5/1/09

... veo en todos los espejos en los que me miro a mi padre

"Qué raro, tener la edad del padre de uno cuando el padre de uno comenzó a envejecer, o cuando empezamos a mirarlo como un anciano incipiente. De un tiempo a esta parte, veo en todos los espejos en los que me miro a mi padre. Es él quien toma los ascensores de los hoteles en los que me hospedo; él quien se afeita en los cuartos de baño de esos hoteles; él quien se corta el cabello en las peluquerías en las que entro al azar. Yo estoy también, claro, pero a este lado del espejo. Al otro encuentro siempre a mi padre, que me observa atónito, como extrañado de haber tenido algo que ver en la vida de este hombre maduro que en el último año se ha subido en más ascensores de los que él utilizó en toda su existencia, que se ha afeitado en más hoteles de los que él pudo soñar, que se ha cortado el pelo en decenas de ciudades; de ese hombre que lleva a cabo a regañadientes el deseo que él tuvo de viajar.

Cuando me peino, pues, si lo hago frente al espejo, peino a mi padre. Y cuando me anudo la corbata se la anudo a mi padre. Y cuando me corto el pelo de las orejas, resulta que le corto el pelo de las orejas a mi padre (lo que jamás le hice en vida)..." (JUAN JOSÉ MILLÁS: Alivio. El País, ed. Galicia, Última, 02/01/2009)

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