19/7/11

Optimistas... ¡por cojones!... "Ya, ya, sabemos que está en paro, pero con esa actitud negativa no se llega a ninguna parte. Sonría, sonría"

"Sí, sí, puede que tenga cáncer pero no interiorice lo que le está pasando como una desgracia sino como un desafío". No, no es un diálogo inventado.

Estas frases se han convertido en un lugar común y resumen la corriente de pensamiento de que la desgracia en sus variadas formas no es, en realidad, un infortunio sino un reto, y que acabar en las filas del desempleo o contraer una enfermedad grave, por ejemplo, es una oportunidad de cambiar de vida, de superación personal.

La llegada de la crisis más dura desde la Gran Depresión de 1929 ha acentuado esta teoría conocida en Estados Unidos como pensamiento positivo. Esta seudoideología casi infantil es suscrita al alimón por economistas, políticos, psicólogos, médicos y estrellas de la televisión.

Según la misma, las víctimas de la crisis no solo tienen que sufrir en silencio su desgracia sino que casi se ven obligadas a estar contentas, como ha denunciado la escritora estadounidense Barbara Ehrenreich en su libro Sonríe o muere (Editorial Turner, 2011), que ha resultado todo un alarido contra "la trampa del pensamiento positivo".

La autora ejemplifica este pensamiento en el acoso psicológico que sufren los parados en los seminarios de motivación y cursos de recolocación, tan de moda ahora, sobre todo tras los ajustes en las grandes empresas.

"Había gente a la que habían echado del trabajo y que se dirigía cuesta abajo y sin frenos hacia la pobreza, a la que se decía que debía ver su situación como una oportunidad digna de ser bienvenida.

También en este caso el resultado que nos prometían era una especie de cura; la persona que pensaba en positivo no solo se sentiría mejor mientras buscaba trabajo, sino que para ella ese trámite acabaría antes y más felizmente". (...)

Se trata de la ley de atracción, cuyo enunciado dice que "cualquier idea que esté en la mente se atrae hacia la vida". Obviamente, si las imágenes que te dan vueltas en la cabeza son positivas, atraparás éxito, mansiones, dinero... Así que, pase lo que pase, piensa en positivo.

El colmo de estas publicaciones es el bestseller Nos despidieron...Y es lo mejor que nos ha pasado nunca (2005) de Harvey Mackay.

"A los estadounidenses se les insta a pensar en las desgracias como oportunidades. El desempleo supuestamente ofrece la oportunidad de pasar a un trabajo mucho mejor, como sugiere el libro de Mackay.

Del mismo modo, la enfermedad ofrece una oportunidad de crecimiento personal para llegar a ser más sensibles, espirituales y evolucionados. Así que si nos fijamos en las cosas positivamente, nunca hay ninguna razón para quejarse. Y si, después de meses o años, todavía no has encontrado un puesto de trabajo -o si el cáncer ha hecho metástasis- solo tienes que trabajar más duro para ser positivo y superarlos", señala Ehrenreich, en declaraciones a este diario. 8...9

Uno de los argumentos falaces que emplean los positivistas es dividir el mundo entre los que piensan en positivo como ellos y los pesimistas depresivos. Y está claro que, puestos a elegir, es preferible vivir en una nube que sumergido en una ciénaga melancólica.

En esta división interesada se olvida que hay otra categoría de seres humanos que han contribuido mucho más que cualquier otra al progreso: los realistas. (...)

En España, en plena explosión vírica de la crisis, las cámaras de comercio y 18 de las grandes empresas y entidades financieras lanzaron el año pasado la campaña Entre todos lo arreglamos. Frente al marasmo económico trataba de animar al ciudadano de a pie con mensajes como:

"La crisis no solo está ahí fuera, también está en nuestras cabezas. Nos ha hecho perder la confianza, nos ha contagiado el pesimismo, el desánimo. Esto es lo primero que debemos arreglar, queremos recuperar la confianza. Tenemos motivos para animarnos. En esta web encontrarás muchos".

