8/1/09

Poligamia a la española


Sonia Sampayo


Kiné, Pap Ndiaye (el marido), Fama (la segunda esposa), y Sonia

"Pap suele ir a Senegal una o dos veces al año. Pasa meses. Yo le acompaño. Me encanta Senegal, y Louga, su ciudad. La primera ocasión, ya casados, fue en 1999. Resultó muy duro para mí. Coincidió con el bautizo del primer hijo de Fama. Ella lo pasó fatal con mi boda; fue un mes después de la suya. Entre eso, el parto complicado y que yo llegaba... Pero yo me sentía aún peor. Me quedé ocho semanas. Ni bailar pude. Porque si voy y bailo, como hago siempre ahora, lo demás se anula; para mí bailar es una necesidad física, me salva de la locura. Pap no se daba cuenta de nada. Ni se planteó que tuviera que ayudarme a adaptarme. Nada. Hizo su vida, y punto. Ellos son así... Ya me he acostumbrado. Y él ha aprendido. Hoy, si me ve cabizbaja, se acerca a socorrerme. Pero entonces no. Uf, no había nadie en quien confiar. (...)

Pap y yo tenemos la implicación sentimental, claro, pero sin la profesional no seríamos nada. ¿Qué he ganado con la película? De algún modo he querido reivindicar mi libertad, la de elegir.

Pap dice que conmigo él lo tenía claro desde el principio; había intentado ligar con otras, sí; aquí están solitos, lo intentan siempre... Como una hormiguita, me conquistó. La verdad, yo no pensaba que la cosa llegaría a tanto. Me limité a vivirlo. Un día me preguntó si quería casarme. Por dos razones: papeles y religión, por tranquilidad; no ven bien el sexo sin matrimonio. Dudé, pero me dije: 'Vale, si no voy a modificar mi vida, qué más da'. Ellos, además, tienen esa concepción tan seria de las relaciones, del sexo, ese respeto a los padres... Eso a mí me gusta; nosotros hemos perdido aquí ya mucho esos valores.

En mis visitas a Louga no tengo derecho a dormir con Pap. Es la norma. Ya le tengo en Madrid. Y no resido en la misma casa que Kiné y Fama. Nunca lo hice, nunca lo hago. No quiero. No podría soportar oírle decir 'buenas noches' y que se fuera con otra. Si estoy lejos, lo aguanto; sino, no. Por el día lo paso bien; por la noche, fatal. Él viene a verme, sí, pero no se queda. Kiné y Fama son rivales, sí, pero su relación es fraternal. Están juntas siempre; se cuidan los hijos. Las tres tenemos celos, claro. Pero Pap no permite malos rollos. Y en Senegal no hay esas vueltas de aquí, esa maldad. Y si existe, queda entre mujeres. (...)

Yo no soy rival para ellas: piensan que Pap, al no tener yo hijos, nunca se quedará conmigo; regresará. Yo no podría vivir en Louga, ni en Dakar. ¿Y si Pap deja España? Pues, adiós. Pero aún no va a irse, debe sacar adelante a sus hijos, se marchará cuando envejezca.

Cómo viven ellas los celos no lo sé. Sólo puedo hablar de mí. Lo peor es la imaginación. Tan dañina. Lo que hace dos días con una, dos días con la otra. En habitaciones contiguas. Visualizarlo es brutal. Lo evito. Intento pensar en lo que compartimos, estar activa. Si viviera con ellas me desesperaría. Un día me decían: 'Si ya estás aquí, ¿por qué tenemos que cocinar nosotras?'. Y yo: '¿Pero no os acostáis con él? ¡Pues haced-

le la comida!'. Se reían. Pero aún más al hablar de sexo, lo hablan mucho, en grupo, con pelos y señales... ¡Ríete de la liberación sexual! En ese primer viaje me montaron una encerrona. Para impresionarme. Me mostraban su ritual con el marido ('Debes hacerlo así y así'), qué ropa usar, los gestos, el perfume... Yo no me corté: 'Ah, no, pero mirad, yo no lo hago así'. Me inventaba posturas. Se morían de risa. (...)

Debes blindarte para no sucumbir al desaliento. ¡Y hay tantos códigos culturales que lo hacen todo tan difícil! En la manera en que satisfacen a las mujeres, por ejemplo: allí es dándoles dinero; aquí yo me mantengo, sólo le pido atención, cariño, que cubra necesidades afectivas. Con Pap he aprendido algo: a pedir. De él no salía dar. No tenía ese registro. No ve lo que me pasa si no le cuento. Porque las mujeres allí les ocultan sus cambios emocionales. Aquí somos más cómplices. Ellas al hombre lo cuidan, hacen de madres... Yo eso lo dejé claro el primer día: no estoy aquí para servirle. Él lo sabía. Se adapta. (...)

Lo de la poligamia como tal me importó al principio. Pero, tras pensarlo y asumirlo, quedó superado. Luego ya ni lo ves raro. Piensa que me casé en 1997. Entonces lo africano sí era raro. Ahora casarse con ellos es más habitual. (...)

Sí, he tenido y tengo muchos ratos de desesperación, de tristeza, de rebeldía, pero nunca dudas del amor que siento. Todo se me pasa al ver a mi marido. Siento que hay una conexión, que lo que tenemos que aprender el uno del otro no ha terminado. Cuando eso suceda nos separaremos, y no tendrá que ver con sus mujeres, sino con nosotros. ¿Podría tener yo otros maridos? Uf, le chincho con eso y se pone malo. ¿Y qué pasaría si él tomara esa cuarta esposa que su religión le permite? Uf, aquí tampoco tengo dudas. Una cosa es aceptar su pasado, y otra, que elija y quiera a alguien después de mí, para el futuro. Pasaríamos entonces a otro nivel. Con todo el dolor de mi corazón, seríamos sólo amigos". (El País Semanal, 30/11/2008, p. 31/4)

1 comentario:

Anónimo dijo...

negro las viste a las 3 de putas y las viola juntas...llenandolas a las 3 de leche