7/5/13

“Aunque invisibilizada, la mujer campesina es un agente económico de primer orden”

"Hay en el mundo más de 1.600 millones de mujeres rurales, la mayoría agricultoras. Según la FAO, organismo de las Naciones Unidas para la agricultura y la alimentación, las mujeres producen entre el 60 y el 80% de los alimentos en los países del sur, y la mitad de todo el mundo, pero no poseen siquiera el 2% de la tierra.

 Trabajan en el campo, producen los alimentos y los distribuyen, muchas veces sin remuneración, lo que se añade a las tareas domésticas de las que también se ocupan.  (...)

Las mujeres agricultoras gestionan huertos familiares que muchas veces garantizan la supervivencia de la economía doméstica. Esta labor, a menudo invisibilizada, implica otras tareas no menos decisivas, por ejemplo, la selección de semillas según los gustos y tradiciones de la comunidad.

 O el intercambio de éstas con los vecinos, con lo que se contribuye a preservar la biodiversidad. Estas prácticas se oponen radicalmente a las de la agroindustria, que, bajo la coartada de una sedicente modernidad, comercializa plaguicidas y semillas transgénicas.

Pero la reivindicación del aporte de la mujer rural no se para en la producción. En la defensa de la soberanía alimentaria la Marcha Mundial de las Mujeres va un punto más allá. “Han de tener acceso a recursos y dinero; poder invertir en la producción y diversificarla”, explica Nobre.

 Sin embargo, todavía hay que sortear grandes dificultades. De entrada, el acceso al crédito de las mujeres, a escala global, es mínimo. Además, “a veces se presentan como intereses familiares en la unidad de producción agrícola los del esposo, aunque la mujer manifieste otros diferentes”.

En el trabajo rural de la población femenina existe mucho saber acumulado. Y muy poco reconocido. La activista brasileña recuerda el caso de una ONG que impartía cursos para mejorar la producción de café, pero sin resultados. El caso es que los talleres se impartían a hombres, cuando eran las mujeres de la comunidad quienes se dedicaban al secado y elaboración de este producto. 

Además, la agroecología plantea (en oposición al agronegocio) una producción de alimentos armónica con el medio natural. Pero esta obtención de alimentos respetuosa, explica Míriam Nobre, “no debería darse por un incremento en el tiempo de trabajo de las mujeres”. Éste es otro de los retos a los que se enfrenta la soberanía alimentaria. (...)

“El cuidado y la reproducción son esenciales para la humanidad y los llevan a cabo las mujeres; hace falta un reconocimiento expreso; ahora bien, queremos compartir con los hombres estas tareas, que, además, no pueden constituir nuestra primera identidad. 

Entre otras razones, porque esto les viene muy bien a los estados (como ocurre con el voluntariado) para ahorrarse inversiones necesarias”, explica la coordinadora de la Marcha.

El principio de soberanía alimentaria pretende superar estas dicotomías. Entre otras. En Europa se entiende como parte del pasado el confinamiento de la mujer a los roles de madre y ama de casa. Pero las mujeres de América Latina han otorgado a estas funciones, a veces, un sentido político. 

Recuerda la coordinadora del Secretariado Internacional de la Marcha Mundial de Mujeres “la lucha de las compañeras peruanas, cuando no podían comprar la leche al vecino porque se importaba de Europa la leche en polvo”. En Argentina, durante los cortes de ruta, las mujeres se encargaban de la preparación de la comida y a este menester le concedían relevancia política. 

Realizaban un trabajo esencial en las protestas. “No queremos desempeñar los roles de siempre, la casa y la cocina; pero también hemos de luchar por su reconocimiento y, más aún, cuando las mujeres los introducen en la batalla política”, resume Nobre. “Son muchas contradicciones que deberemos resolver en la práctica”, concluye la activista."       (Enric Llopis, Rebelión, 01/05/2013)

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