"Cada ser humano dotado del uso de lenguaje se expresa a través de
“frame”, encuadres de referencia, conjunto de imágenes y relaciones
entre conceptos que estructuran nuestro pensamiento, algunos desde la
primerísima infancia [...]
En la comunicación política no hay palabra o frase que no encuadre un
problema dado según la perspectiva ideológica de quien la usa.
Cada término lleva consigo un mundo. Por ejemplo, imponer el uso de “centroderecha” y “centroizquierda” en lugar de “derecha” e “izquierda” ha sido una operación de encuadre que ha tenido consecuencias devastadoras: en la derecha el eufemismo ha servido para legitimar sujetos sucios y fascistas sin ni siquiera limpiarlos; en la izquierda ha impuesto la creencia de “desplazarse al centro” sino….. “no se gana”.
Sólo que, en la realidad concreta, el “centro” no existe. Quien se dice
“de centro” es en realidad de derechas y hace cosas de derechas, como
Casini, Monti, Montezemolo, ahora incluso el postfascista Fini… Y
entonces ¿“quién” “gana”?, ¿para hacer qué? “Desplazándose al centro” no
se hace otra cosa que ir a la derecha ( a la búsqueda de irreales
“moderados”) y seguro que no se harán políticas de izquierda.
Otro ejemplo es el discurso sobre la “seguridad”: si, como pasa cada
día, un político usa en la misma frase la palabra “seguridad” e
“inmigración” está evocando en la mente del que escucha una comunidad
homogénea amenazada por una diferencia proveniente del exterior, y esto
es la quintaesencia del encuadre de todas las derechas, en primer lugar
de la fascista.
Basta mirar contra quién se han lanzado los que se han llenado la
boca y nos han llenado las cabezas de narraciones tóxicas sobre el
“libre mercado”, desde la Thacher hasta Reagan y todos los republicanos
USA hasta el Tea Party etc
Hoy todo iría mejo si el mercado hubiese sido dejado en su
funcionamiento natural, y viviríamos en una comunidad sana, justamente
basada en la competición que premia a los mejores, y una sociedad que
premia a los mejores hace el bien a todos.
Antes era así, cuando existían los “pioneros”. Sin embargo, después hubo una fractura: la izquierda y las minorías. Los liberales estatalistas y los “rojos” nutridos de falsas ideas venidas de fuera han turbado este equilibrio con reivindicaciones que han turbado el funcionamiento del mercado, ayudando a los autoproclamados “débiles”, expandiendo el rol del estado en sectores de los que debería estar fuera, negociando el precio del trabajo según criterios que lesionaban los intereses de los empresarios (que son los “héroes” de la historieta).
Este es el encuadre de toda la contrarevolución capitalista iniciada a principios de los ochenta. También aquí hay una armonia turbada por fuerzas “externas”, la confirmación de que esta narración es intrínsecamente de derechas y de que una “izquierda liberal” no puede existir.
Si te das cuenta, en la propaganda de los republicanos USA, del Tea
Party etc, el enemigo siempre se refiere a un “otro lugar”: New York, la
costa Este, Europa, Canadá y, obviamente, los estados canalla.
Cuando, antes de la visita a China, le preguntaron a Nixon si alguna vez había estado en un país socialista, respondió: “Sí, en Massachusetts”. Para un republicano, en aquella época, New England era “otro lugar”.
No existe un enemigo “interno”, generado por las contradicciones internas del sistema. Si está en el interior es porque se ha introducido entre nosotros.
Este encuadre es activado continuamente en política exterior: estamos
“nosotros” (occidente, las democracias de libre mercado) y están los
enemigos de turno (“el imperio del mal”, la URSS y sus satélites, las
guerrillas que agitan el patio trasero latinoamericano, el terrorismo
que amenaza nuestros valores, etc) El “Choque de Civilizaciones” es la
máxima expresión del encuadre de la “comunidad armoniosa que se
defiende”.
