"Las soldados despliegan una pancarta: "Vamos, mujer. ¡Despierta! Enfréntate a los ataques contra ti. Abraza la antorcha de la luz contra la injusticia". Es la una y media de la tarde. La marcha arranca bajo un bochorno de casi 50 grados. Una marea rosa se cuela entre los coches. Alzan sus garrotes. Interpretan cánticos... Media hora más tarde, la concentración toma pacíficamente la Corte de Distrito de Fathepur, sede del Gobierno provincial.
Hasta el despacho del magistrado de distrito, Saurabh Babu, llegan gritos de guerra. "¿Dónde estás, magistrado?, ¿por qué no quieres hablar con nosotras?". Babu se lo pensará 20 minutos antes de salir. Dos hombres con fusiles guardan sus espaldas. Sampat Pal sube el tono. Estalla como un volcán para denunciar cómo dejaron sin tierra al marido de esta mujer. O por qué aquélla tiene dificultades para dar agua a su bebé. La vida no es fácil aquí en Uttar Pradesh.
La comandante en jefe advierte: "Estaremos pendientes de lo que seas capaz de hacer. Y si no haces nada, volveremos. Quizá no seamos tan educadas la próxima vez". Sampat Pal está satisfecha. Arenga a sus tropas antes de despedirse: "¡Cuidaos, permaneced atentas a los problemas de las mujeres! Recordad esto siempre: unidas sois más fuertes". (...)
Esta mañana también hay un policía en la morada de Sampat Pal... Junto a ellos, sentados en un banquito de madera, cinco miembros de la misma familia atienden al parlamento. Un joven escuálido muestra la brecha en su cráneo. Se ha visto envuelto en una trifulca familiar provocada por la disputa de la propiedad de una casa. El muchacho se llama Sushil. Tiene 24 años. Aparenta más. "Conozco muchos problemas como éste. Problemas pequeños, de cada familia", justifica el policía con desgana. Sampat le ha invitado a su casa para hacerle entender que debería ocuparse de estos asuntos. Y el agente se saca un moco mientras escucha. (...)
La máxima autoridad en el territorio donde Sampat Pal ejerce la gran parte de su actividad es el magistrado de distrito de Banda. Ranjan Kumar ronda la treintena y lleva dos años en el cargo. Recibe a media mañana, recostado en un sillón de cuero de su enorme despacho. "Sampat Pal no es nada extraordinario", asegura displicente. "No es muy diferente al resto de líderes locales que suelen aparecer. Qué quieres que te diga, me merecen más respeto los elegidos por el pueblo".
El joven Kumar reviste su discurso con la grandilocuencia propia de las élites burocráticas. "Si tenemos conocimiento de que se hace algo ilegal, lo investigamos. Estamos abiertos a la gente aquí, de diez a doce de la mañana. La policía también está abierta". Ante las quejas ciudadanas, argumenta: "Es cierto que cuanto más desciendas en la burocracia, la actividad se reduce. Cuatro magistrados de distrito tenemos 650 localidades bajo nuestra responsabilidad. Vigilar el dinero hacia abajo no sólo es difícil, sino imposible. Mi departamento recibe del Gobierno alrededor de 30 millones de rupias de presupuesto para un año. Con esa cantidad gestionamos, entre otros, el programa rural de empleo garantizado de 100 días anuales, al que van destinados unos diez millones de rupias.
Los ciudadanos dicen: 'Dadnos dinero'. Pero no reclaman cosas para el interés común. Viven por su único interés. Si los pueblos no demandan cosas concretas, la burocracia permanece inactiva. Por ejemplo: quisimos implantar el suministro de agua potable, pero los vecinos nos dijeron que preferían seguir con el sistema de bombas de presión. Ante eso, ¿qué más puedes hacer?". (El País Semanal, 30/08/2009, p. 46/7)
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