque los salarios deprimidos deben conducir a una combinación de menor consumo, lo que reduce el gasto total en la economía global, y mayor endeudamiento, que en última instancia es autolimitante y contraproducente. No es una coincidencia que, a lo largo de la historia moderna, los altos niveles de desigualdad hayan coincidido con altos niveles de deuda".
El libro de Pettis y Klein supone una invitación a releer la interrelación entre lo interior y lo exterior, entre los efectos de las políticas económicas que efectúan los principales países y sus consecuencias para el conjunto del mundo. Hasta ahora, esa dependencia solía analizarse desde factores que sobrevolaban las acciones locales, como una suerte de máquina general que producía efectos particulares. El mérito de ‘Trade wars are class wars’ es cambiar la perspectiva y poner el acento en el desequilibrio interno como origen de los desequilibrios globales." (Esteban Hernández, El Confidencial, 06/07/20)
"Guerras comerciales y guerras de clase: primera parte: ¿el exceso de ahorro global?
'Las guerras comerciales son guerras de clases ‘es el título de un nuevo libro de Matthew Klein y Michael Pettis. Matthew C. Klein es el comentarista de economía de Barron's. Anteriormente escribió para Financial Times, Bloomberg View y The Economist. Michael Pettis es profesor de finanzas en la Escuela de Administración Guanghua de la Universidad de Pekín y miembro principal de la Fundación Carnegie para la Paz Internacional. (...)
El subtítulo del libro de Klein y Pettis es "cómo la desigualdad distorsiona la economía global y amenaza la paz internacional". Klein y Pettis argumentan que los orígenes de las guerras comerciales de hoy en día surgen de las decisiones tomadas por políticos y líderes empresariales en China, Europa y Estados Unidos durante los últimos treinta años. En todo el mundo, los ricos han prosperado mientras que los trabajadores ya no pueden permitirse comprar lo que producen, han perdido sus empleos o se han visto obligados a endeudarse. La creciente desigualdad ha debilitado la demanda agregada; y un "exceso de ahorro" global generado por países como Alemania y China están creando enormes desequilibrios mundiales en la demanda y la oferta que amenazan las crisis económicas, una mayor rivalidad proteccionista y la paz internacional.
La esencia del problema para Klein y Pettis es "el mayor entusiasmo de los productores por vender que el de los consumidores por comprar". Según ellos, esto está en el corazón de la rivalidad imperialista a nivel mundial. Los autores vuelven abierta y claramente a la tesis de John Hobson, el escritor y economista antisemita, social reformista de principios del siglo XX. Actualizan la tesis de Hobson para el siglo XXI. Como dice Pettis: "Nuestro argumento es bastante directo: el costo comercial y el conflicto comercial en la era moderna no reflejan diferencias en el costo de producción; lo que reflejan es una diferencia en los desequilibrios de ahorro, principalmente debido a las distorsiones en la distribución del ingreso. Sostenemos que la razón por la que tenemos guerras comerciales es porque tenemos desequilibrios persistentes, y la razón por la que tenemos desequilibrios comerciales persistentes es porque en todo el mundo, los ingresos se distribuyen de tal manera que los trabajadores y los hogares de clase media no pueden consumir lo suficiente de lo que producen .
Por lo tanto, tenemos una teoría de crisis de bajo consumo directa presentada por Hobson. Lo que agregan los autores es el concepto de "exceso de ahorro global", o el recíproco de la falta de consumo, que genera "desequilibrios globales" entre aquellos países que tienen excedentes sistemáticos de comercio e ingresos (China, Alemania) con otros (EE. UU.) con déficit crónicos. Este desequilibrio de consumo y ahorro entre las principales potencias económicas es la causa esencial de futuras crisis e incluso guerras, según los autores.
Lo que falta en este análisis es lo que falta en todas las teorías de bajo consumo; a saber, inversión, es decir, inversión capitalista. El consumo no es la única categoría de "demanda agregada"; También hay una demanda de inversión por parte de los capitalistas. De hecho, Marx argumentó que este era el factor más importante para impulsar el crecimiento de la producción en una economía capitalista, e incluso Keynes a veces estuvo de acuerdo. He demostrado en varias publicaciones y documentos que la inversión capitalista es el "factor de oscilación" en los auges y las caídas: una caída en la inversión lleva a las economías capitalistas a la depresión y los saca. El consumo es un factor rezagado y, de hecho, los cambios en el consumo son pequeños durante el ciclo de auge y depresión en comparación con la inversión.
Además, utilizando los datos del FMI / Banco Mundial, si observamos las tasas de inversión (medidas por la inversión total al PIB en una economía), encontramos que en los últimos diez años, la inversión total al PIB en las principales economías ha sido débil; de hecho, en 2019, la inversión total (gobierno, vivienda y negocios) en el PIB sigue siendo menor que en 2007. En otras palabras, incluso la baja tasa de crecimiento del PIB real en las principales economías en los últimos diez años no ha sido igualada por el crecimiento de la inversión total . Y si elimina el gobierno y la vivienda, la inversión empresarial se ha comportado aún peor.
El índice de ahorro nacional de las economías capitalistas avanzadas en 2019 no es más alto que en 2007, mientras que el índice de inversión ha caído un 7%. Ha habido una escasez de inversión, no un exceso de ahorro. En mi opinión, esto no es el resultado de la falta de demanda agregada causada por la creciente desigualdad y la incapacidad de los trabajadores de recomprar su propia producción. Es el resultado de la disminución de la rentabilidad del capital en las principales economías capitalistas, lo que obliga a las empresas a mirar al extranjero para invertir donde la rentabilidad es más alta (el índice de inversión en las economías emergentes ha aumentado un 10% en los últimos diez años, algo que Klein y Pettis no hacen notar). Como es habitual con los análisis keynesianos y postkeynesianos, se ignora el movimiento de ganancias y rentabilidad.
A Klein y Pettis les gusta referirse al trabajo de Mian y Sufi que enfatizan la creciente desigualdad desde la década de 1980, un cambio en los ingresos desde los más pobres al 1% superior, lo que lleva a un aumento de la deuda de los hogares y un "exceso de ahorro".
Pero estos últimos no explican por qué había una creciente desigualdad desde principios de la década de 1980 e ignoran el aumento de la deuda corporativa, que seguramente es más relevante para la acumulación de capital y la economía capitalista. La deuda de los hogares aumentó debido a los préstamos hipotecarios a tasas más bajas, pero en mi opinión, ese fue el resultado del cambio en la naturaleza de la acumulación capitalista de la década de 1980, no la causa. En realidad, en su nuevo trabajo, Mian y Sufi insinúan esto. Señalan que el aumento de la desigualdad desde principios de la década de 1980 "reflejó cambios en la tecnología y la globalización que comenzaron en la década de 1980". Exactamente. ¿Qué pasó a principios de la década de 1980? La rentabilidad del capital productivo había alcanzado un nuevo mínimo en la mayoría de las principales economías capitalistas (la evidencia de esto es abrumadora: ver World in Crisis, el coeditado por G Carchedi y yo).
Si estamos midiendo la "demanda agregada" por consumo a nivel mundial, no ha habido disminución; por el contrario, el consumo de los hogares en las principales economías aumentó a nuevos máximos como parte del PIB. Lo que puso fin a este auge crediticio especulativo fue la disminución de la rentabilidad del capital desde finales de la década de 1990, que condujo al estallido de la burbuja de "alta tecnología" de 2001 y, finalmente, al colapso financiero y la Gran Recesión de 2008.
El "exceso de ahorro" es realmente un lado de la "escasez de inversión". La baja rentabilidad de los activos productivos se convirtió en una burbuja especulativa alimentada por la deuda en activos ficticios.
Las crisis no son el resultado de un déficit de "demanda endeudada"; sino que son causadas por un "déficit de rentabilidad".
La "guerra de clases" que Klein y Pettis argumentan que es la causa de las guerras comerciales, está relacionada con la explotación del trabajo por parte del capital para una mayor rentabilidad, no una falta de consumo interno causado por los bajos salarios.
Klein y Pettis siguen a John Hobson en su argumento de que el "imperialismo" (o guerras comerciales para nuestros autores) fue el resultado de que el capital se vio obligado a buscar nuevos mercados en el extranjero debido a la falta de demanda de consumo en el país. Pettis: "Es interesante volver a Hobson. Argumentó que la razón por la que Inglaterra y otros países europeos exportaron capital al extranjero no fue el aventurerismo militar, sino la desigualdad de ingresos. Usted tenía ahorros increíblemente altos porque gran parte de los ingresos se concentraba entre los ricos, por lo que Inglaterra tuvo que exportar esos ahorros excedentarios y el exceso de producción que los acompañaba.
