7/2/23

Eduardo Garzón: Renta Básica Universal VS Trabajo Garantizado... ¿Cúal es mejor?

"Existen dos tipos de políticas que persiguen acabar de forma rápida y eficaz con la pobreza de nuestras sociedades: la Renta Básica Universal y el Trabajo Garantizado. La primera consiste en que el Estado entrega una renta monetaria a todo el mundo sin excepción, mientras que la segunda consiste en que el Estado garantiza un empleo digno y remunerado a todo aquel que quiera y pueda trabajar. Aunque el objetivo de ambas medidas sea similar, la concepción filosófica que subyace, así como la forma de conseguirlo, son muy distintas. Esto implica que suelan presentarse como medidas diferentes y alternativas, entre las que habría que elegir solamente una de ellas. Entonces es lógico que nos preguntemos lo siguiente: ¿Cuál de las dos elegimos? ¿Cuál es mejor? ¿Cuáles son las ventajas y desventajas de cada una de estas medidas? Pues eso es lo que vamos a explorar en este vídeo atendiendo a la literatura existente.

Comencemos explicando muy brevemente en qué consisten estas políticas. La Renta Básica Universal es un ingreso monetario que entrega el Estado a cada uno de los ciudadanos independientemente de su condición económica, ya sean ricos o pobres (Atkinson 1995; Van Parijs 2000). Hay muchas propuestas, pero la más conocida es de una cuantía de unos 650 euros al mes para todos los adultos, y unos 350 euros para los niños (Red Renta Básica 2021). También hay muchas formas de financiar esta medida, pero la más conocida pasa por una reforma fiscal en el IRPF que haría que fuese el 30% más rico de la población el que pondría el dinero, mientras que el resto saldría ganando en términos netos (Arcarons et al 2017).

Por su parte, el Trabajo Garantizado consiste en que el Estado tiene la obligación de garantizar un empleo digno a las personas que quieran y puedan trabajar (Mitchell y Watts 1997; Wray 1997). El Estado pagaría el salario mínimo interprofesional (actualmente en España es de 1050 euros mensuales en 12 pagas) directamente a los trabajadores, aunque serían las entidades locales en colaboración con la sociedad civil quienes gestionarían estos empleos, así que se podría trabajar para la administración pública pero también para cualquier fundación, ONG o asociación siempre que no tuviese ánimo de lucro, y siempre que las actividades a realizar tuviesen utilidad social o ecológica (Kaboub 2008; Garzón y Guamán 2015). Si queréis profundizar más en esta medida podéis ver este vídeo que hice hace poco.

Analicemos ahora las ventajas y desventajas de cada medida atendiendo a las cuestiones filosóficas, a los efectos en el mercado laboral, a los efectos macroeconómicos y a los efectos medioambientales y de género.

CUESTIONES FILOSÓFICAS

Los partidarios de la Renta Básica Universal aclaran que con ella no sólo se persigue acabar con la pobreza, sino otorgar libertad a las personas para que puedan adoptar sus propias decisiones vitales sin verse supeditadas a la necesidad de ganar dinero. Teniendo siempre asegurados unos 650 euros al mes, ya nadie se vería obligado a aceptar trabajos de miseria, y cualquier persona podría dedicar su tiempo a lo que quisiese, ya fuese a buscar un mejor empleo, a iniciar una propia actividad, a estudiar o formarse, o incluso al ocio (Van Parijs 1995; Widerquist 2004).

Por su parte, los autores del Trabajo Garantizado creen que otorgar ese tipo de libertad a la gente tiene sus riesgos, porque no hay ninguna garantía de que las personas vayan a utilizar su tiempo libre para actividades que redunden en beneficio común. De ahí que crean que la mejor forma de atender dichas necesidades colectivas sea a través del Trabajo Garantizado, porque con él se realizarían actividades decididas democráticamente que servirían al interés general (Watts 2001; Tcherneva y Wray 2005; Tcherneva 2006; Paul et al 2017; Garzón 2020). Pero muchos partidarios de la Renta Básica Universal acusan a esa visión de paternalista, pues consideran que no hace falta que el Estado organice ni lidere nada; la simple iniciativa individual de las personas bastaría para alcanzar metas beneficiosas para el interés general (Kindal 1997; Widerquist y Lewis 1997; Lerner 2000; Raventós 2011). En resumen, podríamos decir que los partidarios de la Renta Básica Universal confían más en la solución individual y los del Trabajo Garantizado más en la colectiva.

