"Hay noticias que nos pondrían poner sobre aviso de lo que se nos avecina, mucho más en tiempos de cambios de carteras ministeriales.
Me explico.
En una época parecida a la nuestra se encuentra el Reino Unido, de cambios de carteras me refiero. Rishi Sunak, el primer ministro, ha sufrido recientemente un terremoto en su gobierno y, para tratar de encarar lo mejor posible el año antes de las elecciones, no solo ha llamado a Cameron para que participe de nuevo en el gabinete –cosas más raras se han visto en política que recuperar al político que los metió en uno de los mayores desaguisados internacionales de los últimos tiempos–, sino que ha tenido que ampliar ministerios.
En concreto uno, el que me interesa, es el que a partir de ahora ocupará Esther McVey, superviviente de los gobiernos de Cameron, May y Johnson. Pero ¿quién es Esther McVey y qué puesto asumirá? Si recurres a la Wikipedia en español, no hay actualización profesional suya a partir de 2019; sin embargo, si te acercas a mirar la versión inglesa, añaden varias cosas, entre otras, que en la reorganización de noviembre de 2023, Rishi Sunak la ha nombrado ministra sin cartera con la tarea de liderar la agenda antiwoke del gobierno.
Y sí, tal cual lo digo, parece que esta diputada del ala dura de los tories ha sido designada por el primer ministro para velar contra la denominada cultura woke, y su «brazo armado», la cultura de la cancelación en el Reino Unido.
Y ahí es donde yo no puedo evitar una media sonrisa al enterarme de que han nombrado a una «ministra del sentido común» centrada en la lucha contra lo woke. Las palabras no son mías, proceden de la prensa británica. Cómo estarán las cosas para que un gobierno llegue a la conclusión de que la mera denominación y apelación del sentido común pueda serle rentable políticamente.
Es decir, cómo estará de extendida en gran parte de la población la percepción de que la locura, la falta de sensatez, la cancelación en nombre de lo políticamente correcto, la censura, el terraplanismo y falta de tolerancia frente a la pluralidad de opiniones, entre otras cosas, es bueno que sea objeto de control por parte de un gobierno… de derechas.
La definición de woke cambia según a quién le preguntes. El término deriva del inglés afroamericano y se empezó utilizando de forma razonable, en un intento de proteger –como no podía ser de otro modo– a las minorías, y, sobre todo, insistiendo en una crítica al racismo y al machismo imperante, en definitiva contra la desigualdad estructural. A partir del 2014 y con el movimiento Black Lives Matter se utilizó para «despertar» a la gente frente a la brutalidad policial en EE.UU. contra la comunidad negra.
El problema es que, desde entonces, el término se ha utilizado para denunciar todo aquello que no gusta, en realidad, todo aquello que no sigue… lo que los wokes creen que hay que defender y de no ser así aplican su, temida, cultura de la cancelación, para acabar «asesinando» públicamente a aquel personaje que no repita el discurso que ellos defienden. Dicho de otro modo, la estrategia woke ha acabado siendo utilizada como arma arrojadiza por esas mismas minorías para hacerse con el poder –ideológico, cultural y social– sobre las mayorías. Sí, lo que debía ser un instrumento de alerta ante las injusticias que nos igualara a todos, ha acabado siendo una herramienta para darle el poder a unos pocos en base a un pensamiento único, escudados en las llamadas guerra culturales.
Hasta aquí, casi os diría que no pasa nada. El drama, sí, permitidme que me ponga un poco trágica, es que lo que podría quedarse en discusión familiar, o debate en un grupo de amigos, ha salido y ha llegado incluso a órganos más o menos con poder, consiguiendo, incluso, silenciar a personas y, claro está, a sus opiniones. O sea, ha acabado siendo una herramienta para limitar la libertad de expresión desde algunas minorías.
Llegados a este punto, está claro que lo de menos es quién sea McVey, que dicho sea de paso tiene bastantes detractores en su país, lo verdaderamente interesante es que, finalmente, alguien se haya dado cuenta –hasta tal punto de crear un ministerio–, que no se puede normalizar la cancelación desde el punto de vista de una democracia. Y que, además, tenga que venir desde la derecha (los que históricamente han cancelado y censurado) y con la bandera del «sentido común».
Quizá, normalizando la sensatez, aunque sea de forma gubernamental; quizá, dejando que exista libertad de opinión y no censura; quizá, respetando los estudios científicos, podemos empezar a centrarnos en los temas verdaderamente importantes, como la escasez de viviendas asequibles, el aumento de las facturas de energía, las escaseces sanitarias o educativas, o los terribles niveles de pobreza que existen en algunas zonas. Lo triste es que ese campo discursivo se lo estamos dejando a la derecha, véase la nueva ministra británica.
Cómo de estúpidos han de ser los que tiene enfrente la derecha británica, cómo de evidente debe ser, que baste con apelar al sentido común, para ganarse el apoyo de la ciudadanía, aunque recurriendo a un ministerio sin cartera. Veremos si acabamos siguiendo el ejemplo.
Ya
dijo alguien en España, viendo los derroteros de la guerra cultural que
se está teniendo desde la izquierda, que ésta está perdiendo el sentido
común, y que será la ultraderecha la que apele al sentido común, y,
desgraciadamente, de seguir así, la gente terminará pensando que la
ultraderecha es la que tiene sentido común." (Carmen Domingo, ethic, 27/11/23)
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