El imperialismo le permitió encontrar los mercados para ambas exportaciones. La prescripción de Hobson era que aumentar los salarios de los trabajadores ingleses de modo que puedan consumir lo que producen haría innecesario al imperialismo, y aquí es donde veo la conexión con hoy ".
Esto es lo que Hobson calculó para finales del siglo XIX. Pero la evidencia no respalda esto. El Reino Unido fue la principal potencia imperialista del siglo XIX. El gran economista J Arthur Lewis resumió el motor de las ambiciones imperialistas de Gran Bretaña a fines del siglo XIX. "En el bajo nivel de ganancias en el último cuarto de siglo tenemos una explicación que es lo suficientemente poderosa como para explicar el retraso del crecimiento industrial en las décadas de 1880 y 1890 ... tenemos aquí también, en las bajas ganancias domésticas, la solución al gran misterio de la inversión extranjera británica, a saber, por qué Gran Bretaña invirtió tanto capital en el extranjero ... la industria doméstica era tan poco rentable en la década de 1880 a través de la reducción de las ganancias entre salarios y precios ". Lewis muestra que durante la larga depresión, los salarios nominales cayeron, pero a medida que los precios cayeron más, los salarios reales se mantuvieron altos a expensas de las ganancias. (Ver mi libro, La larga depresión).
Como economista marxista de la década de 1920, Henryk Grossman dijo acerca de la tesis de Hobson: "No es suficiente dar cuenta de la exportación de capital en términos de la falta de oportunidades de inversión rentables en el país, como dijo de eso el economista liberal y crítico pionero del imperialismo, John Hobson". "Por qué", entonces, "¿las inversiones rentables no se encuentran en casa?" .....
El hecho de la exportación de capital es tan antiguo como el capitalismo moderno. La tarea científica consiste en explicar este hecho, por lo tanto, en demostrar el papel que desempeña en el mecanismo de producción capitalista ”. Es la carrera por tasas de ganancia más altas el poder motriz del capitalismo mundial. El comercio exterior puede generar una ganancia excedente para el país avanzado.
Desde aproximadamente la década de 1980 en adelante, la tasa de ganancia en las principales economías alcanzó nuevos mínimos, por lo que los principales estados capitalistas nuevamente buscaron contrarrestar la ley de Marx a través de renovados flujos de capital hacia países que tenían enormes reservas potenciales de trabajo que serían sumisas y aceptarían 'súper'-explotación de los salarios.
Se redujeron las barreras al comercio mundial, se redujeron las restricciones a los flujos de capital transfronterizos y las corporaciones multinacionales movieron el capital a voluntad dentro de sus cuentas corporativas. Esto explica las políticas de los principales estados imperialistas en el país (un ataque intensificado contra la clase trabajadora) y en el extranjero (un impulso para transformar a las naciones extranjeras en tributarios).
Un artículo reciente de dos economistas de la Reserva Federal de EE. UU., Joseph Gruber y Steven Kamin, muestra una brecha cada vez mayor entre los ahorros (o ganancias) corporativos y la inversión corporativa en la mayoría de las principales economías (...). Pero Gruber y Kamin demuestran que esto se debía a que las tasas de inversión corporativa "habían caído por debajo de los niveles que habrían predicho los modelos estimados en años anteriores". Con la excepción de Japón, desde 1998, los ahorros corporativos para el PIB han sido ampliamente estables. Pero ha habido una caída en la relación inversión / PIB en las principales economías, con la excepción de Japón, donde ha sido bastante plano. Por lo tanto, la brecha entre el ahorro y la inversión no puede haber sido causada por el aumento del ahorro.
NO ha habido un "exceso" global de ahorros (o ganancias) corporativos, sino una escasez de inversión. No hay demasiadas ganancias (ahorros excedentarios), sino muy poca inversión. El sector capitalista ha reducido su inversión en relación con el PIB desde fines de la década de 1990 y particularmente después del final de la Gran Recesión.
A medida que cayó la rentabilidad, la inversión disminuyó y el crecimiento tuvo que ser impulsado por una expansión del capital ficticio (crédito o deuda) para impulsar el consumo y la especulación financiera y de propiedad improductiva. La razón de la Gran Recesión y la consiguiente recuperación débil no fue la falta de consumo o el exceso de ahorro, sino el colapso de la inversión." (Michael Roberts, blog, 21/06/20 ; traducción google revisada)
" Las guerras comerciales son guerras de clase - segunda parte: ¿desequilibrios globales?
'Las guerras comerciales son guerras de clase' de Matthew Klein y Michael Pettis ha sido incluido como uno de los mejores libros del año por el FT y Martin Wolf, el gurú de la economía del FT, lo leerá durante el verano. Wolf dice que “este es un libro muy importante.
Su argumento central es que “un conflicto global entre clases económicas dentro de los países se está malinterpretando como una serie de conflictos entre países con intereses en competencia. El peligro es una repetición de la década de 1930, cuando un colapso del orden económico y financiero internacional minó la democracia y alentó al nacionalismo virulento. Las políticas que generan una alta desigualdad y un ahorro privado excesivo deben terminar si se quiere restaurar la estabilidad económica ”.
Klein-Pettis considera que existe un "exceso de ahorro global" en la economía mundial causado por el aumento de la desigualdad, los bajos salarios y el consumo. Discutí esto en la primera parte de mi revisión. Pero también sostienen que las políticas de inversión para la exportación por parte de países como China y Alemania crean "desequilibrios globales" que fomentan guerras comerciales peligrosas. En esta segunda parte, considero la validez de esta opinión.
Según los autores, algunas economías capitalistas están "ahorrando" demasiado, es decir, no invierten lo suficiente en casa como para gastar esos ahorros y, por lo tanto, exportan al extranjero, acumulando grandes excedentes comerciales.
Según los autores, algunas economías capitalistas están "ahorrando" demasiado, es decir, no invierten lo suficiente en casa como para gastar ahorros y, por lo tanto, exportan al extranjero, acumulando grandes excedentes comerciales.
Otros se ven obligados a absorber estos excedentes con un consumo excesivo y ejecutar grandes déficits en cuenta corriente, por lo que tenemos guerras comerciales a medida que gobiernos como el de Trump intentan revertir esta tendencia.
Klein y Pettis dicen que estos desequilibrios son causados por decisiones de gobiernos como China y Alemania que buscan suprimir los salarios y el consumo (la guerra de clases) para impulsar la inversión y exportar el ahorro excedentario.
Como lo expresó Adam Tooze, el historiador radical: los autores “dividen el mundo en generadores de excedentes y países deficitarios. El fuerte reclamo causal es que los desequilibrios son en gran medida el resultado del cambio social-estructural en los países excedentarios ”.
Pettis admite que la política de China orientada a la inversión y a la exportación "no fue necesariamente algo malo". Después de cinco décadas de guerra anti-japonesa, guerra civil y maoísmo, China tenía poca capacidad de inversión.
Al restringir la capacidad de los hogares para consumir una parte significativa de lo que produjeron, el gobierno efectivamente aumentó la tasa de ahorro y canalizó todos esos ahorros en un programa de inversión masiva. China tuvo la mayor tasa de crecimiento de la inversión en la historia y la mayor participación en la inversión del PIB de la historia. Como país en desarrollo con una inversión significativamente baja, esto fue exactamente lo que le recetó el médico.
Siguiendo un modelo de crecimiento para los países en desarrollo que se concentra en la inversión (presentado por Alexander Gerschenkron para el desarrollo de los Estados Unidos en el siglo XIX), los autores sostienen que "es un modelo de crecimiento muy exitoso, pero una vez que llegue al punto en el que ya no puede aumentar la inversión a un gran ritmo, se ve obligado a realizar reformas institucionales ”.
Pero Klein y Pettis consideran que "el problema surgió cuando la economía china ya no podía absorber nuevas inversiones de manera productiva". ... Una vez que China llegó a ese punto, el consumo fue demasiado bajo para impulsar el crecimiento, y entró en un estado de exceso de producción ".
Esto seguramente no tiene sentido. Simplemente no es cierto que el consumo doméstico en China esté siendo reprimido. En realidad, el consumo personal en China ha aumentado mucho más rápido que la inversión fija en los últimos años, incluso comenzando desde una base más baja. El consumo aumentó un 9% el año pasado, mucho más rápido que el PIB.
Incluso el propio análisis empírico de Pettis y Klein revela que ha habido un aumento en el consumo como parte del PIB en China en los últimos diez años, incluso sin reconocer que esto es una probable subestimación del tamaño del consumo de los hogares en las estadísticas (que excluyen muchos servicios públicos o el 'salario social').