Por otro lado, los partidarios de la Renta Básica Universal consideran que ésta es la medida más justa que se puede aplicar. Parten de la base de que hemos nacido en un mundo en el que ya está todo repartido, las tierras, los inmuebles, el capital… por lo que la renta básica universal sería como un dividendo sobre la riqueza general al que tiene derecho todo ciudadano. Y este dividendo debe entregarse sin obligaciones o deberes asociados, al igual que tampoco las tienen los ricos rentistas, por eso ven con malos ojos el Trabajo Garantizado, ya que para poder recibir un ingreso hay que trabajar (Widerquist 1999; Casassas y Raventós 2011).

En cambio, los defensores del Trabajo Garantizado señalan que, con la Renta Básica Universal, en vez de que estén los capitalistas explotando a los trabajadores como ocurre actualmente, serían los que no trabajasen los que estarían explotando a los que sí lo hicieran, ya que los bienes y servicios que disfrutarían los primeros estarían siendo producidos por los segundos (Cowling et al 2003; Reeve 2003; Mitchell y Watts 2004; Lawn 2005, Vanderborght 2006). Por eso defienden que sólo haya que entregar un ingreso monetario sin contraprestaciones a quienes son demasiado jóvenes, viejos o enfermos para trabajar (Tcherneva 2003; Tcherneva y Wray 2005; FitzRoy y Jin 2018). Además, destacan que quienes puedan trabajar acabarían ingresando más gracias al Trabajo Garantizado que en el caso de la Renta Básica (Paul et al 2017).

Por su parte, muchos partidarios de la Renta Básica Universal creen que ésta será la única medida posible a aplicar en un mundo en el que el desempleo será inevitable debido a que cada vez más empleos serán ocupados por robots y a que la globalización los va precarizando cada vez más. Con esta política se lograría que todos aquellos que queden fuera del mercado laboral puedan acceder a un ingreso (Yang; Hughes; Aronowitz y DiFazio, 1994).

Pero quienes defienden el Trabajo Garantizado no comparten esa premisa pesimista; ellos señalan que, al margen de que la robotización se exagera (Towart 2017; Paul et al 2017; Garzón 2020) y de que no es posible que llegue muy lejos porque no hay suficientes recursos minerales (Garzón 2021), con voluntad política se pueden crear empleos en actividades útiles para aquellos que queden fuera del mercado laboral; no hace falta esperar a que el sector privado capitalista lo haga (Tcherneva 2006; Garzón 2020).

Por último, los partidarios de la Renta Básica consideran que su medida, al ser recibida por todo el mundo, no provocaría estigmatización, al contrario de lo que ocurriría con el Trabajo Garantizado al ser una ayuda pública a los más desfavorecidos (Kildal 1998; Noguera y Raventós 2002). A esto responden algunos autores del Trabajo Garantizado diciendo que, aunque eso puede ser cierto, en nuestras sociedades se estigmatiza todavía más a quienes no trabajan (Tcherneva 2003), y que, en cualquier caso, el diseño de los trabajos se podría hacer de tal forma que fuesen percibidos como una ventaja más que como un estigma (Wray 1998; FitzRoy y Jin 2018).

EFECTOS LABORALES

Quienes defienden la Renta Básica Universal no suelen tener muy buena opinión del trabajo; en la mayoría de los casos lo consideran poco más que un medio para obtener un ingreso y poder vivir, de ahí que pretendan romper el vínculo existente entre empleo e ingreso (Van Parijs 1995; Casassas y Raventós 2011). En cambio, los partidarios del Trabajo Garantizado hacen hincapié en las ventajas que implica realizar una actividad: ganar cierto estatus, adquirir conocimientos y habilidades, conocer a otras personas, integrarse en la sociedad, sentirse útil y realizado, además de producir bienes y servicios útiles para la comunidad en el caso del Trabajo Garantizado (Forstater 1998; Watts 2001; Harvey 2005; Tcherneva y Wray 2005; FitzRoy y Jin 2018). La respuesta que suelen recibir por parte de los partidarios de la Renta Básica es que, más allá de que eso no ocurre en buena parte de los empleos -especialmente en los precarios-, esos beneficios se pueden obtener igual de bien a través de otras actividades distintas del trabajo, incluyendo las educativas y de ocio (Kildal 1998; Casassas y De Wispelare 2011).

