10/6/21

Varoufakis: ya estamos en algo más allá del capitalismo. El capitalismo que yo conocía antes de 2008 ya no lo reconozco. Ya no hay mercados competitivos, hay corporaciones enormes movidas por la tecnología creando espacios donde no hay mercado, donde no hay Estado. Las calles digitales por las que caminas son propiedad de un solo hombre, lo que ves, lo que escuchas, todas las sugerencias que recibes desde las distintas tiendas de esa plataforma digital están controladas por un solo hombre. Esto es feudalismo, no capitalismo

 " Otra realidad, el último libro de Yanis Varoufakis (Falero, Grecia, 1961) está disfrazado de ensayo. (...)

 Concretamente, ficción especulativa, ciencia ficción. En la novela el también cofundador del “movimiento paneuropeo” DiEM25 narra la vida de un grupo de amigos que descubre una especie de sistema potenciador de multiversos.

 En uno de esos mundos paralelos, y por tanto de alguna manera posibles, un hallazgo: el capitalismo ya no existe. Varoufakis utiliza los avatares y discusiones del grupo para exponer una propuesta utópica, esa otra realidad, poniendo especial interés en el mercado financiero, la organización de las corporaciones privadas y la renta universal. (...)

P. ¿Qué es lo que esta crisis nos ha enseñado sobre el sistema político y económico en el que vivimos? Por ejemplo, con el rechazo a liberar la patente de las vacunas contra el covid-19, incluso después de recibir financiación pública.

R. Este libro es sobre algo más allá del capitalismo, pero ya estamos en algo más allá del capitalismo. Desde 2008 he estado escribiendo y hablando sobre la idea de que el capitalismo se ha transformado en algo distinto. El capitalismo que yo conocía antes de 2008 ya no lo reconozco. 

Ya no hay mercados competitivos, no hay separación entre Estado y sector privado, hay corporaciones enormes movidas por la tecnología creando espacios donde no hay mercado, donde no hay Estado. Si vas a Amazon, si vas a Facebook, entras en un ecosistema digital: es un mercado, claro, pero un mercado en el que cada tienda es propiedad de un solo hombre.

Las calles digitales por las que caminas son propiedad de un solo hombre, lo que ves, lo que escuchas, todas las sugerencias que recibes desde las distintas tiendas de esa plataforma digital están controladas por un solo hombre. Esto es feudalismo, no capitalismo. Por eso lo llamo tecnofeudalismo. 

Así que en cierto sentido ya estábamos, y lo estábamos antes de que nos golpeara el covid-19, en un entorno de tecnofeudalismo. El covid simplemente lo ha hecho mucho peor: lo vemos con toda la industria de las vacunas, el fiasco de las vacunas de la Unión Europea, nuestras pruebas, tribulaciones y fracasos como seres humanos para utilizar la fantástica tecnología y ciencia que tenemos y presionar para ponerlas al servicio de la mayoría. (...)

P. Estas son algunas de las claves de esa Otra realidad que imagina: ni bancos, ni bolsa, ni jerarquías o propiedad tal y como la conocemos en las empresas privadas, ni propiedad del suelo, entre otras cosas. ¿Cómo se puede trazar un proyecto político como este cuando no hay un solo gran partido europeo que defienda una agenda así?

R. Por algún sitio hay que empezar. La izquierda, pero también la derecha liberal que cree en un capitalismo que ya no existe, tenemos que responder a esta pregunta: vale, si no nos gusta lo que vemos, si creemos que esta forma de organizar la vida va en detrimento de los intereses de la humanidad, ¿cuál es la alternativa? Hace 300 años, si alguien hubiera llegado con la idea de abolir la esclavitud, le hubieran considerado un idiota, un rarito: nadie se hubiera imaginado un mundo sin esclavitud. Tenemos que empezar a imaginar distintos principios organizativos para el mundo que nos rodea.

En Otra realidad describo un mundo sin mercado laboral, sin mercado financiero, pero un mundo en el que los mercados de productos y servicios, están vivitos y coleando. No hay casi Estado en el mundo que describo: los individuos son completamente libres de hacer lo que les plazca, también formar empresas, siempre que respeten el principio de un trabajador, una acción, un voto. Y lo que mucha gente encuentra extraño de mi libro es que defiendo que si quieres mercados libres tienes que subvertir el capitalismo. Hay que liberar a los mercados del capitalismo para que se comporten de manera humana.