Nuevamente, como sostuve en la primera parte de esta revisión, no es la falta de consumo la clave de la "guerra de clases"; Es la rentabilidad. En una economía capitalista, las empresas compiten entre sí para aumentar la rentabilidad mediante la introducción de nuevas tecnologías. Pero existe una contradicción inherente bajo la producción capitalista entre una tendencia a la caída de la rentabilidad del capital junto con el aumento de la productividad del trabajo. A medida que los capitalistas intentan aumentar la productividad de la mano de obra al sustituir la mano de obra con la tecnología, y así reducir los costos laborales y aumentar las ganancias y la participación en el mercado, la rentabilidad general de la inversión y la producción comienza a caer.
Entonces la inversión se derrumba y la productividad se estanca. Yo diría que la reciente caída en la participación de la inversión en el PIB en China se debe a la caída de la rentabilidad (tasa interna de rendimiento en el gráfico) del sector capitalista de la economía china.
Klein y Pettis parecen estar en terreno más sólido en su segundo estudio de caso de una economía excedente de ahorro: Alemania. Sostienen que los políticos alemanes después de la unificación en la década de 1990 no querían subsidiar los ingresos reales de los del este, ya que dañaría la rentabilidad. Entonces introdujeron (bajo un gobierno socialdemócrata) las reformas de Hartz, que reprimieron con éxito los salarios reales y aumentaron las ganancias. Esto es algo que he mostrado en publicaciones anteriores y Klein y Petts confirman esa historia.
Pero seguramente aquí también estamos validando la verdadera guerra de clases involucrada: a saber, entre el capital y el trabajo sobre las ganancias y los salarios; ¿no como Klein y Pettis ven la guerra de clases a través del consumo restringido?
Su idea es que "el ahorro excesivo de Alemania y varios otros países europeos más pequeños (como los Países Bajos) fueron compensados por auges insostenibles de crédito y gasto en países como Grecia, Irlanda y, sobre todo, España. La crisis financiera mundial terminó con eso.
Desde entonces, toda la eurozona se ha movido hacia un superávit de cuenta corriente desestabilizador a nivel mundial, en un intento dañino de convertir la segunda economía más grande del mundo en una Alemania más grande en medio de un exceso de ahorro global ".
Pero cualquier análisis adecuado de los desequilibrios del euro descubrirá que no fue el resultado de que Alemania necesitara exportar sus 'ahorros excesivos', sino el resultado de una tecnología y productividad más superiores de Alemania, lo que le permitió expandir las exportaciones a toda la UE a expensas de sus otros estados miembros más débiles. En mi opinión, los desequilibrios mundiales en el comercio y el capital son el resultado de la mayor productividad y la base tecnológica de las principales empresas en las economías "ganadoras" que conducen a una transferencia de beneficios a los fuertes desde los débiles.
No es una transferencia del exceso de ahorro al exceso de consumo a través de las fronteras; sino la transferencia de valor y plusvalía de las economías capitalistas más débiles a las más fuertes.
De hecho, esa es precisamente la naturaleza del imperialismo: el intercambio desigual de valor, no un desequilibrio de ahorro y consumo.
Para mostrar esto en relación con la tesis de Klein-Pettis, decidí analizar más de cerca los desequilibrios entre ahorro e inversión. En los últimos 30 años, la tasa de ahorro de China aumentó 25.8%, pero su tasa de inversión aumentó más, 26.8%; por lo que no hay exceso de ahorro allí, al menos a largo plazo. De hecho, en el período de auge global de la década de 1990, la tasa de inversión de China aumentó mucho más rápido que su tasa de ahorro. No hubo grandes excedentes en la cuenta corriente. Solo en el corto período de 2002-7, China tuvo un gran superávit de ahorro neto. En mi opinión, esto se debió a que la inversión y la producción se convirtieron bruscamente en exportaciones, ya que China aprovechó su superioridad en costes al ingresar en la OMC.
En el caso de Alemania, en la década de auge de 1990, la tasa de ahorro alemana cayó junto con la tasa de inversión a medida que Alemania Occidental absorbió a la Oriental.
De hecho, la tasa de inversión fue mayor en la década de 1990 y Alemania tuvo déficit por cuenta corriente. El gran aumento en el ahorro neto tuvo lugar después de 2002 con el inicio del euro y las reformas de Hartz. La tasa de inversión de Alemania aumentó, pero no tanto como la tasa de ahorro, ya que Alemania tuvo grandes excedentes con otros países EZ.
En el caso de los EE. UU., Entre 2002-18, la tasa de ahorro aumentó en realidad un 1%. Fue la tasa de inversión que cayó un 3,2%. De hecho, en el período posterior a la Gran Recesión desde 2008, la tasa de ahorro de los Estados Unidos aumentó un 21,3%, mientras que la tasa de inversión cayó un 0,5%. Una vez más, la llamada tesis del exceso de ahorro solo tiene cierta validez en el corto período de 2002-7.
Luego, las tasas de ahorro de Alemania y China aumentaron un 25-30%, mientras que la tasa de EE. UU. cayó un 4,2%. Pero por lo demás, en el siglo XXI, el desequilibrio del exceso de ahorro es un mito.
La tasa de ahorro neto de China (superávit en cuenta corriente como % del PIB) ahora no es más alta que a fines de la década de 1990. Es cierto que la tasa de ahorro excedentario de Alemania ha aumentado significativamente.
Pero el déficit de ahorro de los Estados Unidos no es más alto que a principios de siglo, por lo que no es víctima de estas economías de ahorro excesivas. La tesis de Klein-Pettis tiene una validez limitada a un corto período de tiempo y en este momento es muy vieja.
Klein y Pettis argumentan: “La falta de voluntad del resto del mundo para gastar, lo que a su vez fue atribuible a las guerras de clases en las principales economías excedentarias y el deseo de autoasegurarse después de la crisis asiática, fue la causa subyacente de la burbuja de la deuda estadounidense y La desindustrialización de Estados Unidos ".
Pero esto es históricamente inexacto. Desde la década de 1970, Estados Unidos había estado perdiendo participación de mercado en la manufactura y el comercio y presentaba déficit por cuenta corriente, no solo después de la crisis asiática. La causa de esta disminución se debe a la relativa debilidad del crecimiento de la productividad de Estados Unidos, no al exceso de ahorro asiático. Además, las empresas manufactureras de los Estados Unidos habían cambiado su producción en el extranjero durante la década de 1980.
Y, sin embargo, Klein y Pettis quieren posicionar a Estados Unidos como víctima de la política económica asiática y alemana. Como dice Adam Tooze, “Uno podría leer esto como una disculpa por el giro proteccionista de la política estadounidense en las últimas décadas. Está demostrando que, de hecho, hay una razón macroeconómica oculta para el deseo de los responsables políticos estadounidenses de evitar los desequilibrios de otros pueblos".
Pero en lugar de ser una víctima del exceso de economías de ahorro, los Estados Unidos, como potencia imperialista hegemónica, obtienen un valor extra de los flujos comerciales y de capital; tributo principalmente de las economías periféricas del sur global (incluida China); e incluso en cierta medida de los gustos de Alemania. Estados Unidos no es la víctima y China y Alemania no son responsables de las crisis.
En cambio, la víctima trabaja en todas partes; y el explotador es el capital en todas partes.
Tanto los trabajadores estadounidenses como los alemanes están siendo explotados por el capital y esa es la base de la guerra de clases; mientras que la forma en que el capital distribuye y comparte ese plusvalor es la base de la guerra comercial.
Klein y Pettis sostienen que "Estados Unidos no controla su cuenta corriente; no controla su saldo neto general de ahorro macroeconómico ". Es verdad. Pero no necesita hacerlo. Por el contrario, como una economía cada vez más rentista, puede extraer 'renta' o plusvalía de otras economías más productivas a través de sus cuentas corrientes externas y de capital. Y puede hacerlo mejor que, digamos, el Reino Unido porque sigue siendo el poder hegemónico que controla la moneda de reserva internacional, el dólar; y tiene el poder de fuego financiero y el poder militar. Es el imperio romano del siglo XXI, en su etapa de declive, pero aún no colapsado.
La tesis de Klein-Pettis lleva a la conclusión de que los salarios son demasiado altos para el capital. “En el entorno actual, el argumento contra el aumento de los salarios es demasiado fuerte: los salarios más altos reducen la competitividad y hacen que los beneficios de los salarios más altos fluyan al extranjero. Si paga más a sus trabajadores, los consumidores en su país consumirán en el extranjero, porque los precios tienen que subir.
Si cree que el problema es una especie de problema masivo de mendigo vecino, en el que cada país mejora su posición relativa presionando a la baja los salarios, ya sea directamente como lo hizo Alemania bajo las reformas de Hartz, o indirectamente a través de monedas y subsidios débiles, entonces es muy difícil aumentar los salarios ". Sí, pero eso es capitalismo: "De hecho, se obtiene una situación en la que cada país se beneficia al reducir los salarios". Exactamente, porque esto aumenta las ganancias.