En cualquier caso, los partidarios de la Renta Básica señalan que ésta tiene también muchos efectos positivos para los trabajadores. Al tener asegurado un ingreso que no depende de su empleador tendrían mayor poder de negociación frente a él, así que podrían exigir mejoras salariales y laborales, lo que favorecería especialmente a los trabajadores precarios (Atkinson 1995; Widerquist and Lewis 1997). Si el empleador no aceptase las exigencias, el trabajador podría abandonar el puesto de trabajo, ya que al menos cobraría la Renta Básica. Alternativamente, habría personas que decidirían reducir su jornada de trabajo, porque gracias a la Renta Básica acabarían ganando lo mismo que antes, pero trabajando menos horas. El resultado es que el empleador tendría que contratar a otra persona, así que se acabaría distribuyendo mejor el trabajo, un objetivo socialmente deseable (Van Parijs 1996; Noguera 2004).

Sin embargo, los partidarios del Trabajo Garantizado creen que ocurriría algo muy diferente. Lejos de aumentar los salarios, los empleadores los reducirían al ser conscientes de que, gracias al complemento de la Renta Básica, los trabajadores acabarían ingresando lo mismo. En consecuencia, la medida en vez de acabar con los empleos precarios los estaría subsidiando con dinero público (Watts 2001; Mitchell y Watts 2004; Harvey 2005; Garzon 2016; Vanderborght 2006). Y, aunque el trabajador no estuviese de acuerdo y se marchase, eso conllevaría otro tipo de problemas ya que se dejarían de realizar actividades económicas que producen bienes y servicios necesarios (Tcherneva 2003; Lawn 2005). Que el trabajador acepte la reducción del salario (aunque gane lo mismo o más que antes) o que abandone el empleo va a depender de sus preferencias. Cabe esperar que, si el trabajador sólo está interesado en ese empleo por las condiciones salariales, entonces es más probable que abandone el puesto. Pero si está en ese empleo por cualquier otro motivo (como el de escalar profesionalmente o adquirir nuevas habilidades y conocimientos), entonces es más probable que se mantenga en el empleo, de forma que éste acabaría subsidiado (Mitchell y Watts 2004; Garzón 2016, 2020).

Para los partidarios del Trabajo Garantizado, lo que los trabajadores con salarios bajos necesitan para presionar a los empleadores y que aumenten los salarios no es un ingreso monetario por parte del Estado, sino tener una alternativa de empleo digno que siempre esté disponible, lo que se consigue con el Trabajo Garantizado. De esta forma, dichos trabajadores pueden amenazar con irse a no ser que se les suba el salario al menos tanto como ofrece el Estado en el Trabajo Garantizado. Sería como escribir el salario mínimo en la realidad, en vez de hacerlo en una ley que muchas veces no se respeta (Harvey 2005; Tcherneva 2003)

CUESTIONES ECONÓMICAS

Las ventajas económicas de la Renta Básica Universal que más destacan sus partidarios son su facilidad y rapidez a la hora de implementarla y gestionarla, ya que bastaría con entregar dinero a todo el mundo sin excepción cada año; mientras que con el Trabajo Garantizado habría que decidir, diseñar, poner en marcha y supervisar cada uno de todos los empleos creados (Atkinson 1995; Widerquist and Lewis 1997; Widerquist 1999; Van Parijs 2000; Standing 2002; Raventos y Noguera 2002). Los defensores del Trabajo Garantizado coinciden en que su administración es evidentemente más compleja, pero porque aporta mucho más valor que simplemente dar un ingreso monetario (ya que se producen bienes y servicios útiles) (Tcherneva 2003).