P. La ficción nos permite ser más atrevidos: ¿cómo se pueden traducir estas ideas, este ejercicio de imaginación, al mundo real, a esta realidad?

R. Intento responder a esta pregunta indirectamente en el capítulo que me resultó más difícil escribir, titulado “Así murió el capitalismo”. En él trato de narrar una historia alternativa entre 2009 y 2020, donde en mi mundo ficticio la crisis de 2008 creó una secuencia de acciones ciudadanas, de rebeliones, y cómo se produjo esta democratización de la economía. Intenté poner todo en este capítulo, de manera que aunque, sí, todo sea ficción, el lector pueda decirse mientras lee: “podría haber sucedido de esta manera”. Con suerte, esto dará ideas a la gente, ideas subversivas, sobre cómo todavía podría suceder algo así. Y la razón por la que apoyo una subversión del sistema es porque no creo que el presente sea sostenible.

No creo que lo que la gente llama capitalismo pueda seguir así, ya se está metamorfoseando en lo que llamo tecnofeudalismo, y nadie va a disfrutar este estado de las cosas, ni siquiera la gente que cree en el capitalismo, ni siquiera los ricos. Los ricos oligarcas no viven una buena vida, viven con miedo todo el tiempo, se sienten muy inseguros, pueden ver a las masas allá afuera, sin futuro, cuyos hijos van a tener vidas peores que las suyas, y esta gente se parapeta tras altos muros, muy preocupados. La evidencia de esto es que muchos poderosos billonarios ya están hablando del capitalismo como un problema. Warren Buffett ya se ha quejado de que paga demasiados pocos impuestos, aunque esto por supuesto no cambie lo que hace todos los días en bolsa. (...)

P. Antes ha dicho, hablando de la Unión Europea: “Perdimos una oportunidad”. La revolución de su libro sucede alrededor de 2008. ¿Estamos todavía a tiempo?

R. No tengo ni idea. De verdad que no puedo responder a esta pregunta. Pero la vida no merece la pena si no seguimos intentando llegar a una utopía realista. En otras palabras: me aburriría muchísimo si simplemente aceptara las cosas como son, y solo me quedara adaptarme. George Bernard Shaw, el gran dramaturgo irlandés, dijo que hay dos tipos de personas: quienes se adaptan al mundo que existe, y los locos que tratan de adaptar el mundo a sus ideas. Soy de estos últimos. No estoy interesado en adaptarme a una realidad que podría ser muchísimo mejor.

P. En el capítulo en el que narra revolución, esta está instigada por una especie de vanguardia compuesta por trabajadores bancarios rebeldes, y todos los que les siguen. ¿Cuál es el papel de los partidos y los sindicatos en todo esto, cómo imagina una revolución similar en 2021 o 2025?

R. El rol de los partidos políticos es crucial, como el rol de los sindicatos, pero no es suficiente. La vieja manera de izquierdas de cambiar el mundo simplemente no es suficiente. Hoy gran parte del poder está en manos de los consumidores, y debemos revertir la ratio coste-beneficio. ¿A qué me refiero? En el siglo XIX, e incluso hoy, los trabajadores que van a la huelga asumen inmensos costes personales para obtener muy pocos beneficios. 

Pensemos en los trabajadores de los almacenes de Amazon que se ponen en huelga. ¿Qué van a conseguir? Van a conseguir, ¿qué, cobrar un dólar por hora más? En el mejor de los casos, o ni siquiera eso. Probablemente van a ser despedidos, vilipendiados, igual que los mineros y los obreros del XIX sufrieron inmensamente las consecuencias de ir a la huelga.

En el método tradicional de los sindicatos para cambiar el mundo, los individuos radicales que toman las calles sufren enormemente para obtener muy pocos beneficios. La sociedad mejoró, pero ellos no se beneficiaron mucho de ello, e incluso cuando consiguieron subidas de sueldo, todos se beneficiaron, también aquellos que no participaron en las huelgas. 

Tenemos que darle la vuelta a esto, y creo que el hecho de que todo se desarrolle online quiere decir que hoy, como consumidores, tenemos un poder enorme. Intento explicarlo en el libro narrando la revolución como algo que se desarrolla como resultado de la colaboración de sindicatos tradicionales y partidos políticos, pero también de ingenieros financieros, gente que trabajaba para Lehman Brothers que fueron humillados por sus jefes antes de ser despedidos, y que saben cómo apuntar a ciertos derivados financieros, infligiendo, con muy poco coste personal, el máximo coste para las poderosas oligarquías que tratan de mantener el orden del mundo tal y como está.