Por supuesto, Klein y Pettis argumentan que los bajos salarios causan crisis, dada su teoría del bajo consumo (ver primera parte de esta revisión). Si es así, ¿cuál es la respuesta a los bajos salarios? Pettis: “Para abordar el problema de los salarios, debemos evitar el flujo ilimitado de capital. Necesitamos algún tipo de protección. Pero en lugar de proteger el comercio, diría que debemos impedir los flujos de capital ". Y Estados Unidos necesita invertir más.
Por lo tanto, debemos tratar de hacer que los capitalistas de EE. UU. inviertan más restringiendo el flujo de ahorros extranjeros a la economía con controles de capital. ¿Pero las empresas estadounidenses aumentarán la inversión mientras la rentabilidad siga siendo baja? Por supuesto, para nuestros autores la rentabilidad es irrelevante; lo que importa es reducir el "consumo excesivo" en el caso de los EE. UU.
Para Klein y Pettis, esta es la solución a las crisis. Como Klein lo explica al explicar en qué difiere la teoría del imperialismo de Lenin de la de Hobson. "La comprensión de Lenin de Hobson fue que el capitalismo inevitablemente conduce al imperialismo, lo que genera conflictos entre las potencias capitalistas. Pero ese no era el argumento real de Hobson. Argumentó que hay problemas en la distribución del ingreso y el poder adquisitivo dentro de los principales países capitalistas europeos, y que esto explica el imperialismo. Esa es una diferencia importante. La interpretación de Hobson era que hay cursos intermedios entre derrocar todo el sistema y tolerar las relaciones internacionales de explotación, y estamos de acuerdo. No argumentamos que estamos en una inevitable crisis del capitalismo, sino que los problemas que enfrentamos pueden resolverse utilizando los tipos de herramientas de redistribución que los responsables de la formulación de políticas han utilizado en el pasado ".
Para Klein y Pettis, no hay nada de malo en el modo capitalista de producción e inversión con fines de lucro. Sólo lo son los desequilibrios de ahorro y consumo que generan.
Aumentar los salarios y reducir la desigualdad y todo irá bien a medida que desaparezcan los desequilibrios mundiales y aumente la demanda agregada. Como dicen Klein y Pettis: “La guerra comercial a menudo se presenta como una guerra entre países. No lo es: es un conflicto principalmente entre banqueros y propietarios de activos financieros, por un lado, y hogares ordinarios, por el otro, entre los muy ricos y todos los demás ".
Para ellos, la lucha de clases es entre "banqueros" y "hogares", no entre capital y trabajo. Y las guerras comerciales imperialistas que se avecinan son entre ahorradores excesivos y consumidores excesivos, no entre potencias imperialistas rivales por la parte de las ganancias extraídas del trabajo a nivel mundial. ¿Cuál es la explicación más precisa de las guerras de clase y comerciales: la de Klein-Pettis Hobson o la de Marx?"
(Michael Roberts, blog, 24/06/20; traducción google revisada)
El libro más polémico de la temporada económica, que ha suscitado numerosas controversias fuera de nuestras fronteras y que ha sido alabado por figuras anglosajonas como Martin Wolff o Adam Tooze, ha sido publicado por Yale University Press y lleva el título de ‘Trade wars are class wars’. Lo coescribe Michael Pettis, un maño de nacimiento (Zaragoza, 1958), que pasó buena parte de su vida en el sector financiero (JP Morgan, Bear Sterns) y que actualmente trabaja en Pekín, en la Guanghua School of Management, ciudad en la que fundó un club de punk rock. El otro autor es Matthew C. Klein, ex de Bridgewater, el fondo de Ray Dalio, que trabaja como periodista financiero para Barron’s y antes firmó en Bloomberg, ‘The Economist’ o ‘Financial Times’.
Los autores afirman que el libro es fruto de la colaboración entre dos personas separadas por un océano (residen en Pekín y San Francisco respectivamente) y que eso les permite analizar de una forma más global y más precisa los fenómenos económicos. Sus tesis son provocadoras porque cambian completamente la perspectiva desde la que se entiende el comercio internacional o la deuda. Su mismo título, ‘Trade wars are class wars’ (Las guerras comerciales son guerras de clase), con sus reminiscencias marxistas, demuestra que la intención no es complaciente, aunque sus análisis carezcan de sesgo ideológico. Tampoco mantienen tesis nuevas, pero sí especialmente interesantes en estos momentos. El texto, en todo caso, es muy recomendable, en especial si se pretende tener un mapa más completo de la realidad económica y financiera.
1. Las tesis
La obra arranca con una cita del economista británico John Hobson y de su libro ‘Imperialism, a study’, publicado en 1902, que resume bastante bien el espíritu del libro: “Cuando la distribución de los ingresos es tal que permite que todas las clases de la nación conviertan sus necesidades en una demanda efectiva de productos básicos, no puede haber sobreproducción, no hay subempleo de capital y trabajo y no hay necesidad de luchar por mercados extranjeros... La lucha por los mercados, el mayor afán de los productores por vender que el de los consumidores por comprar, es la prueba de una falsa economía. El imperialismo es el fruto de esta falsa economía”.
Básicamente, lo que apunta en la cita, y lo que subraya el libro, es que estamos pensando al revés. Se señala a la globalización como la responsable de que las clases medias y las trabajadoras occidentales hayan caído en la escala social y cuenten cada vez con menos recursos, pero la realidad es la inversa: es precisamente la desestructuración interna la que ha conducido a que la globalización se dispare.
Esa es la clave de bóveda del texto: los desequilibrios internos en los países, que han provocado transferencias de riqueza hacia las clases con más recursos y que han deteriorado el nivel de vida de los trabajadores y las clases medias, han generado profundos efectos negativos en el ámbito internacional. Puesto que la mayoría de los ciudadanos, al no contar con recursos suficientes, no pueden consumir los bienes que necesitan, las clases acomodadas, que tienen capitales excedentes, no los reinvierten en su país, ya que no encontrarán rentabilidad, por lo que optan por buscar otros mercados. Esto es lo que decía Hobson hace un siglo: los superávits de capital que no pueden encontrar inversiones sólidas en su Estado son la explicación central del imperialismo europeo y estadounidense. Y esto es lo que está ocurriendo ahora, según los autores.
Hay otras épocas en las que ocurrió lo mismo. En la feudal, los señores se apropiaban de los excedentes agrícolas de los campesinos y los gastaban en guerras y monumentos. En otros instantes de la historia, ese exceso se gastó en inversión productiva, en infraestructuras y bienes de producción, lo que terminó aumentando el nivel de vida de las poblaciones, aun cuando disminuyese inicialmente su participación en la producción económica. En este instante no es ni lo uno ni lo otro.
2. China
Las grandes cantidades liberadas hacia arriba producen efectos negativos en todas partes, pero los autores centran sus análisis en tres países, EEUU, Alemania y China, los que mejor ilustran estos movimientos. En el país asiático, estas transferencias desde el ciudadano común al Estado tuvieron un efecto muy beneficioso, ya que generaron un crecimiento extraordinario hasta hace más o menos una década, cuando las inversiones productivas en el interior de China comenzaron a escasear. Especialmente desde entonces, como afirman Klein y Pettis en el libro, “las transferencias sistemáticas de riqueza de los trabajadores a las élites distorsionan la economía china al estrangular el poder adquisitivo y subsidiar la producción a expensas del consumo. Eso, a su vez, distorsiona la economía global al crear demasiados productos manufacturados y al aumentar los precios de acciones, bonos y bienes raíces. El bajo consumo chino destruye empleos en otros lugares, mientras que los valores de los activos inflados conducen a ciclos devastadores de auges, crisis y deudas”.
3. Estados Unidos
El caso estadounidense es también llamativo. Su desarrollo económico en las últimas décadas tiene muchos puntos en común con el de Alemania, ya que en ambos países aumentó la desigualdad, hubo cambios en la distribución de los ingresos desde el trabajo hacia el capital y se buscó mano de obra barata fuera de sus fronteras, en un caso en Europa Central y del Este, en el otro en México y China. Los dos pusieron en marcha una rebaja notable de impuestos y cambiaron su normativa laboral. Sin embargo, Alemania, se convirtió en el país con el mayor superávit del mundo, mientras que EEUU es el Estado con mayor déficit.
La respuesta a esta paradoja, según los autores, reside en las características específicas del sistema financiero de EEUU. Su flexibilidad, su tamaño y su atención a los derechos de los inversores extranjeros lo convierten en un lugar muy atractivo para los capitales. Además, y esto es muy relevante, “Estados Unidos es el emisor del principal activo seguro del mundo. La deuda soberana estadounidense es abundante, fácil de negociar y sin riesgo de incumplimiento”. Y como la economía de EEUU es grande, diversificada y abierta, y el dólar puede convertirse en cualquier otra moneda y es siempre aceptado como pago, EEUU se ha convertido en el gran depositario del exceso de ahorros del mundo.