Famosos (y casi todos millonarios) como Andreu Buenafuente, Pau Gasol o Javier Mariscal, entre otros, animaban a plantar cara a la crisis a los ciudadanos, muchos de los cuales habían perdido su trabajo o temían perderlo, sufrían recortes de salario mientras se encarecían los servicios básicos y subían los impuestos.

La campaña de publicidad costó cuatro millones de euros. Hoy la web está inactiva y se da la irónica circunstancia de que alguna de las compañías que la costearon han emprendido fuertes ajustes de plantilla o han recibido ayudas públicas. (...)

telepredicadores que no solo no esconden su riqueza sino que hacen de la ostentación el centro de la "teología de la prosperidad": Dios premia con riquezas a quien tiene una actitud positiva. Oradores evangelistas como Joyce Meyer, Creflo Dollar, Benny Hinn o el matrimonio Copeland vuelan en aviones privados y han amasado fortunas con ese mensaje.

Aunque sin duda, el principal vehículo de difusión de la dictadura del optimismo son los medios de comunicación y las grandes estrellas mediáticas, como la presentadora estadounidense Oprah Winfrey, la mujer negra más rica del mundo.

"Los medios de comunicación han jugado un papel importante. Oprah, Ellen DeGeneres y otros anfitriones de talk shows han promovido todos los grandes libros de pensamiento positivo y a sus gurús.

La televisión nos trae, además, a los predicadores, cuyo mensaje es que Dios quiere que seas rico y que puedes tener lo que quieras simplemente visualizándolo", responde la autora de Sonríe o muere.

Como ella, muchos dudan de que esta ideología sea una muestra de ingenuidad y ven en ella una excusa ideal utilizada por los que causaron la crisis para exonerarse de cualquier culpa y lanzarla sobre los hombros de quienes sufren sus consecuencias.

Como dice Ehrenreich: "El pensamiento positivo es en realidad un brillante método de control social, ya que anima a la gente a pensar que no hay nada malo en el sistema (la economía, la contaminación ambiental). Y que lo que está mal tiene que ver con usted, con la actitud personal de cada uno". (...)

En el lenguaje de lo positivo una enfermedad grave es también un reto, porque nos ofrece una ocasión inmejorable de demostrar nuestro afán de superación. Así que el enfermo no solo no debe quejarse sino casi dar la bienvenida a la enfermedad, porque le va dar la oportunidad de dar un giro en su vida. (...)

Esta teoría está tan extendida que se ha convertido casi en un dogma irrefutable. Así que los enfermos, como "luchadores", no tienen derecho a estar tristes ni a deprimirse.

Para cercarlos aún más, los medios siempre están haciendo hincapié en los estudios que pretenden demostrar que ser positivo da salud y aumenta la longevidad, mientras que restan importancia a los que demuestran que no tiene ningún efecto en absoluto, denuncia Ehrenreich.

Lamentablemente, esas teorías tienen tanta credibilidad como los productos mágicos de la teletienda, como señala Maria Die Trill, responsable de la Unidad de Psico-Oncología del Hospital Gregorio Marañón. "Ninguna investigación ha podido demostrar que la actitud o las emociones influyan en la progresión del cáncer. Es un mito".

Die Trill asegura que cuando reciben a los pacientes a los que acaban de diagnosticar un cáncer les tiene que hacer una "especie de desintoxicación" porque su médico y la gente de su entorno les han dicho que tienen que estar contentos para superar la enfermedad.

"Y como realmente no pueden estarlo, porque el cáncer es, en realidad, una situación de duelo, se sienten culpables. Por lo que, además de sufrir los efectos de la enfermedad y su tratamiento, tienen una sobrecarga anímica, la necesidad de estar optimistas y reírse aunque se estén enfrentando a la muerte". (El País, ed. Galicia, 17/07/2011, p. 32/3)

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