Cuando Tomás no era más que un adolescente, Corbacho le infundió el culto por la figura del samurái, los señores de la guerra que buscan la felicidad de forma completa, plena y maravillosa, idealizan el honor, creen que el valor heroico no es ciego, sino inteligente y fuerte, y rinden absoluta fidelidad al emperador.
Así, el incipiente aspirante a torero creó su propio código ético, su propio bushido, en el que el emperador es el toro, al que venera y respeta como contrario, aunque en ello le vaya la vida.
"Éste es el concepto que yo he intentado transmitir: que amando mucho la vida, la desprecie, si hace falta, ante el toro", decía hace unos años Antonio Corbacho, quien hoy prefiere guardar un comprensible silencio sobre el torero y dedicarse por completo a otro "samurái", Alejandro Talavante, cuya carrera dirige." (Antonio Lorca: Los misterios de José Tomás. El País Semanal, 31/05/2009, p. 62/7)
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