Los liberales nos han enseñado a considerar el fascismo una derecha
completamente diferente de la suya, incluso con trazas de izquierda en
cuanto presuntamente antiliberal y estatalista.
Detrás de este punto de vista, que es muy difuso, hay una buena dosis de mistificación. Usando la lente de la “comunidad armoniosa que es molestada por el intruso” vemos cómo el fascismo siempre ha usado la versión liberal de este encuadre.
Detrás de este punto de vista, que es muy difuso, hay una buena dosis de mistificación. Usando la lente de la “comunidad armoniosa que es molestada por el intruso” vemos cómo el fascismo siempre ha usado la versión liberal de este encuadre.
El fascismo original, el squadrismo, se justificaba a sí mismo justo
como la defensa armada de la “mano invisible” y de la armonía entre
clases sociales. El aceite de ricino y los asesinatos de “subversivos”
restablecían la libertad de empresa, la libertad de comercio y el
funcionamiento “normal” de la economía capitalista.
Es famoso, por
ejemplo, este póster propagandístico fascista: (primera postal del
enlace original. Leyenda: “1919 Bolchevismo// 1923 Fascismo. El fascismo
saca los grillos de la cabeza de los trabajadores y vuelve a poner en
su sitio a los explotados. Metámonos con buen ánimo y esforzaos.”)
Al tomar el poder, Mussolini declaró: “El gobierno fascista acordará
la plena libertad de la empresa privada y abandonará cualquier
intervención en la economía privada”. Durante años los fascistas
(subidos al poder en coalición con los liberales, no será una
casualidad) condujeron una política económica liberal y sólo en una fase
sucesiva empezaron a aplicar medidas keynesianas.
Durante los primeros
años de gobierno hubo privatizaciones (fue privatizada incluso la ceca),
una política monetaria restrictiva, un aligeramiento de la carga fiscal
(en particular el gravamen progresivo)
Cuando ésto ya no respondía a las necesidades económicas del gran
capital industrial, en particular en torno a la crisis del 29, se pasó a
una política económica diferente y se adecuó la fraseología
propagandística al culto al Estado, a la lucha contra el individualismo
burgués y todas las puestas en escena con las que todavía nos rompen las
pelotas los neofascistas.
También los neofascistas, todavía, alguna vez se quitan la máscara y
hablan como liberales. Por ejemplo, Forza Nuova en Génova tenía como
primer punto de su programa político la lucha contra la Compañía Única
de estibadores, que según ellos estrangula la ciudad impidiendo la
libertad de empresa en el puerto.
CasaPound ha tomado partido sobre el
ILVA de Tarento (haciendo escribir un informe a nuestro viejo conocido,
el “ingeniero” Di Stefano) tomándola con los ecologistas que,
compinchados con oscuros potentados europeos, quieren ahogar la
siderurgia italiana.
Al final de la feria, liberalismo y fascismo tienen el mismo héroe-símbolo: el esquirol.
El problema más grave de este país, históricamente, es la indolencia
de la pequeña burguesía, que es la más vulgar de Europa y oscila
perennemente entre la indiferencia ante todo y la disponibilidad a
cualquier aventura totalitaria. Aventura “vicaria”, naturalmente, vivida
por Duce interpuesto que vocifera. Sólo un escalofrío de vez en cuando,
para interrumpir el run run, disfrutar de las endorfinas y volver al
lugar que le corresponde.
Hasta que no siente el dolor, el itálico de clase media se mantiene
apático. Cuando empieza a sentirlo no sabe decir lo que le ha ocurrido,
blasfema incoherentemente, echa la culpa a los primeros falsos enemigos
que le agitan delante (a escoger: emigrantes, gitanos, comunistas,
huelguistas, judíos…) y busca un Hombre Fuerte que los combata. En
Italia como en pocas otras naciones, no hay nada más fácil que empujar
al empobrecido a odiar al pobre." (Sociología Crítica, 04/03/2013)
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