Imagine si todos decidiéramos que, durante una semana, no vamos a entrar en la web de Amazon. Jeff Bezos le prestaría atención a eso de una forma que no lo haría si, en algún lugar, algunos de sus empleados fueran a la huelga. Necesitamos actualizar las herramientas que los progresistas usan para conseguir un mundo mejor. Adoro la tecnología, creo que deberíamos usarla, no abandonarla a aquellos que la utilizan para crear lo que llamo tecnofeudalismo.

P. Vemos más claramente los problemas del capitalismo tras la experiencia de la última crisis, pero ¿por qué existe este bloqueo en la izquierda, entre los partidos pero también entre los votantes, que sienten que las cosas no pueden cambiar?

R. Vamos a ser honestos: el cambio no es fácil, la revolución, subvertir una oligarquía establecida no es fácil. Cuando existe un poder concentrado en manos de unos pocos, y mucha gente pero muy dispersa es muy difícil organizarse, y es muy fácil para los oligarcas dividir a la mayoría e imponerse a ella. Otra razón es que, aceptémoslo, todos tenemos un lado oscuro. La izquierda es conocida desde hace un siglo por, en el nombre de la libertad, la igualdad, la fraternidad y el socialismo, hacer muchísimo daño, el autoritarismo que hemos demostrado —no olvidemos que el gulag fue creado para comunistas y por comunistas—… Tenemos que ser muy autocríticos.

 ¿Cómo organizas a la gente de manera efectiva pero sin permitir que nadie se convierta en un pequeño Stalin, en un pequeño déspota? Cambiar el mundo es algo muy complicado y peligroso, y no debemos subestimar cuán difícil es. Finalmente, una tercera razón: creo que la izquierda ha cometido un error muy grave durante mucho tiempo, intentando cambiar sus propios Estados nación como si fuera posible hacerlo aislado de otras naciones.

Los banqueros han tenido mucho éxito consiguiendo que todos nosotros les rescatemos. ¿Por qué? Porque son internacionalistas. Porque trabajan como uno solo, no importa que sean alemanes, españoles, indios, chinos, trabajan con una solidaridad increíble. Lo mismo con los neofascistas, ya vengan de Grecia, Italia o España, se adoran los unos a los otros y tienen una única agenda: odian a los extranjeros a los sindicatos, etc. 

Están unidos, son internacionalistas. Nosotros no somos internacionalistas, decimos serlo, pero cuando, en el contexto de las elecciones al Parlamento Europeo de mayo de 2019, nuestro movimiento, DiEM25, intentaba hacer que los progresistas europeos se unieran y tuvieran un solo programa, una respuesta a la pregunta de qué hacemos con el Banco Central Europeo, qué hacemos con la deuda europea, no lo conseguimos. Cada partido, en Alemania, en Francia y demás, quería su propia agenda, encontraban mucho más fácil replicar lo que ya conocían que unirse y tener un marco político establecido para todo el año.

P. ¿Puede la Unión Europea ser una herramienta para este internacionalismo? En otras palabras, ¿es reformable, puede tener un papel positivo?

R. La Unión Europea juega un papel positivo en muchos aspectos y un papel terrible en otros. Es como si te preguntan: ¿puede el Estado español tener un papel positivo? Claro que puede, proporciona colegios, proporciona carreteras. Al mismo tiempo es un instrumento para la oligarquía, pero eso no quiere decir que no te dé también colegios. No podemos movernos en el blanco y negro. Lo mismo con la Unión Europea. ¿Es reformable? No lo creo. ¿Por qué? Porque es una zona libre de democracia. Vas a Bruselas y te das cuenta de que allí hay tanta democracia como oxígeno hay en la Luna. No es que haya un déficit de oxígeno en la Luna, simplemente no hay oxígeno; lo mismo con la democracia en Bruselas.
 
 Lo que sí es la Unión Europea es transformable. No se puede reformar, vas allí con la idea de que la gente te escuchará, pero ese mecanismo no está ahí. Pero sí puede transformarse, igual que los Estados se transformaron: en la Edad Media, eran instrumentos del señor, del barón, del rey, pero los transformamos a través del conflicto. También podemos transformar así la Unión Europea. Pero no será fácil, llevará mucho trabajo y un montón de conflicto."                 (Entrevista a Yanis Varoufakis, Clara Morales, 07/06/21)

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