9/1/13

Elección entre socialismo o barbarie

"A lo que el análisis del capitalismo del Manifiesto indudablemente puede llevar –especialmente cuando se adentra en el análisis de Marx sobre la concentración económica, que apenas se insinuaba en 1848– es a una conclusión más general y menos específica acerca de las fuerzas autodestructivas innatas en el desarrollo capitalista. Debe alcanzar un punto –y en 2012 no solo los marxistas están de acuerdo en esto– en que:

La sociedad burguesa moderna con sus relaciones de producción, intercambio y propiedad, una sociedad que ha suscitado medios de producción e intercambio tan gigantescos, es como el aprendiz de brujo que ya no puede controlar los poderes del mundo inferior… Las dimensiones del arco de la sociedad burguesa son demasiado estrechas para abarcar la riqueza que ha creado. 

No sería irracional sacar la conclusión de que las “contradicciones” inherentes al sistema de mercado, sin más nexo de unión entre los seres humanos que el descarnado interés propio, el cruel “pago al contado”, un sistema de explotación y de “acumulación interminable” que nunca se pueden superar; que a partir de cierto punto, mediante una serie de transformaciones y reestructuraciones el desarrollo de este sistema esencialmente “autodesestabilizador”, conduzca a una situación que ya no se pueda describir como capitalismo.

 O citando al propio Marx, en que “la centralización de los medios de producción y la socialización del trabajo lleguen al final a un punto en que se hagan incompatibles con su integumento capitalista”, y ese “integumento reviente en pedazos” (xxvi). El nombre por el que conozcamos la subsiguiente situación es indiferente. 

Sin embargo, como demuestran los efectos de la explosión económica del mundo en el medio ambiente mundial, tendrá que marcar necesariamente un giro brusco que lo aleje de la apropiación privada para pasar al control social a escala global.

Resultaría improbable que tal “sociedad post-capitalista” se pareciera a los modelos tradicionales del socialismo y aún menos al “socialismo real” de la era soviética. 

La forma que haya de tomar y hasta dónde encarnaría los valores humanistas del comunismo de Marx y Engels, dependería de la acción política a través la cual se produciría el cambio, ya que esto, como sostiene el Manifiesto, resulta fundamental para la conformación del cambio histórico.  (...)

Pero entonces el Manifiesto -y ésta no es la menor de sus notables cualidades - es un documento que prevé el fallo. Esperaba que el resultado del desarrollo capitalista fuera “una reconstitución revolucionaria de la sociedad” pero, como ya hemos comprobado, no excluía la alternativa de “la ruina común”.

 Muchos años después, otra investigación marxiana reformuló esto como la elección entre socialismo y barbarie. Cual de ambos prevalezca es una pregunta que el siglo XXI debe contestar."     (Eric Hobsbawm, versobooks.com, Rebelión, 15/12/2012)

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