20/4/10

La Guerra Fría

"Las dos guerras mundiales cubrieron el mundo de cadáveres y el holocausto nuclear del Japón puso fin a toda ilusión ingenua en el poder transformador de la Ciencia, pero aun así el trance en que nos debatimos se lo debemos a la segunda, más que a la primera mitad del siglo XX. ¿Cómo es posible que hayamos podido llegar a esto en que hoy nos debatimos? Es una pregunta que he escuchado muchas veces a ambos lados del Atlántico y que acredita la confusión reinante acerca de algo tan esencial como la llamada guerra fría.

No se ha perdido de vista cómo ésta se vio jalonada de calientes fogonazos en todo el globo (Corea, Congo, Cuba, Vietnam), pero predomina el sentir acrítico de haber sido, con todo, un dilatado periodo de paz. Primero y principal error, porque guerra fría, guerra económica, guerra cultural, etcétera, son todas guerras e iguales tanto en su génesis y proceder como en sus consecuencias. Y no estará de más recordar cómo una gran cabeza política de nuestro medievo, el Infante don Juan Manuel, prevenía en el siglo XIV contra el azote máximo de la guerra que él llama "tibia", pues la actividad bélica (nos dice) ha de hacerse "cuerdamente et con grant esfuerzo, et con muy grant crueza además. Ca la guerra muy fuerte et muy caliente, aquella se acaba aína... mas la guerra tivia nin trae paz nin da otra onra al que la trae".

La unánime lección histórica de guerras tan prolongadas (los Cien años, los Treinta años, la del Peloponeso con sus veintisiete) no es otra que la de alimentarse de su propia sustancia, inundar el mundo de sangre y abocar a efectos de invariable signo destructor (dinastías franco-inglesas, Imperio germánico, la propia democracia ateniense).

La guerra fría ha sido, pues, medio siglo de desatada violencia y un caso más que agregar a la triste serie. Conforme a lo de siempre, su primera víctima fue la Verdad y el discurso racional que ya sabemos quién dijo que engendraba monstruos. La capacidad destructora de la guerra moderna en su tributo de sangre inocente ha vaciado de sentido toda idea de triunfo en el sentido de ganarla a modo de una competición deportiva.

Al volverse ésta más peligrosa aún para la población civil que para los combatientes uniformados, se ha reducido toda ella al absurdo y la cuestión pendiente es sólo hasta cuándo continuará rodando semejante contrasentido. La guerra fría, además, no la ganó nadie. La perdieron en cambio las masas que la pagaron, sin rebelarse, con su trabajo y con su sangre. Aplastó literalmente al planeta bajo el peso de los armamentos y lo peor de todo, impuso el criterio de la violencia como "solución" a la mano y normal de cualquier problema. No es verdad que la venciera el llamado "Occidente", porque la desintegración del régimen soviético era inevitable desde el día que Lenin respondió a nuestro Fernando de los Ríos "¿Libertad? ¿Para qué?".

Y la guerra fría tuvo el mismo efecto, aunque algo más lento, en el lado opuesto, pervirtiendo hasta el absurdo su sistema económico y erosionando los cimientos de su régimen civil con la crisis institucional en que hoy lo vemos debatirse. Desaparecido el muro de Berlín, proyecta la denominación el susodicho contrasentido dialéctico de frío y caliente hasta los linderos de lo disfuncional. Dado el magnífico negocio que para unos pocos significa la economía antieconómica de la guerra, precisaba ésta de pretextos con que eternizarse, y naturalmente no dejaron ni dejarán (podemos estar seguros) de seguir apareciendo." (FRANCISCO MÁRQUEZ VILLANUEVA: La nueva barbarie tecnológica. El País, ed. Galicia, opinión, 01/04/2010, p. 27 )

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