En cuanto al coste económico hay opiniones de todos los colores: mientras los de un bando señalan que con una adecuada reforma fiscal el coste neto de la Renta Básica sería nulo, ya que el 30% más rico de la población acabaría sufragando el coste total de la medida (Arcarons 2011), los otros sostienen que el Trabajo Garantizado no es un coste sino una inversión, ya que no sólo se producirían bienes y servicios útiles y se aportarían muchos beneficios a los trabajadores, sino que además se ahorraría todo el gasto público que hoy día se destina a dar ayudas a los desempleados y a paliar los problemas económicos, sociales y sanitarios derivados del desempleo, especialmente el del largo plazo (Harvey 2005; Forstater 2002; Tcherneva 2020). Por no hablar de que, para los defensores del Trabajo Garantizado, vinculados a la Teoría Monetaria Moderna, la financiación de cualquier política nunca es un problema para un Estado que tenga soberanía monetaria.

En lo que sí hay una discrepancia drástica es a la hora de evaluar los impactos macroeconómicos de cada una de las medidas. Los partidarios de la Renta Básica Universal sostienen que su aplicación no generaría inflación si se financia a través de una reforma fiscal porque no habría nueva creación de dinero (Casassas y Raventós 2011; Arcarons 2011). En cambio, los partidarios del Trabajo Garantizado ofrecen muchos argumentos para sostener que la Renta Básica sería peligrosamente inflacionista, así como muchos otros para afirmar que su medida mantiene la estabilidad de precios. Veámoslos brevemente.

En primer lugar, como parten de la premisa de que el valor del dinero depende de lo que cueste conseguirlo, si se entrega sin contrapartida como ocurre con la Renta Básica, su valor tenderá a caer. En cambio, si se entrega a cambio de un empleo, el valor del dinero mantendrá un cierto vínculo con las horas de trabajo (por ejemplo, si el salario es de 8 euros por cada hora de trabajo, eso quiere decir que 1 euro cuesta 7 minutos y medio de trabajo) (Forstater 2002; Mitchell y Watts 2004; Tcherneva y Wray 2005). Si sólo se entrega dinero a cambio de nada a una parte de la población no habría de qué preocuparse, pero hacerlo con toda la población tendría riesgos muy elevados (Tcherneva 2006)

En segundo lugar, la cantidad de gasto público del Trabajo Garantizado fluctúa en función del ciclo económico, habiendo más en épocas de recesión (cuando los desempleados pasarían a trabajar para el programa de empleo) y habiendo menos en épocas de auge (porque los trabajadores garantizados serían contratados por el sector privado); mientras que la Renta Básica inyecta la misma cantidad de dinero todos los años. Esto último conlleva que, en un periodo en el que la economía está recalentada, pudiese haber mucho más dinero en circulación del que sería conveniente, lo que podría generar tensiones inflacionistas. En cambio, eso no ocurriría con un Trabajo Garantizado porque siempre se inyecta la cantidad de gasto público necesaria para alcanzar el pleno empleo, nunca más, y nunca menos (Forstater 1998; Tcherneva 2003, 2006; Lawn 2005).

En tercer lugar, la Renta Básica aumenta la demanda de determinadas capas de la población, pero no la producción de la economía, por lo que habrá más gasto para comprar las mismas cosas (o menos incluso) que antes, pudiendo aparecer por lo tanto tensiones inflacionistas. En cambio, con el Trabajo Garantizado aumenta la demanda, pero también la producción, ya que parte de los bienes y servicios producidos por los trabajadores garantizados se destinarán a la venta, absorbiendo parte de la nueva demanda y reduciendo el riesgo de inflación (Tcherneva 2003; Tcherneva y Wray 2005; Garzón 2020).

Por último, la formación y experiencia que ganen los trabajadores garantizados puede incrementar la productividad de la economía y por lo tanto aumentar la producción por unidad de trabajo y por unidad monetaria, lo que ayudaría a evitar tensiones inflacionistas; algo que no ocurriría con la Renta Básica porque no ofrece formación a sus beneficiarios (Forstater 1999; Tcherneva 2003; Lawn 2005).