Pero esto no es bueno para EEUU, porque tiende a profundizar en el mal que le aqueja. Dado que toda esa cantidad de dinero no puede ser absorbida por su economía, se ve obligado a buscar oportunidades de inversión fuera, con las consecuencias negativas explicadas, en términos de deuda ajena y de deterioro de sus clases trabajadoras
4. Alemania
El tercer caso que abordan es el alemán, que compete a España de manera más directa aún. El proceso es muy similar, ya que, afirman, las empresas germanas aumentaron su rentabilidad a expensas de los empleados, al reducir los salarios y la inversión de capital en los hogares, y subcontratar el trabajo y trasladar operaciones al extranjero. Al mismo tiempo, la inversión del Estado en su economía interior disminuyó, y las diferencias entre clases sociales y territorios se ampliaron. El resultado es que la riqueza se concentró. El alemán promedio es el más rico de Europa, “un 50 por ciento más rico que el italiano medio y el doble de rico que el español”. Al mismo tiempo, la desigualdad ha aumentado hasta el punto de que el hogar alemán medio es más pobre que el hogar español medio, a la altura de los griegos o de los polacos. Klein y Pettis citan “una encuesta exhaustiva realizada por el Banco Central Europeo, según la cual los alemanes con ingresos más bajos tienen menos riqueza neta, en términos absolutos, que los estonios y húngaros de bajos ingresos”.
Fruto de esa desestructuración social, las empresas alemanas tuvieron que mirar al exterior para evitar el estancamiento de su mercado, ya que sus ciudadanos no podían consumir lo que producían, y antes de 2008 eran ya una economía en la que la cuarta parte del valor generado por el trabajo y el capital germano había sido enviado al extranjero. “Las ganancias aumentaron a medida que los costes (salarios) se mantuvieron estables, y los ingresos por exportaciones aumentaron en correspondencia con el crecimiento global. El menor gasto alemán generó ingresos excedentes que se utilizaron para acumular activos financieros extranjeros, lo que a su vez apoyó la demanda extranjera de exportaciones alemanas y aumentó la rentabilidad corporativa. La distribución cada vez más desigual de los ingresos de Alemania transfirió efectivamente el poder adquisitivo de los trabajadores alemanes a los consumidores del resto del mundo”.
Esto ocurrió con las mercancías germanas y con todo el capital que iban acumulando, de modo que los déficits en otros lugares fueron la contrapartida necesaria del superávit de Alemania. Antes de la crisis financiera, esto significaba que “los alemanes ricos, y las compañías que controlaban, financiaron el gasto de sus vecinos europeos al acumular billones de euros de activos financieros extranjeros”.
5. España
Esa acción tuvo mucho que ver con nuestra crisis, ya que la mayor parte de los préstamos bancarios alemanes a Europa fueron a parar a tres países, Irlanda, Italia y España. “Los bancos alemanes estaban lejos de estar solos en esto (los holandeses, franceses y suizos también fueron significativos), pero los bancos alemanes fueron los mayores prestamistas de los que se convertirían en los países en crisis de Europa, especialmente España”. Los bancos españoles, por ejemplo, “pasaron de deber unos 300.000 millones de euros al resto del mundo en 2002 a adeudar unos 800.000 millones de euros a mediados de 2008. Las empresas y los hogares españoles también acumularon deudas extranjeras. Los españoles pasaron de deber 160.000 millones de euros al resto del mundo a principios de 2002 a los 650.000 millones a mediados de 2008”.
Y lo peor es que, si bien algunos de esos préstamos se utilizaron para financiar “proyectos que merecían la pena, como la red ferroviaria de alta velocidad de España y las mejoras de Grecia en el sistema de metro ateniense”, gran parte de ellos se desperdiciaron en inversiones previsiblemente fallidas, “como el aeropuerto Don Quijote de Ciudad Real”.
Pero eso no cambió tras la crisis, y los excedentes en Alemania y los Países Bajos han seguido siendo compensados por déficits en España y Grecia. Los vecinos de Alemania, subrayan los autores, “se vieron obligados a copiar sus supuestos éxitos. Desafortunadamente para ellos, y para el resto del mundo, adoptaron las patologías de Alemania: consumo deprimido, austeridad del gobierno, inseguridad laboral, subinversión y aumento de la desigualdad”.
6. La otra perspectiva
En definitiva, todos estos problemas parten del mismo punto. No se trata de que existan conflictos geopolíticos profundos o nacionalismos exacerbados que conduzcan a un enfrentamiento inevitable: “La guerra comercial a menudo se presenta como un conflicto entre países. No lo es. Se trata de un conflicto principalmente entre banqueros y propietarios de activos financieros, por un lado, y los hogares comunes, por el otro; entre los muy ricos y todos los demás. El aumento de la desigualdad ha producido pérdida de empleos, un exceso de productos manufacturados y aumento del endeudamiento. Es una perversión económica y financiera de lo que se suponía que lograría la integración global. Durante décadas, Estados Unidos ha sido la mayor víctima individual de esta perversión. Absorber el exceso de producción y ahorro del resto del mundo, a costa de la desindustrialización y las crisis financieras, ha sido la carga exorbitante de EEUU. Pero los estadounidenses no son las únicas víctimas. Todos los pueblos del mundo sufren a causa de este acuerdo”.
El resultado perverso es que la profundización de la globalización y la creciente desigualdad se han reforzado mutuamente: “Las empresas de todo el mundo utilizan la competencia internacional como una excusa para conseguir salarios más bajos, regulaciones ambientales y de seguridad más débiles, regímenes fiscales preferenciales y transferencias regresivas. Aparentemente, exprimir a los hogares comunes ha sido mucho más fácil que aumentar la productividad, invertir en infraestructuras y mejorar la salud y la educación. Sin embargo, esto es insostenible porque los salarios deprimidos deben conducir a una combinación de menor consumo, lo que reduce el gasto total en la economía global, y mayor endeudamiento, que en última instancia es autolimitante y contraproducente. No es una coincidencia que, a lo largo de la historia moderna, los altos niveles de desigualdad hayan coincidido con altos niveles de deuda".
El libro de Pettis y Klein supone una invitación a releer la interrelación entre lo interior y lo exterior, entre los efectos de las políticas económicas que efectúan los principales países y sus consecuencias para el conjunto del mundo. Hasta ahora, esa dependencia solía analizarse desde factores que sobrevolaban las acciones locales, como una suerte de máquina general que producía efectos particulares. El mérito de ‘Trade wars are class wars’ es cambiar la perspectiva y poner el acento en el desequilibrio interno como origen de los desequilibrios globales." (Esteban Hernández, El Confidencial, 06/07/20)
"Guerras comerciales y guerras de clase: primera parte: ¿el exceso de ahorro global?
'Las guerras comerciales son guerras de clases ‘es el título de un nuevo libro de Matthew Klein y Michael Pettis. Matthew C. Klein es el comentarista de economía de Barron's. Anteriormente escribió para Financial Times, Bloomberg View y The Economist. Michael Pettis es profesor de finanzas en la Escuela de Administración Guanghua de la Universidad de Pekín y miembro principal de la Fundación Carnegie para la Paz Internacional. (...)
El subtítulo del libro de Klein y Pettis es "cómo la desigualdad distorsiona la economía global y amenaza la paz internacional". Klein y Pettis argumentan que los orígenes de las guerras comerciales de hoy en día surgen de las decisiones tomadas por políticos y líderes empresariales en China, Europa y Estados Unidos durante los últimos treinta años. En todo el mundo, los ricos han prosperado mientras que los trabajadores ya no pueden permitirse comprar lo que producen, han perdido sus empleos o se han visto obligados a endeudarse. La creciente desigualdad ha debilitado la demanda agregada; y un "exceso de ahorro" global generado por países como Alemania y China están creando enormes desequilibrios mundiales en la demanda y la oferta que amenazan las crisis económicas, una mayor rivalidad proteccionista y la paz internacional.
La esencia del problema para Klein y Pettis es "el mayor entusiasmo de los productores por vender que el de los consumidores por comprar". Según ellos, esto está en el corazón de la rivalidad imperialista a nivel mundial. Los autores vuelven abierta y claramente a la tesis de John Hobson, el escritor y economista antisemita, social reformista de principios del siglo XX. Actualizan la tesis de Hobson para el siglo XXI. Como dice Pettis: "Nuestro argumento es bastante directo: el costo comercial y el conflicto comercial en la era moderna no reflejan diferencias en el costo de producción; lo que reflejan es una diferencia en los desequilibrios de ahorro, principalmente debido a las distorsiones en la distribución del ingreso. Sostenemos que la razón por la que tenemos guerras comerciales es porque tenemos desequilibrios persistentes, y la razón por la que tenemos desequilibrios comerciales persistentes es porque en todo el mundo, los ingresos se distribuyen de tal manera que los trabajadores y los hogares de clase media no pueden consumir lo suficiente de lo que producen .
