13/10/11

¿Cómo sería una economía participativa?

" DIAGONAL: Hace unos 20 años, usted y Robin Hahnel desarrollaron la economía participativa o Parecon, como una alternativa a la economía capitalista y de planificación central. ¿Podría describir en pocas palabras cuál era la propuesta?

MICHAEL ALBERT: Parecon es un concepto de economía que intenta sustituir al capitalismo y también a lo que se ha llamado el socialismo del siglo XX. Señala el conjunto mínimo de instituciones que debe tener una economía para no tener clases y ser autogestionada por sus trabajadores y consumidores para sus propios intereses, según decidan, sin parcialidades estructurales y sin que haya pequeños grupos dominantes.

Obviamente, más allá de ese mínimo habrá muchas cosas que cambien en la economía participativa de un país a otro y de una industria a otra.

D.: ¿Cuáles serían las características principales de la economía participativa?

M.A.: El modelo incluye consejos autogestionados de trabajadores y consumidores, entendiendo por autogestionado que la gente influye sobre las decisiones de forma proporcional a como se ven afectadas por ellas. A veces gobierna la mayoría. Otras veces el consenso. Otras veces otras maneras de convertir las preferencias en decisiones. Las opciones de voto son elecciones tácticas que se toman para alcanzar los principios de la autogestión.

La segunda necesidad de la Parecon son los complejos equilibrados de trabajo. Hoy en día los trabajadores se dividen en dos grandes categorías. La primera, a la que los defensores de la Parecon llaman la clase coordinadora, realiza tareas que les confieren un enorme poder.

D.: ¿Qué quiere decir con “conferir poder”?

M.A.: Piensa en los abogados, doctores, ingenieros y directores de finanzas. Sus obligaciones les otorgan información, hábitos de toma de decisiones, habilidades comunicativas, confianza social, etc. El segundo tipo de trabajador, la clase obrera, realiza tareas que le privan de poder de una forma abrumadora.

Piensa en los montadores, cocineros de comida rápida y en general en toda la gente que realiza tareas repetitivas que provocan que la persona acabe con menos confianza, menos información y menos habilidades sociales que en el otro caso. La clase coordinadora que realiza únicamente tareas de poder, domina a la clase trabajadora.

D.: ¿Cómo en la antigua Unión Soviética quiere decir?

M.A.: Es la clase dirigente en el socialismo de la vieja escuela. Reclama una enorme parte de la riqueza y del poder social, especialmente cuando no hay propietarios. De tal manera que incluso si tenemos consejos de trabajadores y consumidores e incluso si estamos sinceramente comprometidos con la autogestión, si mantenemos la vieja división del trabajo donde un 20% de los trabajadores realizan todas las tareas que dan poder, ese 20% será quien establezca el calendario y proponga, debata y prepare todo.

Sus puntos de vista se impondrán. Sus objetivos se alcanzarán y llegarán a verse a sí mismos más merecedores y más valiosos que los trabajadores que cumplen las órdenes y parecen menos capaces, necesitados de dirección y de “ayuda”. Con el tiempo los coordinadores gobernarán, normalmente con una insensibilidad arrogante.

De tal manera que los complejos equilibrados de trabajo, la segunda necesidad institucional de la Parecon, divide las tareas de tal manera que cada trabajo tenga una mezcla de tareas que proporcionen una situación general de poder similar para todos. Todos estamos preparados para participar plenamente en la autogestión con nuestro papel y nuestras responsabilidades económicas.

El tercer componente de la Parecon está relacionado con los ingresos que obtenemos por nuestro trabajo. Ésta es toda la producción: ¿Qué parte me toca a mí? ¿Qué parte te llevas tú? Más general, ¿cuál es la norma que establece cuanto se lleva cada uno?

La Parecon rechaza que la gente deba obtener beneficios en base a la propiedad que posee. Rechaza que la gente se lleve todo lo que pueda por su poder de negociación. Rechaza que la gente obtenga a cambio el equivalente de lo que ellos, con su propio trabajo, producen.

D.: ¿Podría dar un ejemplo de esto?