CUESTIONES MEDIOAMBIENTALES Y DE GÉNERO

Los defensores de la Renta Básica sostienen que esta medida, al reducir la necesidad de trabajar y, por lo tanto, de producir, también reduciría el impacto medioambiental de la actividad humana, especialmente teniendo en cuenta que muchas de las actividades peores pagadas son también las más contaminantes (Offe 1993; Fitzpatrick 1999). Sin embargo, esto ha sido contestado señalando que, aunque la Renta Básica lleve a reducir el número de horas de trabajo de una persona en particular, no quiere decir que el número de horas de trabajo total disminuya, por lo que el impacto medioambiental sería muy parecido (Watts 2001; Mitchell y Watts 2004). Además, como el consumo aumentaría ya que la gente de menos recursos tendría mayor renta, el impacto medioambiental podría incluso aumentar (Mellor 1992; Anderson 1996; Watts 2001; Mitchell y Watts 2004; Battistati 2018)

Por otro lado, algunos partidarios de la Renta Básica consideran que el pleno empleo que pretende alcanzar el Trabajo Garantizado no es deseable ecológicamente, porque implica más producción y más consumo (Fitzpatrick 1999; Casassas y Raventos 2011). Pero esto es porque equiparan mayor producción con mayor impacto medioambiental, cuando en realidad las actividades de un Trabajo Garantizado podrían ser inocuas o incluso positivas en términos ecológicos, por ejemplo, si se englobasen en el ámbito del cuidado medioambiental o en el de cuidado a personas (Cowling et al 2003; Lawn 2005; Garzón y Cruz 2020). El argumento por excelencia de los defensores del Trabajo Garantizado es que con la visión individual propia de la Renta Básica es imposible atender adecuadamente los problemas ecológicos que enfrenta nuestra civilización (Watts 2001; Towart 2017; Garzón y Cruz 2020).

También hay posturas enfrentadas en cuanto a la cuestión de género. Los partidarios de la Renta Básica Universal defienden que tener un ingreso asegurado es la mejor forma de remunerar el trabajo invisible de los cuidados que se concentra en las mujeres, además de que permite a las mujeres víctimas de violencia machista dejar de depender económicamente de sus parejas (Vollenweider 2011; Berbel 2011). En cambio, hay quienes señalan que la Renta Básica podría perpetuar la desigualdad de género en torno a los cuidados, porque el objetivo no es sólo que cobren por ello, sino también que dicho trabajo se reparta entre hombres y mujeres. En este sentido, el desplazamiento de los cuidados desde el ámbito privado y personal al ámbito público que fomenta el Trabajo Garantizado resultaría mucho más adecuado para combatir dicha desigualdad, ya que los empleados de las escuelas infantiles y centros de mayores serían tanto hombres como mujeres (Garzón y Guamán 2015; Badenes y Buenaventura 2017; Quintero 2018)

CONCLUSIONES

En fin, aunque las dos políticas compartan un objetivo similar, las diferencias de forma las alejan bastante entre sí y conllevan que quienes se decantan por una no lo suelan hacer por la otra. Ojo, eso no quiere decir que sean incompatibles. De hecho, hay bastantes trabajos en los que se propone que se combinen de alguna forma (Atkinson, 1995; Frank 2014; Painter and Thoung 2015, Dalzell 2017; Spross 2017; FitzRoy y Jin 2018; Lu 2021). El problema es que, en cualquiera de sus múltiples combinaciones, siempre una de ellas debería quedar notablemente amputada para no afectar a la otra. Por poner sólo un ejemplo, si la cuantía de la Renta Básica fuese muy cercana al salario del Trabajo Garantizado, habría pocos incentivos para trabajar; pero claro, si disminuye mucho la cuantía de la Renta Básica entonces también lo harían sus potenciales ventajas. No es fácil encontrar una combinación armoniosa. Lo que no quiere decir que no haya que seguir trabajando en ello, porque las importantes bolsas de pobreza y desigualdad requieren una solución lo antes posible y de la forma más adecuada posible, y lo ideal es que no haya dos bandos enfrentados sino dos bandos unidos empujando en la misma dirección, aunque ésta sea una dirección intermedia entre la Renta Básica Universal y el Trabajo Garantizado.

 Referencias:

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