Por lo tanto, tenemos una teoría de crisis de bajo consumo directa presentada por Hobson. Lo que agregan los autores es el concepto de "exceso de ahorro global", o el recíproco de la falta de consumo, que genera "desequilibrios globales" entre aquellos países que tienen excedentes sistemáticos de comercio e ingresos (China, Alemania) con otros (EE. UU.) con déficit crónicos. Este desequilibrio de consumo y ahorro entre las principales potencias económicas es la causa esencial de futuras crisis e incluso guerras, según los autores.
Lo que falta en este análisis es lo que falta en todas las teorías de bajo consumo; a saber, inversión, es decir, inversión capitalista. El consumo no es la única categoría de "demanda agregada"; También hay una demanda de inversión por parte de los capitalistas. De hecho, Marx argumentó que este era el factor más importante para impulsar el crecimiento de la producción en una economía capitalista, e incluso Keynes a veces estuvo de acuerdo. He demostrado en varias publicaciones y documentos que la inversión capitalista es el "factor de oscilación" en los auges y las caídas: una caída en la inversión lleva a las economías capitalistas a la depresión y los saca. El consumo es un factor rezagado y, de hecho, los cambios en el consumo son pequeños durante el ciclo de auge y depresión en comparación con la inversión.
Además, utilizando los datos del FMI / Banco Mundial, si observamos las tasas de inversión (medidas por la inversión total al PIB en una economía), encontramos que en los últimos diez años, la inversión total al PIB en las principales economías ha sido débil; de hecho, en 2019, la inversión total (gobierno, vivienda y negocios) en el PIB sigue siendo menor que en 2007. En otras palabras, incluso la baja tasa de crecimiento del PIB real en las principales economías en los últimos diez años no ha sido igualada por el crecimiento de la inversión total . Y si elimina el gobierno y la vivienda, la inversión empresarial se ha comportado aún peor.
El índice de ahorro nacional de las economías capitalistas avanzadas en 2019 no es más alto que en 2007, mientras que el índice de inversión ha caído un 7%. Ha habido una escasez de inversión, no un exceso de ahorro. En mi opinión, esto no es el resultado de la falta de demanda agregada causada por la creciente desigualdad y la incapacidad de los trabajadores de recomprar su propia producción. Es el resultado de la disminución de la rentabilidad del capital en las principales economías capitalistas, lo que obliga a las empresas a mirar al extranjero para invertir donde la rentabilidad es más alta (el índice de inversión en las economías emergentes ha aumentado un 10% en los últimos diez años, algo que Klein y Pettis no hacen notar). Como es habitual con los análisis keynesianos y postkeynesianos, se ignora el movimiento de ganancias y rentabilidad.
A Klein y Pettis les gusta referirse al trabajo de Mian y Sufi que enfatizan la creciente desigualdad desde la década de 1980, un cambio en los ingresos desde los más pobres al 1% superior, lo que lleva a un aumento de la deuda de los hogares y un "exceso de ahorro".
Pero estos últimos no explican por qué había una creciente desigualdad desde principios de la década de 1980 e ignoran el aumento de la deuda corporativa, que seguramente es más relevante para la acumulación de capital y la economía capitalista. La deuda de los hogares aumentó debido a los préstamos hipotecarios a tasas más bajas, pero en mi opinión, ese fue el resultado del cambio en la naturaleza de la acumulación capitalista de la década de 1980, no la causa. En realidad, en su nuevo trabajo, Mian y Sufi insinúan esto. Señalan que el aumento de la desigualdad desde principios de la década de 1980 "reflejó cambios en la tecnología y la globalización que comenzaron en la década de 1980". Exactamente. ¿Qué pasó a principios de la década de 1980? La rentabilidad del capital productivo había alcanzado un nuevo mínimo en la mayoría de las principales economías capitalistas (la evidencia de esto es abrumadora: ver World in Crisis, el coeditado por G Carchedi y yo).
Si estamos midiendo la "demanda agregada" por consumo a nivel mundial, no ha habido disminución; por el contrario, el consumo de los hogares en las principales economías aumentó a nuevos máximos como parte del PIB. Lo que puso fin a este auge crediticio especulativo fue la disminución de la rentabilidad del capital desde finales de la década de 1990, que condujo al estallido de la burbuja de "alta tecnología" de 2001 y, finalmente, al colapso financiero y la Gran Recesión de 2008.
El "exceso de ahorro" es realmente un lado de la "escasez de inversión". La baja rentabilidad de los activos productivos se convirtió en una burbuja especulativa alimentada por la deuda en activos ficticios.
Las crisis no son el resultado de un déficit de "demanda endeudada"; sino que son causadas por un "déficit de rentabilidad".
La "guerra de clases" que Klein y Pettis argumentan que es la causa de las guerras comerciales, está relacionada con la explotación del trabajo por parte del capital para una mayor rentabilidad, no una falta de consumo interno causado por los bajos salarios.
Klein y Pettis siguen a John Hobson en su argumento de que el "imperialismo" (o guerras comerciales para nuestros autores) fue el resultado de que el capital se vio obligado a buscar nuevos mercados en el extranjero debido a la falta de demanda de consumo en el país. Pettis: "Es interesante volver a Hobson. Argumentó que la razón por la que Inglaterra y otros países europeos exportaron capital al extranjero no fue el aventurerismo militar, sino la desigualdad de ingresos. Usted tenía ahorros increíblemente altos porque gran parte de los ingresos se concentraba entre los ricos, por lo que Inglaterra tuvo que exportar esos ahorros excedentarios y el exceso de producción que los acompañaba.
El imperialismo le permitió encontrar los mercados para ambas exportaciones. La prescripción de Hobson era que aumentar los salarios de los trabajadores ingleses de modo que puedan consumir lo que producen haría innecesario al imperialismo, y aquí es donde veo la conexión con hoy ".
Esto es lo que Hobson calculó para finales del siglo XIX. Pero la evidencia no respalda esto. El Reino Unido fue la principal potencia imperialista del siglo XIX. El gran economista J Arthur Lewis resumió el motor de las ambiciones imperialistas de Gran Bretaña a fines del siglo XIX. "En el bajo nivel de ganancias en el último cuarto de siglo tenemos una explicación que es lo suficientemente poderosa como para explicar el retraso del crecimiento industrial en las décadas de 1880 y 1890 ... tenemos aquí también, en las bajas ganancias domésticas, la solución al gran misterio de la inversión extranjera británica, a saber, por qué Gran Bretaña invirtió tanto capital en el extranjero ... la industria doméstica era tan poco rentable en la década de 1880 a través de la reducción de las ganancias entre salarios y precios ". Lewis muestra que durante la larga depresión, los salarios nominales cayeron, pero a medida que los precios cayeron más, los salarios reales se mantuvieron altos a expensas de las ganancias. (Ver mi libro, La larga depresión).
Como economista marxista de la década de 1920, Henryk Grossman dijo acerca de la tesis de Hobson: "No es suficiente dar cuenta de la exportación de capital en términos de la falta de oportunidades de inversión rentables en el país, como dijo de eso el economista liberal y crítico pionero del imperialismo, John Hobson". "Por qué", entonces, "¿las inversiones rentables no se encuentran en casa?" .....
El hecho de la exportación de capital es tan antiguo como el capitalismo moderno. La tarea científica consiste en explicar este hecho, por lo tanto, en demostrar el papel que desempeña en el mecanismo de producción capitalista ”. Es la carrera por tasas de ganancia más altas el poder motriz del capitalismo mundial. El comercio exterior puede generar una ganancia excedente para el país avanzado.
Desde aproximadamente la década de 1980 en adelante, la tasa de ganancia en las principales economías alcanzó nuevos mínimos, por lo que los principales estados capitalistas nuevamente buscaron contrarrestar la ley de Marx a través de renovados flujos de capital hacia países que tenían enormes reservas potenciales de trabajo que serían sumisas y aceptarían 'súper'-explotación de los salarios.
Se redujeron las barreras al comercio mundial, se redujeron las restricciones a los flujos de capital transfronterizos y las corporaciones multinacionales movieron el capital a voluntad dentro de sus cuentas corporativas. Esto explica las políticas de los principales estados imperialistas en el país (un ataque intensificado contra la clase trabajadora) y en el extranjero (un impulso para transformar a las naciones extranjeras en tributarios).