M.A.: Por ejemplo, no piensa que tener mejores herramientas o haber nacido con un gran talento o porque resulte que produces algo de enorme valor, te garantice una recompensa mayor incluso si eso implica que la producción total en ese caso sea más valiosa.

En lugar de eso la Parecon dice que la gente que puede trabajar debería tener ingresos solamente en base a cuantas horas trabajan, lo duro que trabaje y lo duras que sean las condiciones en las que trabajan, siempre que estén haciendo trabajo que sea socialmente valioso.

D.: ¿Qué pasa entonces con lo que llama “planificación participativa”?

M.A.: Éste es el último elemento de la Parecon, también resulta que si combinas los consejos de autogestión de trabajadores y consumidores, los complejos equitativos de trabajo, y lo que nosotros llamamos remuneración equitativa por duración, intensidad y dureza del trabajo socialmente valioso, con la planificación de los mercados o la planificación central, para alcanzar unas aportaciones y una producción, tu intención de optar por las primeras tres estructuras quedará subvertida por las implicaciones de tu cuarta elección, de tal manera que incluso en contra de tus intenciones, toda la vieja mierda, por decirlo de alguna manera, volverá.

La planificación central y de los mercados, incluso si uno las utiliza con la mejor de las intenciones, traerá de nuevo un gobierno de clases e injusticias sobre los consejos autogestionados y los complejos equilibrados de trabajo y la remuneración equitativa.

Para no tener clases, la Parecon debe sustituir estas estructuras de distribución familiares y optar por una negociación descentralizada, horizontal y cooperativa de las aportaciones y la producción por parte de los consejos de trabajadores y consumidores, que los pareconistas llaman planificación participativa.

Por supuesto que estos cuatro compromisos institucionales requieren más textura para quedar claros y una importante aclaración de porqué la combinación de estas estructuras es tanto viable como merece la pena. Pero, teniendo en cuenta estas importantes advertencias, esto sería un rápido resumen.

D.: Dentro de poco va a pasar una semana en España para dar charlas sobre la Parecon. Hay mucha gente que se siente intimidada por la economía. ¿Qué puede decirles a aquellos que no se sientan lo suficientemente seguros hablando de economía? ¿A qué tipo de público intentará llegar?

M.A.: Hay algunos campos de la economía que son estúpidamente complejos y difíciles. Todo ese tipo de tonterías alrededor de extrañas formas de inversión financiera que son tan crípticas que no sé si hay alguien que sepa de que van. Sin embargo, lo realmente importante para entender lo que una buena economía necesita es bastante sencillo y es todavía más sencillo de entender, de hecho, para la gente normal que para los economistas.

Los economistas han estudiado elaboradas teorías matemáticas que no tienen prácticamente nada que ver con la realidad y que, la verdad es que oscurecen la realidad.

Cuanto más aprende el economista de academia, más lejos suele acabar del verdadero entendimiento. A menudo ni siquiera saben lo que es una corporación. En la mayor parte de los casos serían incapaces de comprender lo que acabo de ofrecer hace un momento, sobre incentivos y la división del trabajo y si hubiéramos hablado sobre planificación participatoria, lo que acabo de decir sería todavía más cierto. No lo entenderían.

Pero los trabajadores normales no tienen problemas para entender esas cosas, y son con los que espero comunicarme, una vez que se han abierto a escuchar posibilidades como estas y por muy extraños que puedan parecer los nuevos puntos de vista se hacen con ellos.

D.: Así que, ¿cuáles serían las cosas importantes a saber?

M.A.: Lo que todos necesitamos conocer de la economía real (qué papel juegan las principales instituciones ahora y en el futuro sobre lo que la gente puede hacer con su vida) se entiende relativamente fácil y es el meollo del asunto.

La verdad es que la energía mental que se necesita para conseguir tener una discusión inteligente sobre fútbol con un amigo, como hace la mayoría de los españoles, es mayor que la energía mental necesaria para comprender los temas claves de la economía y la sociedad e incluso para convertirse en monitor uno mismo de este tipo de asuntos." (Rebelión, 13/10/2011,
Entrevista a Michel Albert, impulsor de la economía participativa. “Entender una buena economía es sencillo”,Diagonal)

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