Un artículo reciente de dos economistas de la Reserva Federal de EE. UU., Joseph Gruber y Steven Kamin, muestra una brecha cada vez mayor entre los ahorros (o ganancias) corporativos y la inversión corporativa en la mayoría de las principales economías (...). Pero Gruber y Kamin demuestran que esto se debía a que las tasas de inversión corporativa "habían caído por debajo de los niveles que habrían predicho los modelos estimados en años anteriores". Con la excepción de Japón, desde 1998, los ahorros corporativos para el PIB han sido ampliamente estables. Pero ha habido una caída en la relación inversión / PIB en las principales economías, con la excepción de Japón, donde ha sido bastante plano. Por lo tanto, la brecha entre el ahorro y la inversión no puede haber sido causada por el aumento del ahorro.
NO ha habido un "exceso" global de ahorros (o ganancias) corporativos, sino una escasez de inversión. No hay demasiadas ganancias (ahorros excedentarios), sino muy poca inversión. El sector capitalista ha reducido su inversión en relación con el PIB desde fines de la década de 1990 y particularmente después del final de la Gran Recesión.
A medida que cayó la rentabilidad, la inversión disminuyó y el crecimiento tuvo que ser impulsado por una expansión del capital ficticio (crédito o deuda) para impulsar el consumo y la especulación financiera y de propiedad improductiva. La razón de la Gran Recesión y la consiguiente recuperación débil no fue la falta de consumo o el exceso de ahorro, sino el colapso de la inversión." (Michael Roberts, blog, 21/06/20 ; traducción google revisada)
" Las guerras comerciales son guerras de clase - segunda parte: ¿desequilibrios globales?
'Las guerras comerciales son guerras de clase' de Matthew Klein y Michael Pettis ha sido incluido como uno de los mejores libros del año por el FT y Martin Wolf, el gurú de la economía del FT, lo leerá durante el verano. Wolf dice que “este es un libro muy importante.
Su argumento central es que “un conflicto global entre clases económicas dentro de los países se está malinterpretando como una serie de conflictos entre países con intereses en competencia. El peligro es una repetición de la década de 1930, cuando un colapso del orden económico y financiero internacional minó la democracia y alentó al nacionalismo virulento. Las políticas que generan una alta desigualdad y un ahorro privado excesivo deben terminar si se quiere restaurar la estabilidad económica ”.
Klein-Pettis considera que existe un "exceso de ahorro global" en la economía mundial causado por el aumento de la desigualdad, los bajos salarios y el consumo. Discutí esto en la primera parte de mi revisión. Pero también sostienen que las políticas de inversión para la exportación por parte de países como China y Alemania crean "desequilibrios globales" que fomentan guerras comerciales peligrosas. En esta segunda parte, considero la validez de esta opinión.
Según los autores, algunas economías capitalistas están "ahorrando" demasiado, es decir, no invierten lo suficiente en casa como para gastar esos ahorros y, por lo tanto, exportan al extranjero, acumulando grandes excedentes comerciales.
Según los autores, algunas economías capitalistas están "ahorrando" demasiado, es decir, no invierten lo suficiente en casa como para gastar ahorros y, por lo tanto, exportan al extranjero, acumulando grandes excedentes comerciales.
Otros se ven obligados a absorber estos excedentes con un consumo excesivo y ejecutar grandes déficits en cuenta corriente, por lo que tenemos guerras comerciales a medida que gobiernos como el de Trump intentan revertir esta tendencia.
Klein y Pettis dicen que estos desequilibrios son causados por decisiones de gobiernos como China y Alemania que buscan suprimir los salarios y el consumo (la guerra de clases) para impulsar la inversión y exportar el ahorro excedentario.
Como lo expresó Adam Tooze, el historiador radical: los autores “dividen el mundo en generadores de excedentes y países deficitarios. El fuerte reclamo causal es que los desequilibrios son en gran medida el resultado del cambio social-estructural en los países excedentarios ”.
Pettis admite que la política de China orientada a la inversión y a la exportación "no fue necesariamente algo malo". Después de cinco décadas de guerra anti-japonesa, guerra civil y maoísmo, China tenía poca capacidad de inversión.
Al restringir la capacidad de los hogares para consumir una parte significativa de lo que produjeron, el gobierno efectivamente aumentó la tasa de ahorro y canalizó todos esos ahorros en un programa de inversión masiva. China tuvo la mayor tasa de crecimiento de la inversión en la historia y la mayor participación en la inversión del PIB de la historia. Como país en desarrollo con una inversión significativamente baja, esto fue exactamente lo que le recetó el médico.
Siguiendo un modelo de crecimiento para los países en desarrollo que se concentra en la inversión (presentado por Alexander Gerschenkron para el desarrollo de los Estados Unidos en el siglo XIX), los autores sostienen que "es un modelo de crecimiento muy exitoso, pero una vez que llegue al punto en el que ya no puede aumentar la inversión a un gran ritmo, se ve obligado a realizar reformas institucionales ”.
Pero Klein y Pettis consideran que "el problema surgió cuando la economía china ya no podía absorber nuevas inversiones de manera productiva". ... Una vez que China llegó a ese punto, el consumo fue demasiado bajo para impulsar el crecimiento, y entró en un estado de exceso de producción ".
Esto seguramente no tiene sentido. Simplemente no es cierto que el consumo doméstico en China esté siendo reprimido. En realidad, el consumo personal en China ha aumentado mucho más rápido que la inversión fija en los últimos años, incluso comenzando desde una base más baja. El consumo aumentó un 9% el año pasado, mucho más rápido que el PIB.
Incluso el propio análisis empírico de Pettis y Klein revela que ha habido un aumento en el consumo como parte del PIB en China en los últimos diez años, incluso sin reconocer que esto es una probable subestimación del tamaño del consumo de los hogares en las estadísticas (que excluyen muchos servicios públicos o el 'salario social').
Nuevamente, como sostuve en la primera parte de esta revisión, no es la falta de consumo la clave de la "guerra de clases"; Es la rentabilidad. En una economía capitalista, las empresas compiten entre sí para aumentar la rentabilidad mediante la introducción de nuevas tecnologías. Pero existe una contradicción inherente bajo la producción capitalista entre una tendencia a la caída de la rentabilidad del capital junto con el aumento de la productividad del trabajo. A medida que los capitalistas intentan aumentar la productividad de la mano de obra al sustituir la mano de obra con la tecnología, y así reducir los costos laborales y aumentar las ganancias y la participación en el mercado, la rentabilidad general de la inversión y la producción comienza a caer.
Entonces la inversión se derrumba y la productividad se estanca. Yo diría que la reciente caída en la participación de la inversión en el PIB en China se debe a la caída de la rentabilidad (tasa interna de rendimiento en el gráfico) del sector capitalista de la economía china.
Klein y Pettis parecen estar en terreno más sólido en su segundo estudio de caso de una economía excedente de ahorro: Alemania. Sostienen que los políticos alemanes después de la unificación en la década de 1990 no querían subsidiar los ingresos reales de los del este, ya que dañaría la rentabilidad. Entonces introdujeron (bajo un gobierno socialdemócrata) las reformas de Hartz, que reprimieron con éxito los salarios reales y aumentaron las ganancias. Esto es algo que he mostrado en publicaciones anteriores y Klein y Petts confirman esa historia.
Pero seguramente aquí también estamos validando la verdadera guerra de clases involucrada: a saber, entre el capital y el trabajo sobre las ganancias y los salarios; ¿no como Klein y Pettis ven la guerra de clases a través del consumo restringido?
Su idea es que "el ahorro excesivo de Alemania y varios otros países europeos más pequeños (como los Países Bajos) fueron compensados por auges insostenibles de crédito y gasto en países como Grecia, Irlanda y, sobre todo, España. La crisis financiera mundial terminó con eso.
Desde entonces, toda la eurozona se ha movido hacia un superávit de cuenta corriente desestabilizador a nivel mundial, en un intento dañino de convertir la segunda economía más grande del mundo en una Alemania más grande en medio de un exceso de ahorro global ".
Pero cualquier análisis adecuado de los desequilibrios del euro descubrirá que no fue el resultado de que Alemania necesitara exportar sus 'ahorros excesivos', sino el resultado de una tecnología y productividad más superiores de Alemania, lo que le permitió expandir las exportaciones a toda la UE a expensas de sus otros estados miembros más débiles. En mi opinión, los desequilibrios mundiales en el comercio y el capital son el resultado de la mayor productividad y la base tecnológica de las principales empresas en las economías "ganadoras" que conducen a una transferencia de beneficios a los fuertes desde los débiles.
No es una transferencia del exceso de ahorro al exceso de consumo a través de las fronteras; sino la transferencia de valor y plusvalía de las economías capitalistas más débiles a las más fuertes.
De hecho, esa es precisamente la naturaleza del imperialismo: el intercambio desigual de valor, no un desequilibrio de ahorro y consumo.
Para mostrar esto en relación con la tesis de Klein-Pettis, decidí analizar más de cerca los desequilibrios entre ahorro e inversión. En los últimos 30 años, la tasa de ahorro de China aumentó 25.8%, pero su tasa de inversión aumentó más, 26.8%; por lo que no hay exceso de ahorro allí, al menos a largo plazo. De hecho, en el período de auge global de la década de 1990, la tasa de inversión de China aumentó mucho más rápido que su tasa de ahorro. No hubo grandes excedentes en la cuenta corriente. Solo en el corto período de 2002-7, China tuvo un gran superávit de ahorro neto. En mi opinión, esto se debió a que la inversión y la producción se convirtieron bruscamente en exportaciones, ya que China aprovechó su superioridad en costes al ingresar en la OMC.
En el caso de Alemania, en la década de auge de 1990, la tasa de ahorro alemana cayó junto con la tasa de inversión a medida que Alemania Occidental absorbió a la Oriental.
De hecho, la tasa de inversión fue mayor en la década de 1990 y Alemania tuvo déficit por cuenta corriente. El gran aumento en el ahorro neto tuvo lugar después de 2002 con el inicio del euro y las reformas de Hartz. La tasa de inversión de Alemania aumentó, pero no tanto como la tasa de ahorro, ya que Alemania tuvo grandes excedentes con otros países EZ.
En el caso de los EE. UU., Entre 2002-18, la tasa de ahorro aumentó en realidad un 1%. Fue la tasa de inversión que cayó un 3,2%. De hecho, en el período posterior a la Gran Recesión desde 2008, la tasa de ahorro de los Estados Unidos aumentó un 21,3%, mientras que la tasa de inversión cayó un 0,5%. Una vez más, la llamada tesis del exceso de ahorro solo tiene cierta validez en el corto período de 2002-7.
Luego, las tasas de ahorro de Alemania y China aumentaron un 25-30%, mientras que la tasa de EE. UU. cayó un 4,2%. Pero por lo demás, en el siglo XXI, el desequilibrio del exceso de ahorro es un mito.
La tasa de ahorro neto de China (superávit en cuenta corriente como % del PIB) ahora no es más alta que a fines de la década de 1990. Es cierto que la tasa de ahorro excedentario de Alemania ha aumentado significativamente.
Pero el déficit de ahorro de los Estados Unidos no es más alto que a principios de siglo, por lo que no es víctima de estas economías de ahorro excesivas. La tesis de Klein-Pettis tiene una validez limitada a un corto período de tiempo y en este momento es muy vieja.
Klein y Pettis argumentan: “La falta de voluntad del resto del mundo para gastar, lo que a su vez fue atribuible a las guerras de clases en las principales economías excedentarias y el deseo de autoasegurarse después de la crisis asiática, fue la causa subyacente de la burbuja de la deuda estadounidense y La desindustrialización de Estados Unidos ".
Pero esto es históricamente inexacto. Desde la década de 1970, Estados Unidos había estado perdiendo participación de mercado en la manufactura y el comercio y presentaba déficit por cuenta corriente, no solo después de la crisis asiática. La causa de esta disminución se debe a la relativa debilidad del crecimiento de la productividad de Estados Unidos, no al exceso de ahorro asiático. Además, las empresas manufactureras de los Estados Unidos habían cambiado su producción en el extranjero durante la década de 1980.
Y, sin embargo, Klein y Pettis quieren posicionar a Estados Unidos como víctima de la política económica asiática y alemana. Como dice Adam Tooze, “Uno podría leer esto como una disculpa por el giro proteccionista de la política estadounidense en las últimas décadas. Está demostrando que, de hecho, hay una razón macroeconómica oculta para el deseo de los responsables políticos estadounidenses de evitar los desequilibrios de otros pueblos".
Pero en lugar de ser una víctima del exceso de economías de ahorro, los Estados Unidos, como potencia imperialista hegemónica, obtienen un valor extra de los flujos comerciales y de capital; tributo principalmente de las economías periféricas del sur global (incluida China); e incluso en cierta medida de los gustos de Alemania. Estados Unidos no es la víctima y China y Alemania no son responsables de las crisis.
En cambio, la víctima trabaja en todas partes; y el explotador es el capital en todas partes.
Tanto los trabajadores estadounidenses como los alemanes están siendo explotados por el capital y esa es la base de la guerra de clases; mientras que la forma en que el capital distribuye y comparte ese plusvalor es la base de la guerra comercial.
Klein y Pettis sostienen que "Estados Unidos no controla su cuenta corriente; no controla su saldo neto general de ahorro macroeconómico ". Es verdad. Pero no necesita hacerlo. Por el contrario, como una economía cada vez más rentista, puede extraer 'renta' o plusvalía de otras economías más productivas a través de sus cuentas corrientes externas y de capital. Y puede hacerlo mejor que, digamos, el Reino Unido porque sigue siendo el poder hegemónico que controla la moneda de reserva internacional, el dólar; y tiene el poder de fuego financiero y el poder militar. Es el imperio romano del siglo XXI, en su etapa de declive, pero aún no colapsado.
La tesis de Klein-Pettis lleva a la conclusión de que los salarios son demasiado altos para el capital. “En el entorno actual, el argumento contra el aumento de los salarios es demasiado fuerte: los salarios más altos reducen la competitividad y hacen que los beneficios de los salarios más altos fluyan al extranjero. Si paga más a sus trabajadores, los consumidores en su país consumirán en el extranjero, porque los precios tienen que subir.
Si cree que el problema es una especie de problema masivo de mendigo vecino, en el que cada país mejora su posición relativa presionando a la baja los salarios, ya sea directamente como lo hizo Alemania bajo las reformas de Hartz, o indirectamente a través de monedas y subsidios débiles, entonces es muy difícil aumentar los salarios ". Sí, pero eso es capitalismo: "De hecho, se obtiene una situación en la que cada país se beneficia al reducir los salarios". Exactamente, porque esto aumenta las ganancias.
Por supuesto, Klein y Pettis argumentan que los bajos salarios causan crisis, dada su teoría del bajo consumo (ver primera parte de esta revisión). Si es así, ¿cuál es la respuesta a los bajos salarios? Pettis: “Para abordar el problema de los salarios, debemos evitar el flujo ilimitado de capital. Necesitamos algún tipo de protección. Pero en lugar de proteger el comercio, diría que debemos impedir los flujos de capital ". Y Estados Unidos necesita invertir más.
Por lo tanto, debemos tratar de hacer que los capitalistas de EE. UU. inviertan más restringiendo el flujo de ahorros extranjeros a la economía con controles de capital. ¿Pero las empresas estadounidenses aumentarán la inversión mientras la rentabilidad siga siendo baja? Por supuesto, para nuestros autores la rentabilidad es irrelevante; lo que importa es reducir el "consumo excesivo" en el caso de los EE. UU.
Para Klein y Pettis, esta es la solución a las crisis. Como Klein lo explica al explicar en qué difiere la teoría del imperialismo de Lenin de la de Hobson. "La comprensión de Lenin de Hobson fue que el capitalismo inevitablemente conduce al imperialismo, lo que genera conflictos entre las potencias capitalistas. Pero ese no era el argumento real de Hobson. Argumentó que hay problemas en la distribución del ingreso y el poder adquisitivo dentro de los principales países capitalistas europeos, y que esto explica el imperialismo. Esa es una diferencia importante. La interpretación de Hobson era que hay cursos intermedios entre derrocar todo el sistema y tolerar las relaciones internacionales de explotación, y estamos de acuerdo. No argumentamos que estamos en una inevitable crisis del capitalismo, sino que los problemas que enfrentamos pueden resolverse utilizando los tipos de herramientas de redistribución que los responsables de la formulación de políticas han utilizado en el pasado ".
Para Klein y Pettis, no hay nada de malo en el modo capitalista de producción e inversión con fines de lucro. Sólo lo son los desequilibrios de ahorro y consumo que generan.
Aumentar los salarios y reducir la desigualdad y todo irá bien a medida que desaparezcan los desequilibrios mundiales y aumente la demanda agregada. Como dicen Klein y Pettis: “La guerra comercial a menudo se presenta como una guerra entre países. No lo es: es un conflicto principalmente entre banqueros y propietarios de activos financieros, por un lado, y hogares ordinarios, por el otro, entre los muy ricos y todos los demás ".
Para ellos, la lucha de clases es entre "banqueros" y "hogares", no entre capital y trabajo. Y las guerras comerciales imperialistas que se avecinan son entre ahorradores excesivos y consumidores excesivos, no entre potencias imperialistas rivales por la parte de las ganancias extraídas del trabajo a nivel mundial. ¿Cuál es la explicación más precisa de las guerras de clase y comerciales: la de Klein-Pettis Hobson o la de Marx?"
(Michael Roberts, blog, 24/06/20; traducción google revisada)
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